LOS PADRES MÁS PINTORESCOS DE LA HISTORIA
Cecilia Ruiz de Ríos
Al arribar a otra efemérides más del Día del Padre Nicaragüense, en un país donde hay progenitores ejemplares y autores de vida que nunca dan la cara por sus retoños, algunos personajes prominentes de la historia fueron pintorescos padres de familia.
Resulta irónico que en la Iglesia Católica, se le diga padre a los sacerdotes cuando después que el Papa Gregorio VII exigiera que los religiosos fueran célibes y se privaran de la dicha de ser padres de familia... Pero un papa se dio el lujo de tener numerosa progenie a pesar de esta restricción: Rodrigo Borgia, el hombre renacentista a quien conocimos como Alejandro VI. Borgia no permitió que la sotana le estorbara para engendrar con su amante Vanozza Catenei a la bella y lasciva Lucrecia y al mañoso y desalmado César.
Borgia protegió a sus hijos desde que entraron a este valle de lágrimas, y su favorita fue Lucrecia, a quien dotó de mimos y riquezas a más no poder. Esto no impidió que durante una orgía enmascarada de las tantas que se dieran en la Roma de entonces, Alejandro VI no reconociera a Lucrecia y se la llevara al lecho, descubriendo una vez que le quitó la máscara que se trataba de su propia hija!
La dinastía Seljuk se vio engalanada en la Edad Media por uno de los sultanes más encantadores de todos los tiempos: el barbudo Saladino. Saladino debió su astucia y habilidad diplomática a las enseñanzas que su padre le diera desde chiquito.
Saladino era el producto de una aventura efímera entre su papá y una sirvienta, y cuando la esclava le presentó el varoncito a su amo, éste se hizo cargo de Saladino llegando a ser padre y madre del futuro azote de los Cruzados. Cuando a Saladino le tocó gozar de las mieles de la paternidad, fue un progenitor risueño, comprensivo y juguetón que le gustaba guisar y confeccionar deliciosos dulces para su muchachada.
De la agitada historia del Imperio Otomano, Solimán el Magnífico reluce con su turbante y bigote a-lo-Errol-Flynn, como uno de los padres más abnegados y a la vez sufridos. Solimán era el hijo mayor del sultán Selim El Adusto, y cuando se calzó la espada de Ayub le tocó vivir una espantosa tragedia cuando su segunda mujer, la rubia rusa Roxelana a quien él llamaba Khurrem, enloqueció de ambición y mandó a envenenar a su heredero, el príncipe que Solimán había procreado con su primera consorte, la persa Gulbehar.
Muchos nos hemos preguntado qué hubiera sido de Leonardo Da Vinci si su padre, un prominente abogado florentino, no se hubiera hecho cargo de él. El divino Leo era el producto ilegítimo de un devaneo del jurista con una rubia campesina quien aparte de su belleza física no tenía mucho más que ofrecer.
Leonardo fue llevado a casa de su papá para gozar de los mejores tutores, fomentando de esa forma el crecimiento agigantado de su fabulosa mente inquieta. Hasta el final de sus días, Da Vinci agradeció los buenos consejos y gran amor que su padre le dio. Da Vinci adoraba tiernamente a su viejo, pero eso no impedía que le gastara bromas. En una ocasión, Da Vinci invitó a su papá para que viera en su estudio la materia prima con la cual iba a pintar su próximo cuadro. El curioso señor encontró lagartos abiertos en canal, trozos de sapos, piernas de cerdo y hasta cabezas de serpientes, y salió dando gritos de asco y horror del estudio de su hijo. No fue hasta entonces que muy orondo, Da Vinci le explicó que su próxima obra era un monstruo con patas de cerdo, cuerpo de lagarto y cabeza de culebra!
Hubo padres que no se destacaron por ser demasiado piadosos con sus hijos. Pedro El Grande, el monumental zar que occidentalizó su país, dio órdenes de sacarle a golpe limpio los detalles de una supuesta conspiración contra el trono a su hijo Alexis, quien era habido de su primera esposa Eudoxia. De esta forma, Alexis murió a manos de los torturadores que su padre le había echado encima. Otro zar, conocido como Iván el Terrible, fue el que le puso el punto final a la vida de su propio hijo.
Iván el Terrible, llamado El Grozny por su pueblo, fue un hombre que se destacó por su crueldad, y entre las barbaridades que hizo fue sacarle los ojos al arquitecto que le diseñó la catedral de San Basilio cuando éste le dijo que bien podría hacer algo mejor... No es de extrañarse que ante semejante monstruo de hombre que acabó con su propio hijo y con muchos boyardos, la reina inglesa Isabel I prefiriera quedarse soltera antes de desposarlo!
