Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


miércoles, 31 de octubre de 2007

DELIBAB


DELIBAB

Para mi pelirrojo gato Selim, comadrón en todos los pujos que hicieron posible este parto.

“Tengamos cuidado con lo que deseamos. Muchos anhelos son solo delibabs, espejismos, y con ellos traen un paquete de llanto.” Làjos Kossuth, hèroe independentista de Hungrìa.

1984

A través del cristal del aeropuerto Charles de Gaulle de Francia hasta se podría ver como una escena cómica la pataleta desesperada que Fekete Stefan Andrassy estaba protagonizando, aunque Anjanet Andrassy Armstrong-quien estaba al otro lado del grueso vidrio, sabía que no había nada de risible en el asunto. Peinándose la cabellera color vino que le llegaba a la cintura, se pescó a sí misma pensando que no era solo un vidrio lo que impedía que ella se saliera de ahí, recuperase su enorme séquito de maletas, y lanzara toda la prudencia al diablo para quedarse con Fekete Stefan, a quien hasta la vez catalogaba como el amor de su vida aunque le estuviera vedado. Era obvio que el hombre estaba pasando menudo disgusto porque ella partía. Pensó que el berrinche iba a salir en los tabloides, pues Fekete Stefan no era un desconocido en París.
Anjanet maldijo el día en que su padre, Jan, conoció a la madre de Fekete Stefan entre las estiradas nobles húngaras que pululaban en el rico exilio de París de los años posteriores a la II Guerra Mundial...Desgraciado el día cuando el padre de Anjanet engendró a Fekete Stefan detrás de la puerta. Solo a ella le podía pasar que cuando encontrara al 10 perfecto hecho hombre, éste resultara ser su medio hermano! Por supuesto que no iba a repetir en vida real la letra de la ranchera La Hija de Nadie, y el haber tenido un affaire con su propio hermano no la llevaría a beberse una copa con vino y veneno, ni que el vino fuera Anjou Rosé que era el que más le agradaba. Hasta cometida la locura fue que se enterò que el hombre que la fascinaba tanto fuera como dentro de la cama no era su primo carnal sino el bastardo que Jan Andrassy habìa dejado abandonado en Francia. Carajo Negro Esteban, porque eso es tu nombre en español común, te has cagado en mí! pensó antes de montarse en el avión de Iberia que la llevaría al aeropuerto de Barajas en Madrid, y desde donde cambiaría a otro vuelo para pasar por Santo Domingo y luego aterrizar en el calor de Managua. A lo hecho, pecho, se dijo. Pero era como arrancarse un uñero bien infestado, sin embargo igual iba a tener que hacerlo. Además, ella tenía que hacer honor al linaje de su familia de rancio abolengo húngaro a través de su padre. Miró por última vez a través del vidrio .No oyó que Fekete Stefan, antes de romper un vidrio, profirió una maldición.
Jamás serás feliz, y tu destino será correr tras un delibab, o espejismo, como los que se miran en la planicie húngara. Todo se paga en esta vida! Fue algo afortunado que Anjanet no oyó lo que decía Fekete Stefan, pues aunque era atea, su sangre eslava la condenaba al fatalismo militante.

Una vez en casa, por fin con sus padres y sus gatos que la esperaron 4 años para que regresara de Europa, un cansancio sutil se apoderó de ella. Hablaba desde la calma artificial de un letargo gentil, y ni reclamó nada a su papá cuando éste le dijo que se alegraba montones que se hubiese llevado tan bien con Fekete Stefan allá en París, porque en realidad no era primo de ella sino su hermano mayor, habido antes que Jan Andrassy conociera el amor en la persona de Martha Armstrong Framingham, la madre de Anjanet. A buena hora me lo decís, viejo pendejo con baterías en el culo, pinga alegre en decadencia, que ni te imaginás lo tarde que me viene la aclaración. En lo único que se me parece es en el pelo rojo, la mama debió haber sido una acuarela sobre tacones para que saliera tan quemadito pero con ojos azules y pelo de puta. Bueno, no iba a quedarse estancada ni ensopada en el recuerdo de su amante incestuoso. Tenía que seguir adelante, y la vida la apuraba. Tenía que cumplir con su servicio social, y aunque los sandinistas no le habían dado la beca ni habrían hecho jamás nada por ella, era con ellos que debía trabajar. A los 4 días de estar en Managua, la asignaron a trabajar exactamente con el general de ejército en calidad de traductora e intérprete simultánea.

Vestir el uniforme militar le era indiferente. Apenas llegaba a casa se lo quitaba, se daba un baño de inmersión y se sentía otra persona. Remota y silenciosa en su trabajo, Anjanet no genuflectaba ante su jefe y tenía poco contacto con el personal que la rodeaba en el ambiente rarificado de la comandancia general. Llegó a pensarse que era engreída o retraída por ser inadaptada, aunque soltaba una pequeña sonrisa a los que estaban bajo su cargo. Anjanet poco a poco se iba recuperando del enorme shock que sintió 3 meses antes de su retorno a Managua cuando Fekete Stefan ofreció dejar esposa y doce hijos para casarse con ella en lo que hubiera sido escándalo mayor inclusive en Francia, porque salvo en las dinastías remotas del Egipto ancestral, o entre reyes persas de antaño, nadie se casaba con su hermana. Anjanet cavilaba sobre su extraña experiencia, y era entonces cuando su jefe le decía que parecía la Virgen Negra de Praga, que le daba un dólar por saber cada palabra que pensaba. Una vez Anjanet osó decirle que mas bien ella le daría un costal de lapas verdes, a como llamaban los sandinistas a los dólares que decían odiar, si tuviera que confesar en lo que pensaba. Y por favor no más negros, le decía con una sonrisa a medias, ya que uno me jodió la vida. El haber confesado con tan pocas palabras mas bien le ganó a Anjanet un aura de mujer misteriosa, pero ella rechazaba con suavidad a los pretendientes que le salían al paso. Cuando llegaban cartas de París, bastaba ver la letra de Fekete Stefan para que ella las guardase sin abrir en una gavetita de su cómoda donde estaba la estatuilla de plexiglass transparente del heroico general avernio Vercingétorix quien casi había derrotado a Julio César. Nunca las contestaba. Tampoco las leía. Le daba pavor, y primero hubiera besado a un papalote negro o dormido con un sapo en su cama antes de abrirlas y leerlas.

Su padre a menudo le leía las que él recibía, y le mencionaba que Fekete Stefan se quejaba que Anjanet jamás respondía a sus cartas. Fue pecado decirte que era mi bastardo, le dijo una vez en el desayuno Jan a Anjanet, quien solo se encogió de hombros y siguió degustando su pinolillo.
Más tarde esa misma mañana, Anjanet regresaba apresurada de almorzar cuando al entrar a su despacho, se pasó llevando a un hombre de cabellera tan roja que parecía andar un incendio en el cráneo. Viendo al hombre en el piso, le gritó:-Por qué puta no se aparta, camarada?
Lázaro Patricio Siqueiros la miró con ojos atónitos sin levantarse del piso, sudando copiosamente y con un rubor furioso subiéndole a la cara.-- Sácame del piso, chica-le dijo.
-No ves que vengo cargada de calaches, y además no levanto nada del piso, ya lo besó el diablo y me seguirán los jinns por nueve generaciones.-ripostó poniendo sus paquetes encima de su escritorio.
-Jinns? Eres islámica? Yo soy Lázaro Patricio Siqueiros.
-Pues yo no.
-Tú no qué?
-No te han dicho allá en Cuba que es mala educación responder a una pregunta con otra pregunta?
-Bueno, disculpa, coñó, pero lo estás haciendo tú también. Tu nombre? Qué haces acá? Eres islámica?
-Vos debés ser el asesor de la seguridad del estuche de Nicaragua, pero te voy a hacer la caridad de contestarte aunque los pelirrojos me caen en las bolas que no tengo. Me llamo Anjanet Andrassy Armstrong, soy la traductora, y no soy islámica aunque en mi familia de húngaros hubo sus cuantos que sí fueron islámicos después que los otomanos llegaron a joder bajo el mando de Solimán el Magnífico. Me extraña que sepas que los jinns son demonios de la mitología mahometana. Generalmente esta gente de ahora no sabe ni mierda. Vení sentáte, estás esperando al general?
El militar cubano se sentó en el sofá.-Sí, espero a tu jefe. Y otros dos asesores más que entrarán conmigo. Y no sé como odias a los pelirrojos si tú tienes un color extrañamente parecido en el pelo, al menos que sea pintado.
-Casi todos en la tribu tenemos algún tono de cabello rojo. Mi padre ya canea, por eso no tiene un color tan violento...y un hermano allá en Francia tiene casi un incendio en la mollera...
-Caramba mayor Siqueiros! Y ese milagro que le sacó palabra a mi Virgen Negra de Praga, si paga por no hablar! Si quiere va pasando y apenas vengan los otros dos compañeros suyos les haremos pasar!-dijo el general saludando al cubano con una sonora palmada en la espalda.
Anjanet de repente se sintió como si hubieran abierto la puerta del inodoro y la hubieran encontrado pujando fuerte para aliviar el vientre. Miró la puerta cerrada del despacho de su jefe y agitó una mano en el aire como si estuviera espantando un insecto necio. Bah, asesores. Por lo menos éste no apestaba a cebolla podrida como los dos cheles rusos que pasaron la semana anterior. No tendrían suficiente quehacer en sus países como para venir a meter la cuchara acá? Y mirá a la secre, meneándole la cola como caniche agradecido a los otros dos que vinieron, huy pendeja loca de calzón sin elástico, solo te falta tenerles un hijo. Y qué atrevido este hjp Siqueiros, con un pelo casi igual al de Fekete Stefan. Francamente que no he visto igualamiento semejante!

Cuando los asesores salieron de la oficina del general, éste salió con ellos y regresó unos 5 minutos más tarde. Al entrar el general miró fijamente a Anjanet y esbozó una sonrisa maliciosa.
-Que tengo monos en la cara que se está riendo de mí?-preguntó la traductora sin dejar de mecanografiar rápidamente.
- Siqueiros no salía del susto de ver que vos trabajás aquí!-dijo el general.
- Si mucho me apura, jefe, yo tampoco-dijo Anjanet alzando una espesa ceja rojiza.
-Siempre tenés que salir con tus piquetes, mujer. Yo mismo me asombro que hayás accedido a venir a parar aquí, y aunque no lo diga me alegro que estés aquí. Yo porque soy poco para leer cosas de genealogía pero parece ser que Siqueiros sí lee bastante y me iluminó un poco. Tu papá es conde.
-No esconde nada, es el ser más sincero y despapayado del mundo.
-No te me hagás la bandida. Tu padre es noble.
-Es pecado eso?
-Un ancestro tuyo estuvo defendiendo Szeged hace siglos.
-Que fue cuando se murió de currutaca el sultán Solimán el Magnífico, durante el sitio a la ciudad.
-Y otro estuvo al lado de Juan Sobiesky III cuando éste defendió a Viena en 1683.
-Ve pues que conviene que venga el untuoso de Siqueiros acá porque ya lo ilustró.
El general se sentó al lado de Anjanet.-Vos sabés que no soy un bruto, aunque no tengo un doctorado como vos...así que no te rías de mí. A propósito de Siqueiros, te cayó bien?
-Por mí que estalle de un cuitazo o de un pedo atravesado para lo que me interesa. El estaba esperándolo de hace rato cuando yo regresé de comer afuera y como estaba como salero en medio me lo pasé llevando. Es como la mantequilla.
-Y eso?
-En todo pan quiere estar embarrado, general, eso es todo. Solo verlo engorda. Y cuidado es pato, porque creo que se pinta el pelo. Le vió qué mechas más escandalosas, puro pelo de puta!
El general soltó una estruendosa carcajada.-Ni quiera Dios caer en tus tapas! No creo que sea pintado el pelo del cubano, aunque sí me extraña que no tenga pecas. Generalmente los rojos tienen pecas, aunque vos no las tenés e igual sos pelirroja natural. Ya vas a terminar con ese documento o será cuando Dios quiera?
-Solo me faltan como dos páginas y se lo entrego, bueno y
por qué ahora se está volviendo diosero?
-Es que vivimos en un país dizque cristiano. Si acabás temprano podés irte a descansar a casa. Creo que lo precisás.
-Me ve pálida, desgastada, arrugada y afligida, general?O es que vamos nuevamente a meternos en Honduras y yo voy en esa misión con los cheles patas hediondas de los corresponsales otra vez?
-No, pero que me late que vas a precisar un receso, hija. Haceme caso antes que me arrepienta de soltarte aunque sea por un rato.
El general se levantó y se metió a su despacho. Anjanet solo se quedó viendo al espacio. Qué habría querido decir su jefe?

Una buena muchacha de casa decente no debe salir....qué diría la gente el domingo en la misa si saben de ti? Era la letra de una canción de Silvio Rodríguez, pero atrozmente berreada por alguien en su despacho. Anjanet entró a su oficina con los anteojos de sol y un pañuelo árabe envolviéndole el cabello. Miró al sofá y ahí estaba la fuente de semejante ruido. Era Lázaro Patricio Siqueiros. Anjanet inmediatamente apretó un botón y la oficina se inundó con El Moldavia de Bédrich Smétana.-Coño que tú si tienes modo para mandarme a callar, chica.
-Un poco más y rompés todos los vidrios acá-dijo Anjanet quitándose las gafas y luego el pañuelo de la cabeza.
-Santa Bárbara bendita, y qué te pasó en el cabello, chica?-espetó el cubano mirando atónito el color verde lima intenso de la cabellera de Anjanet.
Anjanet se sentó en su silla giratoria y se abombó el pelo.-No me digás que está atroz, porque conseguir este tinte y hacer que me lo procesaran me costó 50 dólares. Tenía que hacerlo, me estaba marchitando de adentro hacia fuera, aunque no sé por qué pierdo mi tiempo contándote esto.
-No, hazlo, chica, si con eso te alivias de algo. Lo que no sé es lo que dirá tu jefe cuando te mire...
Un grito ahogado interrumpió la conversación. El general estaba en la puerta, con una mano tomándose el cuello y la otra encima del pecho. Parecía estar en el preciso minuto que precede a un infarto fulminante.
-La sangre de Cristo!-dijo el jefe militar.
-No jefe, no fue con sangre sino con un tinte canadiense que me costó un ojo de la cara que me pinté el pelo. Ahora el cabello rojo se ha vuelto tan común y vulgar...
-Vení para acá a mi despacho, cipota. Espéreme Siqueiros que ya lo atiendo, solo voy a solucionar este disparate ya mismo.-dijo el general, tomando a Anjanet de un brazo y desapareciendo ambos dentro del despacho del general.
El general daba vueltas como león enjaulado.-Y a vos qué te está pasando? Te das cuenta que mi traductora oficial no puede andar con pelo de marciano como rockera punk en la comandancia? No quiero que me malentendás, pero tendrás que quitarte eso de inmediato.
-Me va con el uniforme, y no tiene prueba que los marcianos sean verdes.
-Te daré lo que sea para que te vayás a un salón y traigás tu pelo de todos los días. Cuánto te costó ese tinte?
-50 dólares-dijo Anjanet sin mirar a su jefe a los ojos, súbitamente avergonzada.

Cuando Anjanet regresó con su color natural de cabello restaurado, Lázaro Patricio Siqueiros estaba saliendo del despacho del general. Se sorprendió de sentir una especie de mano helada de lástima apretarle la garganta al ver a Anjanet con cara de resignación. No era mala gente la mujer, solo que parecía tan traumatizada por algo. Ponerse un tinte verde en el pelo fue un poco como un cri du coeur, un grito desesperado por rescatar un poco de ganas de vivir, dedujo el cubano.-Oye te miras más elegante con tu color, chica, tu tono de rojo sigue siendo más selecto que el mío-dijo el asesor tratando de congraciarse con la abatida mujer.
Ella lo miró fijamente por varios minutos antes de sacar una sonrisa a medias.-Gracias Lázaro Patricio. No sabés cuánto te lo agradezco.
-Ves que ya está de nuevo como la Virgen Negra de Praga-dijo el general saliendo de su despacho.
Anjanet miró a su jefe sin sonreír y solo le dijo:-Y ud. Traiga ya el fajo de documentos que hay que traducir del francés que luego no me quedo durmiendo acá.
El general dio la vuelta, trajo varios folders con documentos, los depositó sobre el escritorio de Anjanet y le dijo:-Dos trabajos tenés, hija, botar la gorra y luego volverla a pepenar. Ya se te quitará el berrinche. –Luego se metió a su despacho de nuevo. El cubano solo la miró por un largo rato
Y luego se atrevió a acercarse más.
-No quiero que malinterpretes nada que yo te diga, mujer. Creo que necesitas hablar, y no tienes con quién. Yo te escucho, tú andas algo muy gordo atravesado en la mente y eso es de hace bastante tiempo. No tengo la menor intención de hacerte daño. Solo darte una mano, o las dos si quieres.
Los ojos de Anjanet se aguaron un poco y por un momento tuvo un inmenso pánico de echarse a llorar, perder la compostura y hacer el ridículo delante del cubano. Tragó gordo. El orgullo que se enseñoreaba en ella desde que era una bebé quiso salir a flote. Pero sin saber por qué, mandó su soberbia a sembrar frijoles muy lejos y le respondió al asesor:-Por una vez creo que un macho de la especie tiene la razón. Ya es récord de Guinness, camarada. Pero hoy no. Si no le traduzco esto al jefe voy presa, como siempre lo precisa para ayer.
Lázaro Patricio Siqueiros sonrió alegremente.-Tú me dices cuándo?
-Mañana en la tarde. Vamos a ver los monos en el Parque de las Piedrecitas. Siempre que hay un animal de testigo creo que eso ayuda.
-En serio?
-Una descendiente de Gyula Andrassy tiene palabra de rey.

Ni un estratega militar de la talla del rey Federico II de Prusia o del caudillo araucano Lautaro hubiera sido tan acertado en amansar a la fiera que era Anjanet Andrassy a como fue el asesor militar cubano para ganarse la confianza de ella, pero eso fue porque no tuvo que planificar nada. A Lázaro Patricio Siqueiros le salió de forma espontánea el hacerse amigo de la traumatizada y hermética Anjanet. Al inicio se dijo para sí mismo que era una atrocidad que en esas familias colmadas de títulos y sangre azul a medias diluida había tanta disfunción y enredos. Coño, confites en el infierno, lechón asado en platos de purgatorio! Tantos moretones emocionales en alguien tan joven asombraban a Lázaro Patricio Siqueiros. Anjanet, quien nunca había tenido más confidente que su propio padre Jan, encontró refrescante la idea de sacar al sol todo su zoológico de líos a pastorear, sobre todo que tras hacer Jan la tardía confesión de que Fekete Stefan era su bastardo, ya la confianza con su padre no era la misma. Anjanet jamás tendría otro confidente como lo fue Lázaro Patricio Siqueiros hasta mucho más adelante en la vida para su enorme desgracia de mujer acribillada por su triste destino.
Jan, quien deseaba casar a Anjanet lo antes posible, veía con preocupación la creciente amistad entre su predilecta y el asesor. No se atrevía a decir nada por miedo a la reacción de su hija, pero la formidable madre de Anjanet, Martha Armstrong Framingham, no se mordía la lengua. Hijuelascienputas desgraciado sinverguenza, ese maje ya olisqueó que hay reales aquí y lo único que quiere es hacerle un muchacho, joderla, revolcarla, echarle un polvo y luego forzar a que vos, Jan, los casés con la escopeta-digo la Mágnum 38-cargada hasta el bollo. Todos estos extranjeros mierdas internacionalistas de proletarios no tienen ni verga, solo vienen de comelones a hartarse vivos a los nicas, y no me digás Jan que yo soy extranjera porque de inglesa solo el nombre me quedó, vos y yo ya somos más pinoleros que el pinol o el Río San Juan que los cocheches ticos le tienen ganas. Mirálo, si el hjp no sale de aquí y esta pendeja que le hedía más la cara que el culo ahí anda enrelojinada con ese espantoso pelo de puta, pelo más feo de hombre, igualito al del imbécil que vos tuviste Jan allá en Francia, tu espurio que nunca me lo he tragado y ojalá que no venga a joder porque no es lo mismo el hijo de la esposa que el hijo habido tras la puerta sin siquiera quitarte de viaje los pantalones y ni loca permito que los revuelvan que eso es aberración!
Las cantaletas de su madre llenaban de terror a Anjanet, quien solo salía huyendo apenas la oía soltar esas retahílas. Solo pensaba, asiendo el timón de su jeep Renegade negro, ay mama que la vida te perdone la lengua porque no hay dios que lo haga! Ya la legítima y el bastardo no solo se conocieron bien sino que hasta se revolcaron en la cama y es solo porque la Margaret Sanger en la década de los 50 cuando vos eras aún una virgen militante convenció al doctor Gregory Pincus de que hiciera la pastilla antibaby es que no hubo una aberración de muchacho de parte mía. Si te mordés la lengua madre por derecho que te envenenás sola y cuando te murás en un ataúd vas vos y en otro más grande tu lengua todavía meneándose como la cola de la lagartija o del cherepo que sigue saltando tras ser separada del cuerpo del animal. Pobre Lázaro Patricio cuyo pecado solo ha sido prestarme su hombro robusto para llorar sobre él a como dice la canción de Elvis Presley, y precisamente porque si a vos o a mi papa les cuento la verdad me los vuelo del susto y que los entierren juntos en la misma tumba a como lloriquean los vulgarazos esos del grupo Miramar. Es mucho lo que he depositado sobre los hombros de Lázaro Patricio, si a ustedes los pongo a bailar con mi loca, seguro que los mato. Ay madre, si supieras lo que ignorás, agradecerías que hay un Lázaro que quiera cargar conmigo.
Casi sin darse cuenta, Anjanet fue cayendo en una relación sin definición con Lázaro Patricio Siqueiros. Por eso le pareció de lo más natural que una tarde de sábado, después de ver la película Fitzcarraldo sobre una casa de ópera en la profunda selva amazónica del Brasil, acompañara a Lázaro Patricio Siqueiros a su apartamento y acabaran en el lecho. Sabía que Lázaro Patricio estaba separado desde hace años de su esposa Yvania, con la que tenía dos hijas, pero que según él jamás había encontrado motivo para pedir divorcio porque no se había enamorado de nadie. Sabía que él en cualquier momento podría regresar a Cuba, y de hecho él quería regresar brevemente para divorciarse y poder regresar como hombre completamente libre. Cuántos cubanos habían venido a Nicaragua en misión de maestros, o médicos, o asesores militares y se habían quedado presos por gusto en las naguas de una pinolera? Nada del otro mundo. Jan acabó por aceptar que su heredera sencillamente se había encontrado un hombre que la adoraba, eso era más que obvio. Si era cubano y no un rancio húngaro de ojos negros como él hubiera deseado, ni modo. Al fin y al cabo era Anjanet y no él quien acabaría en la cama de por vida con el hombre.

