EL FAN CLUB DEL GATO
Cecilia Ruiz de Ríos
En foto:Selim Nalgòn, gato socio de la autora del blog.
Cecilia Ruiz de Ríos
En foto:Selim Nalgòn, gato socio de la autora del blog.
Ivania, una asidua oyente de mi espacio radial La Mera Mera Historia por Radio La Mera Mera, hace poco me regañó cariñosamente sobre la ausencia de un artículo dedicado solamente a la más deliciosa de las majestades animales:el gato. Tomando en cuenta que muchos micifuces se ganaron su derecho a ocupar un prominente lugar en la galería de celebridades, mencionaremos a varios miaus que fueron tan idolatrados por sus célebres "socios" a como yo anónimamente mimo a mi negrísima Nzingha o mi peludísima Margaret Sanger.
Una de las monarcas que idolatró a sus gatos fue la gran faraona egipcia Hatshepsut, quien reinó por derecho propio en una tierra donde los gatos incluso fueron elevados a categoría de dioses y se penaba con la muerte a quien hiciera daño a un felino. Hatshepsut solía dormir con sus gatos en un enorme diván satinado, y cuando ella murió diez de sus micifuces fueron momificados también para que le guardaran compañía en el más allá. Lo irónico es que no siempre resultaba ser rentable el hecho de gozar del favor del faraón de turno, pues al momento en que el mandamás moría sus mascotas predilectas eran sacrificadas para ser incluidas en su majestuosa tumba.
Makeda, bellísima reina de Saba que fue el amor de la vida del rey judío Salomón, llevó como regalo cuando fue a visitar al soberano 6 enormes gatos de Abisinia(los del ígneo pelaje que también fueron preferidos por su raro color rojo por Shaka Zulu siglos después).Una vez que Makeda regresó a su tierra(no sin antes pasar una ardiente noche de amor con Salomón en uno de los one-night-stands más célebres de la historia), Salomón trataba de paliar su nostalgia por Makea llevándose al lecho como ronroneantes almohadas a los gatos pelirrojos, pero no creo que le hayan servido de mayor consuelo...
Uno de los compañeros más entrañables del gran explorador y misionero escocés David Livingstone fue Sambo, un regordete gato mozambicano(de los negros con pezuñas blancas como zapatitos) que le regaló uno de los tantos jefes de tribu que él convirtió sin violencia al cristianismo. Cuando Livingstone murió, es de todos conocidos que su corazón fue extirpado del cadáver para ser sepultado bajo un enorme árbol en Africa. Mientras el cadáver del gran misionero se fue rumbo a Gran Bretaña, el corazón sirvió de punto de atracción para el leal Sambo, de quien reza la leyenda que solía sentarse bajo el árbol donde estaba la reliquia del "socio" a quien tanto amó.
"El gato no es de uno, no se posee al felino. Uno entabla una especie de sociedad igualitaria, es un socio... o bien uno es del gato, pero el animal nunca le pertenece a uno,"solía decir el gran poeta francés Charles Baudelaire, quien amó con tanta pasión a sus gatos que los inmortalizó en tres poemas en su célebre obra Las Flores del Mal. Fue sobre el lomo de su obeso gato persa Guillaume que Baudelaire vertió amargas lágrimas cuando Las Flores del Nal fue censurado por obscenidad y blasfemia.
La relación especial entre gato e intelectual siempre ha fascinado a muchos. Ernesto Hemingway, quien ganara el Premio Nóbel de Literatura, poseía numerosos gatos y prefería quitarse un bocado de la boca para dárselo a sus miaus.El también gringo Edgard Allan Poe protagonizó una intensa historia de amor con el negro felino Plutón, a quien inmortalizó en su relato El Gato Negro, y la inglesa autora del Frankenstein Mary Shelley tuvo un enorme angora blanco llamado Snowdrop a quien convirtió al vegetarianismo.
