LA BALA PERDIDA
"La bala que me hiera será bala con alma" Salomón de la Selva
Cecilia Ruiz de Ríos
No sé por qué pero desde que nací en Estados Unidos sabía que estaba destinada a vivir uno de los romances más estrambóticos de todos los tiempos. Nada de mi apariencia o configuración me distinguía de tantas miles, millares de otras como yo, no era nada especial, pero desde ese momento recuerdo que me dije que iba a ser especial, memorable, inolvidable. No era un complejo de Mae West susurrando que vinieran a verme alguna vez.Yo tendría que ir a buscar ese destino inescrutable, increíble, único, irrepetible e inescapable. Era una gringa dorada más y punto pero algo me indicaba que estaba destinada a ser una protagonista fuera de serie. Pasé mucho tiempo aburrida, me sentía atada como en una caja de nada, gravitando en espera del suceso, de ese momento mágico en que iba a ser catapultada hacia el evento decisivo y único, esperado y temido a la vez. Comprendí lo que sentían los óvulos gravitando en la maduración de un ovario, o un feto esperando que se rompan las aguas y asomar al mundo. Pero mi fecha de encuentro ya estaba marcada por lo que los árabes llaman kismet, destino, si ud. Quiere fatalidad.
En 1984 conocí al gran amor de mi vida. Andaba con unos pantalones camuflados flojos, una cámara de video al hombro y exhibía un pelo de lianas de varios tonos del caoba. Nos conocimos en Jalapa, Nicaragua, tan lejos de mi sitio de nacimiento en Estados Unidos. La venían siguiendo y como era algo rolliza, le costó subirse a la escalerita que la adentraba al helicóptero militar que la regresaría a ella, otros militares y a 4 corresponsales europeos de vuelta a Managua. Un especie de ruidaje que era el ruido de gatillos, proyectiles silbando y las aspas del helicóptero me desorientaron un poco, pero cuando ya me supe ubicar, el encuentro se había dado.
La mujer se acomodó en el helicóptero junto a un chele francés más hediondo que todas las cebollas del mundo puestas juntas. Este chele la miró con alarma y le dijo que se mirara el pantalón lleno de sangre. Instintivamente la señorita miró a su entrepierna, el sitio más lógico si se es mujer en edad fértil. El francés tuvo la gracia de sonrojarse para decirle que no, no era la regla, sino más abajo. Fue cuando la mujer miró la pata izquierda de su pantalón hecha trizas, y un mar de sangre brotaba de atrás de su rodilla."Pero no sentí nada, merdouze, no sentí nada y me dieron! "recitaba como si estuviera declamando a Walt Whitman o a Guillermo de Aquitania si ése más les gusta.
Era como si estaba indignada que le habían pegado un tiro y ella era tan estúpida como para no haberse dado cuenta. Al lado suyo, un rubio nicaragüense con grados de capitán se sacó un gran pañuelo y le ataron un torniquete fuertemente para evitar que perdiera sangre. El rubio nica le acunó la cabeza entre sus brazos y le dijo,"Ya está,gorda,ya Bat! Ya te llevaremos al hospital militar, pero take it easy,okay?" Era obvio que le costaba sacar palabras tiernas a este hombre, pero era evidente que estaba terriblemente preocupado.Le fue hablando en inglés a lo largo del viaje del helicóptero, y yo iba entendiendo todo lo que le musitaba. Algunas cosas me desgradaban. Quién era él para tocar al amor de mi vida, y ella para dejarse? Yo no sabía que ella y el rubio, a quien llamaban el Rojo Eric eran amigazos desde que eran bebés, y una ráfaga de celos se apoderó de mí.
Una vez en Managua, la mujer fue llevada en una ruidosa ambulancia al hospital. El Rojo Eric se fue con ella. Lejos de los corresponsales extranjeros el hombre dio rienda suelta al llanto."No me perdonaré si te amputan la pata, Bat, tan buenas piernas que tenés, hijueputa, tu padre me matará!"La mujer medio se revolvía en la camilla y tenía una sonrisa rara en la cara, pero no decía nada más que un siseante shut up!A todo esto, una angustia enorme se iba apoderando de mí.
Qué sería de mí? Entrando a manos de los doctores, el Rojo Eric se quedó afuera prometiendo a la mujer que iba a llamar a sus padres. Los galenos procedieron a quitarle las botas y el pantalón a la mujer. La fueron limpiando y les oí decir que iba a ser un caso difícil. No fue hasta a eso de las 7 de la noche, tras incontables exámenes, radiografías, correlinas de los médicos y mucho ajetreo que pude estar en tranquilidad. Los doctores opinaban que debido a lo sucedido, estando el proyectil exactamente en la conjunción donde convergen fémur, huesos de la pierna y la rótula, iba a ser misión imposible hacer extracción alguna. Un hombre de transparentes ojos verdes que fumaba una pipa estaba al lado de la cama de la mujer.