Pero Martha Armstrong-Framingham sencillamente se negaba a aceptar al cubano. Era amable y muy gentil con él, para que nadie hubiera dicho que era una vulgaraza. Pero debajo de la flemática expresión de lady de origen inglés, un pavor felino le comía la tranquilidad. Ese hombre anda la calaka encima, le veo mal la sangre, no será nada bueno para la niña y aunque toque guitarra y nos ponga serenatas de la música bonita de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y en el piano de media cola nos toque música de Lecuona, no puedo tragarlo. Hasta Jan parece en estado sesereque ante el cubano, a quien se le prenden los ojos como luciérnagas cuando me mira a la niña, y hace que Jan y ella chorreen baba oyéndolo hablar que el papá de Calixto García Iñiguez fue a dar al tabo porque quería ver a los negros libres. En realidad el hombre no me cae mal, probablemente son celos de madre leona, pero es también mi don celta de predecir las cosas combinado con el olfato de mis pocos ancestros aztecas para detectar la tragedia por venir. Algún día la niña tenia que encontrarse un tipo, y Lázaro no es malo. Pero es que anda algo terrible encima. Huele a muerte, y solo tuve esta hija, y la tengo que cuidar, no es como Jan que tiene otro hijo, aunque sea un bastardo al que detesto. Lázaro me da miedo cuando lo miro, un repelo que no puedo explicar, no crean que estoy loca aunque puede que lo esté y es lo más seguro.
Otro que tenía serios reparos en cuanto a aceptar la relación de Anjanet Andrassy Armstrong con el asesor militar cubano era su jefe, el general. De la boca hacia fuera, el jefe de las fuerzas armadas expresaba alegría ante su traductora, diciéndole que ya había sido hora que dejara su encierro extraño, aunque fuera con alguien que no era uno de los tantos “solteros codiciados” con buen rango, medalla, título académico de la Frunze o la Máximo Gómez, y por añadidura militancia sandinista impecable que él veía como esencial en el perfecto consorte para ella. La eficiencia de Anjanet no se había reducido por el hecho de estar enamorada, y cumplía sus órdenes a cabalidad y en menos tiempo de lo esperado. Pero el general estaba preocupado. Y no es porque me guste a mí, se decía él. No son celos. Podría ser mi hija por edad. Pensar que se conocieron en mi despacho, jodido. Y esta muchacha había mandado al diablo a cuanto macho yo le presenté, que hasta estaba por preguntarme si era lesbiana porque nunca dio asomo de interés por nadie. No quiero ni imaginarme qué le habría pasado en Europa en sus tiempos de estudiante becada para que fuera tan indiferente acá. Estoy especulando, tal vez fue que nunca le pasó nada. Pero es obvio que Lázaro le ha venido a la medida. Ese hombre la adora y yo debería estar contento, no preocupado. Mejor me preocupo de cosas concretas y no me pongo a devanar el seso pensado babosadas.

Amada supón que me voy lejos, tan lejos que olvidaré mi nombre, amada, quizás soy otro hombre, más alto y menos viejo. La letra de la canción El Dulce Abismo de Silvio Rodríguez sacó al general de su ensimismamiento. Era la voz de Lázaro, quien siempre fue un jilguero cantando y ahora lo era más porque estaba infatuado con Anjanet.
-Hola tórtolos-dijo el general.
-Ya puse la traducción del inglés de los documentos que me dieron en la mañana, los tiene su secre-dijo Anjanet.
-Pues tendrás más chance de practicar tu perfecto inglés británico, se le va a enredar la lengua, Lázaro-dijo el general.
-Y eso?-preguntó el cubano.
-Vienen unos corresponsales gringos que no hablan ni pío en español, y quieren ir a la zona norte. Tendrás que ir con ellos, Anjanet.
No era la primera vez que la traductora salía con corresponsales a zonas de peligro. Ya había acompañado a corresponsales belgas, franceses, alemanes, un turco homosexual ,italianos y hasta un indio de Calcuta. Pero un hilito de escalofrío bajó espinazo abajo por la espalda de Lázaro. Miró de reojo a su amante y se dio cuenta que ella también sentía algo, y había palidecido perceptiblemente.
-Cuando me voy, general?-preguntó Anjanet.
-Pasado mañana, van por helicóptero. Luego te daré todos los detalles, pues ahora debo hablar con Lázaro de otros asuntos. Ven, hombre, si solo se va por dos días ella. Y tenemos unos planes que revisar.
Una vez en casa, Anjanet avisó a sus padres que iba de nuevo en misión. Siempre hacían alharaca, diciendo que los dejaba con el alma en el culo, que era una jaqueca con patas, pero esta vez Jan lanzó un suspiro más largo que de costumbre. Igual que siempre, se fue al cuarto de ella a encender la candelita debajo de la estatuilla de Vercingétorix que estaba en la mesita de noche al lado de la cama de Anjanet. Tras prender la candelita, el viejo se arrodilló ante la imagen del caudillo avernio y comenzó a musitar un papiamento de húngaro con francés. Anjanet sintió un oleaje de piedad por su papá. Era horrible verlo así, sobre todo que era un veterano de la II Guerra Mundial, donde luchó con las fuerzas libres húngaras al lado de los Aliados contra el nazismo.-Papá, tenés miedo?
-No pendeja, es rutina y a Vercin no le gusta que nadie interrumpa, Fuera de aquí.
-Pero es mi alcoba.
-Pero es tu vida, que es la mía. Fuchi, necia, fuera!

Anjanet no lo sabría, pero estaba destinada a pasar durante ese viaje al norte de Nicaragua por una de las experiencias más extrañas de su vida. No se sentía cómoda por la acumulación de nubes en el cielo. Cúmulostratos, una sábana enorme de nubes esponjosas, y repletitas de viento como para hacer trizas a un avión grande, qué menos a un helicóptero por muy artillado que fuese. Sí, cúmulostratos. Cómo era posible acordarse de tantas trivialidades científicas. Recordó los libros de meteorología de Fekete Stefan, desde los primeros escritos firmados por el sacerdote italiano Lázaro Spallanzanni-el papá de la meteorología moderna a quien más se le agradecía ser el padre de la inseminación artificial-hasta otros escritos más actualizados. Se desabotonó un poco la camisa camuflada. Se sentía como si hubiese comido demasiado. Miró a los corresponsales europeos sin interés. No tenía ganas de hablar. No le gustó la expresión de ansiedad de Lázaro cuando la acompañó hasta la pista de aterrizaje de la fuerza aérea. Su madre también estaba angustiada. Martha, quien no lloraba ni con bombas lacrimógenas, había tenido los ojos rojos al despedirse de ella. Se sentía culpable. El helicóptero, 10 minutos luego de despegar, dio un súbito vuelco en el aire, y el corazón le hizo un volantín en el pecho a Anjanet. La puta madre, alguien pisó mi futura tumba. Si esta mierda no se descachimba de tanto sarro y tanto viento confirmaré que tengo más vidas que mis gatos!
En medio de un aguacero, llegaron a su destino los tripulantes del helicóptero. A una corta distancia se escuchaban balazos y morterazos. Los corresponsales, acompañados por Anjanet, se aproximaron a la zona de combate. Anjanet recordaría ese día como en cámara lenta, una toma fílmica envuelta en neblina. Un delibab en Nicaragua, un espejismo como los que decía su abuelo que se miraban en la puszta húngara?
En Managua, mientras tanto, otro helicóptero alzaba vuelo. En él iba Lázaro, por fin esbozando una sonrisa. Sabía que se metería en problemas por haber convencido al piloto de salir hacia el sitio donde estaba Anjanet. Le podría hasta costar que lo devolvieran en vergüenza a Cuba, lo degradaran y quién sabe cuántas cosas más. Pero estaba siguiendo el llamado de un impulso desconocido, de un presentimiento que si no tomaba acción ésta sería la última vez que hubiera visto a Anjanet. Nunca había sentido semejante sensación de miedo, de pérdida inevitable. Los minutos en el aire se le hicieron de hule. Era una impaciencia sin límite, pero cuando por fin el piloto decidió aterrizar, viendo al otro helicóptero listo para salir, no pudo maniobrar. El helicóptero en que venía Anjanet subió estrepitosamente para chocar con el costado derecho de la nave en que iba el desesperado cubano. Un fuerte estallido, una bola de fuego, y luego vino la nada. Pero antes, Lázaro vio su vida corriendo ante sus ojos cerrados, una filmina en el interior rosado de sus párpados. Su esposa Yvania reía mientras hilitos de sangre manaban de sus encías moradas, vio a sus dos hijas y a un bebé pelirrojo que de alguna forma supo que era su hijo que aún no existió, y finalmente el rostro de Anjanet. Y todo acabó.
O por lo menos de momento.




1986

Mara Wallenstein Borge abrazó a Anjanet Andrassy-Armstrong y le deseó mucha suerte. La iba a necesitar, después de todo lo ocurrido. Como enfermera, Mara jamás había visto un caso como el de Anjanet, y cuando le dijeron que ella sería la enfermera de cabecera de aquel triste guiñapo lleno de heridas que habían remitido al hospital militar, un escalofrío espantoso le había recorrido todo el cuerpo. Siendo la enfermera más experimentada del hospital, el mando había exigido que fuera ella quien se hiciera cargo de la única sobreviviente del macabro choque de helicópteros ocurrido en Jalapa en 1984. Por suerte que no le tocó ver los cadáveres de los corresponsales, ni de la tripulación de las naves. Y menos el del asesor militar cubano que había perecido en el choque, y del cual nunca se dieron cifras ni nada porque se supone que no iba a ahí. Se supone, cuántas cosas supuestas había en la revolución nicaragüense, se preguntaba Mara, mientras la curiosidad le reprochaba el no haber visto lo poco que quedó de Lázaro. Ella lo había visto varias veces, ya que Lázaro a menudo visitaba a los médicos cubanos del hospital. Cómo era posible que semejante belleza de pelirrojo hubiera acabado peor que la carne molida para las hamburguesas?
Mara vio a su paciente subirse a un Mercedes Benz blanco , apenas cojeando y aún pálida. La llegaba a traer Itamar Vélez Castro, militar de alto rango quien era el mismo que había llevado órdenes específicas del general de ejército en cuanto a qué debía hacerse con Anjanet después del accidente. La joven había llegado cubierta de sangre, inconsciente, con fracturas en el fémur izquierdo y el antebrazo derecho, dos fracturas columnares, y una alfombra de vidrios en distintas partes del cuerpo. Lo extraño era que estuviese viva. Tras haberla operado de emergencia, quedó en estado de coma. Un coma del cual nunca esperaron que se pudiera despertar, un estado que sacudió a los médicos involucrados pues debieron tomar decisiones que algunos hubieran dicho iban contra la ética misma. El ejército no había permitido que los padres de la muchacha la vieran tan a menudo como ellos hubieran querido. El coronel Itamar Vélez Castro había sido el encargado de darle seguimiento al caso. A veces el dolos extraños ojos grises llegaba y se sentaba al lado de la cama de Anjanet, contemplándola absorto. Hacía toda suerte de preguntas. Si se despierta, habrá perdido memoria? Será normal? Podrá tener hijos? Habrá que retirarla de las fuerzas armadas? Mara se exasperaba. Era un interés enfermizo, a como a algunas reinas de la historia le habían encantado sus enanos o deformes seres de compañía. Mara sabía que la muchacha estaba destinada a casarse con el cubano que pereció en el accidente.
Jodido, clase de cambio, estar a punto de casarse con ese monumento de belleza y ahora tener como cancerbero a este adusto coronel de ojos de tormenta que ni buena conversación ofrecía y se las daba de primo hermano de la nalga derecha de Dios. Un hombre espantoso, siniestro, que decía que no había que escatimar costos, que debía de quedar tan refaccionada que no sospecharía ella misma todo lo que le había pasado. Y si no despierta, o se muere en coma, preguntaba Mara al ver el ahínco con que el coronel se interesaba por el estado de salud de Anjanet. Pues tendremos un cadáver de gala, pendeja, le había contestado malhumorado el coronel a Mara.
Fue cuando Mara, madre de seis hijas y viuda de un sueco que la adoró, comenzó a odiar al coronel Itamar Vélez Castro. Estaba enfermo de la cabeza, aunque el cuerpo luciera bastante bien. Tras casi dos años de cuidar a su paciente estrella, Mara había aprendido a amar a la silenciosa mujer que yacía como una santa quien se negaba a despertar o a podrirse como cualquier cadáver. Mara había estado en todas las intervenciones que le practicaron a Anjanet, sí, en todas. Hasta en ésa. Ver como un bebé perfecto, pelirrojo y saludable, emergía de las entrañas silentes pero aún vivas de Anjanet, era como un milagro. Qué vida más bien pegada tenía el nene que a pesar del accidente, de los golpes sufridos por la madre, sin contar las fracturas, había sobrevivido y ahora nacía por cesárea. Debe ser que lo hicieron con mucha gana, reía Mara mientras pesaba y daba los primeros cuidados al niño. Poco dìas después,. el bebé ya no estaba en el hospital y a Mara le dijeron que se lo habían llevado la familia de Anjanet. Unas semanas luego, un equipo de cirujanos plásticos se habían puesto manos a la obra con la paciente, borrándole las cicatrices del accidente, y hasta la tenue línea encima del vello púbico para que no hubiera evidencia de la cesárea.
Faltando poco para que cumpliera dos años de haber sido ingresada al hospital militar, Anjanet movió el pie derecho. Mara estaba leyendo una revista al lado suyo, le acababa de poner más suero intravenoso cuando contempló con asombro que Anjanet abría los ojos y meneaba el rostro de lado a lado. Luego, quiso incorporarse en la cama y Mara tuvo ganas de gritar del júbilo, pero titubeó y se quedó callada. Luego le dijo a Anjanet:-Bienvenida al mundo de nuevo, hija.
Anjanet se miró de arriba abajo y sonrió:-Tengo más vidas que un gato.
Mara le dijo:-No lo dudo. Pero no llamaré a nadie aún. No creo que convenga. Si supieras ,madrecita, por todas las cosas que has pasado, cuántas operaciones y sufrimientos. No sentís dolor alguno?
-Sí, en la panza. Es hambre. Me muero de hambre! Disculpá mis malos modales, cómo te llamás?
-Mara Wallenstein Borge, he sido tu enfermera durante estos casi dos años. Ya te traigo algo, o mejor el doctor te chequea a ver si podés comer de todo.
-Casi dos años! Cómo logré dormir tanto? Lázaro se debe haber cansado de esperarme, andará con otra!
Mara había cambiado de color, y una lágrima se había asomado a sus ojos.-Sí, hija, Lázaro anda con otra. Muy huesuda y fea, que se llama la Muerte. Lázaro iba en el otro helicóptero artillado que chocó con el de ustedes. No quedó nada de él. Bueno, de él en sí, no.
Anjanet se recostó de nuevo en sus almohadas y tragó gordo. No alcanzó a preguntarle a Mara por el significado de la última frase. –Vaya pues. Bueno, buscáme al doctor que ya creo que debo comer. La vida no se detiene, Mara.
-Ay niña.
-Todos nos vamos a morir, aunque sepa Judas cuándo. Andando Mara, o me como una almohada aunque luego cague plumas.
Fue en ese momento en que Mara Wallenstein Borge se dio cuenta de que había cuidado a una formidable mujer. Cualquiera otra se hubiera atacado en llanto, gritado, o vuelto a caer en estado de coma. Anjanet no. Tragándose las ganas de estallar en llanto ella misma, Mara fue a buscar al doctor. Lo que Anjanet necesitaba era un diagnóstico y un buen plato de comida, de momento.
Unas semana después, tras miles de exámenes y controles, dolorosas sesiones de rehabilitación y aprendizaje del uso del bastón canadiense, Anjanet Andrassy-Armstrong pudo ser dada de alta. Los padres la había venido a ver todos los días, pero el coronel Itamar Vélez Castro fue quien les dijo que el día que ella saldría él la llevaria a casa en su auto. El padre de Anjanet le había dicho que ese preciso día le tendrían una sorpresa en casa, sin entrar en detalles al respecto. Itamar Vélez Castro también se encargó que el contacto entre Mara Wallenstein Borge y los padres de Anjanet no fuera mucho.
Itamar Vélez Castro estuvo puntualmente a las 10 de la mañana el día en que salía Anjanet del hospital. Ella ya lo conocía, se lo habían presentado en la oficina del general, y le había parecido atractivo pero siniestro, como envuelto en una nube de inodoro azufre, un diablo en uniforme quien nunca expresaba sus sentimientos. Un animal frío. Mara le había informado que él había sido la persona quien había coordinado toda su recuperación física, y ella le había confesado que lo consideraba un tipo muy extraño.
Una vez en el Mercedes Benz blanco de Itamar, Anjanet sorprendió al hombre mirándola intensamente y se sintió mal. Para romper el hielo, ella preguntó:-Y de dónde hubiste un carro así? Es nueva adquisición de protocolo?
Itamar hizo una mueca que quiso ser sonrisa pero no lo logró.-Solo uds. Los Andrassy pueden tener Mercedes, no?
-No es como en París que hasta los taxeros pueden llegar a tener uno. Pero, coronel, de quién es?
-Mío. De mi familia.
-Ah-dijo Anjanet mientras pensaba a quién puta se lo habrán confiscado, y yo voy de culo de plasta bien metida en él, como si mejor no hubiera sido que mi papa y mi mama vinieran en nuestro Mercedes negro que sí le costó un guevo a mi papa comprar con el sudor de su frente.
Anjanet, sintiéndose como una gallina comprada para guiso rojo, no habló más durante el trayecto a casa. El coronel la miraba fijamente, como un científico viendo por primera vez a un nuevo espécimen. Pero al llegar a la residencia de los Andrassy, muy solícito se levantó, abrió la puerta y quiso asir a Anjanet del brazo, pero ésta se agarró de su nuevo bastón y le dijo:-Gracias, coronel, pero no soy una pobre tullida. Y va a ver que pronto salgo corriendo.
Apenas estaba el chofer del coronel abriendo el portón de la casa cuando Anjanet casi sale corriendo de verdad. Una enorme y musculosa figura con pelo agresivamente rojo le cayó encima aullando:-Mujer y qué te hicieron? Qué te pasó? Acabo de llegar al aeropuerto, me traen tus padres a casa, no te encuentro acá y mira cómo estás!
-Stefan, podrías dejarme respirar? Lo que no me pasó en el accidente, me pasará con vos estrujándome como boa constrictor! Calma!-dijo Janet soltándose del abrazo y caminando hacia la sala.
-Y usted quién diablos es?-le gritó Fekete Stefan al coronel.
-Yo soy el coronel Itamar Vélez Castro, y fui designado por el mando a atender el caso de Anjanet. Ahora ud. Quién es? Y puedo pasar?
-Pase, pase, de todas maneras ya entró. Yo soy el primogénito de mi papá, o sea, el hermano mayor de Anjanet y me llamo Stefan Andrassy. Acabo de venir de París!
-Y yo acabo de venir del hospital, y si zangolotea a su hermana de esa forma, pronto ella volverá al hospital. Ahora, con permiso, don Stefan, que debo hablar con los padres de la muchacha.
Anjanet abrazó a sus padres, y tomando a su progenitor del codo, se lo llevó a la cocina.-Y qué puta hace este hombre en Nicaragua? Papá, esta es la tal sorpresa, no? Pues vaya sorpresa, y mi madre debe estar frita!
Jan Andrassy se sentó en una de las butacas que rodeaban la mesita redonda de la cocina, y Anjanet hizo lo mismo.-Dejáme explicarte esto, hija.
Al no contestarle las cartas vos, Stefan comenzó a sospechar algo muy feo y tuvimos que contestarle con la verdad. En cuanto a tu madre, Martha ya no lo odia. El susto que se llevó cuando vos te descachimbaste en ese helicóptero hizo que cambiara mucho. Ella nunca ha sido muy religiosa, pero le hizo una promesa a Vercingétorix que si sobrevivías ella jamás volvería a ensañarse con Stefan. Lo ha cumplido. Se han estado escribiendo por año y medio, y han descubierto que se gustan mucho el uno al otro. No estropeés eso, por favor!
-Va a quedarse por buen rato?
-Anjanet, él dice que viene por vos para llevarte a Francia. Dice que no quiere que te sigás arriesgando acá.
-Qué?
-Yo estaría de acuerdo si vos querés. Allá no te hubiera pasado nada, eso te garantizo.
-Eso sí es cierto, nada similar a este accidente, sin mencionar otras cosas, pero ahí dejémoslo.
-Y ese tío que te vino a dejar?
-Cumpliendo con su deber, papá, me imagino que el general sintió complejo de culpa y me asignó a ese monigote para quitarse un poco el mal sabor de lo ocurrido. Pero vamos a la sala, porque oigo un altercado.
En efecto, en la sala, Martha Armstrong y Fekete Stefan le gritaban al coronel que era culpa de las exigencias de su general de que le hubiera pasado semejante desastre a Anjanet, y Fekete Stefan agitaba las manos como loco amenazando que iría personalmente a asestarle un tiro en la frente al general de ejército. Itamar solo sudaba a chorros, manchando su elegante uniforme verde con aros de humedad bajo las axilas. Eso era lo triste de su labor, enfrentar a los familiares furiosos. Por lo menos en este caso no había cadáver que entregar, y Anjanet se recuperaría pronto por completo.
Pero lo horrible era cuando llegaba con muertos. Cómo era la retajila? Lo siento, señores, pero tengo que informarle que fulano palindriaco de tal cumplió su deber con la patria y ofrendó su vida en aras de la revolución y su sagrado pueblo y aquí está lo que quedó de él, las fuerzas armadas honrarán a este gran héroe popular y les voy a ir a buscar una caja para echarlo, y habrá un tipo medioborracho en la funeraria preguntándome si me lo envuelve el ataúd o me lo llevo puesto, o que me lo talle para ver si el muerto alcanza porque era bien tripudo, y la madre gritando que le habíamos matado a su muchachito, só piricuacos mierdas,
Si salió por sus propias patas hacia delante y ahora viene con las patas adelante y sin caminar, hijosdeputa, me lo hicieron mierda, desgraciados, ahora quién me va a mantener el pico a mí si era el único sostén de su familia. Y las veces que había que hacer un engaño, y llevar en tambor de lata el supuesto despojo del muerto, con órdenes de jamás abrir la lata. Había quienes no obedecían, como la vieja Dora allá en Nandaime, quien creyó morirse cuando le llevaron un tambor de lata con los supuestos restos de su Saul Guillermo caído en Mulukukú, solo para que el chavalo jodido, 3 semanas después de su entierro, apareciera caminando tranquilo por su granja y otra vez Dora casi infarta creyendo que era fantasma, hasta que lo mordió y le metió un dedo en el culo y confirmó que sí, era su hijo predilecto en menos carne e igual hueso. Fueron a desenterrar el tambor de lata, lo abrieron, y encontraron los restos hediondos de tres perros satos y sarnosos y la mierda había pegado en el abanico de la opinión pública, y le habían metido el dedo a los que entregaron los despojos. Clase de pedo!
-Ya dejen de pelear como toros embramados!-gritó Anjanet. Todos la quedaron viendo atónitos.-Estoy viva, y aunque perdí mucho, lo que quiero es que me dejen en paz y pueda recuperarme sin que nadie me trate como pieza de museo. Ahora con permiso de uds., primero voy a buscar a mis gatos, luego a cagar, después atacaré la refrigeradora porque me muero de hambre y nadie ha tenido la cortesía de ofrecerme algo que masticar, y luego voy a dormir una siesta hedionda.
-Debe reportarse con el general, quien la espera de vuelta...-dijo Itamar.
-Yo hablaré con él mañana por teléfono, sin intermediarios. Ya sé que debo pagar por la remendada que me pagaron, nadie da nada por nada ni en medio de una, ajem , revolución. Gracias por todo, coronel., y ahora fuchi.
Itamar y su chofer salieron alicaídos, mientras los padres de Anjanet y Fekete Stefan iniciaron una conversación retomando que qué barbaridad, cómo habían pasado casi dos años con la muchacha como Bella Durmiente.

