DISLEXICOS E "INCAPACES" DE LA HISTORIA
Cecilia Ruiz de Ríos
Unos meses atrás, como profesora, me llevé una gigantesca satisfacción cuando una preciosa niña con problemas de aprendizaje logró leer de corrido una fábula de Esopo en perfecto inglés. Muchas veces, los padres nos exasperamos cuando nuestros retoños no sacan el cien, ignorando quizás que muchos grandes personajes, de chiquillos fueron considerados raquíticos, ineptos, incapacitados y lentos.
La dislexia, un problema de aprendizaje que impide que el niño pueda leer bien, aquejó a varios genios que hoy son considerados pilares del conocimiento.
El legendario científico judío Albert Einstein, cuando era chiquito, era tan lento que sus padres temían que el mechudo muchachito fuera de inteligencia subnormal. Albert tuvo serias dificultades para hablar, y no progresaba mucho en sus estudios. Le costaba horrores leer de corrido. Curiosamente, este brillante hombre estaba destinado a ganarse el premio Nobel de Física y ser el padre involuntario de la pavorosa bomba atómica gracias a su teoría
de la relatividad.
Otro genio que fue considerado mal alumno, lento y hasta casi retardado fue el inventor norteamericano Tomás Alva Edison. Sus maestros no soportaban su dificultad para leer, las tareas con letra poco legible y su bostezo de aburrimiento en clase. Después de que su madre protagonizó un último tirón de mechas con los profesores del chiquito, Edison fue educado en casa por su tenaz progenitora, quien estaba convencida que su hijo era sencillamente brillante. Con el correr del tiempo, cuando Edison ya era el célebre Mago de Menlo Park y tenía a su haber inventos como el bulbo incandescente, el fonógrafo y el kinetoscopio, habría de reconocer que la primera persona que creyó en él a pesar de su dislexia fue la autora de sus días.
El emperador Claudio, quien sucedió al degenerado Calígula cuando éste fue asesinado, era considerado el imbécil de Roma. De niño, su madre perdía la paciencia con él y los tutores huían afligidos. Le costó mucho leer. Físicamente, era feo, flaco y desgarbado, pero era poseedor de una sesera envidiable que produjo numerosos tomos de historia sobre los etruscos y los
romanos, libros que hoy son considerados una joya histórica.
Uno de los más grandes estadistas del mundo occidental indudablemente fue Sir Winston Churchill. Nacido del matrimonio entre el disoluto y sifilítico Lord Randolph Churchill y la beldad norteamericana Jennie Jerome (por cierto una mujer cultísima y muy erudita), el gordito trasero del niño Winston soportó numerosas palizas por parte de sus profes (en tiempos en que los teachers podían sopapear a los alumnos "lentos") en el internado debido a que no era muy aplicado como alumno. Winston no atinaba a leer de corrido, las matemáticas le daban náuseas y solo fantaseaba con los personajes de la historia.
La vida pronto compensó al rubio Winston por sus sufrimientos como mal alumno, y las mismas letras que no lograba leer bien de chico fluyeron a él cuando se hizo corresponsal de guerra en Sudáfrica. El mal alumno que soportó azotes de sus profesores, gritos de su padre y la humillación ante sus compañeros de clase llegó a ser un genio de la política, un historiador muy respetable, un periodista de pluma brillante, un buen pintor y hasta se llevó a casa un Premio Nobel.
Otro gran estadista que no fue muy brillante como alumno fue el gran sultán otomano Selim El Adusto. Hijo del sultán Bayaceto II, por cierto gran poeta y fabulista también, Selim creció en medio de las intrigas palaciegas que urdían las numerosas mujeres del sultán, y en tal clima de tensión no se concentraba muy bien en sus estudios, temiendo ser envenenado o raptado por las rivales de su madre. Los mejores tutores fueron llevados para que el joven Selim pudiera progresar, y poco a poco el muchacho se fue apasionando por la astronomía, la orfebrería (llegó a ser un hábil joyero y algunas de sus obras en oro y malaquita aún se conservan) y las matemáticas. Sin embargo, tantos años de zozobra y cautela dejaron su marca en Selim, y cuando llegó por fin a reinar, se volvió frío, calculador y pendenciero, ganándose el nombrete de El Adusto porque poco sonreía.
La dificultad del príncipe heredero para aprender matemáticas fue lo que hizo que el alborotado rey siamés Mongkut mandara a buscar institutrices inglesas y francesas. Mongkut, más ocupado con los placeres de su harén que preocupado por ayudarle personalmente a su hijo Chulalangkorn, le consiguió a una inglesita que le enseñara los trucos de los números al niño. De esta forma, nació la leyenda que originó el bello musical "El Rey y Yo" de Rodgers and Hammerstein, logrando que tanto Mongkut como su desaplicado Chulalangkorn se hicieran nombres caseros en el mundo occidental.