Quedaba descartada la amputación y la extracción. La mujer aprendería a vivir con su proyectil de ahí en adelante. Con el paso de las semanas y los años, el orificio de entrada no dejaría mácula en la pierna perfectamente torneada de ella. Habría dolor con la luna tierna, los aires acondicionados y el frío de diciembre, y alertaría a los sistemas de seguridad de bancos y aeropuerto pues al pasar por ellos, el metal sería detectado.
"Por lo menos no te dio cerca del culo, como a tu tío que estuvo en el Desembarco,"le dijo el padre cuando la fue a sacar del hospital dos días después. Ahí estaba el Rojo Eric, a quien obviamente los padres de la muchacha no lo habían echado preso ni nada por el estilo."Bat, me podrás perdonar? Fui yo quien te llevé en misión,"le dijo el rubio con un asomo de vidriosidad en sus ojos grises."Fuck off, Eric, dejáte de carambadas." le dijo ella mientras yo me retorcía de celos.
A partir de ahí la fui conociendo. Y la comencé a amar con una posesividad viciosa que no creí que fuera capaz de sentir. Estuvo nuevamente de corresponsal de guerra en La Penca y casi se vuelve loca cuando estuvo hablando con un chico llamado Rubén, quien tenía un impacto profundo en el pecho. Bat afirmaba que habló con él toda la noche, pero fue grande su susto al regresar a Managua con el cadáver del recluta y el forense le dijo que llevaba un cerro de horas de muerto. Lloró por horas en el regazo de su padre y el Rojo Eric le dijo que si así se tomaba tan a pecho tantos reclutas muertos en la guerra, iba a pasar solamente con los ojos color tormenta más hinchados que sapos. Cada cierto tiempo la madre la obligaba a pasar consulta con diversos médicos para ver qué se podía hacer. Una vez le mandaron unas pastillas que la hicieron vomitar hasta lo que no había comido en siglos. Yo me sentía culpable de no poder aliviar su dolor. Nunca quise lastimarla, pero la adoraba tanto que no iba a poder soportar que me apartaran de ella.
Tras la muerte de sus padres en una tragedia aérea, se acabó la música de que volviera al médico. El único que podría haberla convencido de visitar más hospitales era el Rojo Eric, pero éste pobre estaba más atribulado que dado a hacer de encargo con sus propias sicosis. Me da la impresión que hasta Bat se cansaba a ratitos de ser su sicoterapeuta sin sueldo, y aunque estaban juntos en la misma unidad militar después que ella optó por ser militar de carrera, Bat nunca gastaba su paciencia. Trataba al Rojo Eric con una dulzura infinita, como una madre a un bebé hiperkinético El Rojo Eric la sentaba en su largo sofá en la oficina, le ponía una guitarra y le pedía que tañera el instrumento. Recordé a Farinelli cantando para disipar la melancolía de Felipe V de España. "Vos sos mi Orfeo y yo las bestias por domar..." decía el Rojo Erik.
Comencé a querer al Rojo Eric Me olvidé que me despertaba unos celos atroces y sin medida. Hablaban en inglés todo el tiempo, y el Rojo Eric le recordaba la vez que Bat le rompió la nariz de un puntapié cuando ambos cursaban secundaria en un colegio carísimo del cual lo único bueno que sacaron fue el idioma de Shakespeare. Otras veces ella le rememoraba cuando ella y un gordo judío lo encontraron en el piso del baño de varones de secundaria, vomitando y temblando de muerte blanca después que el Rojo Eric había consumido marihuana muy verde. Se partían de la risa recordando que quisieron echar presos a ella y al judío tras meter al Rojo Eric a la emergencia de un hospital. Creo que amé más a Bat por ver la alegría que le daba al Rojo Eric con su compañía.