Deshacerse de Fekete Stefan fueron otros cien pesos. Con la falsa promesa de que ella acabaría primero su rehabilitación en Managua, por fin lograron montar al iracundo pelirrojo a un avión rumbo a París. Los vidriosos ojos del coronel Itamar Vélez Castro miraban todo detenidamente sin decir nada. Formándose sus propias conclusiones que no compartía con nadie, se hizo sus cuentas y trazó su plan para conseguir lo que deseaba. Cuando era chiquito, allá en estela, miraba pasar a los hacendados y se miraba sus pies descalzos. Luego, en su inglés enrevesado había leído la novela magistral de la australiana Colleen McCollough y se le quedó la frase del hacendado al final de la sala, miraba su dominio con señorío. Supo desde su adolescencia que algún día él iba a ser propietario de algo muy valioso. Rancia, alevoz, audaz y brillante, eso era Anjanet. Accidentada, pero en qué revolución podría uno hallar algo nuevo de paquete, sin rasguños..? A veces los bienes confiscados sabían mejor, quizás porque eran arrebatados. Para conseguirlos se había de quitar a uno de en medio, e Itamar recordó el bultito meneándose al ser entregado en una primorosa canastita a unos ricos hacendados matagalpinos que habían sido viejos colaboradores del Frente Sandinista.
Tras despedir a Fekete Stefan en el aeropuerto, el coronel Itamar había acompañado a Anjanet y su familia a casa. Anjanet dijo sentirse agotada y arrastrando su bastón tras de sí, se fue a meter a su habitación sin mayor ceremonia. Itamar aprovechó para sentarse con los padres de ella y reiterarles el compromiso del ejército de cumplir a cabalidad con la rehabilitación de Anjanet. Mientras afuera el militar prometía el cielo y la tierra de bienestar para la muchacha, ella en su habitación no podía conciliar el sueño.
Respiró aliviada. Había visto a Fekete Stefan otra vez, teniendo oportunidad de verificar que la espantosa adicción que había sentido hacia él en París ya no existía. Lástima que su medio hermano seguía empantanado en su aberrante obsesión. Se iba a quedar oliendo el dedo porque ella no retornaría a París. No sentía nada, quizás un asomo de lástima, porque Fekete Stefan se iba a quedar esperando de por vida.
Eso era obra de Lázaro. Lázaro la había desintoxicado, lástima que no hubiera sobrevivido para continuar junto a ella, como talismán contra el mal de ojo que era Fekete Stefan. Era imposible imaginar la vida sin el cubano, pero iba a tener que enfrentarla. Muerto era muerto, no solo lo decía Stephen King en su libro Cementerio de Mascotas donde un afligido doctor enterraba primero a su gato Church y luego a su hijo para devolverlos de la muerte. Ella no tenía referencia de un cementerio sobre tierras de indios MicMacs o nagrandanos o nada similar. No había nada parecido en Nicaragua, un cementerio indio donde pedir que la muerte vomitara lo llevado, aunque el producto fuera defectuoso o malévolo como en la novela de King que acababa de leer. Qué haría yo con un cementerio mágico así? Mi madre le sacaría provecho pecuniario, a mil dólares entierre su muerto y se lo devolvemos a los tres días resucitado, con cierto parecido y pedazos menos como gatos callejeros veteranos de tantas guerras en el tejado del amor, pero yo pediría a Lázaro de nuevo, aunque saliera con tufo a tierra con mierda o comiera pijules vivos con todo y plumas, o ya no sirviera para hacerme hijos. Incapaz de poderse dormir, Anjanet se dio a la tarea de arreglar su cuarto. Sin fijarse en ellos, tomó un puñado de papeles de su escritorio y los remitió a la gaveta del olvido(la tercera), prometiéndose que luego revisaría qué eran. Puso en orden sus cassettes y como para convencerse que ya se estaba recuperando, puso uno de Silvio Rodríguez.
Tragó gordo pero no lo quitó. Lo que iba a doler que doliera, era parte de la rehabilitación. Nadie se recuperaba sin sentir dolores.

El día en que apareció sin bastón a su oficina Anjanet, todos los del silencioso despacho del general aplaudieron y se pusieron de pie. Al mismo general se le aguaron los ojos, pero se limitó a abrazarla ceremoniosamente. Tenía nueva máquina de escribir en su escritorio. A los diez minutos de haberse sentado al escritorio, entró el coronel Itamar al despacho. Al abrirse la puerta, el corazón malacostumbrado le había dado un vuelco en el tórax a Anjanet. Nunca más, sí, nunca más a como decía el siniestro cuervo en el poema magistral de Edgard Allan Poe. Ya no había más Lázaro. Ya los tiempos estaban más que gastados para una historia de Orfeo y Eurídice, y ella no descendería a ningún infierno inexistente a traerse a su cubano. Pero se aprendería el aria de Che Faro Senza Eurídice para cantarla en la ducha aunque su madre la mandase a callar porque iba a quebrar las persianas. –Estás bien?-preguntó Itamar muy solícito.
-Y vos qué creés? Con una tonelada de trabajo acumulado...?
-Biliosa como siempre, mujer. Pero no te vas a deshacer de mí así nomás!
-Eso ya lo estoy viendo, porque si no vas a cagar junto a mí es porque el inodoro no nos aguanta el nalgatorio a los dos al mismo tiempo. Ahora fuchi, que si no traduzco este bojazo de documentos pasaré mi primer día de trabajo presa por incumplimiento al deber.
-Cumplidora la niña. Vengo a almorzar con vos, hoy hay indio viejo en el comedor.
-Me alegro, ojalá no sea de carne de perro. Nos vemos, ahora fuchi.
Itamar iba ya saliendo cuando el general apareció al lado del escritorio de Anjanet. –Venga la niña, tenemos que hablar.
Anjanet siguió a su jefe hacia el despacho.-Anjanet necesito que me entrenés a alguien para que vaya en misión cada vez que vengan los corresponsales.
Anjanet se puso de pie furiosa.-Me estás llamando inútil.
-Mujer, no seás botagorra. Mirá lo que te pasó. Y si en otra te va peor. ..o te morís?
-Todos nos vamos a morir, general, hasta vos aunque te parezca mentira. Si me vas a retirar de mi oficio mejor corréme y ya estuvo. Me sobrará donde trabajar.
El general la miró asombrado.-Irías de nuevo de corresponsal de guerra?
Anjanet se sentó y se estiró en la butaca.-Yo estoy bien. Y puedo seguir en lo mismo.
-Lázaro...
-Murió. No hay nada a la vista. Muerto es muerto, y ni modo. Lo echaremos de menos, no?
-Yo quiero hablar de eso...hay cosas que no sabés y que deberías enterarte...
-Pero yo no quiero seguir en eso. Nada puedo hacer. Nadie vive del recuerdo.
-No es solo el recuerdo, Anjanet...
-Punto final, general. No hablaré de lo que no quiero hablar.
-Luego no digás que no quise sincerarme y ponerte al tanto.
-Sin recriminaciones ni nada. Cuándo salgo en misión de nuevo?
-Sos única, Anjanet. Dejáme confirmar algunos datos y te aviso.
-Y yo no hago milagros. No puedo hacer otro como yo, porque yo soy un original y no tengo fotocopia. Eso que se entienda de una vez por todas.
Ya puedo seguir con la traducción?-preguntó Anjanet poniéndose de pie.
El general la miró con lástima. Si no quería hablar, ni modo.-Andá pues.

Anjanet partió en misión tras misión y se cubrió de gloria. Pero también se vio cubierta de charneles, se fracturó una vértebra tras caerse de un helicóptero, se lió a culatazo limpio con un superior que no quiso meterse a la zona de combate y quedó con una costilla rota pero el ego intacto, y el general le dio no solo ascensos sino las tres medallas –la Hilario Sánchez, la Quinto Aniversario y la Camilo Ortega-todas en oro. En un arranque se amor por su progenitora, Anjanet le echó las tres medallas en un bol de sopa que la señora comía y le dijo que se fuera a la mejor joyería a fundirlas para que se hiciera las joyas más preciosas que pudieran diseñarle. No sabía que fundir las medallas era ilegal y que hubiera caído presa por ello, pero igual si hubiera sabido de todos modos hubiera gozado viendo a su madre ataviada en sus mejores galas de oro. Cuando fue enviada a Cuba para que le operaran la columna, tras salir de la operación visitó a la viuda de Lázaro, amistó con las hijas de su amante y cuando Anjanet se montó al avión viejo de Aeroflot en La Habana para venirse de vuelta hacia Managua dejaba en Cuba a cuatro mujeres amándola con fervor: la viuda, la madre y las hijas de Lázaro. Se escribirían siempre a partir de entonces.
En el aeropuerto le esperaba como siempre Itamar Vélez Castro. Parecía no envejecer. Estaba ayudándole con las maletas cuando el militar le dijo como si nada:-Yo creo que es hora de atar el lazo.
-Cuál lazo?-
-La boda de nosotros. Son babosadas pero yo no me voy a casar si no es con vos.
Anjanet lo miró detenidamente._Desde cuándo que opinás así?
-Desde que te pintaste el pelo de lima.
-Pues tenés una paciencia de santo, un gusto acabado y una pendejera de campeonato.
-Y vos tenés los genes que yo necesito para reproducirme.
-Solo eso?
-Te parece poco? Vos sos lo que sos por los genes que llevás.
-A ver montémonos al carro y ahí te digo qué hacemos.

La boda entre Anjanet y el coronel Itamar Vélez Castro fue de una resonancia increíble a todo nivel. Sus parientes húngaros en Nueva York, París y Lisboa lloraron de ira al ver que alguien con sangre tan azul de su estirpe se casaba en lo que era una total mésalliance con un “roticuaco sin lustre ni brillo”, era el enlace de la bella con la bestia. Se negaron en redondo a asistir a la boda. Martha Armstrong estaba tan anonadada que no dijo una sola palabra durante la boda, y se limitò a atiborrarse de comida mientras su esposo Jan lloraba a moco tendido. Tuvo la ocurrencia de pasarle un pañuelo de encaje al esposo, y añadiò que aprovechara Makario que tanta comida no era diario. Martha Armstrong posteriormente pasarìa dos dìas asiendo un frasco de Lomotil producto de su comilona.
El general de ejército estaba que bailaba en un pie al ver que su traductora se casaba con “el perfecto partido” , uno de los mejores cuadros del totalitarismo, un macho a carta cabal. A pesar de que eran consideradas cosas “viciosas de la decadencia pequeño burguesa” se consumió champán Dom Perignon(al cual los soldados llamaron el perillón y hacían bromas grotescas con el nombre del burbujoso elíxir galo), la diseñadora Emperatriz Urroz le hizo un traje de seda, satín espeso y perlas falsas-copia fiel de la última revista Vanidades- cosido en el cuerpo mientras Anjanet sentía neuropatías por todo lo ancho y largo de su columna accidentada, 12 músicos de la sinfónica de Costa Rica fueron importados para complementar a los pobres músicos de la desafinada orquesta sinfónica nicaraguense y de todas maneras la música hubiera sido mejor interpretada por los chicheros del Diriá ya que todos los exquisitos filarmónicos en su traje como de librea haydeniana ya estaban ebrios cuando Anjanet entró vestida de novia a la iglesia del Carmen. Los músicos nicas y los ticos en la fiesta de bodas se pelearon como perros callejeros y tres de ellos casi se ahogan en la piscina del gran hotel de la pirámide. Al final del banquete algunos se fijaron que los hongos del filet mignon estaban fritos en manteca de chancho y no en aceite de oliva debido a la falta de ingredientes, porque en esos tiempos todo era cosa de conseguir y no había nada de nada debido al racionamiento pues los Estados Unidos desde 1983 habían bloqueado el flujo de sus productos de consumo hacia Nicaragua. Itamar se había negado a llevar en luna de miel a Anjanet a Cuba y acabaron yéndose a Venezuela, donde Anjanet comió unas arepas en mal estado y se pasó casi toda la luna de miel tragando Lomotil y eructando como chancho indigesto. Lo peor fue cuando Anjanet descubrió que su esposo no estaba tomando precaución alguna para no dejarla encinta ahí nomás. Con tantas fracturas columnares el médico había dicho que probablemente jamás debería tener hijos, pero Anjanet sabía que una de las razones primordiales por las que se había casado Itamar con ella era para sacarle raza. Ni modo.
A los nueve meses de la boda debutaron en este mundo en medio de atroces dolores las gemelas de Anjanet. Las llamó Adwa y Agincourt, por dos famosas batallas en la historia. Había sido una semerenda batalla traerlas al mundo. Dos años más luego, vinieron las gemelas Austerlitz y
Alamein, nombradas igual por batallas ya que fue otra batalla ponerlas en este valle de lágrimas. Finalmente tuvo a Alesia, quien estaba destinada a convertirse en su favorita aunque todos los padres y madres nieguen enérgicamente como gato panza arriba que tengan predilección por uno u otro hijo. Itamar tuvo que parchar la molestia de no tener ningún varón con Anjanet diciendo que tenía un harén de devotas fanáticas, comenzando por su mujer. Anjanet nunca le contradijo en cuanto a si ella era la presidenta de su fan club. En realidad nunca lo había sido, sabiendo que no se casaba merced a un ataque de brama, o por cumplir con una ilusión romántica. A estas alturas del campeonato, no creía en nada de eso. Ni opinaba que la ilusión romántica sirviera para nada, tomando en cuenta cómo acabó su romance con el cubano. Incluso pensó que la locura obsesiva por ella fue lo que llevó a Lázaro a cometer el disparate de llevarse una nave y seguirla. Tal vez si no hubiera estado tan infatuado con ella, no hubiera hecho semejante desatino!
Desatinos...vaya pues. Ella ya no cometía desatinos y menos en público. Tras la boda con Itamar, había pasado a ocupar un lugar muy especial dentro de las fuerzas armadas. Vivía en un gentil aislamiento primero como profesora en la Academia Militar del Ejército, luego como jefa de cátedra de humanidades ahí mismo. Aparte de los cadetes u oficiales superiores que pasaban por cursos especializados, poca gente tenía acceso a ella. Tenía dos asistentes-dos eficientes mujeres que para colmo eran pareja entre sí, siendo sáficas de closet-un chofer muy viejo, y un salario envidiable. Estaba rodeada de respeto, miedo tal vez si era sincera. La trataban con pinzas de oro, y estaba sobreprotegida hasta casi asfixiarla. Se chequeaba una vez al mes en el hospital militar. Era como si el mando del ejército se sintiera terriblemente culpable por todo lo que le sucedió en su distinguida carrera de corresponsal de guerra.
Tras el parto de Alesia, en el cual casi se muere, su cabellera roja quedó casi rosada, descolorida, y ahora andaba un corte de paje apto para una señora de cuatro décadas, como decía el pedante guatemalteco Ricardo Arjona en su canción. Aparte de la palidez de su otrora flamígero pelo, no tenía arrugas ni otros síntomas de envejecimiento. Itamar había llegado a ser una especie de amigo protector, una figura paterna más cercano que su viejo padre. Su madre Martha había muerto, oficialmente de un síncope cardíaco pero en realidad reventándose de unos cólicos malévolos-poco después del nacimiento de Alesia en 1990, y el viudo Jan Andrassy se había vuelto a casar con una joven de 22 años-Sylvia- que no servía para nada más que para gastar plata. Fekete Stefan visitó Nicaragua para los funerales de Martha, ya que entre madrastra y entenado se había consolidado a lo largo de los años una sólida amistad y un profundo cariño. Nadie hubiera creìdo que Fekete Stefan y Martha Armstrong se habìan detestado tan apasionadamente hace tantos años.
Fue un shock volver a ver a su primer amante para Anjanet. No era que estuviera viejo o decrépito, no, nada más lejos de la realidad. Lo chocante fue comprobar que con el paso de los años, hay algunos caldos que nunca se enfrían. Ella solo sentía una sombra de lo que la llevó a cometer incesto, pero para Fekete Stefan el tiempo no había pasado para borrarle los sentimientos, o instintos, pensaba Anjanet. Aún viendo que ella estaba casada y era una coronela, una venerable matrona con 5 hijas, Fekete Stefan le volvió a ofrecer boda y llevársela de Nicaragua hacia París.
Alagranputa, qué bárbaro! Si las autoridades mas bien se condolieron con lo que le pasó al cubano y a mí, esta vez me fríen viva si doy semejante paso temerario. Una vieja alborotada siguiente a su medio hermano para chapalear en una pantanosa pasión aberrada, dejando a mis hijas muertas de la vergüenza! Peor que telenovela venezolana. Se le caería la cara de cobrador a Itamar. Fijándome bien ya di a quien se parece mi esposo. Se acuerdan ustedes de los pasquines de Fantomas de la editorial Novaro de México, con un título que tenía la figura de “La Amenaza Elegante” y el hombre envuelto en una capa negra como nacatamal mal envuelto y hasta parecía que dentro de la capa de estaba olisqueando el sobaco? La Amenaza sórdida, sería yo. Capaz que mi nuevo jefe, el general de ejército, hasta me manda a cobrar los dos helicópteros que se deschincacaron porque Lázaro andaba embramado conmigo. Eso de la líbido encendida, o la brama, no sé cómo quieren que llame a eso, es clavo. Y por plan tengo no volver a sentirla jamás en mi puta vida. Ni siquiera debería de estar pensando en eso, coronel Andrassy. No le da vergüenza?

