Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


domingo, 3 de febrero de 2008

Feo, impotente,tarado,chiclàn e inservible


El más triste monarca de todos:Carlos II de España: Carlos II
Cecilia Ruiz de Ríos

Andar una corona sobre la cabeza jamás ha sido garantía de felicidad, y entre los soberanos más patéticos de todos los tiempos figura el hombre con el cual la dinastía de los Habsburgo tocó a triste final en España:Carlos II El Hechizado. Este pobre señor nació un 6 de noviembre de 1661 como producto del segundo matrimonio endogámico del monarca español Felipe IV de Austria con su pariente Mariana, y sus taras y deformaciones físicas eran tan numerosas que podría llenarse un tomo médico con ellas.
La política de casarse con la prima o sobrina carnal fue desastrosa para los Habsburgos españoles, que habían comenzado a mandar en la península ibérica desde que Felipe El Hermoso se matrimonió con Juana la Loca, la hija de los Reyes Católicos. Al nacer, la cabeza de Carlos era una enorme deformidad, y su mandíbula era tan dispareja que jamás habría de poder masticar nada porque sus dientes no coincidían. Su lengua era tan grande que no le cabía en la boca, y su intelecto era igualmente limitado. Su brevísima vida consistiría en un pasaje veloz entre un infantilismo prolongado y una senilidad prematura. A como mejor se pudo, su mamá intentó ponerle buenos tutores, ya que desde chico se supo que éste era la última esperanza de los Habsburgo españoles. Carlos tuvo nodrizas hasta los 6 años y no le permitieron caminar hasta que ya estaba bastante crecidito. Aún así, no caminaba bien y se caía a menudo. Añadiendo a las taras del monarca, una educación estricta y llena de prejuicios religiosos, y la sobreprotección de su mamá-quien fue su regente mientras fue menor de edad- propiciarían una disposición de carácter hipersensible y conflictiva.
En 1675 cuando le presentaron a Carlos un decreto que permitiera prolongar los poderes de su madre más allá de la regencia prevoiamente establecida, Carlos se negó a firmar y en secreto mandó una misiva a su intrigante y audaz hermano mayor, Juan José de Austria(bastardo de Felipe IV con la actriz María "La Golosa"Calderón) para que le ayudara a llevar las riendas del gobierno. El intento de rebelión ante el puño opresivo de la madre habría de durar poco, y la intrigante Mariana al ser visitada por su hijo le pegó una regañina de dos horas. Al final de la cantaleta de la regente, Carlos salió llorando como chiquillo sopapeado. Mariana no estaba lista para soltar las riendas del poder.
Sin embargo, se consideró que el pobre tarado debía de buscar sucesión en esperas de que algún heredero potable surgiera.Todos sabían que Carlos era incapaz de copular debido a sus defectos congénitos, pero en primeras nupcias lo casaron con María Luisa de Orléans, sobrina del voraz Luis XIV El Rey Sol de Francia y hermana del que sería regente de Francia a la muerte de Luis XIV. Cuando la francesita se dio cuenta que su tío la iba a casar con un ser deforme, le recriminó amargamente entre alaridos que debió de haber hecho algo mejor por ella. Ma. Luisa no tuvo más remedio que tragarse su triste píldora matrimonial y casarse con Carlos II, quien al verla tan bonita se enamoró de ella. Carlos intentó en numerosas ocasiones hacerle el amor, pero siempre eyaculaba prematuramente antes de poder consumar el coito. María Luisa habría de confiarle al embajador galo en España que "no soy virgen en realidad, pero no creo que logre tener hijos con él." El embajador francés, pendiente del asunto de la sucesión, hasta hizo que le llevaran unos calzoncillos del monarca para confirmar si habían trazas de semen. María Luisa se aburría como una ostra en la rígida corte española, se dedicó a la comida y posteriormente habría de fallecer tras un accidente de equitación en 1689. Las lenguas se soltaron afirmando que Mariana había hecho envenenar a su nuera, y otros le levantaron a la difunta que había muerto como consecuencia de veneno que una de sus amigas sáficas le había administrado. Lo cierto es que Carlos II nunca habría de olvidar a su primera mujer, y tan trastornado quedó que ordenó que abrieran los catafalcos de sus ancestros al momento de enterrar a Ma. Luisa.
A los tres meses del deceso de Ma. Luisa, la búsqueda desesperada por una segunda consorte para el rey tocó su fin cuando se acordó que Carlos se casaría en segundas nupcias con una pecosa princesa alemana llamada María Ana de Neoburgo, hija del Elector del Palatinado. Se le escogió por estar en buena salud, ser de edad adecuada y provenir de una familia cuyas mujeres eran célebres por su fecundidad. Nomás verse casada con Carlos, María Ana sacó las uñas. Exigió lujos increíbles, y trataba muy mal a su marido, chillándole a cada rato por sus torpezas. María Ana se sometió a los más inmencionables tratamientos para promover su fertilidad, desde un exorcismo hasta curas de charlatanes que le untaban líquidos malolientes en sus menudencias y senos. Sin embargo, cuando no hay araña no puede haber telaraña, y debido a las deficiencias sexuales de Carlos, nunca se pudo dar el milagro de que María Ana de Neoburgo saliera encinta. La desesperación reinó en España. Carlos, a quien la población llamada El Hechizado, hasta se sometió a un exorcismo para ver si mejoraba su condición física. Era una carrea contra el tiempo que con su paso inexorable marcaba lo que sería el fin de la dinastía de los Austria en España.
Carlos presentaba un cuadro clínico pavoroso. Padecía de acromegalia, una dolencia ósea que era resultado de una dysfunción endocrina hereditaria. Esta enfermedad explicaba su extraño aspecto físico y su impotencia. Carlos padecía de estruendosas migrañas, mareos y lo que parecía ser espasmo epiléptico. Desde chico se vio agfectado por heridas que no cicatrizaban, úlceras cutáneas purulentas, infección de encías y hasta un médico diagnosticó sífilis congénita heredada de su lascivo y poco aseado padre, Felipe IV, quien era abonado firme de los lupanares madrileños.
Un ataque serio en 1672 sustenta la teoría de que el rápido deterioro de la salud del pobre Carlos se debía a sífilis congénita. A través de los años,Carlos iba de mal en peor. Cojeaba,perdió el lustroso pelo que era de sus pocos atractivos cuando jovencito, se quedó sin dientes y la vista era débil.En 1696 murió su madre Mariana, quien se había visto amargada en sus últimos días por las torticerías que le hacía su malcriada nuera María Ana. La muerte de Mariana revivió el sentimiento de culpa de Crlos, quien después de verla muerta sintió que había sido demasiado duro con ella. En 1698 Carlos tuvo varios ataques y se quedó más sordo que una tapia.
En medio de sus dolores aguados y aflicción, legó inicialmente el trono a un pariente José Fernando de Baviera, pero la sal se arrimó nuevamente a Carlos y en 1699 este heredero moría prematuramente. Se corrió el rumor que José Fernando había sido envenenado por el Rey Sol de Francia para garantizar que el trono fuera a parar a manos de los Borbones franceses, quienes esperaban con el ansia del zopilote que aguarda que muera la víctima. En efecto, el trono fue a parar a Felipe Duque de Anjou, nieto de Luis XIV, quien asumiría como Felipe V de España una vez que Carlos II muriera un 1o. de noviembre de 1700 en medio de espantosos dolores, con cataplasmas de entrañas de mamíferos y palomas ensangrentadas encima de su pecho como remedio de última hora.

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