Otro padre que no jugó muy buen papel fue un señor inglés flaco, linajudo y con ojos de punche en primer hervor:
Sir Randolph Churchill. Al casarse con la belleza norteamericana Jennie Jerome, tuvo dos hijos, Jack y Winston. Este último, destinado a ser uno de los grandes estadistas del siglo XX, confesaba que nunca tuvo mucho acercamiento con su padre y que le tenía pavor porque siempre estaba de mal genio. Cuando Winston se casó con su adorada Clementine, juró que nunca sería un padre que inspirara miedo y lo cumplió. Winston gozó ampliamente con sus hijos, jugaba con ellos y era su cómplice incondicional, quizás para nunca parecerse a su adusto y agrio papá.
Pedro Pablo Rubens, el hermoso pintor flamenco a quien le debemos las inefables gordas sonrosadas de los lienzos del barroco, fue un dechado de virtudes como progenitor. Quizás debido a que Jan, su papá, fue bastante irresponsable con él, Pedro quiso compensar siendo un padre absorbente con sus muchachos. Primero se casó con Isabel Brandt, con quien procreó tres hijos. Cuando enviudó, comprendió la falta que hacía en casa una mujer y se casó con la espléndida Elena Fourment.
Con ella tuvo varios hijos más. Rubens gozaba saliendo a pasear con sus hijos, les compraba mascotas para fomentarles el amor a la naturaleza, y los retrató en numerosos cuadros.
Rubens nunca le tuvo asco a los pañales de sus crías, y en su diario detallaba pormenores del crecimiento de su prole así como sus progresos en la escuela. El amor paternal de Rubens por los niños fue tan grande que cuando un hermano suyo falleció, adoptó legalmente a sus dos sobrinitos como hijos propios.
Felipe de Borbón, regente de Francia para mientras Luis XV crecía, fue otro padre abnegado y tierno. Su amor por su hija mayor fue tan absorbente que hasta dio pie a murmuraciones en cuanto a incesto, pero la realidad era que el hermoso Duque de Orléans reconocía en su hija mayor muchas de sus cualidades y no pocos de sus defectos...
Han habido padres cuya atracción e influencia para sus hijos ha resultado casi fatal. Claudio Debussy, compositor y pianista francés a quien se le reconoce como el padre del impresionismo musical, fue otro hombre que se destacó como padre de familia. Aunque la vida sexual de este barbudo músico fue muy agitada, halló paz en Emma Bardac, quien era la esposa de un rico banquero cuando él la conoció. Con Emma tuvo a una niña llamada Claude, a quien solamente llamaban Chouchou. La traviesa Chouchou fue la musa inspiradora de la exquisita obra pianística El Rincón de los Niños. Debussy y su hija compartían el gusto por el café cargado, los gatos de angora, los paseos bajo la brisa en el Bois de Boulogne y la pasión por la música. Cuando Debussy murió de cáncer en 1918, Chouchou creyó enloquecer. La niña quedó muy deprimida por la muerte de su barbudo progenitor y un año después, lo siguió a la tumba.
Entre las relaciones padre-hijo más felices de todos los tiempos fue la de los dos Alejandro Dumas, padre e hijo. Dumas padre era un glotón, bohemio y alegre gordito que engendró a su "magnum opus" fuera de matrimonio. Dumas padre, autor de El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, se hizo cargo de su hijo casi desde la cuna. Gozaba en presentarlo en sociedad y con el tiempo, Alejandro Dumas hijo -destinado a ser el célebre autor de La Dama de las Camelias- se convirtió en el compañero de juergas ideal del autor de sus días. Dumas indudablemente consideraba a su hijo como su obra maestra, cocinaba opíparas comidas para su retoño, lo llevaba a las mejores fiestas y a los burdeles más lujosos, y le colmaba de mimos. Dumas hijo llegó a idolatrar a su papá, y solía decirle a sus amigos que su padre era "un hijo adulto que tuve cuando era muy joven."
Otro gran escritor francés, Víctor Hugo, fue un abnegado padre a pesar de que como marido era un desastre. Hugo sufrió horriblemente cuando su predilecta hija, la bellísima Adela, se obsesionó con un hombre que no quería verla ni en pintura. Adela le dio abundantes jaquecas a su célebre padre, y el autor del "Momotombo calvo y desnudo" lloraba a lágrima viva cuando la muchacha dio muestras de que acabaría loca.