2004-2007

Un radiecito encendido saca de su ensimismamiento a Anjanet, pero al mismo tiempo la vuelve a sumir en sus cavilaciones. Qué soledad tan larga berrea Daniela Romo. Es soledad lo que tengo? Se puede estar solita en una casa con un marido, dos sirvientas, un chofer, cinco hijas, 13 gatos, dos loras, un tucán de peligroso pico que se rehúsa a estar confinado en una jaula, dos mapachines que van a acabar con el mobiliario de la casa y 6 perros Rottweiler que comen como contratados?
Si me hubiera casado con Lázaro, sentiría el mismo letargo? Así hubiéramos acabado? La misma sensación de estar contenta, cómoda, conforme, pero nada más? Yo quiero a mis hijas, es lo mejor que saqué de este matrimonio, pero esas personitas son planetas alejados del sol secreto que quiero ser. Tengo solidez económica, un marido que no da problemas, las hijas van bien en clase, un marido que no da problemas, las hijas van bien en clase. Las hijas. No tengo un hijo macho, un caballero medieval que mate por mí y me salve del dragón chintano de mi sosiego, de las fieras del abismo de mi tedio, Y? Por qué siempre ese Y? Hubiera sido así con Lázaro? Hubiera tenido varones con Lázaro? Qué falta para mí que en medio de este confort, de mi enorme oficina con aire acondicionado que no hace ruido, con una computadora que tiene pantalla plana...tecnología de punta para ponerme los pelos de punta pero con calma, en esta burbuja de tiempo y comodidad donde vivo ahora, falta un sapo imaginario en este jardín real. La tarde amenaza con lluvia, el cielo está sucio pero eso no me interesa porque no me voy a mojar, estoy a salvo de la intemperie, y me asomo desde esta seguridad suave y algodonada para ver que en realidad esto es como una enorme armadura que me protege. De qué? Obviamente no de mis pensamientos, de mi propio aburrimiento, de esa sensación aletargante de logro y perfección.
Anjanet se levanta de su escritorio y va a la ventana cuyas cortinas están a medio abrir. Al momento de mirar hacia fuera solo un destello de rojo le hiere la vista. Una figura alta ha pasado en jeans y una camiseta negra. Y el destello de una cabellera roja furiosa, atada en una enorme cola. El pelo de mi papá cuando joven, el de Fekete, o el de Lázaro. Por qué todos los hombres que he amado tienen pelo rojo? Debe de ser alguna de las mujeres cadetes que vi hoy que comenzaron a llegar los muchachos de nuevo ingreso. Que pelo más envidiable, yo nunca lo tuve así. Irá a ser tan bruta como la Demi Moore en G.I.Jane y se cortará esa chavala semejante melena? Qué sacrilegio.
Anjanet se devuelve al escritorio pero no se puede concentrar. El destello rojo le invade el pensamiento. La curiosidad la está matando. Quién es la que se atreve a tener ese color de pelo? Obviamente es natural, ni Miss Clairol ni LÒrèal han podido crear algo tan crepuscular. Anjanet se despereza y sin hacer ruido sale de su oficina. La luz del sol le golpea la vista. Un escalofrío súbito, violento, inesperado le baja por el espinazo. Huy. Alguien pisó mi futura tumba, se dice a sí misma.
Un muchacho vestido con el uniforme de los cadetes la saluda, cuadràndose ante ella. –Hijo, entre los nuevos reclutas hay una chavala de enorme melena roja. Dònde la hallo?
El muchacho sonrìe maliciosamente y contesta:-Fosforito, ahí dispense pero ya tiene apodo. Iba a la barberìa, le ha andado huyendo a la cuchilla desde temprano.
-Gracias, joven-responde Anjanet apresuràndose.
Al llegar a la barberìa, solo queda el barbero y ya no hay cadetes. Mira en el suelo tras una silla una enorme melena roja atada en una cola con una banda elàstica.-Don Ramòn, y no llorò la joven al cortarse esto?
-Cuàl chavala?-pregunta el barbero alzando una ceja.-No coronel, no es una niña, es un muchacho, un hombre con semejante pelo. Es lo que yo digo, desde que el chele Clinton permitiò que hubieran cochones en las tropas gringas, todos agarraron mal ejemplo y ahora tenemos patos en el ejèrcito. El chatel casi llora cuando le metì tijera, pero lo dejè bien pelòn. Talvez a sì se comienza a hacer hombre!
Anjanet cambia de color. Còmo es posible que alguien sea tan homòfobo? Don Ramòn ya tenìa 60 años y era un redomado machista.-Còmo se llama la criatura?
-Espèreme...Fausto Alcibíades Guillermo, si tiene tres nombres el fenómeno! Quiere la cola?
-Bueno, servirà para una peluca de las muñecas de mi tierna...èchemela en una bolsa, por favor, don Ramòn-dice Anjanet mientras se dice a sì misma mentirosa, ninguna de las niñas ha jugado con muñecas, ahì yacen olvidadas las Barbies tan costosas, los Cabbage Patch dolls gringos que costaron un guevo y la mitad del otro, pero ponèles un tren elèctrico o un fusil de corcho y se matan entre ellas. Para què puta querès una cola, pendeja, vas a hacer como Julio Cèsar que tras ejecutar a Vercingètorix, quien nunca quiso acostarse con èl, le quitò el cuero cabelludo y se hizo una peluca con el largo cabello rubio del avernio? Te vas a meter en tu closet doble ancho para masturbarte con el pelo de alguien a quien nunca has visto?
Anjanet va tan ensimismada con su trofeo que no se percata que viene un joven alto, de ojos intensamente celestes, tez blanca y esbelto .Corre tras de ella. Casi le da un infarto cuando el chico le detiene y le pregunta:-Y a donde va usted con mi cola, coronel?
Una oleada de sangre le sube a la cara a la militar y el joven se tira la carcajada.-Es su trofeo de guerra? Es que usted tiene ancestros Sioux ¿Le debo el cuero cabelludo, aunque ese viejo nefasto casi me lo arranca. Mire còmo me dejò!
-Quièn sos vos?
-Fausto Alcibíades Guillermo Vogl Abaunza para servirle, coronel.
-Coronel Andrassy, Anjanet para ser màs exacta. Venì a mi oficina.
-Me va a regañar o a ponerme a hacer sentadillas?
-Ni lo uno ni lo otro, y no muerdo.
Ambos entraron a la oficina de Anjanet, y la mujer abriò la pequeña refrigeradora ofrecièndole una bebida. El enorme muchacho tomò un Gatorade verde limòn, y se acomodò en un sillòn. –Vogl Abaunza decìs? Què sos de la Marìa Abaunza Amador de Matagalpa?
-Lejanos parientes. Es mi mama. La conoce ud.?
-Claro, ambas fuimos al mismo colegio donde lo ùnico que aprendimos fue el inglès y a creer que todo mundo tiene un chofer negro, que èramos chicas de supermarket y que Nicaragua era el estado pobre de Estados Unidos.
Fausto cruzò una pierna y mirò directamente a la coronel. Luego dijo;-Mire, jefa, yo le voy decir una cosa que a lo mejor la va a asustar, pero yo a usted la he visto desde que estaba asì de chiquito, bien chatel, y eso que no recuerdo que fuera por salir en la tele o en periòdicos. Usted viene siendo como un arma secreta del ejèrcito, es como bien difícil subirse la muralla de Adriano, la muralla China y el dique de Holanda rodos juntos para llegar donde usted està. Aquì mismo en la academia, es como que la rodea un enorme bunker màs infranqueable que el de Hitler. De alguna parte yo ya la recuerdo y sepa Judas de donde. Creo que puede ser que mi mama tiene todas las memorias anuales del colegio y talvez la vi de jovencita ahì, no sè. Pero me huele familiar incluso. Ahí me perdona que sea tan confianzudo. Y que me late que usted tambièn ya me conocìa de algún lado.
-Pues no dejàs de tener razòn...vos pasaste hoy por mi ventana y solo vi unos jeans y una enorme cola roja...
-Què es lo que le atrae de mi pelo, si me puede decir?
-Es del mismo color de la cabellera de mi padre, de mi medio hermano y ...bueno, de un hombre que yo amè mucho cuando estaba chavala.
-Vaya què honor! Y es curioso, en la familia nadie tiene este color de pelo. Mis 3 hermanas son rubias, y solo soy yo de varòn, pero no hay un solo pelirrojo en la familia. Yo no me parezco a nadie en la familia, a veces mis amigos me bromeaban y me contaban lo de la hija del faraón y la cesta de Moisés, que era un recogido a quien salvaron de que se lo comieran los chepes a la orilla del rìo. Por lo menos no eran cocodrilos del Nilo como en el caso de Moisés-dijo lanzàndose una carcajada.
Esa carcajada ¿dónde la habìa escuchado antes Anjanet? No habìa oìdo a nadie reìrse con tantas ganas en mucho tiempo...Era la risa de alguien que estaba disfrutando la vida al màximo. Y de dònde esa sensación imperante de dèja vu, que ya habìa conocido al muchacho en algún lado pero no ubicaba dònde o cuàndo. Era chispeante, deslumbrante y no se daba cuenta, este chavalo que le recordaba a Icaro, el de la leyenda griega, el efebo que quiso volar. Y le daba la sensación de que no iba a permitir que el sol le derritiera la cera de las alas. Escuchaba al muchacho hablar y estaba ella como en trance. Asì debiò sentirse Alejandro Fleming cuando estaba analizando el raro crecimiento oscuro que resultò ser la penicilina para beneficio de animales y gente. Dònde estaba este cipote que yo no lo habìa encontrado? Y en què mundo pude existir sin saber que me faltaba oir a alguien reìrse con tantas ganas? Cuàntos detalles se me llevò Làzaro Patricio cuando cometiò el disparate mayor de seguirme en aquel helicóptero? Y por què se me ocurre pensar en Làzaro precisamente ahora, cuando se supone que oficialmente ya no tengo derecho de pensar en èl ni mencionarlo ni nada por el estilo?
-Permiso ,Coronel, tiene que firmar estos documentos antes que se vaya-interrumpiò la voz de uno de los asistentes de Anjanet. La mujer saliò a duras penas del trance, mirò detenidamente los papeles y los firmò y sellò. El asistente silenciosamente se fue y Fausto sonriò a medias.-Coronel Andrassy, tal vez esta pregunta le suene pendeja pero dònde ha estado todos estos años?-le preguntò.
-Cuàles años, hijo?-apenas pudo balbucear la militar.
-Desde que era chavalo allà en Matagalpa, estudiando en el Eliseo Picado, buscando inicialmente una respuesta en la iglesia catòlica donde me metieron un montòn de pendejadas, y hasta corrièndome de un sacristán vulgar que le gustaba toquetear a los chavalos que èramos monaguillos, y por eso creo que acabè siendo ateo recalcitrante por aquella que reza que el camino hacia la incredulidad religiosa se traza desde el trasero de un monaguillo ultrajado, y no sè por què estoy diciendo tantas babosadas tan reales como la Cuesta del Plomo, pero me da la sensación que toda la vida busquè a alguien como usted.
-Y como soy yo, en resumen, Fausto?
-Sepa Judas, pero necesaria. Nunca esperè encontrar algo tan necesario precisamente en las filas del ejèrcito, pero bueno, no soy yo quien cuestiona al kismet.
-Kismet, segùn los otomanos. Destino. Mis ancestros hùngaros vivieron con los otomanos golpeàndoles la puerta cada vez y cuando, y algo de ellos se nos tenìa que pegar . Por lo menos sirve de explicación cuando algo no tiene lògica.
-Para algunos solo la lògica y el sentido comùn dan explicación a la aparición de guijarros que la vida nos tira para que tropecemos en ellos o los recojamos, verdad? Porque es obvio que no solo a mì me ocurre este fenómeno, pero què le vamos a hacer...Coronel, ha sido un honor conocerla y ahora estarè mucho màs motivado al estar aquì. Debo regresar a mi barraca, y de seguro que la familia la espera en la casa. Permiso para retirarme.
-Sì, Fausto, ya me toca retirarme yo tambièn. Vaya m`hijo, estamos en contacto.
-Va aquì y por supuesto aquì-le dijo el muchacho tocàndose la sien y luego el pecho.
El joven saliò de la oficina de la militar y ella se sentò en el sofà donde èl habìa estado. No, no hay permiso para retirarse, Lazaro nunca me lo pidiò y miren lo que pasò. La alegrìa jamàs tiene permiso para retirarse, señores. La necesitamos cada momento de la vida, pero por algún motivo siempre se nos larga cuando màs la estamos gozando. De dònde rayos saliò este diablillo? Còmo pudo estar en el mismo mundo donde vivo yo y no me daba cuenta? Tantos años en las fuerzas armadas, y cada año me cuestionaba yo misma, para què puta seguir ahì? No podrìa haber sacado mi pobre cacaste de la vida militar? Tenìa miedo de no poder sobrevivir en la vida civil, o por lo menos con los privilegios que he conquistado acà a costillas de mi pobre huesera, del sentimiento de culpa que tienen los mandos para conmigo `por haberme lanzado como corresponsal de guerra? Es que parte de mi concha àurea de privilegios la comprè involuntariamente con la muerte de mi cubano? Paguè por mis grados y medallas con mi propia felicidad? Era para esto que me habìa quedado en el ejèrcito?Todos los años decìa que me iba, que el año en cuestión era el ùltimo, como los judìos que siempre decìan Eretz Israel, el pròximo año en Jerusalén, y nada, o los musulmanes ahorrando centavitos para hacer su Haj, su viaje a la Meca, y a veces se morìan y la alcancía quedaba gorda y ellos se iban al Màs Allà o al cementerio para ser exactos, flacos de esperanza y la alcancía para que los nietos se la fumaran en marihuana. Pròximo año, civil.Què va! El mando es adictivo, pero eso nunca se confiesa o te sacan a bailar aquello que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.Y ahora viene este muchacho, un efebo como los que volvìan loco al rey Loco Luis de Baviera, y me habla de kismet y un montòn de cosas que son parte de mi estructura molecular viva como hìbrido de hùngara con nicaraguense que soy. Y ahora, con este desasosiego me voy a la casa, donde mi marido que nunca grita pero que nunca se rìe con ganas, y con mis hijas que es lo mejor que me ha sucedido en la vida. Estoy jodida, pero ya Somoza Debayle dijo que estamos jodidos todos ustedes. No era maje el mìster, èl no se incluìa.

Alesia es la primera persona en darse cuenta que Anjanet ha sido sacudida por el destino. Su extraña antena sìquica que la lleva a estar en en comunión con el pròjimo le indica que la madre anda con tremendo lìo. Alesia sabe que luego en la vida, quiere ser una teòloga o rabina. Generalmente vive metida en sus estudios, o atendiendo a las numerosas mascotas de la casa. Observa desde una cierta distancia a sus allegados, y cuando lo estima necesario suele soltar un consejo prematuramente sabio. Espontáneamente, desde años atràs, ha optado por seguir casi al pie de la letra el judaísmo. Porta su estrella de David en oro en una cadenita al cuello, y se cubre el incendiario cabello con un velo a la usanza antigua aunque ande de jeans, aunque en realidad prefiere las largas tùnicas multicolores que han sido el traje obligatorio de tantas judìas sefarditas.. Aunque el fervor religioso de la niña no deja de exasperar a Anjanet, quien es militantemente atea, tiene que reconocer que la muchacha sabe lo que està haciendo. Observa kosher, prende las velas los viernes en la noche aunque sus hermanas mayores se mofan de ella. Alesia no olvida que su abuelo Jan, aunque ahora ateo en su vejez ayudado por semejante desastre de segunda esposa, comenzò siendo buen judìo cuando era chavalo, tantos añales atràs. Alesia es detallista. La mayor parte del tiempo su madre no se maquilla. Mira a su progenitora peleando con un frasco de rimel azul.
-Parecès el diablo.
-Niña, no te oì entrar. Y es que tu Adonai te pone lana en las patas para que no se oigan los pasos?
-Mamà! No juguès con el nombre del Shaddai. Solo te digo la verdad, con ese rimel pareceràs el diablo, aunque a decir verdad nunca me lo han presentado.
-Mirà, hija, nadie te dice nada por andar como nacatamal mal envuelto con esos trapos y tùnicas, y en semejante calorazo, asì que dejà que la puta que te pariò se ponga màs horrible de lo que ya es. Què te trae acà, mi tigrito de Bengala?
-Andàs un pedo grande encima, verdad?
Anjanet mirò detenidamente a su hija menor. Era casi una mujercita ya, la niñez se le iba poco a poco. Era a veces tan parecida a Fekete Stefan. –Hija, tenès razòn pero son solo cosas de la academia. Hay mucho trabajo, y el grupo de recièn ingresados son un poco indomables, les cuesta adaptarse a la disciplina militar. Yo los entiendo porque a veces es difícil para alguien pensante el obedecer ciegamente, a mì me pasa tambièn aùn después de tantos años de ser guardia.
_Entonces es real lo que decìa Einstein...que solo porque un humano marche ciegamente al ritmo de una marcha militar merece todo su desprecio.
-Bueno tanto como eso no sè...recordà que no siempre tu Einstein fue pacifista, porque èl fue quien azuzò a Franklin Delano Roosevelt a que impulsara el proyecto Manhattan para parar a los nazis...y de ese proyecto saliò la bomba que en dos dosis les cayò a los japoneses. Fue hasta después del deschincaque de Hiroshima y Nagasaki que el mechudo Einstein dijo esa frase contra el militarismo.
-Ay, mamà, a vos nadie te gana. Pero sì andàs muchos problemas encima. No se te ha ocurrido pedir ya tu retiro?
Anjanet saltò del banquito del tocador como si le hubieran echado un alacrán.-Estàs loca? Alesia, ya me retiraràn cuando sea preciso. Una pensiòn de general es mejor que la de un coronel.
Alesia solo la mirò de soslayo antes de decirle:-Creo que han hecho una buena guardia de vos. Pero no sè si serìa alegre tener una madre como las de mis amigas, que sea màs normal, y pase màs tiempo en casa. Pero bueno, cuando necesitès consejo tenemos el Mishnà, la Torà y el Talmud a mano. Por algo existen desde hace tanto rato. Que tengàs buen dìa, creo que lo vas a necesitar.
-Y vos vas a necesitar màs jeans. Hoy regresarè màs temprano para que vayamos a comprarlos.
Alesia asintiò con una cabezadita, dio un beso en la frente a su madre y se fue. Anjanet se quedò con la sensación de ser màs adolescente confundida que su hija menor, quien parecìa mas bien una copia adolescente en versión judìa de la reina polaca Jadwiga ...Si Alesia le pedìa tener su bas-mitzvah, la ceremonia ritual que era el paso de niña a mujer oficialmente en la religión judìa, Anjanet se iba a morir de la vergüenza. Una atea como ella, fomentando el misticismo religioso? Serìa esa la maldición que le dijo Fekete Stefan que èl le habìa echado cuando lo dejò gritando en Parìs hace tantos años?.
Mejor no me pongo a pensar mierdas, que suficientes problemas ya hay en la vida, se dijo a sì misma, sacando del bolso las llaves de su jeep Renegade negro.