Geoffrey Chaucer, uno de los más leídos autores de lengua inglesa, dedicó abundantes poemas a sus compañeros con garras, y posteriormente, otro poeta, el inefable Thomas Stearns Eliot quien ganara también un Premio Nóbel, sentiría una oleada de ternura al momento de escribir poemas tan dulces como Dirigiéndome a los Gatos mientras con la otra mano acariciaba a su felino Finicky tras las orejas. En la Edad Media, el gran trovador francés y duque de Aquitania Guillermo compararía la sensualidad de sus gatos con la de sus mujeres, y el gran novelista y homosexual japonés Yukio Mishima entablaría una relación tan estrecha con sus gatos que les enviaba postales cuando andaba en el extranjero.
El Premio Nóbel de Literatura Rabindranath Tagore se inspiró en el gran amor existente entre él y sus gatos para escribir aquella cita que reza que el animal y el hombre fueron un solo ser, pero cuando se miran a los ojos lo hacen con ternura reconociéndose como amigos... Entre los músicos, grandes compositores como el francés Claudio Debussy o el amanerado y genial ruso Pedro Ilitch Tchaikovsky encontraban virtualmente imposible sentarse a escribir sus grandes obras si no tenía un hermoso felino a quien acariciar mientras laboraban ante el papel pautado.
Los gatos han acompañado a reyes, políticos y papas a la cima del poder. Angelo Roncalli, que era el nombre real del amado papa Juan XXIII, poseía varios gatos sin distingo de razas o abolengo(en una ocasión recogió uno romano callejero del populoso barrio Trastevere de Roma) y los alimentaba alegremente mientras charlaba con las cocineras de su palacio. Shaka Zulu, gran monarca africano, tenía 4 gatos rubicundos que dormían a sus pies y para los cuales compuso varios sones(Shaka era también gran poeta y músico). El más grande monarca de la historia de Francia fue Enrique IV, y no solo sentía gran amor por las mujeres, sino también por los gatos.
El hombre que redactó el famosísimo Edicto de Nantes para dar libertad de cultos fue el mismo que comió con sus gatos cuchareando del mismo plato de delicias.Jawaharlal Nehru, primer mandamás de la India independiente, a menudo se llevaba a uno de sus gatos-Danyi-a su despacho y el gordísimo felino a menudo fue testigo mudo de la firma de todo tipo de tratados. El gran forjador de la Turquía moderna, el chele Mustafá Kemal Ataturk utilizaba a su enorme gato angora blanco casi como pisapapeles viviente en su escritorio, y en la historia de Turquía no es el único que hacía algo similar. Saladino durante las Cruzadas se apasionó por la gata Manx Firousi que le regaló su rival Ricardo Corazón de León, y ella estaba en sus brazos cuando el gran sultán murió un 27 de febrero de 1193.
Una de las monarcas que idolatró a sus gatos fue la gran faraona egipcia Hatshepsut, quien reinó por derecho propio en una tierra donde los gatos incluso fueron elevados a categoría de dioses y se penaba con la muerte a quien hiciera daño a un felino. Hatshepsut solía dormir con sus gatos en un enorme diván satinado, y cuando ella murió diez de sus micifuces fueron momificados también para que le guardaran compañía en el más allá. Lo irónico es que no siempre resultaba ser rentable el hecho de gozar del favor del faraón de turno, pues al momento en que el mandamás moría sus mascotas predilectas eran sacrificadas para ser incluidas en su majestuosa tumba.
Makeda, bellísima reina de Saba que fue el amor de la vida del rey judío Salomón, llevó como regalo cuando fue a visitar al soberano 6 enormes gatos de Abisinia(los del ígneo pelaje que también fueron preferidos por su raro color rojo por Shaka Zulu siglos después).Una vez que Makeda regresó a su tierra(no sin antes pasar una ardiente noche de amor con Salomón en uno de los one-night-stands más célebres de la historia), Salomón trataba de paliar su nostalgia por Makea llevándose al lecho como ronroneantes almohadas a los gatos pelirrojos, pero no creo que le hayan servido de mayor consuelo...
Uno de los compañeros más entrañables del gran explorador y misionero escocés David Livingstone fue Sambo, un regordete gato mozambicano(de los negros con pezuñas blancas como zapatitos) que le regaló uno de los tantos jefes de tribu que él convirtió sin violencia al cristianismo. Cuando Livingstone murió, es de todos conocidos que su corazón fue extirpado del cadáver para ser sepultado bajo un enorme árbol en Africa. Mientras el cadáver del gran misionero se fue rumbo a Gran Bretaña, el corazón sirvió de punto de atracción para el leal Sambo, de quien reza la leyenda que solía sentarse bajo el árbol donde estaba la reliquia del "socio" a quien tanto amó.