Cecilia Ruiz de Ríos
Al arribar a otra efemérides más del Día del Padre Nicaragüense, en un país donde hay progenitores ejemplares y autores de vida que nunca dan la cara por sus retoños, algunos personajes prominentes de la historia fueron pintorescos padres de familia.
Resulta irónico que en la Iglesia Católica, se le diga padre a los sacerdotes cuando después que el Papa Gregorio VII exigiera que los religiosos fueran célibes y se privaran de la dicha de ser padres de familia... Pero un papa se dio el lujo de tener numerosa progenie a pesar de esta restricción: Rodrigo Borgia, el hombre renacentista a quien conocimos como Alejandro VI. Borgia no permitió que la sotana le estorbara para engendrar con su amante Vanozza Catenei a la bella y lasciva Lucrecia y al mañoso y desalmado César.
Borgia protegió a sus hijos desde que entraron a este valle de lágrimas, y su favorita fue Lucrecia, a quien dotó de mimos y riquezas a más no poder. Esto no impidió que durante una orgía enmascarada de las tantas que se dieran en la Roma de entonces, Alejandro VI no reconociera a Lucrecia y se la llevara al lecho, descubriendo una vez que le quitó la máscara que se trataba de su propia hija!
La dinastía Seljuk se vio engalanada en la Edad Media por uno de los sultanes más encantadores de todos los tiempos: el barbudo Saladino. Saladino debió su astucia y habilidad diplomática a las enseñanzas que su padre le diera desde chiquito.
Saladino era el producto de una aventura efímera entre su papá y una sirvienta, y cuando la esclava le presentó el varoncito a su amo, éste se hizo cargo de Saladino llegando a ser padre y madre del futuro azote de los Cruzados. Cuando a Saladino le tocó gozar de las mieles de la paternidad, fue un progenitor risueño, comprensivo y juguetón que le gustaba guisar y confeccionar deliciosos dulces para su muchachada.
De la agitada historia del Imperio Otomano, Solimán el Magnífico reluce con su turbante y bigote a-lo-Errol-Flynn, como uno de los padres más abnegados y a la vez sufridos. Solimán era el hijo mayor del sultán Selim El Adusto, y cuando se calzó la espada de Ayub le tocó vivir una espantosa tragedia cuando su segunda mujer, la rubia rusa Roxelana a quien él llamaba Khurrem, enloqueció de ambición y mandó a envenenar a su heredero, el príncipe que Solimán había procreado con su primera consorte, la persa Gulbehar.
Muchos nos hemos preguntado qué hubiera sido de Leonardo Da Vinci si su padre, un prominente abogado florentino, no se hubiera hecho cargo de él. El divino Leo era el producto ilegítimo de un devaneo del jurista con una rubia campesina quien aparte de su belleza física no tenía mucho más que ofrecer.
Leonardo fue llevado a casa de su papá para gozar de los mejores tutores, fomentando de esa forma el crecimiento agigantado de su fabulosa mente inquieta. Hasta el final de sus días, Da Vinci agradeció los buenos consejos y gran amor que su padre le dio. Da Vinci adoraba tiernamente a su viejo, pero eso no impedía que le gastara bromas. En una ocasión, Da Vinci invitó a su papá para que viera en su estudio la materia prima con la cual iba a pintar su próximo cuadro. El curioso señor encontró lagartos abiertos en canal, trozos de sapos, piernas de cerdo y hasta cabezas de serpientes, y salió dando gritos de asco y horror del estudio de su hijo. No fue hasta entonces que muy orondo, Da Vinci le explicó que su próxima obra era un monstruo con patas de cerdo, cuerpo de lagarto y cabeza de culebra!
Hubo padres que no se destacaron por ser demasiado piadosos con sus hijos. Pedro El Grande, el monumental zar que occidentalizó su país, dio órdenes de sacarle a golpe limpio los detalles de una supuesta conspiración contra el trono a su hijo Alexis, quien era habido de su primera esposa Eudoxia. De esta forma, Alexis murió a manos de los torturadores que su padre le había echado encima. Otro zar, conocido como Iván el Terrible, fue el que le puso el punto final a la vida de su propio hijo.
Iván el Terrible, llamado El Grozny por su pueblo, fue un hombre que se destacó por su crueldad, y entre las barbaridades que hizo fue sacarle los ojos al arquitecto que le diseñó la catedral de San Basilio cuando éste le dijo que bien podría hacer algo mejor... No es de extrañarse que ante semejante monstruo de hombre que acabó con su propio hijo y con muchos boyardos, la reina inglesa Isabel I prefiriera quedarse soltera antes de desposarlo!