Hay que ver el chanchadal que hace una sola gotita de napalm, continùa el joven profesor a quien Anjanet està supervisando. O cree que està supervisando. Se alcanza a decirse que hasta rimado le saliò al maestro lo del napalm, y de ahì en adelante està en el aula con el aire acondicionado ronroneando como gato contento, y los 40 cadetes tomando nota, y ella solo en cuerpo està presente. Le da seguimiento a la idea de la gota de napalm. Es verdad hace un chanchadal. La fijación, la infatuación, es como una gota de napalm. Y sì deja tras de sì un chanchadal. Eso es Fausto. El hijueputa pelirrojo es una gota de napalm y me cayò encima cuando yo no creìa en esas cosas. Mi pobre Alesia cree que se me metiò un dybbuk-un diablo comemujeres-o que soy candidata a ser un golem-ese idiota medio util, cuerpo sin alma de la leyenda judìa-y a lo mejor sì, no se equivoca en ninguna de las dos cosas. El otro dìa le estaba dando mi moño de ropa sucia que me habìa quitado poco rato antes a la cocinera y le dije que no le pusiera mucho azafràn, y el paquete con las 5 libras de res lo echè al cesto de la ropa sucia mientras mi marido se desternillaba de la risa en coro con mis cinco hijas. Ese mismo dìa me fui al consultorio de mi veterinario y le exigì, abriendo la boca del tamaño de un comal campesino, que si me iba a sacar la cordal del lado izquierdo superior lo hiciera ya sin tanta carimbada, hasta que la pobre y asustada mujer me recordò que eran mis mascotas sus pacientes y no yo. Sin mencionar que ya no quiero andar mis anteojos, no me los pongo, y en la fila del comedor, hace tres mediodìas, le dije al joven que estaba sirviendo las bandejas de comida que me alegraba que por fin pusieran purè y que me diera dos raciones, hasta que el turbado chavalo me dijo que eso no, coronel, no es purè, es coliflor hervida y en salsa, què bochorno.
Eso es consecuencia de la gotita de napalm. Hace chanchadal. No hay nada peor que una vieja calzones calientes, y no hay otra manera de llamar a este lìo. Era Oscar Wilde quien decìa que se vencìa la tentaciòn cayendo precisamente en ella? Tambièn la reina Margot de Valois afirmaba que la mejor manera de olvidar al objeto del amor era poseyèndolo. Una vieja embramada es peor que una carreta en bajada,nadie la para. Eso es lo que me pudre de mì, que llamo a las cosas por su nombre. Esto es peor que Fekete Stefan, o aùn que mi pobre Làzaro. Que a mis años, ya casada y con 5 hijas, me dè esta babosada premenopàusica. Y para ponerle copete a esta enorme plasta de mierda, el Fausto no se queda atràs. Es obvio que me persigue, que busca cualquier pretexto para estar conmigo, que me llama a la casa o al celular por cualquier carambada.Yo quiero engañarme y me contento a medias diciendo que es la falta del hijo, que nunca tuve un varòn, y por eso lo busco por doquier. Y en realidad me hubiera gustado tener un hijo, que fuera como Fausto que habla varios idiomas, que sabe lo que quiere, y con ese cabello rojo tan intenso.
-Coronel Andrassy, er, disculpe, pero ya la clase acabò y los chavalos van a receso, permiso para retirarnos-pregunta el joven profesor.
Anjanet como que despierta de un trance Se ruboriza de pies a cabeza, se pone de pie y sigue el protocolo militar..-Sì, teniente Rojas, permiso concedido. Ahí disculpe, pero estaba haciendo unas cifras...
Anjanet se queda sola en el aula después que los cadetes salen a descanso. Termina de escribir unos apuntes sobre la supervisión. Mas bien es ella quien precisa supervisión, y preferiblemente de un siquiatra, un loquero se darìa gusto con ella sacàndole a bailar a Freud, a Jung, con monsergas de Edipo pero sin esfinge, y sin sacarle los ojos a nadie. Se siente maniatada por el protocolo, los tantos años de matrimonio, su posición en las fuerzas armadas, su enorme prestigio, y la enorme distancia en años que abisma entre Fausto y ella. Es una estrepitosa locura. Y porque no puede ni debe ser, solo la idea la està volviendo loca. Lo prohibido siempre ha sabido hechizarla, aùn cuando no se daba cuenta en el caso de Fekete Stefan que eso era prohibido, al inicio. Extrañò violentamente a su sensata madre. Què hubiera hecho la voluntariosa Martha Armstrong en este caso? Me hubiera dicho adelante, siga su instinto, que la juventud no vuelve y los pecados del pasado se lamentan porque fueron muy pocos y no porque existieron? Martha Armstrong tragò a regañadientes el matrimonio con Itamar y nunca lo considerò un yerno digno de ella. Ese hijueputa ni cuando està atorado con estreñimiento puja, es como engancharse en una estatua y esperar que se menee,y apuesto a que coge con los calcetines puestos y eso trae mala suerte y granos en el culo, le habìa dicho muerta de la risa en una ocasión Martha a Anjanet. Habìa continuado afirmando que a Itamar le debìa Anjanet la mitad de los genes de tus niñas, adjudiquèmosle los defectos, porque a veces los hombres no aportan nada bueno, aunque sàlvese mi Jan y tambièn Fekete Stefan que lo ùnico malo es que haya nacido tras la puerta, mi bendito entenado. Para entonces yo guardaba silencio y pensaba que a veces las madres sì podìan ser tan ciegas como un murciélago en el dìa, y què hubiera dicho Martha Armstrong si hubiera sabido que Fekete Stefan habìa sido mi primer amante. Y si la maldición que confesò Fekete Stefan haberme echado cuando me vine a Nicaragua era precisamente esta obsesión por Fausto?Pero tengo que apartar estas cavilaciones, me estàn haciendo daño y la realidad es que hay mucho quehacer pendiente.
Anjanet se dispuso a sacar adelante todo el trabajo pendiente y apartar a Fausto del pensamiento. Se impuso un règimen de trabajo estricto, y en cuestión de una semana tenìa todo al dìa. Fausto la llamaba quejàndose que ya no tenìa tiempo para èl. Una tarde ella iba saliendo de la unidad militar cuando Fausto y dos de sus compañeros la abordaron, pidièndoles un aventòn.-Yo voy al banco, muchachos, si eso les sirve-dijo Anjanet.
Los 3 jòvenes se subieron al jeep. Dos de ellos se bajaron antes de llegar al banco y Fausto se quedò con ella.-Yo vengo al mismo banco, coronel.
Fausto se metiò a una fila y Anjanet fue atendida en servicios bancarios.
Fausto ya habìa hecho su gestión cuando se aproximò al burò de servicios bancarios justo a tiempo de ver a Anjanet palidecer hasta verse casi transparente. La oyò decir:-No puede ser. Revise bien, señorita.
-Coronel, ya chequeè dos veces y es exactamente asì. Recuerde que es una cuenta conjunta con firmas alternas, o sea, la suya Anjanet Andrassy y/o Itamar Vèlez Castro. Su cónyuge, y usted lo sabe, o ud. misma, puede sacar dinero sin el consentimiento del otro. No serà que a ud. le consultò su marido y quizàs no se acuerda, no le puso atención al momento, y ahora no recuerda? Porque un monto de esa cantidad no creo que sea algo trivial, es algo que se discute entre ambos antes de retirarlo. Revise su memoria, coronel. Y pregunte.Pregunte a su esposo. El banco no se hace responsable de cosas asì.
Anjanet agradeciò a la funcionaria del banco y se levantò, con Fausto siguièndola.-Veo que se ha llevado una desagradable sorpresa, coronel.
-Vamos a tomar algo aquì nomàs en este cafetín. Ya te voy a contar...-dijo sofocada.
Una vez sentados y habiendo tomado tè helado, Anjanet dijo:-Faltan 35 mil dòlares de la cuenta que mi esposo y yo hemos tenido en conjunto. La funcionaria afirma que hace unos dìas èl se personò acà con otra señora que no soy yo y retirò la suma de 35 mil dòlares. Ese dinero no ha aparecido por casa, ni ha sido invertido en nadie de mi familia que yo sepa. Ni ha dicho Itamar absolutamente nada al respecto. Ni me lo consultò. Se supone que estos ahorros son para mandar a las niñas a estudiar al extranjero. Una de ellas quiere estudiar en Anápolis en Estadios Unidos, para seguir una carrera militar. Y eso cuesta caro.
-El general nunca le dijo nada de esa plata?-preguntò Fausto.
-Itamar siempre ha sido de pocas palabras. Mi madre se burlaba de su parquedad. Itamar nunca me dijo nada. Estos ahorros son de ambos, pero al morir mi mamà ella me dejò su cuenta en dòlares en un banco de Miami, y yo repatriè el capital cuando comenzaron a abrirse bancos privados en Nicaragua. El monto que me dejò mi madre era de 250 mil dòlares.Yo he ido ahorrando poco a poco, y tal vez diràs que 35 mil dòlares menos no es una dentellada gorda, pero...què los hizo? Y quien era esa señora que vino con èl? Y por què el sigilo, la secretividad? Es una amante?O alguna pariente?
-Celos, coronel?
-Nunca he padecido de ese mal, por lo menos no con Itamar.
-Y si hubiera sido el cubano, coronel, y perdone el atrevimiento..?
Anjanet se puso tiesa y pàlida.-Què sabès vos de Làzaro?
-Es un secreto a gritos. He oìdo hablar a los oficiales mayores, que el cubano estaba tan obsesionado con usted que se montò como loco en un helicóptero y se fue detràs de usted hacia las Segovias, y ahì se dio el accidente y usted casi se muere tambièn. Estuvo en coma por màs de un año y no quedò ni un chingaste del pobre cubano.
-Te han informado muy bien, ya veo. Si hubiera sido Làzaro jamàs me hubiera hecho eso de chimbombearme la cuenta conjunta, a pesar de que muchos cubanos han cultivado la fama de granujas y vividores en Nicaragua.
-Me da la impresión que nunca se le va a quitar Làzaro de la cabeza. Y para què se casò entonces? Yo no concibo irme a la cama o ante un cura a casarme al menos que estè charchaleando de pasiòn por mi pareja. Eso de los matrimonios arreglados acaba en desastre.
-El mìo no fue precisamente arreglado, ni desarreglado. No iba a tener hijos sola, y en caso de Itamar fue èl quien me vio a travès de una larga rehabilitación tras el accidente en el cual muriò Lâzaro. Por eso no me explico este giro de acontecimientos, que Itamar venga y haga algo asì.
-Coronel, usted estaba enamorada cuando se casò? Y digo estaba porque es obvio que ya no lo està...Una mujer enamorada se desquicia y llora delante de la funcionaria del banco.
-A què viene la pregunta?
-Amò a Làzaro, de eso estoy convencido. Y Làzaro a usted, a tal punto que se obsesionò. Eso es algo que yo mismo puedo comprender a cabalidad. Pero con el general, quien entonces era un coronel, se casò y punto.
-Tengo 5 hijas con èl.
-Eso es un dato biològico.Y ningún varòn. Yo sè que se va a reir de mì porque es muy letrada, muy erudita y me va a decir que el macho decide el sexo del bebè porque el espermatozoide lleva o una x para mujer o una y para varòn y la mujer siempre produce el òvulo x. Pero entre los antiguos pobladores del Japòn se creìa que solo una mujer muy enamorada podìa lograr un macho con su pareja, si no amaba de veras producìa solo hembras. Con Làzaro quizàs hubiera tenido el macho que tanto extraña aunque no lo confiese.
-Es primera vez que hablo sobre Làzaro con alguien que no sea mis padres...Aunque mi papi ahora ya no tiene mucho tiempo para escucharme.
Su segunda esposa le quita mucho tiempo.
-Creo que debe de hablar con el marido. Creo que últimamente ha estado bastante apurada con tanto trabajo, si hasta yo tenìa dìas de solo verla de largo. No serìa remoto que usted haya olvidado que èl le mencionò algo y lo pasò por alto.
-Fausto, a veces me parecès tan maduro, como un viejo prematuro. Es primera vez que un alumno se acerca tanto a mì, y eso que tengo muchos amigos entre los ex cadetes que han pasado por acà. Algunos hasta me llaman madre, para celos de mis hijas. Generalmente me mantengo alejada de todo y todos, a como vos dijiste el primer dìa que me viste. Es un bunker el que existe alrededor mìo. Hasta creo que el mismo mando me lo ha creado, aunque no sè para protegerme o aislarme, o de què.
-Coronel, tambièn recordarà que esa primera vez yo le dije que iba aquì en la mente y aquì en el corazòn. Se lo reitero, con todo respeto. Si alguien merece mi veneraciòn, es ud. Soy tan ateo como usted, pero creerè solo en una deidad: usted.
-Fausto, me tengo que ir. Esto del retiro de dinero lo tengo que resolver ya mismo. Te llevo a algún lado, hijo?
-Regreso a la academia, coronel, tengo mucho que estudiar o ud. misma mañana me masacrarà en el examen. Dèjeme ahì, si puede.
-Vàmonos pues.-dijo Anjanet y tras pagar por las bebidas, llevò a Fausto al portòn de la academia. Una vez ahì, le dio un beso en la frente al joven:-Mil gracias, hijo mìo. Estudià para sacarte un cien.
-Buena suerte, coronel.


Al llegar a la casa, Anjanet vio que su esposo ya habìa arribado antes que ella. Ahì estaba la lujosa Toyotona negra que èl andaba. Entrando a la casa, dos de las niñas no habìan regresado de la universidad, y las otras tres estaban en el patio jugando con las mascotas. Itamar Vèlez Castro estaba en su despacho, con un señor elegantemente ataviado. Anjanet tocò discretamente a la puerta de vidrio.
-Permiso, general-dijo.
-Mujer! Tanto formalismo. Doctor Gòmez, ud. ya la conoce, es mi esposa, Anjanet.
-Hola don Humberto, no lo reconocìa ahora que està màs flaco y sin barba.
-La diabetes, coronel, la diabetes. He perdido 20 kilos de peso, y quien sabe cuàntos pelos. Sièntese, coronel.
-Amor, sè que venìs del banco. Faltan 35 mil dòlares de nuestra cuenta conjunta. Yo los sustraje, y èl es la persona que està haciendo la escritura de la casa que te comprè.
-Yo no sè nada de esto. Nunca lo consultaste conmigo, y hoy que fui a hacer unas gestiones, sencillamente me llevè la sorpresa. Casa de quièn?
-La que serà habitada por mi tìa Josefa. Nadie de sus hijos quiere hacerse cargo de ella, y ella fue quien ayudò a mi madre a criarme cuando mi papà muriò. Tiene càncer de mama, y necesita espacio, cuido y estar sola en sus ùltimos dìas. Humberto nos hizo el tràmite de la casa. Està a nombre tuyo, pero en ella va a vivir Chepita...hasta que Dios la llame. Yo ya he dispuesto un monto para cubrir sus gastos mèdicos y manutención. Quizàs hice mal en no decirte nada, quizàs porque no has tenido demasiado contacto con mi familia.
-Creo que hacès bien en velar por tu tìa, pero hablàs de tu familia como si solo tus consanguìneos lo fueran. Consanguinidad no garantiza compatibilidad, y por algo serà que ninguno de los 9 hijos de tu tìa ahora quiere cargar con ella. Vos que sos creyente y leès la Biblia, en ella dice que el hombre dejarà a padre y madre para ser una sola carne con su mujer. Entonces, familia nunca hemos sido yo y las niñas. No vamos incluidas en ese núcleo? Son extrañas noticias, aunque no muy sorprendentes. Esperàme, no me interrumpàs por una vez en la vida. Yo te entiendo mejor de lo que te imaginàs. El agradecimiento es un sentimiento muy grande, vaya si no lo sabrè yo! Y aplaudo tu decisión de proveerle un hogar, su manutención y todo a quien hizo tanto por vos. Si està a nombre mìo o no la casa, eso me deja sin frìo ni calor, pues no contaba con tener algo asì. Lo que me enoja es que se hagan cosas a mis espaldas.
-Coronel... ella no sabìa nada?_pregunta atònito el abogado.
-Hoy me llevè la sorpresa de los 35 mil faltantes, cuando fui al banco.
Mi esposo jamàs me ha dicho nada, la funcionaria del banco me dijo que llegò acompañado por una señora chela y mayor, que deduzco ahora que es doña Chepita y no una concubina.
-Coronel, què mal pensada! Bueno, aquì le entregamos la escritura de la casa que le pertenece, aunque quien habite en ella sea su tìa polìtica. Espero que esto no sea motivo de desavenencia entre uds. Es un loable gesto de agradecimiento.
-Estoy completamente de acuerdo con usted, don Humberto. Cada vez me doy màs cuenta de las rocas gigantescas que el agradecimiento mueve. Es un sentimiento màs grande que cualquier rencilla, amor o pasiòn temporal. Las cosas que el agradecimiento logra son increíbles. Hasta nuevas vidas trae al mundo, lo cual es bueno. Pues. general, ya tiene una casa màs. Hay que guardar la escritura en la caja que tenemos en el banco, no vaya a ser que se extravìe, como los documentos de tantas casas pirateadas con ley 85 y 86, por suerte que eso no es el caso de nosotros. Don Humberto, ya le sirvieron cafè o fresco? Yo debo retirarme, pero mandarè refresco. Ha sido un inmenso placer. Con permiso, general.
Anjanet se levantò, estrechò la mano del abogado, y se largò. El jurista comenzò a sudar.-Ay, Itamar, creo que me va a dar un bajòn de azùcar.
Tu mujer no sabìa nada. Muy elegante, y va muy indignada. Toda una Andrassy! Pero vos la cagaste, debiste haberle dicho, porque si mal no recuerdo el mayor capital lo trajo ella al matrimonio. Solo la madre le dejò un huevazo de reales. Y si mal no recuerdo està que tanto los padres de ella como tu madre y tu tìa no estaban muy de acuerdo con que te casaras con ella...doña Chepita misma la llamaba “las sobras del cubano”, no?
Itamar se sonrojò.-Creo que tenès un poco de razòn, pero mi tìa Chepita no puede morir en desamparo. Es mi familia!
-Pero la coronel es tu familia inmediata. Y tus hijas? No son nada tuyas?
-Bueno, Humberto, a lo hecho pecho. Yo lidiarè con mi mujer. Siempre lo he hecho desde antes que fuera mìa, cuando la saquè del estado de coma, la dejè limpia y como nueva y la aceptè a pesar de todo.
-Hey, Itamar! Anjanet Andrassy no es de nadie! Y haber velado por ella tras aquel horrible accidente no era una inversiòn, un capital que guardàs en cuenta bancaria para luego sacarlo, ya con intereses para hacer lo que te de la gana. Y si pensabas que estabas comprando mercancía dañada, pues te hubieras abstenido de adquirirla. Un minusvàlido no es un estropajo, es un ser humano.
-Mirà Humberto, ya que estamos hablando a calzòn quitado, porque sos el abogado de la familia, te voy a contar que no era tanto si iba a caminar o a ser ùtil o no Anjanet, luego del accidente. Era otra cosa peor.
-Què puede ser peor que quedar en silla de ruedas o ser un vegetal tirado en una cama, en coma, ocasionando solo gastos y suscitando làstima?
-Lo de gastos es carambada, y eso lo cubriò el ejèrcito. Mientras estuvo en coma, Anjanet pasò por uno de los fenómenos màs extraños de la medicina. Estuvo gestante. El cubano la dejò preñada.
-La sometieron al aborto?
-No. El bebè naciò por cesàrea. Era el varòn que nunca me pudo dar a mì.
El abogado palidece. Justo a tiempo, entra una criada con unos refrescos. El asustado jurista traga el suyo de golpe y se seca la frente, porque a pesar del aire acondicionado del lujoso despacho està sudando a chorros. –Y què fue del bebè? Muriò? Lo conociò ella cuando saliò del coma?
Itamar arruga la cara.-Lo dimos en adopción. Nos encargamos del obstetra-quien està bien casado en Ucrania-y la enfermera quien cuidò a Anjanet era la viuda de un cooperante sueco, y hasta donde tengo entendido la tal Mara muriò de càncer. Lo de la adopciòn fue una decisión tomada por el general de ejèrcito y yo. Una pareja de ricos cafetaleros que habìan colaborado con la guerrilla sandinista fueron los seleccionados. Tenìan solo niñas. Necesitaban un varòn, y ahì fue a parar el muchachito. En el proceso de rehabilitación de Anjanet le hicieron cirugía cosmètica para borrar la cicatriz de la cesàrea. Ella nunca supo que tuvo ese niño del cubano. Si lo hubiera sabido no se casa con nadie. Para ella, el primer par de gemelas son las primogènitas. Por ningún motivo debe saber de la existencia de ese niño. Ya debe ser todo un hombre, pero como todo caldo se enfrìa no le seguimos la pista a la familia que lo acogiò. Seguro que como esa gente tiene plata, lo mandaron a formar al extranjero.
-Es algo muy gordo lo que me has confesado ahora, Itamar. Por mì perdè cuidado que nada dirè, ni a mi esposa. Y si algún dìa se lo topa Anjanet?
-Eso es imposible. No se mueven en el mismo mundo-dijo firmemente el general, como si el mundo estuviera solo para obedecerle.
-Ay, Itamar, el mundo es enano. Me da mucho miedo. Y la coronel es todo menos una pendeja.
-Ya cruzarè ese puente cuando la vida me lo pida. No, Humberto, hay cosas que no pasan, estàte tranquilo. Bueno, aquì tenès tu cheque, y seguimos tratando.
El abogado tomò el cheque en mano y preguntò:-Esto es màs de lo acordado...no te equivocaste?
-Recordàs tus lecciones de mùsica con el violinista Eduardo Paniagua?
-Y eso què tiene que ver?
-Aùn en mùsica, el silencio tiene su valor, què menos en la vida real. Buenas tardes, Humberto y siempre tratando.
Humberto Gòmez saliò aprisa del despacho del general, sintiendo los asomos de una inmensa piedad por la coronel Anjanet Andrassy, quien habìa tenido tanto y ahora sin saberlo estaba tan vacìa. Chocho, y eso que dicen que solo los abogados somos hijueputas malditos, pensò.

