Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


domingo, 13 de abril de 2008

en el trono de Pedrito


MITOS Y REALIDADES DEL PAPADO Y SUS RITOS
Cecilia Ruiz de Ríos
Tras haber escuchado cualquier kilometraje de mitos, mentiras y distorsiones sobre los ritos que integran el papado en ocasión de la muerte del pontífice y la elección del siguiente sucesor al trono de San Pedro, opté por rememorar una mínima parte de los apuntes tomados en clase de religión cuando era estudiante en Francia. A pesar de que es harto conocido que no soy católica, sentí una profunda admiración por ese hermoso y erudito chele que fue Karol Wojtila (Juan Pablo II) y apenas coincido con muchos historiadores que afirman que este polaco está entre los grandes del papado al lado de León I(el que detuvo a Atila cuando quería acabar con Roma), Gregorio VII (quien limpió la iglesia en la Edad Media, puso en su lugar al germano Enrique IV en Canossa y estableció el doloroso celibato para los curas) y Juan XXIII (el papa más dulce y trabajador de toda la historia).
Desde el momento en que un santo padre cae a la cama de moribundo, se establece una serie de procedimientos que marcan su despedida de este valle de lágrimas. Contrario al archidisparate emitido en Managua por una “radio de primer lugar”, el cardenal camarlengo no es un” título estudiado en el Colegio Cardenalicio”( siendo esta organización la suma de todos los cardenales existentes en la iglesia, y no una universidad de cajón que emita títulos académicos) . El cardenal camarlengo es la persona más importante en el Vaticano a la hora en que un papa muere y se hace el proceso de transición hacia la elección del sucesor. Es el hombre encargado de proclamar la muerte del pontífice. El gentilmente toma un martillito-áureo o argentino-y con suavidad golpea la frente del papa agonizante, llamándole tres veces por su nombre de bautismo(no el nombre papal) para ver si el moribundo da señales de vida. Este rito no se observaba desde el siglo XII, pero fue reactivado con la muerte de Juan Pablo II, y bajo ninguna circunstancia se considera una “falta de respeto por los tres piñazos que le pegaron al pobre hombre para dejarlo más turulato” (cita textual de un noticiero radial). El Camarlengo debe declarar la muerte del papa en presencia del Maestro de Celebraciones Litúrgicas Papales, los prelados del clérigo, y el canciller de la Cámara Apostólica. El camarlengo además debe tomar posesión del anillo del pescador llevado en un dedo por el papa. En este anillo está la figura del primer papa, Pedro el Pescador, y el nombre del papa que lo lleva puesto. Esta sortija, además del sello del pontífice fenecido, debe ser destruido ante el colegio cardenalicio para garantizar que nadie use el sello ni nada perteneciente al finado.
Una vez que se establece que la sede ha quedado vacante, algunos limitados poderes pasan al colegio cardenalicio, el cual es convocado no por el camarlengo sino por el decano del Colegio Cardenalicio. Todos los cardenales cuya edad esté por debajo de los 80 años tienen la obligación de asistir a la Congregación General e Cardenales. Aquellos mayores de 80 pueden presentarse si así lo desean. La congregación debe hacer los arreglos para las honras fúnebres del papa recién fallecido. Cabe mencionar que no se permite autopsia alguna para los papas. El entierro debe lograrse entre 4 a 6 días luego del deceso. 9 días de duelo después del sepelio son observados, también. Todos los papas han sido sepultados en Roma, nunca en su país de origen. La congregación debe fijar hora y fecha para el inicio del cónclave (del italiano “con llave”) en el cual se seleccionará al siguiente sumo pontífice.
El conclave generalmente está convocado para 15 días después de la muerte del papa anterior o en caso de abdicación(aunque nadie a abdicado l trono de San Pedro después de Gregorio XII en 1409), aunque el plazo puede extenderse a 20 días para permitir que todos los cardenales arriben al Vaticano.