Años después, cuando Bat se salió del ejército sin haber firmado un solo papel, el Rojo Eric seguía dependiendo de ella emocionalmente. Una tarde, ella estaba traduciendo unos documentos confidenciales de una transnacional cuando él la llamó desesperado. Tomando en cuenta que Bat tenía recibos urgentes por pagar de luz, agua y teléfono so amenaza de corte, ella le respondió que no podía abandonar la traducción pues ipso facto de haber finalizado, iban a pagarle de contado y en dólares. El Rojo Eric perdió los estribos y la insultó, gritando que si él se suicidaba iba a ser como si ella le metía el tiro en la cabeza pues no tenía tiempo para él. Bat de seguro ya había escuchado algo parecido en tantos años de amistad, y no hizo más que colgar el auricular. Al día siguiente, el Rojo Eric estaba muerto tras haberse tragado un tiro al mejor estilo Hemingway.Bat esta vez no pudo llorar. Tenía demasiadas otras cosas aque hacer, y el dolor no estaba contemplado en su agenda. Se quedó con una carga de conciencia más pesada que el mundo cargado por Atlas.
El dolor sí tendría que estar metido en su agenda cuando muchos años después le diagnosticaron que estaba diabética. Las neuropatías, esas vergonzantes estelas de dolor que silenciosamente padecen los azucarados, serían peores en su pierna izquierda debido a los antecedentes. Volvió a salir sobre el tapete la extracción del viejo proyectil que databa de 1984. Bat súbitamente quiso saber si era posible que se diera una extracción y fue a parar a un hospital para hacerse el ultrasonido. Reclinada en el diván, volteó sus ojos color tolvanera hacia la pantalla. Era la primera vez que miraba algo parecido. Recordó su embarazo cuando esperaba a sus traviesos gemelos y una oleada de calor maternal la invadió. Ahí estaba, chiquita, reluciente, bien acurrucada. Como un feto. Bat, recordando que ella en una ocasión casi fue abortada, se levantó del diván y abrazó su rodilla.Tenía dolor, pero sonrió."Bajo ninguna circumstancia me saco esta carambada. Sería como si hubiera abortado a mis hijos y yo no soy criminal. Me la quedo.La quiero.No se hable más del asunto."
Por fin pude respirar tranquila. Era amada !Aquí,dentro de Bat, a pesar de su alto conteo de glucosa y sus dolores, tengo el honor de seguir alojada en una preñez amorosa eterna. Cuando muera, seré sepultada con ella en la misma tumba, un privilegio que ni su esposo tendrá pues a él lo echarán en un hoyo aparte, aunque sea al lado de ella. Eso sí, guardadme un secreto! Nunca le diré que la bala de tiro 22 que segó la vida de su amigo el Rojo Eric cuando ella no lo escuchó... era mi propia hermana.
"La bala que me hiera será bala con alma" Salomón de la Selva
Cecilia Ruiz de Ríos
No sé por qué pero desde que nací en Estados Unidos sabía que estaba destinada a vivir uno de los romances más estrambóticos de todos los tiempos. Nada de mi apariencia o configuración me distinguía de tantas miles, millares de otras como yo, no era nada especial, pero desde ese momento recuerdo que me dije que iba a ser especial, memorable, inolvidable. No era un complejo de Mae West susurrando que vinieran a verme alguna vez.Yo tendría que ir a buscar ese destino inescrutable, increíble, único, irrepetible e inescapable. Era una gringa dorada más y punto pero algo me indicaba que estaba destinada a ser una protagonista fuera de serie. Pasé mucho tiempo aburrida, me sentía atada como en una caja de nada, gravitando en espera del suceso, de ese momento mágico en que iba a ser catapultada hacia el evento decisivo y único, esperado y temido a la vez. Comprendí lo que sentían los óvulos gravitando en la maduración de un ovario, o un feto esperando que se rompan las aguas y asomar al mundo. Pero mi fecha de encuentro ya estaba marcada por lo que los árabes llaman kismet, destino, si ud. Quiere fatalidad.
En 1984 conocí al gran amor de mi vida. Andaba con unos pantalones camuflados flojos, una cámara de video al hombro y exhibía un pelo de lianas de varios tonos del caoba. Nos conocimos en Jalapa, Nicaragua, tan lejos de mi sitio de nacimiento en Estados Unidos. La venían siguiendo y como era algo rolliza, le costó subirse a la escalerita que la adentraba al helicóptero militar que la regresaría a ella, otros militares y a 4 corresponsales europeos de vuelta a Managua. Un especie de ruidaje que era el ruido de gatillos, proyectiles silbando y las aspas del helicóptero me desorientaron un poco, pero cuando ya me supe ubicar, el encuentro se había dado.