Anjanet no tocò el tema de los 35 mil dòlares extraìdos de la cuenta conjunta para comprar la casa donde estaba la mujer quien màs daño quiso hacerle desde los primeros dìas de casados. Ella sabìa que la tìa la llamaba con cualquier tipo de epíteto grotesco, pero ahora la vieja era un guiñapo y Anjanet no se iba a tomar la molestia de preocuparse por ella. La vida le habìa pasado la cuenta a la arpìa, y què cuenta! Si posible en euros. Nadie se iba de esta vida con la factura impaga. Hasta los hijos huìan de ella, porque a muchos de ellos les habìa echado a pelear con sus propios cónyuges. Alesia dirìa que era un castigo del Adonai flagelador y castigador. Alesia opinarìa que no hay peor castigo para el enemigo que el precisar ayuda de la persona a quien dañò. Pero ella, Anjanet, no era religiosa y le enojaba que su marido abusara de ella. Una vez màs se convenciò que Itamar habìa visto mucha conveniencia en casarse con ella, era una pieza màs en ese macabro juego de ajedrez global de manipulaciones que èl albergaba en su cabeza. Lo que no entendìa era por què, si èl consideraba que se habìa emparejado con una mercancía desgastada, jamàs mencionaba el pasado. Nada de los celos retrospectivos que mostraban muchos maridos nicaragüenses cuando se matrimoniaban con “mujeres con pasado.” Una de sus amigas tenìa un esposo que siempre le recordaba “lo putorra que habìa sido, porque todas las franchutas son putangas.” El maldito que despotricaba contra las francesas, sin embargo habìa llegado al matrimonio cargando dos bastardos habidos con una mulata que èl mismo cacareaba haber sacado de un burdel de Bluefields, donde la susodicha bailaba desnuda con un puro encendido metido en el culo ante los marineros jamaiquinos que frecuentaban el antro donde ella trabajaba.
El tenue vìnculo, el humito de respeto, la frontera frágil de cristal imaginario que unìa a Anjanet hacia su esposo desapareciò al desvanecerse los 35 mil dòlares de su cuenta. Parecìa mentira que unos pesos fueran la piedrecilla que rompiò el lomo del camello matrimonial de la confianza. Si Itamar era capaz de algo asì, obviamente que serìa capaz de cualquier cosa, por descabellada que fuera. Para la vieja Chepita, ella jamàs dejarìa de ser la sobra del cubano, aunque estuviera de golosa consumiendo su techo y el beneficio pecuniario que ella habìa aportado al matrimonio. Era de esas gentes que se hartaba la leche y luego maldecìa la vaca. Por eso habìa llegado a tan mal final. Ella no pondría pie en esa casa mientras la nefasta chinchintorra viviera ahì.
Itamar trataba de acercarse a Anjanet , pero èsta, sin ofensas ni malos modos, se mostraba esquiva pero cordial. No compartiò màs intimidad con su esposo. En contraste, su contacto con Fausto se iba haciendo màs cercano. Comìan juntos en la oficina de ella, y se buscaban por el menor pretexto. Fausto le habìa preguntado acerca de los 35 mil dòlares , y ella le habìa contado todo acerca del asunto. Fausto habìa quedado espeluznado, y le confesò que nunca habìa sentido confianza por el general. –No sè por què lo recuerdo de algún lado, pero no me gustò. Creo que de escrúpulos no tiene ni la referencia, y por eso me extraña que usted haya estado tanto tiempo casada con èl. Y no es solamente celos, coronel.
Irse al lecho con Fausto habìa sido algo inevitable. Cada uno cazò al otro, lo llevò donde querìa, y cada quien saliò relamièndose del gusto. Atràs quedò la olvidada novia de 24 años de Fausto, una rubia sueca llamada Margaretta. Cada quien saliò con màs preguntas que respuestas de la cama, y eso motivò que siguieran buscando las respuestas en el mismo lugar. Dado que los encuentros furtivos casi siempre se daban en la semipenumbra habìan cosas que los amantes no percibìan de primas a primeras. Anjanet solo sabìa que Fausto era su talla perfecta, y se sentìa como Pygmaliòn con Galatea. Una vez hasta le dijo que era como si ella lo hubiera pedido por correo a travès de Internet. El le dijo que quizàs ella en vida anterior fuera Hidari Jingoro, el escultor japonès al servicio del shogun Iyeyasu Tokugawa, y que èl era la versión moderna de la escultura que el artista hizo de su amada. Estaban tan infatuados que eran como cuando Alexander Graham Bell llamò a su sirviente a travès de lo que luego serìa el hilo telefònico. Creìan estar en un estado de gracia, aunque cualquiera de los que tuviera tiempo para analizar las cosas procederìa a tildarlos de estar màs embramados que gatos en celo. Y como a veces esos estados de gracia llamaban a la desgracia, o a su pariente menos lejana, la burbuja casi se resquebraja cuando Fausto saliò en maniobra.
Estaba Fausto admirando el cono perfecto del Momotombo y evocando con un suspiro a Anjanet cuando le metieron un tiro en la espalda. Aunque supuestamente esas maniobras se hacìan con precauciones que incluìan tiros de salva, de alguna forma en el fusil del muchacho que le disparò habìan balas reales. El joven fue llevado de inmediato al hospital militar y llamaron a sus padres, pues aunque la bala no habìa perforado òrganos ni columna, el chavalo tenìa una fuerte hemorragia. Tenìa sangre AB negativa y precisaban una transfusión. Ni el padre, ni la madre ni las hermanas pudieron dar porque eran O positivo todos. El exasperado cirujano no sabìa què hacer. No era posible que fuera incompatible con toda su familia. Puso un llamado en una radio que se caracterizaba por emitir noticias alarmantes en tèrminos soeces.
Anjanet llegò a tiempo de escuchar al padre del muchacho confesarle al cirujano que el joven era adoptado.-Era hijo de una mujer muy encopetada, pero que no podìa aparecer como madre soltera. Nos lo dieron de dìas, doctor, y no sè màs de donde lo sacaron.
-Oì en la radio que precisan AB negativa? Yo la tengo! Saquen toda si es posible pero que no se muera Fausto- exclamò Anjanet, quitàndose la camisa del uniforme camuflado en azul de la fuerza aèrea que andaba y quedàndose solo en camiseta negra.
-Pàsele pues, coronel Andrassy! Que se nos desangra el cadete!-dijo el cirujano llevàndosela para adentro.

Horas màs tarde, Anjanet seguìa reclinada en una cama al lado de Fausto.
Habìa donado casi un litro y medio, exigiendo al mèdico que los tomara hasta que pudieran comprar màs de ese tipo de sangre con la Cruz Roja, y se habìa desmayado. Poco a poco se habìa recuperado. Se puso en pie y se acercò a la cama donde estaba Fausto aùn bajo los efectos de la anestesia. Apartò la sàbana. La herida ya estaba cubierta por un vendaje que cubrìa buena parte de la espalda. Que carajito màs bien hechito, si es una obra de arte. Nunca lo habìa visto desnudo bajo luz intensa, y lo iba a tapar con la sàbana cuando un puño de hielo le estrujò la respiración. Solo una persona existìa que ella hubiera visto con la misma mancha de sangre en forma de tulipàn. Làzaro la habìa tenido exactamente ahì mismo, en el pliegue de la nalga izquierda. Era demasiada casualidad. Llamò a la enfermera, la cual encontrò a Anjanet sin conocimiento en el piso.
Cuando Anjanet volviò en sì, pidiò hablar con los padres afligidos del muchacho. Entrò un señor alto, rubio, de ojos verdes, acompañado de una señora muy hermosa, tambièn rubia. –Lamento conocerlos en tan apretadas circunstancias, señores, pero tengo buenas noticias del doctor. Bueno a Marìa la conozco de la infancia en la escuela, tanto tiempo sin vernos, mujer. El joven Fausto se va a salvar, le extrajeron la bala. Me imagino el susto cuando les avisaron. Soy la coronel Anjanet Andrassy Armstrong, y verè que los mejores cuidados le sean proporcionados a su hijo.
La madre de Fausto comenzò a llorar. Anjanet la abrazò y le enjugò las làgrimas. –No llorès, madre, que las madres lloramos demasiado, desde que nos dan el Gravindex y nos informan que estamos piponas. Mìrenme a mì que tengo 5 nenas y las jaquecas que me han dado.
-Ay, coronel, yo hasta ahora que lloro a menudo, desde que Fausto se decidiò a hacerse guardia. No sè de donde le vino, no hay nadie en la familia en la guardia, todos somos agricultores. Este chatel loco tenìa hasta una beca para irse a la mismita Sorbona donde te fuiste vos, y se le mete el diablo de hacerse militar. Pero bueno, como no sè quièn fue su padre, talvez por ahì...
-Marìa, mirà lo que estàs diciendo!
-Pues sì coronel. Mire que mi marido y yo nunca pudimos tener un varòn. No sabemos quiènes hicieron esta maravilla que es Fausto. Lo agarramos de dìas, ni siquiera se le habìa caìdo el cordòn umbilical de cuando lo separaron de la madre. Coronel, por diosito que parecìa el niño Dios, y con unos bucles rojos como incendio y la florcita que tiene cerca del culo, un lunarcito rojo. Parecìa el hijo de un rey. Si hubièramos estado en Europa, hubiera pensado que era un príncipe heredero que lo habìan raptado. Mis hijas estaban felices con el muñeco.
-Pero no le dieron papeles ni nada?-pregunta Anjanet.
-Nada, solo nos dijeron que era el premio por haber albergado a varios guerrilleros en 1979 allà en la finca de nosotros en Matagalpa, cuando expusimos el pellejo por el Frente Sandinista. Nos llegaron con el cuento que la madre habìa muerto en el parto y que el papà era suicida. Nosotros nunca le dijimos nada a èl, porque lo queremos igual que a las niñas que sì las hicimos nosotros.-dijo el padre de Fausto.-Pero ya ves ahora se nos destapò la patraña, porque el chavalo no tiene la sangre de nosotros. Porque van a faltarle tapas y patas a la gente para irle a contar al chavalo el cuecho. Hasta es posible que nos repudie.
-Marìa, siempre fuiste exagerada y disparatera, y disculpame que te lo diga. Solo un imbècil repudiarìa a padres como uds. Tiene màs mèrito que no siendo hijo biològico de ustedes, lo hayan criado con la misma igualdad que a las tres niñas que tuvieron. Si èl se da cuenta, màs agradecido va a estar y los amarà aùn màs.Yo no sè si uds. han leìdo al francès Blaise Pascal, un filòsofo y matemàtico. Pues èl decìa que es el corazòn y no la sangre lo que nos une como familia, como padres e hijos y hermanos. Ustedes han hecho una esplèndida labor criando a este joven, son sus padres. Nada que èl sepa ahora va a cambiar el amor que èl siente, a noser que aumente màs el cariño, que es lògico.
-Amor, la jefa tiene razòn. Ya parà de llorar Maruquita linda, que se te va a hinchar la nariz como sapito. Le agradecemos cuanto ha hecho por el niño, èl las veces que ha llegado de pase a casa no cesa de hablar de usted, de admirarla y decir que quiere ser una militar como usted.
-Gracias don Fausto, pero mire que yo no tuve varones y su hijo me ha servido de adoptivo muy bien. Si precisan hospedarse en Managua, vamos a mi casa. Podemos ir de inmediato,sï?
-Le agradecemos su amabilidad, pero tenemos una casa en Bello Horizonte, y ahì estaremos mientras pasa esto de Fausto. Su hermana mayor va a quedarse hoy con èl acà. Mire coronel, le agradecemos tanto por que nos quiera al muchacho. Nuestra hija vendrà pronto. La esperaremos y usted vaya a su casa, que su familia la debe estar aguardando. Vaya a descansar.-explicò Fausto padre.
-Estaremos en contacto, señores. No duden en solicitar lo que sea necesario. Me hubiera gustado estar acà al despertarse Fausto, pero tengo que ir a casa.
Los padres de Fausto y Anjanet se despidieron con abrazos. Pero ella iba màs intranquila yèndose a casa que permaneciendo ahì. Quizàs era porque Pascal tambièn habìa dicho que muchas veces el corazòn tenìa razones que la razòn desconocìa.


Una vez en casa, Itamar la recibe ansioso.-Me di cuenta que el muchacho que lo apodan Fosforito saliò herdo en la maniobra! Deberìas ir al hospital, no es casi tu sombra en la academia?
-Se llama Fausto, Fausto Alcibíades Guillermo Vogl Abaunza para colmo de trenza, y ya fui al hospital. Por cierto donè sangre porque tiene un tipo sanguìneo como de gallina y no hallaban donante. Nadie de su familia coincide en tipo de sangre con èl. Pero no se va a palmar. Vengo pendeja porque di màs de un litro de ketchup. Bùsquenme algo de comer.
Alesia corriò a la cocina a visarle a la cocinera que trajera algo para que su madre cenara. –Abaunza...còmo se llama la mamà?
-Marìa Abaunza Amador, y el papa es un chele alemanzote enorme, Fausto Vogl Kraudy, de origen judìo por cierto y dicen que hasta emparentado con el pianista Josìas Kraudy Molina, que muriò en Israel en 1960.
Piedra. El corazòn se le hizo una piedra en el pecho a Itamar. Su abogado tenìa razòn en cuanto a las dimensiones enanas del mundo. Palideciò. Pero dijo:-Esa mujer estudiò en el mismo colegio de ricos que vos, no? Creo que la he visto en una de las memorias estudiantiles que tenès en tu despacho. Crema y nata de la cafetera de Matagalpa, màs estiramiento no puede haber, aunque dicen las malas lenguas que es medio pariente de Carlos Fonseca Amador... Con razòn el cipote es tan selecto, dicen que habla como 4 idiomas. Tu jefe en la academia està encantado con èl, habla de mandarlo a la West Point o Anápolis donde quiere ir nuestra hija. Lo bueno es que la familia del joven ha sido bien consecuente, ayudò al Frente Sandinista en tiempos insurreccionales, por eso nunca se les confiscò nada de sus latifundios.
-Bueno, voy a comer, que sino me desmayo. No tengo energìas para pelear con vos en cuanto a ser o no consecuente o si es ser pendejo. Vos ya comiste?-pregunta Anjanet.
-En realidad papi no ha comido, estaba preocupado. Ya hay dos raciones en la mesa, nosotras ya cenamos-dijo Alesia.
Itamar no comiò todo de su plato, y Anjanet acabò con su comida y lo que dejò èl. –Seguro que no se muere el chavalo? Eso puede ser clavo para el ejèrcito, Anjanet.
-No creo. Mirà en lo que pensàs primero, en la imagen del ejèrcito...como si no la hubiera dañado ya aquel escàndalo por los terrenos del Centro Comercial Managua que se comiò en ardillòn èse de ojos verdes que tanto le lamìa el culo a mi ex jefe....como si el tràfico de armas hacia Panamà y luego a la guerrilla colombiana no hubiera manchado a ambos ejèrcito y policía. No Itamar, lo que vale es la vida del cadete. Y no creo que tenga intenciones de morirse. Ese jodido como que tiene pacto con el diablo. Y ademàs no fue un plomazo demasiado grande, claro, le saliò un turcazo de ketchup, pero cuando me vine ya estaba su gente ahì. A propòsito, sabìas vos que los Vogl habìan adoptado a mi alumno? La Marìa dice que ni saben de donde sacaron al muchacho, que se lo llevaron con todo y cordòn si botar, recièn salido del horno. Sin papeles de nada y por eso no figura como adoptado. Ellos nunca pudieron tener màs que 3 hijas. Nunca le han dicho al muchacho que no es hijo biològico de ellos.
-Pero se mira que lo criaron bien. Incluso me gustarìa que si nuestra hija Litz se va a Anápolis, haga buenas migas con èl.
-Austerlitz, no es Litz . Para nada le puse tan buen nombre para que vos se lo arruinès. Y Austerlitz va a elegir su macho sin que nadie se lo imponga o le recomiende.
-Es que nunca lo he podido pronunciar bien...pero no es para que me sermoneès.

Una vez en cama, Anjanet tiene problemas para conciliar el sueño. Fausto no es hijo biològico de su ex compañera de clases. Y esa marca de sangre que Marìa llama la flor cerca del culo? Làzaro la tenìa. Serìa que Làzaro tuvo alguna aventura con alguien antes de enamorarse de ella, y que de esa aventura le tuvieron un hijo? No puede ser. Làzaro afirmaba que ella era su ùnico amor en Nicaragua. Basta ya de celos retrospectivos! No era ser la primera mujer de un hombre lo que era bueno, sino ser la ùltima. Tendrìa que escribirle largo y tendido a Yvania, quien recientemente se habìa vuelto a casar, esta vez con un veterinario, allà en Cuba. Anjanet hasta la vez correspondìa con la viuda titular de Làzaro, y siempre mandaba cada dos meses sendos paquetes de golosinas, bisuterìa, ropa y zapatos a las hijas de su difunto amante. Quizàs hasta les darìa risa a las muchachas la pregunta que les formulaba en el ùltimo e-mail, investigando si las ahora hermosas adolescentes tenìan un lunar en forma de tulipàn cerca del culo. Un lunarcito como ese no aparecìa en todas las familias. Era un lunar hereditario y no habìa que ser especialista en genètica para saberlo.
A propòsito y ponièndole mente a muchas cosas raras, desde que està con Fausto, Anjanet ha vuelto a reglar abundantemente. Tenìa los inicios de la menopausia cuando lo conociò, pero ahora menstrùa igual que una adolescente. Y ve cosas en los ojos azules de Fausto, y no es solo su reflejo. A veces mientras estàn en el lecho, cree ver aves extrañas en los ojos del muchacho. El sudor de Fausto tiene un olor familiar, pero no sabe ubicarlo. Antes ya ha sentido ese mismo olor, combinación de incienso con almizcle, un olor intoxicante que ni los desodorantes logran anular. Otra cosa, estaba perdiendo el control de lo que le rodeaba. En una ocasión reciente regañó a su asistente, Rafael, porque los cuadros del despacho en la academia habìan cambiado de lugar. El Vanegas estaba frente a ella, y el retrato de una dama encopetada hecho por Toribio Jerez estaba patas arriba. El joven asistente juraba que no los habìa tocado. Los postres de William Wallace, Tecumseh, Diriangèn y Oda Nobunaga amanecer en el piso en otra ocasión. Las cajetas de guayaba Tricopilia de Costa Rica que ella mantiene en su pequeño refrigerador de oficina toman un gusto salobre y cobrizo, como a sangre. Pero cuando su asistente las prueba, se encoge de hombros y dicen que estàn deliciosas, que es el paladar de ella. El encantado se las come, aunque luego cague lagartos, dice Rafael muerto de la risa. A usted lo que le pasa es que tiene Faustitis, le hace falta el hijo, le añade.
Anjanet apenas atina a sonreìr ante lo que le dice su asistente. Eso debe ser. Ver a Fausto en el hospital por media hora cuando toca visita cotidiana definitivamente no es suficiente. Tendido en la cama, se mira màs vulnerable. Ella entra antes que los padres, y en una ocasión el mozalbete atrevido le toma la mano izquierda a Anjanet y se la pone entre las piernas.
-Eso es lo que me tiene grave-le dice Fausto en voz ronca, retenièndole la mano a la coronel.
Anjanet saca la mano velozmente como si ha tocado a una tarántula.-Chancho, y recontrachancho, nos van a ver tus padres y nos tildaràn de degenerados. Ademàs, si te enchufàs dice el doctor que se te va a podrir la herida y te saldrà una catarata de pus tan alta como la de San Angel en Venezuela y tan gorda como las del Niàgara allà en la Yunàit.
-Apenas salga de acà pordiosito que te preño y vas a tener que dejar a ese monigote monipato del general.
-Callàte,loco, que ahí viene tu madre. Hola, Marìa, mirà que tu chatel està de insolente, cree que ya està de salir en carrera.
Marìa Abaunza besò a Anjanet y luego al hijo. –Pues yo lo veo rosadote y bueno. Serà necesario que lo dejen encerrado acà otra semana?
-Aquì no mandan ninguna de ustedes, sino yo-dijo el sonriente mèdico abriendo la puerta.-El es muy joven y muy saludable, pero hay que estar seguros para poderlo soltar. Muchas recaìdas son peores que la enfermedad o la herida en sì.
-Pues yo me siento como nuevo, doc, ya me quiero ir. Ni calentura tengo ya, pòngame el termómetro! –afirma Fausto sentàndose muy erecto en la cama.
-Calma, hijo, ya veremos. Señoras, si me permiten voy a auscultar al paciente y conforme eso veremos si sale o no, o en cuanto tiempo.
Las dos mujeres salieron y se fueron al cafetín a tomarse un refresco. Marìa Amador miraba extasiada a su ex compañera de estudios.
-Entiendo por què mi hijo te venera. Siempre supe, desde que estàbamos en primaria, que llegarìas muy lejos. Yo nunca tuve ese ímpetu, esos deseos feroces de superaciòn, esa ambición. Yo solo estudiè agronomìa hasta el segundo año, Fausto me preñò y nos casamos a escopeta cargada. Annelise naciò a los 5 meses de la boda, extrañamente prematura. Pero he sido feliz. Pero pronto seràs general, la primera nicaraguense general. Podrìas llegar a general de ejèrcito.
-Desde afuera, Marìa , la hojalata parece oro. Lleguè lejos, pero no te imaginàs cuànto he perdido en camino. Soy una cicatriz ambulante, aunque no se miren por fuera, porque me ensamblaron de nuevo muy bien tras el accidente. Pero si vieras una radiografìa de la siquis que tengo, no creo que estuvieras tan encandilada. Te garantizo que vos has sido mejor tratada por la vida que yo.
-No creas, coronel. Fausto casi me repudia por solo tener hijas. El sigue siendo judìo ortodoxo aunque pose como catòlico por conveniencia. El Frente Sandinista siempre ha sido antisemita, y Fausto se marraneò, a como dirìas vos. El se bautizò. Yo no. El tener un varòn era necesario. Faustito, al llegar a nosotros, probablemente salvò mi matrimonio. Ha sido una bendiciòn para todos.
-Primero que nada quitàme el coronel. Bajo este uniforme, sigo siendo la misma gordita que comìa los pasteles de lodo que vos hacìas. Ya que hablamos de tu hijo, còmo es eso que nunca supiste de dònde venìa?
Marìa Abaunza sorbiò ruidosamente de su vaso de tè.-Yo sè que parece cuento de Pancho Madrigal que me haya llegado un bebè sin nada màs que el pañal en que iba ataviado, pero asì fue. Tras una ruidosa pelea entre Fausto y yo, èl se habìa ido a la finca dejàndome en llanto. Tocaron a la puerta, y yo abrì espetando su nombre, creyendo que era èl. Ahí estaba una mujer de mediana edad, gorda, obviamente una enfermera. Estaban dos militares con ella, uno de ellos obviamente experto en leyes. La enfermera me dijo que sì era Fausto, si asì le querìamos poner al bebè, y que era un pequeño obsequio que nos mandaban por ser tan fieles miembros del Frente Sandinista. Esto la mujer lo dijo con cierta amargura. Les hice pasar.
No sabìa que hacer. Pero bastò ver el rostro de angel del niño. Fue un flechazo fulminante. No podìa decir que no. Aùn si Fausto regresaba y decìa que no conservara al niño, hubiera peleado hasta con el diablo por èl.
Vos en una entrevista, de las pocas que has dado, dijiste que cuando viste El Columpio de Jean Honorè Fragonard allà en Europa te agarrò como un ataque de llanto silencioso, y una sensación en la barriga que tenìas que llevarte el cuadro a casa aunque te siguiera la SWAT, la INTERPOL y la CIA puestas juntas. Que fue mucha sensatez salir y dejar al cuadro en su lugar. Pues vos tuviste una inmensa fuerza de voluntad combinada con sentido comùn. Yo al ver al niño supe que o era mìo o me morìa. La enfermera me dijo antes de dejàrmelo que lo cuidara mejor que a mis ojos, pues la madre natural lo hubiera considerado su joya de la corona, y qwue ella tenìa entendido que habìa sido concebido como fruto de un amor al estilo telenovela. Fueron los militares quienes me dijeron que el padre era un loco suicida, y que la mamà se habìa muerto durante la cesàrea que lo extrajo al niño de su vientre. La enfermera jamàs me dijo si la madre era difunta o no. Y la mujer se fue llorando, y al subirse al jeep WAZ pude ver que los dos militares la iban regañando. De pronto, me vi cargando al bebè màs lindo del mundo, sin documentos ni nada. Ya mis tres niñas estaban nacidas, la mayor tenìa 6 años, las otras dos estaban de 4 y 2 años. Para ellas fue el mejor regalo del mundo. Tenìan su muñeco, y las tres decìan que si papi lo rechazaba al bebè ellas se irìan conmigo. Bueno, por suerte eso no fue necesario. Fausto regresò a eso de las 5 de la tarde de ese mismo dìa y fue alcanzado por el mismo rayo de infatuación que yo sentì ante el bebè. Solo atinò a decir que el nene solamente podrìa llamarse Fausto. Lo cubriò de besos y me dijo que si yo lo aceptaba, jamàs hablarìa de abandonarme y que le perdonara todas sus patanadas.
-Pero nunca supiste quièn hizo a Fausto?
-Mi marido estuvo indagando, buscò a la enfermera que lo llevò y jamàs pudo dar con ella. Se cree que era una mujer de muy buena familia quien dio un traspié, hasta se creìa que era bastardo del general de ejèrcito, pero no habìa ni el màs mìnimo parecido. Lo inscribimos como nuestro, como habido del matrimonio. Jamàs hubo documentos de adopción. Ivimos los tres primeros años temiendo que algún dìa familiares o la airada madre viniera a quitarnos al niño, porque no nos tragamos por completo que la madre haya muerto. Creo que fue la ùnica confiscación sublime que hizo el Frente, si mucho me apuràs. Lo cierto es que Fausto se convirtió en el padre y esposo modelo, y no he tenido quejas de èl desde entonces. Faustito por su parte siempre fue buen alumno, estudiò idiomas y mùsica, y ademàs sabe coser, tejer, bordar y cocinar. Nunca creìmos que esos dones fueran solo para mujeres, ya ves que los mejores chefs son hombres y en Japòn los mejores bordadores tambièn son machos, sin detrimento de sus facultades viriles.
-Marìa, te afligirìa que el joven no fuera viril, no? Y si fuera gay?
-Si Fausto es gay entonces yo soy un astronauta. Me da risa que precisamente vos especulès sobre eso. El tiene una infatuación endiablada con vos, por si no te has dado cuenta.
Anjanet soltò una carcajada estruendosa y se sonrojò. –Eso se le va a quitar. Todo adolescente sueña con un maestro o algo similar. Es una etapa del crecimiento. No te acordàs que yo me palmaba por el guitarrista inglès Peter Frampton y por Ho Chi Mihn, y no tuve un hijo de ninguno ni me casè con ellos?
-Entiendo que Fausto te idolatre. Si yo fuera macho, y de su misma edad ,sentirìa lo mismo.
-Te acordàs de que en primaria, yo siempre guardè tus secretos,Marìa?
-Y nunca revelaste ninguno, ni cuando el detective nos pescò robando chocolates en el supermercado de la esquina!
.Pues ahora es hora de reciprocar, Marìa. Que Fausto me adora serà algo que solo lo sepàs vos y yo, y no haremos nada al respecto, verdad?
Marìa Abaunza sonriò complacida.-Trato hecho.
-Ahora, Marìa, vamos a ver cuàndo el doctor decide soltar de la cama a esa adorada fiera que es tu hijo.

