Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


martes, 29 de enero de 2008

la precursora de la traducciòn simultànea en Amèrica


LA VILIPENDIADA MALINCHE:
OTRA VÍCTIMA DE LA CONQUISTA
Cecilia Ruiz de Ríos
Una de las villanas favoritas de la historia latinoamericana es una hermosísima azteca llamada La Malinche o Doña Marina, a quien le echan el muerto de que el cruel Hernán Cortés haya conquistado México con mayor facilidad. Vilipendiada en la misma manera en que algunos odian a la princesa Mataoka (Pocahontas) por su romance con John Smith o a la india Sacajawea por haber sido guía de Lewis and Clark, el apodo de doña Marina ha servido para acuñar el vocablo "malinchismo" que se aplica al mal extranjerizante del que padecemos muchos nicas.
Llamada traidora y hasta prostituta, La Malinche no fue ninguna de las dos cosas. Cortés, su amante, dijo,"Después de Dios, debemos la conquista de Nueva España a doña Marina."Según Bernal Díaz del Castillo, quien estuvo de testigo a la hora de la conquista de los aztecas, la mujer en cuestión era un ejemplar muy bello de su raza. Bernal la menciona como sincera, dulce y muy apegada al cristianismo una vez que hubo conversión.
Nacida en el seno de una noble familia azteca, la Malinche fue la mimada de sus padres hasta que el papá murió súbitamente. Su madre duró poco tiempo viuda, y al contraer segundas nupcias, parió a un varoncito. Al parecer el padrastro de la Malinche prefirió que el niño debería luego ser el que mandara en la aldea, y no la chica.Obligó a su esposa a vender a la niña a unos mercaderes, y estos la llevaron a Tabasco, donde acabó de esclava del cacique local. Curiosa e inteligente, pudo aprender varias lenguas mayas sin perder sus conocimientos del Nahuatl, la lengua de los aztecas.
Al arribar los españoles a Yucatán, lograron rescatar a un sacerdote llamado Jerónimo de Aguilar, quien había naufragado años antes. Jerónimo hablaba además de español varios dialectos mayas, y entre él y Malinche se convirtieron a traductores. En Tabasco, Malinche fue presentada junto a 19 chicas indígenas meas para ser convertidas al cristianismo. Reza la leyenda que el flechado entre Hernán Cortés y esta mujer fue instantáneo, a pesar de que según algunos, María de Estrada, la celosa mujer del conquistador, andaba en la comitiva de españoles. La Malinch, a quien ahora llamaban doña Marina, serviría de intérprete para que Cortés pudiera comunicarse con los enviados del emperador Moctezuma II.

La comunicación fluida provista por doña Marina fue crucial para que los españoles pudieran conquistar al temible imperio azteca. Pronto, gracias a la habilidad de esta india, Cortés trabó alianza con los Cempoalas. Doña Marina se convirtió al cristianismo con toda sinceridad. Esta mujer se hizo indispensable para Cortés y llegó a parirle un varoncito que el conquistador reconoció oficialmente como suyo. Los indios comenzaron a llamarla Malinche que significa Mujer de Capitán. Posteriormente hubo un tratado con los Tlascalanos. Contrario al epíteto de prostituta, doña Marina solamente estuvo amancebada con Hernán Cortés, y no se le conoce casquivanería alguna con los otros españoles. La dulzura natural de esta señora incluso venció los recelos del Morcillo, el oscuro caballo de Hernán Cortés quien posteriormente se murió de un empacho porque los aztecas le recetaban pollos y carnes.
Doña Marina incluso se ha visto acusada de haber envenenado al emperador Moctezuma II, cosa que solo puede caber en una suposición fantasiosa y descabellada. El 8 de noviembre de 1519 la entrada de Cortés a Tenochtitlán fue pacífica, y lo que se negoció usando a doña Marina como intérprete fue un tratado con España y la conversión al cristianismo de los aztecas. Moctezuma incluso consintió, estando bajo arresto domiciliar, que construyeran una cruz y altar en el templo principal de los aztecas. Muchos aztecas atacaron a los españoles, y en medio del alboroto Moctezuma trató de dirigirse a su pueblo.
El fue atacado y herido por ellos. Usando a doña Marina como intérprete, el amocepado emperador indio lanzó una súplica a su pueblo. Los aztecas la escucharon con respeto, pero el 30 de junio de 1520 Moctezuma se murió de las heridas que le hicieron. La Noche Triste, que fue el 1o. de julio de 1520, Cortés se sentó a llorar debajo de un árbol y los españoles huyeron de la enardecida ciudad. Cortés se llevó consigo a doña Marina, y la madre y medio hermano de ella quedaron hablando pestes.
En 1523 doña Marina se reuniría de nuevo con su mamá y medio hermano. A pesar de saber que la habían declarado muerta y hablaban de ella con odio, los recibió y les dio enorme botín de joyas y besos. Cortés por su parte estaba en aprietos. Siempre agradecido a la india por su sacrificio y por haberle dado un hijo, estaba sudando aceite porque María-su mujer-insistía en quedarse a su lado y no había forma de mandarla de vuelta a España.
Tratando de componer el parche, Cortés le arregló a doña Marina un matrimonio con uno de sus capitanes, don Juan Jaramillo. Doña Marina nunca sería feliz con su esposo, con quien no sentía la voraz pasión que la llevó a tener un hijo con Cortés y que a la larga fue su perdición, ya que por amor al conquistador, sin darse cuenta del daño que hacía a su gente, jugó el rol de mediadora y de intérprete. Hoy su nombre engalana la galería de mujeres vilipendiadas, y su apodo se ha convertido en sinónimo de traición extranjerizante. Sin embargo, esta inteligente y apasionada mujer solamente fue una víctima más de un encontronazo entre dos mundos que jamás debió de haberse dado.

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