La mujer se acomodó en el helicóptero junto a un chele francés más hediondo que todas las cebollas del mundo puestas juntas. Este chele la miró con alarma y le dijo que se mirara el pantalón lleno de sangre. Instintivamente la señorita miró a su entrepierna, el sitio más lógico si se es mujer en edad fértil. El francés tuvo la gracia de sonrojarse para decirle que no, no era la regla, sino más abajo. Fue cuando la mujer miró la pata izquierda de su pantalón hecha trizas, y un mar de sangre brotaba de atrás de su rodilla."Pero no sentí nada, merdouze, no sentí nada y me dieron! "recitaba como si estuviera declamando a Walt Whitman o a Guillermo de Aquitania si ése más les gusta.
Era como si estaba indignada que le habían pegado un tiro y ella era tan estúpida como para no haberse dado cuenta. Al lado suyo, un rubio nicaragüense con grados de capitán se sacó un gran pañuelo y le ataron un torniquete fuertemente para evitar que perdiera sangre. El rubio nica le acunó la cabeza entre sus brazos y le dijo,"Ya está,gorda,ya Bat! Ya te llevaremos al hospital militar, pero take it easy,okay?" Era obvio que le costaba sacar palabras tiernas a este hombre, pero era evidente que estaba terriblemente preocupado.Le fue hablando en inglés a lo largo del viaje del helicóptero, y yo iba entendiendo todo lo que le musitaba. Algunas cosas me desgradaban. Quién era él para tocar al amor de mi vida, y ella para dejarse? Yo no sabía que ella y el rubio, a quien llamaban el Rojo Eric eran amigazos desde que eran bebés, y una ráfaga de celos se apoderó de mí.
Una vez en Managua, la mujer fue llevada en una ruidosa ambulancia al hospital. El Rojo Eric se fue con ella. Lejos de los corresponsales extranjeros el hombre dio rienda suelta al llanto."No me perdonaré si te amputan la pata, Bat, tan buenas piernas que tenés, hijueputa, tu padre me matará!"La mujer medio se revolvía en la camilla y tenía una sonrisa rara en la cara, pero no decía nada más que un siseante shut up!A todo esto, una angustia enorme se iba apoderando de mí.
Qué sería de mí? Entrando a manos de los doctores, el Rojo Eric se quedó afuera prometiendo a la mujer que iba a llamar a sus padres. Los galenos procedieron a quitarle las botas y el pantalón a la mujer. La fueron limpiando y les oí decir que iba a ser un caso difícil. No fue hasta a eso de las 7 de la noche, tras incontables exámenes, radiografías, correlinas de los médicos y mucho ajetreo que pude estar en tranquilidad. Los doctores opinaban que debido a lo sucedido, estando el proyectil exactamente en la conjunción donde convergen fémur, huesos de la pierna y la rótula, iba a ser misión imposible hacer extracción alguna. Un hombre de transparentes ojos verdes que fumaba una pipa estaba al lado de la cama de la mujer.
Quedaba descartada la amputación y la extracción. La mujer aprendería a vivir con su proyectil de ahí en adelante. Con el paso de las semanas y los años, el orificio de entrada no dejaría mácula en la pierna perfectamente torneada de ella. Habría dolor con la luna tierna, los aires acondicionados y el frío de diciembre, y alertaría a los sistemas de seguridad de bancos y aeropuerto pues al pasar por ellos, el metal sería detectado.
"Por lo menos no te dio cerca del culo, como a tu tío que estuvo en el Desembarco,"le dijo el padre cuando la fue a sacar del hospital dos días después. Ahí estaba el Rojo Eric, a quien obviamente los padres de la muchacha no lo habían echado preso ni nada por el estilo."Bat, me podrás perdonar? Fui yo quien te llevé en misión,"le dijo el rubio con un asomo de vidriosidad en sus ojos grises."Fuck off, Eric, dejáte de carambadas." le dijo ella mientras yo me retorcía de celos.
A partir de ahí la fui conociendo. Y la comencé a amar con una posesividad viciosa que no creí que fuera capaz de sentir. Estuvo nuevamente de corresponsal de guerra en La Penca y casi se vuelve loca cuando estuvo hablando con un chico llamado Rubén, quien tenía un impacto profundo en el pecho. Bat afirmaba que habló con él toda la noche, pero fue grande su susto al regresar a Managua con el cadáver del recluta y el forense le dijo que llevaba un cerro de horas de muerto. Lloró por horas en el regazo de su padre y el Rojo Eric le dijo que si así se tomaba tan a pecho tantos reclutas muertos en la guerra, iba a pasar solamente con los ojos color tormenta más hinchados que sapos. Cada cierto tiempo la madre la obligaba a pasar consulta con diversos médicos para ver qué se podía hacer. Una vez le mandaron unas pastillas que la hicieron vomitar hasta lo que no había comido en siglos. Yo me sentía culpable de no poder aliviar su dolor. Nunca quise lastimarla, pero la adoraba tanto que no iba a poder soportar que me apartaran de ella.