Fausto habìa dejado asombrados a todos con su pronta recuperaciòn. Solo una especie de borròn rojizo quedaba como cicatriz del balazo. Anjanet desatò una exhaustiva investigación para ver quiènes habìan tocado los fusiles que se llevaron a la maniobra, tratando de saber quièn habìa colocado tiros reales y no salvas en el fusil con que hirieron a Fausto. Ni sospechaba Anjanet que con salvas o tiros reales, el muchacho no se hubiera muerto por su misma condiciòn. El retorno a las relaciones amorosas la habìa dejado aùn màs fascinada. El joven mostraba mayor fogosidad que antes, aunque se abstenìa de cometer imprudencias que comprometieran a Anjanet. Dominada perfectamente su ansia de posesión por la coronel, aunque cuando estaban en la intimidad le cnfesaba que a duras penas podìa contenerse cuando otro hombre le mostraba cariño a ella. Le reiteraba que de una u otra forma ella seguirìa siendo suya hasta el fin de los tiempos. Le repetìa durante la còpula que con èl sì tendrìa un varòn, aunque se cayera el mundo. Era su flamìfero ìncubo que la secuestraba por unos momentos antes de irse ella a casa, y la mandaba de regreso a su hogar alelada, silenciosa, a veces deseosa de màs, pero feliz. Porque estaba feliz aunque a veces creìa que lo que tenìa con Fausto era lo peor que le pudo haber pasado. En una ocasión lo oyò cantando con unos compañeros cadetes que èl habìa reunido para formar una estudiantina. Estaba entonando canciones de Silvio Rodríguez, y la voz clara del muchacho pronunciando te doy una canciòn con mis dos manos, con las mismas de matar se le asemejò a la de Làzaro cuando le cantaba a ella tantos años atràs. Luego siguió cantando otras canciones de Silvio Rodríguez, y una especie de descarga elèctrica la sacudiò espinazo abajo al oìrlo cantar que por la savia de su cuerpo hubiera quemado los templos. Claro que es la misma voz, las mismas dos manos con las mismas que me està estrangulando la vida y yo siendo còmplice de mi propio asesinato, se dijo Anjanet. Còmo es posible que Itamar no se de cuenta de que no soy la misma, de lo que me està pasando. Solo Alesia cree que estoy teniendo mi castigo por negar a su Adonai, e intensifica sus salmos por mì. Pobre cipota con su onda judaica, va a quedar màs loca que una cabra que almorzò hongos. Pero se le agradece su intenciòn porque es muy buena, aunque de intenciones como èsa estè empedrado el camino al infierno que segùn yo no existe. Ya todos se dieron cuenta que Fausto no se me quita de al lado, pero todos como si nada. El general de ejèrcito incluso ha manifestado tener grandes esperanzas para èl, dice que no es un cadete cualquiera. Sus padres, quienes ya le confesaron que no eran sus progenitores biològicos, estàn que revientan de orgullo. Parece que el revelarle el secreto a medias de su origen no le ha afectado para nada. Y yo no puedo evitar el sentirme halagada, orgullosa de ser yo a quien miran como la gallina que està incubando este huevo de oro. Es exquisito en todo el sentido de la palabra, sabe hasta cantar lieders de Schubert y Faurè. Es casi como tener de vuelta a Làzaro. Serà hijo suyo y con quièn? A quièn amò mi Làzaro, dejando esta alhaja viviente, de veras no sabìa que me dejaba este regalo para que con el tiempo disminuyera el dolor de su pèrdida..? Serà la vida tan circular?Tendrà razòn a final de cuentas Arnold Toynbee cuando afirmò que la historia era cìclica?
Anjanet una tarde se fue sola al mall de Plaza Inter. Cuando iba bajando por las escaleras elèctricas, las que Fausto llamaba la andeja de los pies boludos, se tropezò con una preciosa rubia y las dos cayeron al piso. Anjanet se levantò primero y le ofreciò una mano a la joven, quien la mirò como si estuviera viendo al diablo. Rechazando la mano de la militar, la chela se incorporò y le dijo con saña:-Siempre atropellando ella a todos, verdad, Andrassy?
Anjanet quedò asombrada ante la carga de odio que vio en los ojos grises de la mujer.-Quièn es usted? Còmo me conoce?
-Usted es la vieja que se deschincacò en un helicóptero cuando yo estaba chiquita, y quedò toda mal colgada como vampiro azotado en una cama de hospital. Mi mamà la cuidò a usted para desgracia suya, cuando usted quedò en coma y se le habìa muerto el querido. Parecìa la bella durmiente y resultò ser peor que hacer un trato con el diablo.
-Tu nombre?
-Eva Ingrid Wallenstein, hija de Mara Wallenstein Borge, su enfermera. Mi madre a veces me llevaba consigo al hospital militar, cuando le tocaba quedar de china de usted y aunque era prohibido meter chiquitos al hospital. Yo tenìa como 7 años, y la miraba en la cama, que estaba tendida como una princesa de cuentos de hada, tan linda con ese pelo color Fanta Uva que ahora parece estropajo sin color, y mi mama la atendìa con tanto primor, y yo la miraba con miedo.Era como una santa, pero una santa rara, porque la mayor parte de santas de los catòlicos son vírgenes y usted era obvio que no cuando se le fue saliendo la panza!
Anjanet casi se desmaya. Al verla pàlida, temblorosa y con el labio superior perlado de sudor, la rubia tuvo piedad de ella y le dijo:-Venga, sièntese en una banquita. La menopausia nos hace trastadas a las mujeres, aùn cuando sean malèvolas como usted. Venga. Cuidado me pisa las compras.
Cuando el vèrtigo se le pasò a Anjanet, mirò detenidamente a la bella rubia que estaba al lado.-Malèvola yo por què? Y de què barriga estàs hablando?Tu madre estaba encinta?Yo no lo recuerdo, si ya estaba madurita como yo.
-Yo la creo malèvola porque usted mandò a matar a mi mamà porque sabìa demasiado. Y la embarazada efectivamente era usted, el tipo que se muriò la dejò preñada. No se acuerda? O se hace la sueca, porque el sueco era mi padre?
-Eva Ingrid, yo no recuerdo ese embarazo. Yo quedè en estado de coma por màs de un año. Cuando despertè quien estaba a mi lado era Mara, quien me contò que era viuda de un señor cooperante sueco. Yo no recuerdo haberte visto a vos, quizàs te llevaba cuando yo aùn no habìa recobrado el conocimiento. Y yo adorè a tu madre, nunca supe màs de ella, jamàs la hubiera mandado a matar. Que yo sea militar no significa que yo sea matona. Contàme de la barriga!
Algo en la angustia de Anjanet convenciò a la chela para que se apiadara de ella y le contara todo lo que ella recordaba.- Mire, yo no tengo mucho tiempo pues me escapè de mi trabajo y por usted me van a correr. Es una historia bien larga. Cuando yo la conocì mi padre tenìa ya un año de muerto. Falleciò de un infarto. Como yo era la hija màs pequeña, y la màs apegada a èl, al faltar mi papa mi madre a menudo me andaba con ella. Mi mamà hablaba incesantemente de su paciente estrella, de la condesita hùngara, que es a como ella la llamaba. Habiendo oìdo tantos cuentos de princesas en boca de mi papà, yo la neciè tanto que me llevara a conocerla que mi madre accediò bajo la condiciòn que no hiciera ruido y que nadie se diera cuenta en el hospital o la corrìan a ella. Aunque mi mamà recibìa pensiòn de viudez del gobierno sueco, necesitaba su empleo pues èramos varios hijos. No podìa darse el lujo de perder su empleo. Pues una noche fui y cuando pasò la enfermera en jefe, yo me metì en un armario. Se veìa tan linda en su camisón verde, en la cama, a pesar de moretones que le habìa quedado tras el accidente y que poco a poco se fueron desvaneciendo. Pronto me di cuenta que la barriga le iba creciendo. Mi mamà me explicò que usted estaba apunto de casarse cuando tuvo el accidente, y que el hombre que muriò en el otro helicóptero era un cubano que usted querìa mucho. Yo continuè yendo escondida al hospital varias veces, y pude ver que cada vez estaba màs barrigona. Un dìa, ya la encontrè chata. Mi mamà me llevò a ver al bebè, que era lo màs lindo que he visto en mi vida. Era pelirrojo, muy grande y naciò con los ojos azules abiertos. Usted seguìa como dormida, y tenìa una cicatriz rosada en la barriga, porque la partieron como sandìa para sacarle al muchachito. Unos dìas màs tarde, mi mamà me dijo que iba a ir a los departamentos en misiòn especial. Nunca màs vi al bebè.
Unos meses después usted se despertò y mi mamà no me quiso llevar de nuevo a verla, hasta que la pusieron en andarivel para que caminara, pero eso fue mucho después. Mi mamà no tuvo tranquilidad desde que se fue por dos dìas fuera de Managua a esa extraña misiòn. Tenìa pesadillas y mucha indigestión. Decìa que veia al diablo en el fondo de las botellas de Cocacola.
-Su mamà no muriò de càncer?
-De càncer jamàs, mi mamà muriò durante una cirugía. Le dijeron que tenìa un càncer hepàtico, y la metieron al quirófano para supuestamente extirparle un tumor antes que se le regara a otros òrganos, pero del quirófano no saliò viva. Nos prohibieron que la viera muerta, me la dieron en una especie de tambor de hierro. Esto fue a dos años de la extraña misiòn de mi mamà fuera de Managua. Pero usted sabe que a los sandinistas nada se les podìa replicar pues nos hacìan las de Stalin y nos convertìamos en no personas. Ella dejò una nota en la que confiesa que cualquier cosa le podrìa pasar porque era testigo de algo muy gordo. Yo nunca he leìdo la nota, la tiene mi hermano mayor el que vive en Suecia. Pero todos mis hermanos decìan que los militares la habìan matado, y que una de las còmplices era ud.
-Pero lo raro es que no tengo cicatriz de ninguna operación cesàrea, Eva. Si yo hubiera tenido el bebè que vos decìs, tendrìa marca.
-Mire doña, no sea ingenua. Cuando yo tenìa 11 años me caì de un bicicleta y me quedò una enorme marca en la pierna izquierda, pero ya no la tengo. Un amigo de mi papà me consiguió que me operaran en Estocolmo, y la cirugía fue tan exitosa que ud. me mira de shorts y no ve cicatriz alguna.
-Hay forma de obtener copia de esa nota que dejò Mara?
-Le puedo escribir a mi hermano en Suecia a ver si estima conveniente facilitarle una copia por correo electrònico. Mira, coronel, yo entiendo que usted ha pasado por muchos lìos en su vida, pero de alguna forma al enlazarse la vida de mi madre con la suya mi familia saliò perdiendo, y còmo perdimos. Que sea culpa suya o no, o del destino, igual resultado tuve, que perdì a mi madre. Quizàs en el hospital militar, se me ocurre, puede haber alguna pista. Usted debe tener acceso a su expediente, no?
-Eva, no la detengo màs. Incluso, si quiere la llevo a donde vaya. No la culpo de sentir hostilidad hacia mì. Ud. asocia la desaparición de su mamà con el hecho de haber estado envuelta en mi caso.Buscarè en el hospital, y ud. hàgame el favor de indagar con su hermana sobre el contenido de esa nota.He aquì mi tarjeta, llàmemem cuando sepa algo. Es crucial que lo haga, porque me temo que estoy metida en lìos y no me doy cuenta de la envergadura de los problemas que tengo. Hàgalo por piedad, y por el recuerdo de Mara, a quien quise mucho. Lamento que ella haya perdido la vida, nunca la olvidarè.
Eva Ingrid Wallenstein mirò a Anjanet con làstima. La recordaba como una princesa de cuentos de hadas y ahora la pobre mujer parecìa estar metida en serios problemas. Se comunicarìa con su hermano. Presentìa qu la coronel lo iba a necesitar. –Gracias, ando mi propio carro.Ya la llamarè, confìe, y dispense mi groserìa inicial.