De la Capilla Sistina, donde se reúnen los cardenales que van para el cónclave, son llevados al aislamiento más total. Cero radios, TV, periódicos, internet, teléfonos o telegramas. Es considerado denigrante hacerse propaganda a uno mismo para ser electo papa (a como lo hizo en el Renacimiento Rodrigo Borgia, luego papa Alejandro VI). Si bien es cierto que en 1831 los cardenales se tomaron 54 días para elegir papa porque no se ponían de acuerdo, poco conclaves han durado más allá de 5 días hasta que salga el esperado humo blanco. En “aquellos dorados tiempos” cuando se demoraban mucho, eran puestos los pobres cardenales a una ración de pan y agua para obligarles a decidirse pronto. El ingenioso Juan Pablo II simplificó el método de elección en 1996, cuando estableció reglas que especifican que el ganador debe lograr su triunfo con 2 tercios de los votos hábiles. Si tras 12 días de debates nadie ha ganado, puede hacerse una sumaria votación y quien agarre la mayoría de votos queda de papa. Mientras no haya sucesor, el humo sigue saliendo negro por la esbelta pipa donde los papelitos de los votos son quemados. Los guardias suizos con sus vistosos trajecillos custodian a los cardenales. Si no hay consenso tras el escrutinio, los papelitos son quemados con paja húmeda, lo cual produce el humo negro. El humo blanco es producto de la quema de los papelitos y paja seca. Hoy en día ya la paja no se usa, solo productos químicos. Una hora después de la elección, un cardenal se asoma al balcón de San Pedro y lee en latín el nombre del próximo ungido del trono de San Pedro. La costumbre de los papas de cambiarse de nombre data de 535 años cuando un papa llamado Mercurio no quiso llevar su “pagano” nombre de bautismo al solio papal y se hizo llamar Juan II. Una vez escogido el sucesor, se le pregunta al elegido si acepta el cargo. En este momento decide qué nombre llevará. Tras elaborar el documento en el cual el nuevo pontífice acepta su elección, es llevado al Salón de las Lágrimas, un cuarto pequeño y escarlata cerca de la Capilla Sixtina, donde el nuevo papa se visto solito de acuerdo a las tres tallas de ropas nuevas preparadas. Luego retorna al conclave, donde el camarlengo le coloca el anillo del pescador y cada cardenal le rinde homenaje. Luego el cardenal diácono superior aparece en el balcón central de la fachada de la basílica para anunciar en latín al nuevo papa.
El papa recién electo entonces da su primera bendición apostólica Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo). Antes del ascenso de Juan Pablo II se solía coronar al nuevo pontífice con la tiara triple, pero cuando Karol Wojtila asumió el papado, quiso una ceremonia más modesta.
Entre los soberanos disparates comentados en Nicaragua quizás el del campeonato de la ignorancia es la especie que emitieron en una emisora protestante especificando que “al nuevo papa se le someten a “escrutinio sexual” para que comprenda lo humilde que debe ser, y por eso se le humilla tocándole allá abajo.” La realidad es que todo nuevo papa se sienta en una silla que contiene un pequeño agujero redondo, el cual coincide con sus genitales. Uno de los diáconos meterá la mano por ahí para confirmar la existencia de las menudencias masculinas en el nuevo pontífice, ya que la iglesia no desea ni a una mujer ni a un eunuco como papa. Esta costumbre data desde el medievo, cuando se cuenta que una avispada mujer vestida de macho pero llamada Juana reinó como papisa entre 855 a 858. Aunque muchos insisten que se trata de un mito y que tal mujer nunca existió en los anales de la iglesia, no hay sitio para una mujer en la silla de Pedro y se debe de evitar a todo costo que una hembra de la especie mande en el Vaticano. El más joven de los diáconos presentes asume la tarea de palpar al recién electo. Cuando se confirma que el nuevo pontífice tiene todos sus dones en su lugar, el diácono grita “testículos habet” (tiene testículos), y todos los clérigos responden extasiados “A Dios Gracias!” El objetivo de esta confirmación no es hacerle pasar bochornos ni humillaciones al nuevo elegido, sino para garantizarse que la iglesia siga siendo tan machista como siempre.



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