"El gato no es de uno, no se posee al felino. Uno entabla una especie de sociedad igualitaria, es un socio... o bien uno es del gato, pero el animal nunca le pertenece a uno,"solía decir el gran poeta francés Charles Baudelaire, quien amó con tanta pasión a sus gatos que los inmortalizó en tres poemas en su célebre obra Las Flores del Mal. Fue sobre el lomo de su obeso gato persa Guillaume que Baudelaire vertió amargas lágrimas cuando Las Flores del Nal fue censurado por obscenidad y blasfemia.
La relación especial entre gato e intelectual siempre ha fascinado a muchos. Ernesto Hemingway, quien ganara el Premio Nóbel de Literatura, poseía numerosos gatos y prefería quitarse un bocado de la boca para dárselo a sus miaus.El también gringo Edgard Allan Poe protagonizó una intensa historia de amor con el negro felino Plutón, a quien inmortalizó en su relato El Gato Negro, y la inglesa autora del Frankenstein Mary Shelley tuvo un enorme angora blanco llamado Snowdrop a quien convirtió al vegetarianismo.
Geoffrey Chaucer, uno de los más leídos autores de lengua inglesa, dedicó abundantes poemas a sus compañeros con garras, y posteriormente, otro poeta, el inefable Thomas Stearns Eliot quien ganara también un Premio Nóbel, sentiría una oleada de ternura al momento de escribir poemas tan dulces como Dirigiéndome a los Gatos mientras con la otra mano acariciaba a su felino Finicky tras las orejas. En la Edad Media, el gran trovador francés y duque de Aquitania Guillermo compararía la sensualidad de sus gatos con la de sus mujeres, y el gran novelista y homosexual japonés Yukio Mishima entablaría una relación tan estrecha con sus gatos que les enviaba postales cuando andaba en el extranjero.
El Premio Nóbel de Literatura Rabindranath Tagore se inspiró en el gran amor existente entre él y sus gatos para escribir aquella cita que reza que el animal y el hombre fueron un solo ser, pero cuando se miran a los ojos lo hacen con ternura reconociéndose como amigos... Entre los músicos, grandes compositores como el francés Claudio Debussy o el amanerado y genial ruso Pedro Ilitch Tchaikovsky encontraban virtualmente imposible sentarse a escribir sus grandes obras si no tenía un hermoso felino a quien acariciar mientras laboraban ante el papel pautado.
Los gatos han acompañado a reyes, políticos y papas a la cima del poder. Angelo Roncalli, que era el nombre real del amado papa Juan XXIII, poseía varios gatos sin distingo de razas o abolengo(en una ocasión recogió uno romano callejero del populoso barrio Trastevere de Roma) y los alimentaba alegremente mientras charlaba con las cocineras de su palacio. Shaka Zulu, gran monarca africano, tenía 4 gatos rubicundos que dormían a sus pies y para los cuales compuso varios sones(Shaka era también gran poeta y músico). El más grande monarca de la historia de Francia fue Enrique IV, y no solo sentía gran amor por las mujeres, sino también por los gatos.
El hombre que redactó el famosísimo Edicto de Nantes para dar libertad de cultos fue el mismo que comió con sus gatos cuchareando del mismo plato de delicias.Jawaharlal Nehru, primer mandamás de la India independiente, a menudo se llevaba a uno de sus gatos-Danyi-a su despacho y el gordísimo felino a menudo fue testigo mudo de la firma de todo tipo de tratados. El gran forjador de la Turquía moderna, el chele Mustafá Kemal Ataturk utilizaba a su enorme gato angora blanco casi como pisapapeles viviente en su escritorio, y en la historia de Turquía no es el único que hacía algo similar. Saladino durante las Cruzadas se apasionó por la gata Manx Firousi que le regaló su rival Ricardo Corazón de León, y ella estaba en sus brazos cuando el gran sultán murió un 27 de febrero de 1193.
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