El golpe final de la tragedia, o lo que pudo haberlo sido, lo dio el hermano de Eva Ingrid Wallenstein.Mandò raudo una copia de la nota dejada por su madre, en la cual Mara en su puño y letra, narraba su visita a Matagalpa al hogar de los colaboradores del Frente Sandinista, Marìa Abaunza y Fausto Vogl. Dio la fecha exacta del nacimiento de Fausto, sus impresiones sobre Marìa, la mujer que cargò al nene, y la posterior pèrdida de su empleo en el hospital, siendo acusada de malpraxis. No escatimò descripciones para el proceso que le fue llevado, amañado, y luego la farsa de su reivindicación, su reintegro al hospital militar y finalmente el diagnòstico sorprendente de que tenìa càncer hepàtico. Toda la narración abarcaba el perìodo de dos años después del nacimiento del hijo de Anjanet Andrassy y del cubano fallecido en el accidente aèreo. Acusaba directamente a los altos mandos del ejèrcito, en particular a Itamar Vèlez Castro, al general de ejèrcito de entonces, y a varios màs que ocupaban cargos encumbrados en la actualidad. Escribiò tener enormes remordimientos de conciencia al haber entregado al hijo de su paciente a extraños, se recriminaba no haber luchado por entregar al bebè a la abuela materna, y confesaba no dormir tranquila. Tambièn mencionaba el constante sangrado del cordòn umbilical del niño, y se lamentaba no haberle confesado a Marìa Abaunza sobre ese problema.
Anjanet llorò sobre el teclado de su computadora sin saber què hacer. Su asistente Rafael, quien nunca la habìa visto llorar, saliò huyendo como alma que se lleva el diablo. No se imaginaba què lìo tan gordo habìa encontrado su jefa en su buzòn electrònico que le hiciera reaccionar asì. Lo peor es que aùn sabiendo que Fausto es el hijo que me quitaron, lo sigo deseando como hombre. Nunca he amado a nadie como a èl, ni siquiera a su padre,Làzaro. Esta es la maldición de Fekete Stefan, de eso estoy segura! Y solo los hijos de un ìncubo, segùn reza la leyenda hùngara, sangran sin cesar hasta el decimotercer dìa tras su nacimiento. Quièn era Làzaro, en realidad?De veras me amò? Yo no creo en engendros ni cosas raras, ni si podrìam amar en caso de existir? En ese caso, la fuente a consultar serìa a mi hija Alesia, que va a ser rabina para expiar los pecados de su desnaturalizada madre que soy yo. Y si era un engendro extraño, còmo pudo morir a como lo hizo? Pero huy, mujer, si nunca viste el cadáver.No quedò cadáver! Nada quedò del choque de helicópteros. Y los fenómenos extraños? Las formas aladas que ves en los ojos de Fausto al estar juntos? Y los cuadros cambiados de tu oficina? Y el excesivo fervor religioso de Alesia, como que huele que un dybbuk, o algo te persigue? Y la marca de tulipàn que sus dos hijas cubanas dicen tener donde termina la nalga? Todas las señas estaban ahì todo este tiempo, y no las he querido ver.En realidad no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Runrún se fue pàl norte, no sè cuando vendrà...la letra de la canciòn de Violeta Parra invade los oìdos de Anjanet. Es Fausto, ensayando con la estudiantina que formò. Fausto y la misma voz de Làzaro. Alagranputa, mi hjo. Mi propio hijo nacido como en un ensueño, de mis entrañas en coma pero activas.Yo lo hice. Fue lo ùnico que me quedò de Làzaro, aparte del recuerdo, y la entrañable amistad con Yvania y sus dos hijas. Yo debì haber sospechado cuando pasò aquel destello cobrizo por mi ventana, un señuelo de la memoria, una carnada que el pasado me lanzaba, y yo mordì. Y con què gusto que mordì. Ahorita lo oigo y la voz me atrae como anzuelo mordido por un pez feliz de estar destinado a morir en un plato de sabrosura. Voy tras de èl porque nunca me he aprendido nada mejor que la senda hacia èl. Y ahì està, concentrado.Toca el charango con la misma destreza que lo hacìa Làzaro. Los otros le siguen la pista, es un líder natural. Hasta Itamar habla de que conozca a Austerlitz. Sì, que la conozca pero nada màs. Es incesto. Pero yo tambièn ya lo cometì, ya me fui a la cama con èl en algunos de los momentos màs increíbles de mi vida, y lo seguirìa haciendo de buena gana. Lo hice tan bien.
-Bueno, coronel, me alegro que ya se sienta mejor-saluda Rafael, el asistente de Anjanet.-Fausto, una de Vìctor Jara para tu teacher.
-Ya estàn como listos para el festival que serà el viernes, muchachos?-pregunta Anjanet.
-Unas tres sesiones màs y creo que sì, coronel.Oiga esta del Pimiento de Vìctor Jara y me va a decir que Katy y Martinica no desafinan? Estàbamos pensando en hacer una estudiantina de solo machos, como los coros cosacos del ejèrcito rojo de Rusia, pero quièn la aguanta a usted acusàndonos de machistas? Es que estas cipotas no ponen cuidado. Oiga, oiga-dice Fausto tomando el charango de nuevo y empezando a tocar.
Anjanet se quedò un rato escuchando a los cadetes cantar. No podìa dejar de admirar a Fausto. Era el 10 perfecto que creyò encontrar en Fekete Stefan, y luego en Làzaro Patricio. Era una ironìa del destino. Pero le faltaba encajar la ùltima pieza del rompecabezas. Habìa solicitado su expediente en el hospital, pero se lo habìan denegado, lo cual le causò ira pero no sorpresa. Era de esperarse. Le adujeron que por ser ella uno de los mandos claves-palabras lisonjeras-no podìan soltarlo asì como asì, màs por el accidente en el cual estuvo involucrado un asesor cubano que se suponìa no debìa haber hecho semejante trastada. Pero sabiendo que la corrupciòn reinaba en toda esfera gubernamental, Anjanet le habìa untado 300 dòlares a alguien que trabajaba en registro y esa misma noche iba a tener su expediente ìntegro ante sus ojos.
Mientras la hora de recibir el expediente llegaba, estaba sumida en la incertidumbre. Se refugiò en su oficina.El bunker, a como le llamaba Fausto.
Prendiò al màximo el aire acondicionado y se repantigò en el mullido sofà. Sin darse cuenta debiò haberse quedado dormida, y se despertò cuando Fausto se sentò en un sillòn y comenzò a contemplarla arrobado.-Nunca te han dicho que sos perfecta, mujer?
-A què horas entraste? Tenès rato de estar acà?Ni ruido hiciste.
-Acabo de llegar. No te quedaste hasta el final del ensayo. Llevamos tambièn en repertorio El Breve Espacio ...Te veo cansada, deprimida, aflatada...otra vez el general dando guerra?No me digàs que ya comprò la carroza fùnebre para llevar a tu amada tìa polìtica?
-Vos sì que sos macabro, Fausto, aunque no me extrañarìa algo asì de Itamar. Pues estoy ansiosa de ver un expediente que me vana traer.
-Vas a entabar a alguien con auditorìa militar?
-Me podrìa caer a mì si se enteran. Es mi propio expediente. Mirà, Fausto, ya que estamos aquì...una pregunta. Còmo te sentìs ahora que sabès que Marìa y don Fausto no te engendraron?
-Yo me siento igual.Siempre fueron mis padres, nunca me causaron daño, es lo mejor que pude haberme topado en la vida. Si posible los quiero màs pues sin ser yo nada suyo por consanguinidad, me dieron el mismo cariño y respeto que le brindaron a mis hermanas. Por ese lado no hay trauma, aunque te confieso que quisiera conocer a la señora que me trajo al mundo si aùn està viva. Especulo si ella se parece a mì, si es bonita, si tenemos algo en comùn.No le tengo rencor.Ella debe haber sabido lo que hizo al soltarme en adopciòn. Quizàs no era el momento adecuado para cargar conmigo. Por el señor que me engendrò, si mi mama dice que està muerto y no hay nada que hacer, no me voy a quitar la vida por gusto.
-No guardas rencor por tu progenitora biològica, entonces?
-Claro que no, mujer! Imagìnate que a esa doña le debo estar acà, mas bien le agradezco el palo que echò para hacerme. Y creo que, vanidad aparte, trabajò muy bien.-comentò Fausto alzando una gruesa ceja negra con picardìa.
-Sos un hombre imposible, Fausto!-dijo Anjanet soltando una carcajada.-Quizàs por eso es que sos ùnico para mì.
Un ligero toque a la puerta sacò a Anjanet de la conversaciòn.-Adelante.
Rafael, su asistente, entrò con un grueso folder verde.-Coronel, le mandaron esto del hospital militar. Se lo enviò doña Layla Gonzàlez.
-Gracias, Rafael.
-No me va a necesitar para nada?
-No, hijo. Ya te podès ir a la casa, cualquier imprevisto,Fausto me echarà una mano.
-Permiso para retirarme,coronel.
-Permiso concedido. Que pasès buenas noches y saludos a tu papà.
El expediente yacìa sobre el escritorio de Anjanet. Mirò detenidamente a Fausto. –Es mi propio expediente. Fausto, de lo que mire ahì, dependerà lo que sea mi vida de ahora en adelante. Pase lo que pase, yo siempre te voy a seguir adorando. Lo que no sè es de què forma.
Fausto palideciò.-Tenès alguna enfermedad grave?Leucemia?Càncer?
-No,Fausto.Estoy en buena salud. Pero hay algo que no sè de cuando estuve en coma que tengo que confirmar. Esta es la ùltima pieza de un rompecabezas. La otra pieza està en mi buzòn de correo electrònico, en mi correo privado en yahoo. Fausto, yo sì tuve un hijo , un varòn. Antes de casarme con Itamar. Eso le quitarìa la primogenitura a las gemelas mayores. Varios testimonios que yo desconocìa corroboran eso. Pero si de veras mi embarazo mientras estaba en coma es realidad y no ficciòn, o un delibab-o sea un espejismo como los que ven los hùngaros en su planicie-aquì debe estar.
-Puedo quedarme con vos?-preguntò Fausto.
-Es elecciòn tuya, pero si de veras sentìs algo por esta vieja, deberìas quedarte y ver el expediente conmigo.
Con manos temblorosas, Anjanet abre el folder. Comienza a leer. Hay tèrminos mèdicos que entiende a medias. Los tèrminos de las fracturas, las operaciones, y ahì està. Estado de gravidez no alterado por la anestesia. Primìpara. Hay adjuntas dos làminas de ultrasonido y ahì està. La primera foto del bebè que nunca conociò a su debido tiempo. Una làgrima silenciosa baja de su ojo izquierdo. Luego descubre los datos del parto, 6 de junio de 1985 a las 3 de la madrugada, varòn, pesò 10 libras y media. Naciò mediante una cesàrea con una especie de velo sobre el rostro, como Edgard Cayce el vidente norteamericano. El corte del cordòn umbilical inicia una hemorragia. Màs adelante en el expediente Anjanet descubre los datos de su cirugìa cosmètica mediante la cual le borraron la cicatriz del vientre. Està la firma del galeno que la ejecutò. Ese cirujano ahora es mayor del ejèrcito. Expplorando el expediente, Anjanet rememora su rehabilitaciòn, la constante vigilancia de Itamar, la desapariciòn sùbita de Mara Wallenstein Borge cuando ya estaba ponièndose de pie. Todo coincide. Le secaron la leche de los senos mediante quìmicos. Tras una hora de examinar su expediente, mira de frente a Fausto.El le dice:-Fotocopialos en la màquina que tenès aquì. Es tu prueba. No lo devolvàs sin dejarte copia.
Entre ambos fotocopian los documentos. Ninguno se atreve a hablar.
Una vez que han copiado todos los documentos, Anjanet se tiende sobre el sofà. Fausto se sienta al final del sofà y le toma la cabeza en su regazo.
-Serìa demasiado ambicioso pensar que el bebè que te quitaron y yo somos la misma persona..?
-Aunque te parezca mentira, todo parece indicarlo, y por eso es que me preocupa. Comenzamos la relaciòn por el lado menos adecuado. Pero lo peor es que aùn sabiendo que sos el bebè que yo perdì, igual me incendio apenas te veo.Debo ser una aberrada de cuidado.
-No te sorprendàs si yo te digo lo mismo. No era inocente cuando caì con vos, ya tenìa experiencia desde los once años. Y nunca me habìa sentido igual. Quisiera poder quitarte de encima a Itamar, casarme con vos y aùn asì tener hijos. Tan aberrado el chatel como su mama, verdad?
-Itamar fue complice en separarme de vos, Fausto. Tomò una decisiòn que jamàs debiò haberse dado. Yo tenìa derecho a quedarme con vos. Tenìa mis propios medios òmo educarte y criarte, y el estigma de madre soltera lo hubiera soportado. Aunque suene a disparate, incluso sos un noble.Un conde. Al morir mi padre, y al fallecer yo, el tìtulo te queda a vos.
-Eso no tiene importancia comparado a la suerte de ser tu hijo, Anjanet. Soy un hombre afortunado. Tengo 8 hermanas acà y dos en Cuba. Què vas a hacer con Itamar?
-Me dan ganas de mandarlo a que le limpie las meadas a su tìa Chepa en la casa que comprò con los 35 mil dòlares. Esto merece càrcel, una demanda de divorcio y una investigaciòn completa dentro de las fuerzas armadas. Tengo que devolver el expediente esta misma noche a la señora que me lo facilitò o la echan presa. Vas a contarle a tus padres que ya diste con tu madre biològica?
-Que me aconsejàs?Me muero de ganas.estaràn felices, te admiran mucho.
-No lo hagàs aùn. Quiero seguirte gozando màs.
-No sè si estoy loco yo tambièn, pero primero sos mujer, despuès el resto.

Tras dejar el expediente en casa de la asistente de registro del hospiatl militar, Anjanet se fue a casa. Estaba exhausta. Itamar la estaba esperando.Como siempre. Sintiò un asomo de làstima por su esposo. Comieron juntos en silencio. Luego ella le dijo a quemarropa:-Por què me quitaste al niño cuando yo estaba en coma y se lo dieron a los Vogl?
Alivio. Una sensaciòn de desmigajamiento de una enorme roca. Por fin el gato se habìa salido del costal. Presa de la ira pero sin alterar la suaviodad de su voz, Anjanet continuò:-Que nadie hablara de las sobras del cubano, verdad? Aunque tu tìa sì puede hacerlo aùn viviendo en mi casa. Asì te ganaste tus estrellitas de general, apartando a una madre de su crìa. Làzaro no existiò, borròn, y hasta un borròn en mi barriga para que no supiera del niño. Lo fuiste a botar a Matagalpa, a casa de unos cheles adinerados que le habìan servido bien al Frente Sandinista, porque los Vogl fueron ingenuos y uno hace lo que puede por proteger al patrimonio y a la familia. Criaron muy bien a Fausto, hasta a vos te encanta el chatel. Pero lo siento, no es partido para Austerlitz porque eso es incesto. Siempre maquinando, general,verdad? Todo en tu tablero de ajedrez?
-Sos buena investigadora, Anjanet. Te rindo el charro. Fue por tu bien. Còmo supiste?
-Con el instinto materno no se juega, y desde que Fausto pasò meneando la luenga cabellera roja por mi ventana supe que era èl. Me hiciste perder casi 20 años de su vida, no vi sus primeros pasos, ni le enseñè a leer yo, ni le velè sus enfermedades infantiles. Te hubiera gustado que te quitaran a las niñas y se las dieran a otro a criarlas?
-Por supuesto que no!Y ahora què vas a hacer conmigo.?Echarme a auditorìa militar? Obligar a tu ex jefe que se venga de su retiro dorado, deje sin regar sus bonsais y sin comer a su colecciòn de chihuahuas que parecen Speedy Gonzàlez, y sdñar con enjuiciarlo? Hacer en los periòdicos un destape? Convertirte en una coronela renegada, como el maje escondido en la selva vietnamita a quien personificò Marlon Brando en la cinta Apocalipsis Ya? Esto no es el Derecho de Nacer y Fausto no es una Albertico Limonta, mujer, por mucho que la Esperanza Romàn haya hecho las delicias de la gente en los tiempos en que la Radio Mundial pudo haber sido una genuina emisora. En la vida real las cosas son distintas. A veces esos doctoraditos y demasiadas pestañas quemadas entre libros enferman la cabeza de la gente...Yo protegì lo que yo querìa y èsa para mi mal o mi bien eras vos, y si no te hubiera dejado sin el chavalo no te casàs conmigo. Yo fui claro, querìa tus genes para mi descendencia. Yo estoy contento, Obtuve lo que querìa. Tengo cinco esplèndidas hijas y me envidian la mujer que tengo. Si en el proceso debì apartar otras cosas, bueno, he ahì el resultado.
- Sos un monstruo! Has odiado a Làzaro tanto que ni querìas mencionar su nombre. Como el niño es hijo de Làzaro.
Itamar sonriò socarronamente.-Y segùn vos quièn fue Làzaro?
-Es el ùnico hombre a quien he amado!
-Mirà, Anjanet, eso puede que sea cierto y lo tomo con naturalidad. Nadie se casa con su primer fogonazo. Pero dejàme contarte algo. Aùn en el peor de los accidentes, algo queda de las vìctimas. Te acordàs del accidente de SAHSA en 1989, cuando el aviòn pegò un piñazo mortal en el Cerro del Hule en Honduras? Aùn cuando muchos pasajeros quedaron como carne molida, habìan esos restos. Grotesco, no? Pero ahì estaban los restos, algunos fueron a parar a la fosa comùn en San Pedro Sula, donde està entre ellos aquella chef cuyos pobres restos dejò botados su hermano Rolando para poderle sacar mayor indemnizaciòn a la aerolìnea. Pero en el caso de tu choque de dos helicòpteros, vos y dos pilotos sobrevivieron. El resto de la gente se muriò y encontraron vìsceras colgadas de los àrboles, o restos del unifgorme que llevaban. Solo de Làzaro no hubo nada. Ni su cadenita de oro que andaba, ni nada de nada de nada.
-Me estàs diciendo que Làzaro no existiò?Pero si vos mismo lo conocìas.
-Completamente de acuerdo, mujer. Pero lo que te mata es ese ateìsmo. Nuestra hija Alesia va a ser una tremenda rabina y explica muchos fenòmenos con claridad. Harìas bien en sacar tiempo para escucharla.
-El judaìsmo tiene una explicaciòn?
-No solo el judaìsmo. Los ìncubos existen, han sido reportados, y pueden engendrar en una humana. Son diablos que se nutren de la sexualidad reprimida de las mujeres, y Làzaro era uno de ellos. Puede preñar a una mujer, y èsta puede tener un hijo que aparenta ser igual que todos los otros. Se reconocen porque el ombligo les sigue goteando por trece dìas despuès de su nacimiento.
-Lo que menos necesito como explicaciòn es oir semejante barco de disparates saliendo de tu boca. Me parece mentira de que haya alguien quien se vanagloria de su sensatez y pragmatismo y estè vomitando tanta mierda. Mejor voy a traer un rollo de papel higiènico para que te limpiès.
Làzaro no fue ni un dybbuk ni un ìncubo ni nada por el estilo.
-Ofensiva como siempre. Bueno, antes que nos acabemos dando de porrazos dejàme transmitirte un mensaje que sì te va a interesar. Tu hermano mayor està murièndose en Parìs. Llamò su esposa para avisarte. Està en el hospital Americano y quiere verte por ùltima vez. Yo de vos la llamo a este nùmero que ella dejò. Creo que esto tiene prioridad.-dijo Itamar entregàndole un papelito con un nùmero escrito en tinta verde.
Anjanet saltò como si tuviera resortes y marcò el nùmero. En efecto, Fekete Stefan estaba muy grave, y la esposa de èl le dijo que fuera a una agencia de viajes a retirar su pasaje para que se fuera de inmediato para verlo antes que muriese. Anjanet quedò anonadada. Itamar sencillamente puso el auricular del telèfono de vuelta en su cuna, y suavemente guiò a su esposa al dormitorio. –Despuès me matàs o me echàs de la casa. Hoy hay que dormir, mañana vas a la agencia y das tus vueltas para irte. Yo me quedo con las niñas.
El sùbito viaje no le dio ni tiempo para explicarle a Fausto lo que sucedìa. Dos dìas despuès de haber llamado a su cuñada, Anjanet arribaba en Parìs.
Dejò sus maletas en un hotel y se apresurò hacia el hospital. Ahì estaba Fekete Stefan, el hombre que le habìa echado una maldiciòn porque ella no lo quiso. Estaba tan bello como siempre y no parecìa enfermo. Cuando la esposa los dejò a solas, èl sonriò.-Ya me puedo morir pues tuve la satisfacciòn de hacerte venir corriendo.
-Què tenès?
-Estoy presentando sìntomas de una leucemia terminal. En realidad no tengo nada, solo ganas de morirme pues ya estoy cansado. Podrìa seguir viviendo por años, pero no tiene sentido vivirlos sin vos. Veo que en tu caso has podido vivir bien sin mì. Estaba bueno el cubano, no?
-Dejemos a Làzaro en paz.
-No porque èl tampoco tendrà paz. Yo te lo mandè, estaba en mi poder y lo hice. Fuiste feliz por un rato, pero no podìa conciliar el sueño pensando que podìas ser feliz sin mì.
-De què estàs hablando, Stefan?
-Làzaro era un ìncubo, o dybbuk, y nada màs. Yo sè que no creès en nada de eso. Te hizo el hijo que yo no te pude dar, porque jamàs hubieras tenido un hijo conmigo. Una vez cumplido el cometido, no lo necesitabas màs, aunque estabas convencida que sì estabas enamorada de èl. Ocupò el cuerpo, por cierto impresionante, de un asesor militar cubano. Làstima porque lo perdieron su esposa e hijos en este enredo.
-Primero me sale mi marido con una monserga similar la noche en que me avisaron que te estabas muriendo, y ahora vos. Estoy rodeada de disparate. Mi vida es un disparate, un delibab. Entonces Fausto se me va a desaparecer en aire fino cualquier tarde?
-Te aflige la idea, no? Podrìa ser, pero no. Creo que ya la maldiciòn que te echè me fue cumplida. Estaba tan sabroso como yo, tu Fausto?
-Si no fuera porque estàs en cama te cruzo la cara de una bofetada.
-Hazlo, Anjanet. Lo merezco. Lo que le hagas a este cacaste que queda de mì no tiene importancia. Tuve mi venganza, la gocè, pero al final de cuentas quien quedò màs adolorido fui yo porque eres la ùnica persona a quien en realidad he amado,y ya enredarse con los sentimientos de madre como que es demasiado, incluso para alguien como yo.
-Y què va a pasar cuando ...te hayàs ido?
-Me alegra saber que te duele la idea de mi muerte. Bueno, van sacar mi corazòn y te lo llevas tù , aunque me gustarìa que tambièn te llevaras algo màs de mì...luego a cremar mis restos y me echaràn en el Rìo Moldavia. Solo asì descansarè.
-Nunca se te quitò lo grotesco. Pero...y Fausto?
-Fausto siempre serà tuyo, de una manera u otra. Muriendo yo, muerto el perro se acaba la rabia. Todo lo que maldije acaba.
-Nunca he creìdo en babosadas religiosas, pero ya es demasiada coincidencia.
-Me hubiera gustado conocer a Fausto. Bueno, demasiado tarde. Creo que ya me voy. Siento una gran lasitud entrando a mi cuerpo.Quiero un ùtlimo beso.
Anjanet se sintiò sobrecogida por la emociòn y comenzò a llorar. Le dio el ùltimo beso a su medio hermano y èl soltò un ùltimo suspiro con su nombre.
Tras extricarle el corazòn al difunto, cremar los restos y empacarlos en una urna donde la esposa llevarìa las cenizas para depositarlas en el rìo Moldavia, Anjanet no sabìa què hacer con su macabro legajo. Para colmo faltaba màs: la lectura del testamento. Cuando Anjanet regresò a Nicaragua exhausta y pàlida, cargando el corazòn del hombre que le hizo trizas la vida, una gruesa transferencia en dòlares, casi dos y medio millones, le habìa sido depositada en una cuenta solo a nombre suyo en un banco privado. Ni querìa esa plata, y tenìa que buscar dònde sepultar el corazòn de Fekete Stefan.
Itamar, Fausto y las cinco hijas la estaban esperando en el aeropuerto. Llevaron a la extenuada mujer a casa, y durmiò su jet lag por dos dìas. Itamar llamò al mèdico, creyendo que era muy raro que rehusara despertarse. El galeno le recetò inyecciones de complejo B para el cansancio. La maleta con la macabra reliquia fue abierta por Alesia, quien decidiò que iba a ser enterrada en el patio de la casa con ritos judìos.-Era mi tìo, despuès de todo-dijo a manera de explicaciòn.
-Mamà. El general quiere que viva con ustedes acà en Managua cuando me gradùe. Mis padres estàn de acuerdo.-dijo Fausto.
-Ahora puedo mandarte a West Point, hijo. Stefan dejò mucho dinero para mì.
-No vas a dejar a Itamar.
-No.
-Entonces acepto irme a West Point o a Sandhurst apenas me gradùe el año que viene.
2011

La mùsica de la marcha Pompas y Circumstancias retumba en el auditorio. Un chiquillo pelirrojo grita.-Mamà. Mamà ya estàn saliendo los graduados. Vamos por Fausto.
Anjanet, su esposo Itamar, las cinco muchachas pelirrojas con Alesia portando un precioso traje a la antigua usanza judìa, las tres hermosas rubias que son las hermanas adoptivas de Fausto, sin olvidar a sus padres adoptivos, se levantan para seguir a su familiar. Ha egresado entre los mejores de Sandhurst, donde estudiò Winston Churchill. Anjanet està algo cansada, pero asì ha estado desde que tuvo a Stefan en medio de la menopausia, unos años atràs. Stefan es pelirrojo, bellìsimo y su cordòn umbilical sangrò por trece dìas despuès de su nacimiento. Tiene una energìa inagotable que su madre le envidia. Pero ni Fausto ni èl son delibabs.El embajador de Nicaragua ante la corte de San Jacobo se suma a la celebraciòn familiar por la graduaciòn de Fausto y la felicita, congratulaciones generala por producir siempre excelencia. Y cuando ella se va a arreglar el peinado al baño de mujeres, tras su corte de paje ya completamente blanco y los aretes de bronce con oro, le parece ver una sombra pelirroja que sonrìe desde la nada. Làzaro, o Stefan? No importa. Ya està resignada a que los delibabs son parte intrìnseca e inexpurgable de aquel fuero interno de hùngara marcada por el kismet, y que sabe que no tendrà paz quizàs ni despuès que muchos años màs tarde, con honores militares y mucha pompa, viertan sus cenizas en el rìo San Juan, porque ella tambièn al igual que Fekete Stefan, Làzaro Patricio Siqueiros y hasta su propio esposo, empeñaron lo que muchos llaman alma por cumplir el delibab del poder en esta vida.

Cecilia Ruiz de Rìos, 8 de abril de 2007.