Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


lunes, 28 de enero de 2008

porque con los jòvenes una goza màs!




A GATA VIEJA, RATON TIERNO
"A gata vieja, ratón tierno, aunque usted de vieja no tiene nada!" fue la pícara respuesta que me dio un alborotado quinceañero cuando le pregunté por qué me llamaba a todas horas y me atosigaba tanto. Lo curioso es que a través de la historia, muchas célebres hembras de la especie encontraron sumamente atractivo a hombres mucho menores que ellas, llegando a veces hasta a
casarse y procrear familias con ellos.

Del turbulento Renacimiento italiano, Lucrecia Borgia fue una de las mujeres más intrigantes, bellas y deseadas. Su padre Rodrigo Borgia -destinado al solio papal con el nombre de Alejandro VI- la casó tres veces con parejas que no le despertaban la líbido a la hermosa mujer, pero esto no impidió que Lucrecia buscara su felicidad en otros hombres. Un pajecillo veneciano de ojos negros y pelo rojo llamado Filippo fue uno de los tantos amantes de Lucrecia cuando el mozalbete apenas tenía 16 años y Lucrecia ya iba camino a merecer el piropo de "señora de las cuatro décadas." Se cree que fue Filippo quien la preñó por última vez, embarazo que acabó en un aborto provocado... ocasionando la partida de este mundo de la espléndida dama en cuestión. Otra mujer que prefirió a un muchacho fue la curvilínea reina polaca Jadwiga, a quien la leyenda le asigna piernas de campeonato y un rostro de angel bizantino. Jadwiga no era precisamente una adolescente cuando se matrimonió con el lujurioso Jagiello, gran duque de Lituania.
Jagiello al inicio estaba tan infatuado de su mujer que hasta se convirtió al cristianismo para complacerla, pero con el correr de los años la relación se agrió porque al parecer el muchacho era bueno a recetar sopa de muñeca cuando Jadwiga le reclamaba por sus devaneos con jovencitas.

La preciosa nieta del conde-trovador Guillermo de Aquitania, Leonor, fue otra mujer que los prefirió chavalones. Leo ya estaba casada con el frío rey francés Luis VII cuando conoció a quien sería su segundo esposo, Enrique II de Plantagenet. Tras divorciarse de su santurrón marido galo, Leo se casó con Enrique, llevándose tras de sí la mitad del territorio galo. Al momento de la boda, Enrique era un robusto y chele ejemplar de 19 años, y Leo ya rondaba por los 30.

Leo siguió prefiriendo la juventud en sus amores, y cuando ya se había apagado la pasión por su marido, continuó llevándose a la cama a pajecitos de 14 años, nobles veintiañeros y hasta a un oscuro esclavo sarraceno apenas salido de la adolescencia. Cuando Leo y sus damas establecieron las Cortes del Amor, sitio donde las parejas llevaban sus querellas de afectos, Leo siempre recomendaba a las damas que no había mejor remedio para las dolencias femeninas que un joven de pasiones febriles...

Dos zarinas rusas prefirieron los encantos del macho joven: Elizabeth, y Catalina II la Grande. La emperatriz Elizabeth era tía abuela del loco Pedro III -marido de la futura Catalina II- y por su lecho desfilaron los más exquisitos ejemplares de la juventud rusa, fueran de abolengo o sencillos campesinos. Elizabeth los prefería morenos de ojos claros, y entre los varones que la hicieron suspirar estuvo un ancestro de nada menos que Pedro Ilitch Tchaikovsky, máximo compositor ruso.

Quizás en honor a esos momentos en que se refociló con muchachos, fue cuando Elizabeth se dio cuenta que Catalina se las pegaba a su tarado sobrino, no se escandalizó y mas bien hasta se sospecha que fue ella quien le presentó a la joven Catalina al bello Sergio Saltykov, el padre biológico del futuro zar Pablo I. Catalina II por su parte fue una voraz consumidora de bellos jóvenes, y cuando ya era una cuarentona que todavía conservaba buena parte de sus opulentos encantos, desfilaron por su lecho ambiciosos muchachos como Iván Rimsky-Korsakov (por cierto abuelo del compositor Nicolás Rimsky-Korsakov) o el veintiañero Platón Zubov, quien fue su favorito hasta que ella murió de un ataque siendo una libidinosa sesentona.

María Estuardo, reina de Escocia, fue otra mujer que sucumbió a los encantos de un apuesto joven, Lord Henry Darnley. La reina en realidad era apenas dos años mayor que el rubio inglesito que acabó siendo su segundo esposo y padre del futuro Jacobo I, pero al momento en que le dio el sí a Darnley María literalmente "charchaleaba" de pasión por él. Pronto, la arrogancia y vida disoluta de Darnley apagó la lujuria que sentía María por él, sobre todo después de que éste y un grupo de nobles asesinaron al secretario de María, un feo italiano llamado David Riccio, delante de ella cuando ya estaba encinta.

Enrique VIII de Inglaterra fue el ratón tierno que se recetó en segundas nupcias la "gata vieja" de Catalina de Aragón, quien había enviudado del hermano mayor de Enrique unos años atrás. La hija de los reyes católicos de España se casó enamoradísima del hermoso pelirrojo que era entonces el futuro rey, pero la pasión murió tras varios fallidos embarazos, el nacimiento de la debilucha María Tudor y el envejecimiento prematuro de la pobre Catalina. María Tudor estaba destinada también a casarse con un hombre menor que ella, el horroroso Felipe II de España, quien era su sobrino dado que él era nieto de Juana la Loca, hermana mayor de la madre de María Tudor, Catalina de Aragón.

La hermosísima Diana de Poitiers, la amante más célebre que tuvo el rey francés Enrique II de Valois, ya andaba por los sesenta años y era una viuda con dos hijas casadas cuando el monarca galo se enamoró perdidamente de ella. Diana se cuidaba mucho, comía sanamente y hacía mucho ejercicio, por lo cual se entiende que haya tenido a esas edad la fina pinta de una mujer mucho
menor. Por otro lado, Margot, hija menor de Enrique II de Valois y de su esposa Catalina de Médicis, fue una preciosa reina que después de divorciarse de Enrique de Navarra, siguió prefiriendo a los jovencitos y muchas veces, pajecillos apenas entrados en la adolescencia eran llamados para "consolar" a la sensual Margot.

Napoleón Bonaparte también fue buscado por varias damas cincuentonas cuando estaba soltero, y a la hora de elegir esposa el "petit géneral" fue a dar con la viuda Josefina de Beauharnais, quien le llevaba varios años de ventaja. Esta diferencia la arreglaron momentáneamente alterando las actas de nacimiento de ambos.

Ya en nuestros días, varias mujeres han roto con el tabú de preferir a hombres menores. María Curie, tras haber enviudado de su esposo Pedro, tuvo un explosivo affaire con el científico galo de extracción judía Paul Langevin (quien ya era casado y con hijos), mientras que la escritora francesa Colette siempre los prefirió jóvenes y fortachones. La cantante francesa Edith Piaf, llamada El Gorrioncito de París, cautivó a su segundo marido, el peluquero y cantante griego Theo Sarapo cuando éste tenía apenas 26 años y ella ya andaba rondando la cincuentena. La gran actriz Merle Oberon estaba casada con Bruno Pagliai cuando se enamoró de Robert Wolders, un actor al cual le llevaba más de 20 años. Merle abandonó a su rico esposo, comodidades y prestigio por seguir a Wolders, quien también se enamoró de ella como un adolescente.

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