Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


jueves, 7 de febrero de 2008

Einstein no quiso ser presidente de Israel



EL DESPEINADO MAS GENIAL DEL MUNDO

Muchos lo recordamos con la mirada de niño tierno, las greñas paradas como si nunca hubiera conocido un peine, y la sonrisa inocente. Los que tuvieron la inmensa dicha de verlo pasar con sus pantalones bolsudos, zapatos viejos y suéter anudado rumbo a la universidad de Princeton jamás olvidarán a ese hombre inefable que fue Albert Einstein.

Este genial judío germano nació un 14 de marzo de 1879 y falleció un 18 de abril de 1955, y entre cuna y tumba no solo nos legó la teoría de la relatividad, sino que dejó imborrables recuerdos como el ser humano extraordinario que fue.

Resulta curioso que Albert de chiquito era mal visto por sus teachers. Reza la leyenda que fue lento para hablar y que antes de los 4 años no se le sacaba palabra ni a tiros. Esta falta de habla la compensó más adelante, siendo un ser alegre, dicharachero y juguetón que amaba gastar bromas y chismorrear.

Pero de chico, padecía de dislexia y sus padres temían que tenía inteligencia de subnormal. En 1895 le rechazaron de la Academia Politécnica de Zurich, y se las pasó todo un año preparándose para poder aprobar el examen de admisión de dicho centro. En 1900 por fin sacó su codiciado título pero no lo quisieron contratar como docente. Fue a parar a una oficina de patentes de Berna con un salario miserable.

Pero en 1905 el brillante joven publicó la obra Nueva Determinación de las Dimensiones Moleculares en una revista especializada, y por esta tesis la Universidad de Zurich le dio un doctorado. En ese mismo año publicó un trabajo sobre la teoría especial de la relatividad y poco tiempo después se dedicó a la docencia universitaria.

En 1916 publicó la teoría general de la relatividad y Albert se convirtió en un superastro de la ciencia. Las universidades se peleaban por tenerlo en su staff de catedráticos, le ofrecían gordísimos salarios, y en su Alemania natal lo comenzaban a ver feo porque era un judío. Hitler lo odiaba con vehemencia y llegó a poner un astronómico precio por su cabeza, y cuando Albert se enteró que era buscado, casi se muere de la risa, diciéndole a su mujer: Vé pues, nunca pensé que este trasto viejo que ando puesto valiera tanto!

El hecho de que Hitler persiguiera a los judíos fue algo que cambió el curso de la historia, dado que al salir huyendo Albert de la Alemania nazi, su teoría de la relatividad se fue en su maleta a los Estados Unidos y gracias a sus investigaciones, fue posible que los gringos desarrollaran la bomba atómica y no los alemanes. Hasta el final de sus días, Albert se sentía incómodo cuando le mencionaban que gracias a su obra las bombitas que Harry Truman echó sobre Hiroshima y Nagasaki pudieron existir...

Quizás por eso, fue toda su vida un enemigo del militarismo y apasionado del sionismo y el pacifismo. Solía decir al ver fotos de los nazis marchando a paso de ganso..."Solo porque un hombre se haga matón con uniforme y desfile al ritmo de una pomposa marcha, merece solamente mi asco y desprecio." Su galopante sionismo le ganó que cuando fundaran el Estado de Israel, le ofrecieran la presidencia del mismo, honor que declinó.

Daba poco valor al dinero, y nunca fue elegante. Ya de viejo se vestía con ropa holgada y cómoda, prefiriendo andar los mismos zapatos hasta que se abrieran como tapas de lagarto. Usaba una vieja corbata como cinturón, rara vez se peinaba y era indiferente ante la moda. En una ocasión, entre sus libros favoritos se encontró un cheque girado a su nombre de parte de los ricachos Rockefeller.

Albert, en lugar de cambiarlo, lo había utilizado como marcapáginas! Albert estaba más orgulloso de sus interpretaciones al violín que de su Premio Nóbel de Física otorgado en 1921. Albert tocaba bastante bien este instrumento, pero apenas llegaba un amigo a visitarle sacaba el violín y procedía a dar un recital sin que nadie se lo pidiera. Mozart era su compositor favorito, pero siendo tan modesto Albert, solía decir que lo único que no le gustaba del máximo genio de la música era que Wolfgang Amadeus Mozart había sido bastante fachento.

Si bien como humanista y científico, Albert fue extraordinario, como marido fue un desastre. En 1903 se casó con Mileva Máric, una estudiante de matemáticas a quien conoció en Zurich. Procrearon dos hijos: Hans Albert y Edward. Albert gozó siempre de buen humor, pero Mileva solo vivía con cara de cobrador. Pronto se manifestaron desaveniencias. Miléva la reprochaba que no apreciara el valor del dinero.
En abril de 1914 Albert aceptó un puesto en la Academia Prusiana de las Ciencias, en Berlín. Mileva y los chicos lo siguieron de mala gana, pero se fueron a vacacionar a Suiza. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Albert quedó entrampado en Berlín y Mileva y los chavalos en Zurich.

En 1919 Albert y Mileva se divorciaron, y al firmar el acta él se comprometió a entregarle el monetario que acompañaría al Premio Nóbel que tenía planificado ganar. Cuando este galardón cayó en manos de Albert en 1921, el mechudo judío probó tener palabra de rey y ni un solo centavo del premio quedó en sus manos.

En Berlín, Albert conoció en casa de un primo suyo a la hija de éste, Elsa Lowenthal, quien ya estaba viuda y era madre de dos muchachas. Cuando en 1917 Albert estuvo grave de una dolencia estomacal, Elsa le cuidó como diligente y paciente enfermera.
Poco después de divorciarse de Mileva, Albert contrajo nupcias con su pariente. Albert llegó a querer a las hijas de Elsa como propias, siempre veló por la manutención de sus dos varoncitos habidos con Mileva y Elsa fue su asistente, su cocinera, su criada y confidente leal.

Elsa lo cuidaba como a un bebé, llegando a poner sobre la cama desde el calzoncillo hasta el sombrero que se pondría Albert al salir del baño, donde a menudo el genio disfrutaba de largas abluciones en la bañera, cantando desafinadamente y jugando con un séquito de patitos de juguete. En 1936, Elsa murió y Albert se sintió muy afligido. Se refugió más en la ciencia y resolvió no volverse a casar nunca más. Albert encontró mucho apoyo en su hijo mayor Hans Albert en ese entonces, y se ocupó de conseguirle buen tratamiento a su hijo menor Edward, quien andaba los nervios bastante trastornados. Como profesor de la Universidad de Princeton en el estado de Nueva Jersey, fue idolatrado por sus alumnos.

Nunca perdía la paciencia y le gustaba ir a sus tertulias, afirmando que la juventud era un estado mental y que no tenía nada que ver con el cuerpo. Albert hasta sus últimos días fue un mozalbete metido en un físico arrugado y desaliñado, un pacifista adorador de los niños y los animales. En una ocasión le confesó a un reportero que nunca había aprendido a volverse loco por amor, lo cual a la larga resultó ser de beneficio para la humanidad y la ciencia, pues si Albert hubiera pasado en los estertores de la sensualidad, quizás hoy no lo recordáramos como uno de los más grandes genios que ha dado la raza judía.

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