Tras la muerte de sus padres en una tragedia aérea, se acabó la música de que volviera al médico. El único que podría haberla convencido de visitar más hospitales era el Rojo Eric, pero éste pobre estaba más atribulado que dado a hacer de encargo con sus propias sicosis. Me da la impresión que hasta Bat se cansaba a ratitos de ser su sicoterapeuta sin sueldo, y aunque estaban juntos en la misma unidad militar después que ella optó por ser militar de carrera, Bat nunca gastaba su paciencia. Trataba al Rojo Eric con una dulzura infinita, como una madre a un bebé hiperkinético El Rojo Eric la sentaba en su largo sofá en la oficina, le ponía una guitarra y le pedía que tañera el instrumento. Recordé a Farinelli cantando para disipar la melancolía de Felipe V de España. "Vos sos mi Orfeo y yo las bestias por domar..." decía el Rojo Erik.
Comencé a querer al Rojo Eric Me olvidé que me despertaba unos celos atroces y sin medida. Hablaban en inglés todo el tiempo, y el Rojo Eric le recordaba la vez que Bat le rompió la nariz de un puntapié cuando ambos cursaban secundaria en un colegio carísimo del cual lo único bueno que sacaron fue el idioma de Shakespeare. Otras veces ella le rememoraba cuando ella y un gordo judío lo encontraron en el piso del baño de varones de secundaria, vomitando y temblando de muerte blanca después que el Rojo Eric había consumido marihuana muy verde. Se partían de la risa recordando que quisieron echar presos a ella y al judío tras meter al Rojo Eric a la emergencia de un hospital. Creo que amé más a Bat por ver la alegría que le daba al Rojo Eric con su compañía.
Años después, cuando Bat se salió del ejército sin haber firmado un solo papel, el Rojo Eric seguía dependiendo de ella emocionalmente. Una tarde, ella estaba traduciendo unos documentos confidenciales de una transnacional cuando él la llamó desesperado. Tomando en cuenta que Bat tenía recibos urgentes por pagar de luz, agua y teléfono so amenaza de corte, ella le respondió que no podía abandonar la traducción pues ipso facto de haber finalizado, iban a pagarle de contado y en dólares. El Rojo Eric perdió los estribos y la insultó, gritando que si él se suicidaba iba a ser como si ella le metía el tiro en la cabeza pues no tenía tiempo para él. Bat de seguro ya había escuchado algo parecido en tantos años de amistad, y no hizo más que colgar el auricular. Al día siguiente, el Rojo Eric estaba muerto tras haberse tragado un tiro al mejor estilo Hemingway.Bat esta vez no pudo llorar. Tenía demasiadas otras cosas aque hacer, y el dolor no estaba contemplado en su agenda. Se quedó con una carga de conciencia más pesada que el mundo cargado por Atlas.
El dolor sí tendría que estar metido en su agenda cuando muchos años después le diagnosticaron que estaba diabética. Las neuropatías, esas vergonzantes estelas de dolor que silenciosamente padecen los azucarados, serían peores en su pierna izquierda debido a los antecedentes. Volvió a salir sobre el tapete la extracción del viejo proyectil que databa de 1984. Bat súbitamente quiso saber si era posible que se diera una extracción y fue a parar a un hospital para hacerse el ultrasonido. Reclinada en el diván, volteó sus ojos color tolvanera hacia la pantalla. Era la primera vez que miraba algo parecido. Recordó su embarazo cuando esperaba a sus traviesos gemelos y una oleada de calor maternal la invadió. Ahí estaba, chiquita, reluciente, bien acurrucada. Como un feto. Bat, recordando que ella en una ocasión casi fue abortada, se levantó del diván y abrazó su rodilla.Tenía dolor, pero sonrió."Bajo ninguna circumstancia me saco esta carambada. Sería como si hubiera abortado a mis hijos y yo no soy criminal. Me la quedo.La quiero.No se hable más del asunto."
Por fin pude respirar tranquila. Era amada !Aquí,dentro de Bat, a pesar de su alto conteo de glucosa y sus dolores, tengo el honor de seguir alojada en una preñez amorosa eterna. Cuando muera, seré sepultada con ella en la misma tumba, un privilegio que ni su esposo tendrá pues a él lo echarán en un hoyo aparte, aunque sea al lado de ella. Eso sí, guardadme un secreto! Nunca le diré que la bala de tiro 22 que segó la vida de su amigo el Rojo Eric cuando ella no lo escuchó... era mi propia hermana.
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