Otro padre que no jugó muy buen papel fue un señor inglés flaco, linajudo y con ojos de punche en primer hervor:
Sir Randolph Churchill. Al casarse con la belleza norteamericana Jennie Jerome, tuvo dos hijos, Jack y Winston. Este último, destinado a ser uno de los grandes estadistas del siglo XX, confesaba que nunca tuvo mucho acercamiento con su padre y que le tenía pavor porque siempre estaba de mal genio. Cuando Winston se casó con su adorada Clementine, juró que nunca sería un padre que inspirara miedo y lo cumplió. Winston gozó ampliamente con sus hijos, jugaba con ellos y era su cómplice incondicional, quizás para nunca parecerse a su adusto y agrio papá.
Pedro Pablo Rubens, el hermoso pintor flamenco a quien le debemos las inefables gordas sonrosadas de los lienzos del barroco, fue un dechado de virtudes como progenitor. Quizás debido a que Jan, su papá, fue bastante irresponsable con él, Pedro quiso compensar siendo un padre absorbente con sus muchachos. Primero se casó con Isabel Brandt, con quien procreó tres hijos. Cuando enviudó, comprendió la falta que hacía en casa una mujer y se casó con la espléndida Elena Fourment.
Con ella tuvo varios hijos más. Rubens gozaba saliendo a pasear con sus hijos, les compraba mascotas para fomentarles el amor a la naturaleza, y los retrató en numerosos cuadros.
Rubens nunca le tuvo asco a los pañales de sus crías, y en su diario detallaba pormenores del crecimiento de su prole así como sus progresos en la escuela. El amor paternal de Rubens por los niños fue tan grande que cuando un hermano suyo falleció, adoptó legalmente a sus dos sobrinitos como hijos propios.
Felipe de Borbón, regente de Francia para mientras Luis XV crecía, fue otro padre abnegado y tierno. Su amor por su hija mayor fue tan absorbente que hasta dio pie a murmuraciones en cuanto a incesto, pero la realidad era que el hermoso Duque de Orléans reconocía en su hija mayor muchas de sus cualidades y no pocos de sus defectos...
Han habido padres cuya atracción e influencia para sus hijos ha resultado casi fatal. Claudio Debussy, compositor y pianista francés a quien se le reconoce como el padre del impresionismo musical, fue otro hombre que se destacó como padre de familia. Aunque la vida sexual de este barbudo músico fue muy agitada, halló paz en Emma Bardac, quien era la esposa de un rico banquero cuando él la conoció. Con Emma tuvo a una niña llamada Claude, a quien solamente llamaban Chouchou. La traviesa Chouchou fue la musa inspiradora de la exquisita obra pianística El Rincón de los Niños. Debussy y su hija compartían el gusto por el café cargado, los gatos de angora, los paseos bajo la brisa en el Bois de Boulogne y la pasión por la música. Cuando Debussy murió de cáncer en 1918, Chouchou creyó enloquecer. La niña quedó muy deprimida por la muerte de su barbudo progenitor y un año después, lo siguió a la tumba.
Entre las relaciones padre-hijo más felices de todos los tiempos fue la de los dos Alejandro Dumas, padre e hijo. Dumas padre era un glotón, bohemio y alegre gordito que engendró a su "magnum opus" fuera de matrimonio. Dumas padre, autor de El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, se hizo cargo de su hijo casi desde la cuna. Gozaba en presentarlo en sociedad y con el tiempo, Alejandro Dumas hijo -destinado a ser el célebre autor de La Dama de las Camelias- se convirtió en el compañero de juergas ideal del autor de sus días. Dumas indudablemente consideraba a su hijo como su obra maestra, cocinaba opíparas comidas para su retoño, lo llevaba a las mejores fiestas y a los burdeles más lujosos, y le colmaba de mimos. Dumas hijo llegó a idolatrar a su papá, y solía decirle a sus amigos que su padre era "un hijo adulto que tuve cuando era muy joven."
Otro gran escritor francés, Víctor Hugo, fue un abnegado padre a pesar de que como marido era un desastre. Hugo sufrió horriblemente cuando su predilecta hija, la bellísima Adela, se obsesionó con un hombre que no quería verla ni en pintura. Adela le dio abundantes jaquecas a su célebre padre, y el autor del "Momotombo calvo y desnudo" lloraba a lágrima viva cuando la muchacha dio muestras de que acabaría loca.
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