Lo que muchos no saben es que el principito siamés logró llegar a ser un aventajado alumno, aprendió varios idiomas y al subir al trono pudo ser un gran reformista social, un monarca con una mente muy amplia, y patrono de la ciencia y las artes. Sus detractores criticaron su apertura hacia el mundo occidental, y en efecto los cheles europeos comenzaron a intervenir en los
asuntos internos del reino de Siam.
Jean Paul Sartre, el filósofo existencialista francés que se dio el lujo de rechazar un Premio Nóbel y que vivió en amores extraños con la escritora feminista Simone de Beauvoir, de chico era el objeto de la burla de sus contemporáneos. Era un niño feo, miope, esmirriado y sin amigos. Solía esconderse tras las faldas de su madre, leía libros con gran voracidad pero su profesor de álgebra no tiene buenos recuerdos de él.
En el mundo de la danza, el nombre del ucraniano Vaslav Nijinsky está entre los colosos de ese arte. Nijinsky era hijo de dos bailarines profesionales, y sus maestros en la escuela lo consideraban "lerdo, torpe, delicado de salud y retrasado". Desde chico se interesó por la danza, llegando a ser un gran danzarín, excelente coreógrafo y redomado homosexual. Si bien Nijinsky interpretó los mejores papeles en los ballets más aplaudidos de la Belle Epoque, nunca se aficionó por la lectura y murió loco un 8 de abril de 1950. En el mundo del deporte, el nombre de Johnny Weismuller sobresale por sus numerosas medallas olímpicas en natación.
Curiosamente, Johnny, hijo de un inmigrante alemán de bajos recursos, comenzó a nadar por prescripción médica, ya que estaba considerado raquítico y de escaso desarrollo físico. La vida se encargó de compensar a Johnny, quien llegó a tener un encanto que ponía sesereque a las hembras de la especie y una musculatura que ponía verde de envidia a los machos, sobre todo cuando triunfó en el cine como Tarzán El Hombre Mono, que es a como todos recordamos a este soberbio ejemplar que fuera "raquítico y de pocas luces" en sus primeros años de vida.
Unos meses atrás, como profesora, me llevé una gigantesca satisfacción cuando una preciosa niña con problemas de aprendizaje logró leer de corrido una fábula de Esopo en perfecto inglés. Muchas veces, los padres nos exasperamos cuando nuestros retoños no sacan el cien, ignorando quizás que muchos grandes personajes, de chiquillos fueron considerados raquíticos, ineptos, incapacitados y lentos.
La dislexia, un problema de aprendizaje que impide que el niño pueda leer bien, aquejó a varios genios que hoy son considerados pilares del conocimiento.
El legendario científico judío Albert Einstein, cuando era chiquito, era tan lento que sus padres temían que el mechudo muchachito fuera de inteligencia subnormal. Albert tuvo serias dificultades para hablar, y no progresaba mucho en sus estudios. Le costaba horrores leer de corrido. Curiosamente, este brillante hombre estaba destinado a ganarse el premio Nobel de Física y ser el padre involuntario de la pavorosa bomba atómica gracias a su teoría
de la relatividad.
Otro genio que fue considerado mal alumno, lento y hasta casi retardado fue el inventor norteamericano Tomás Alva Edison. Sus maestros no soportaban su dificultad para leer, las tareas con letra poco legible y su bostezo de aburrimiento en clase. Después de que su madre protagonizó un último tirón de mechas con los profesores del chiquito, Edison fue educado en casa por su tenaz progenitora, quien estaba convencida que su hijo era sencillamente brillante. Con el correr del tiempo, cuando Edison ya era el célebre Mago de Menlo Park y tenía a su haber inventos como el bulbo incandescente, el fonógrafo y el kinetoscopio, habría de reconocer que la primera persona que creyó en él a pesar de su dislexia fue la autora de sus días.
El emperador Claudio, quien sucedió al degenerado Calígula cuando éste fue asesinado, era considerado el imbécil de Roma. De niño, su madre perdía la paciencia con él y los tutores huían afligidos. Le costó mucho leer. Físicamente, era feo, flaco y desgarbado, pero era poseedor de una sesera envidiable que produjo numerosos tomos de historia sobre los etruscos y los
romanos, libros que hoy son considerados una joya histórica.
Uno de los más grandes estadistas del mundo occidental indudablemente fue Sir Winston Churchill. Nacido del matrimonio entre el disoluto y sifilítico Lord Randolph Churchill y la beldad norteamericana Jennie Jerome (por cierto una mujer cultísima y muy erudita), el gordito trasero del niño Winston soportó numerosas palizas por parte de sus profes (en tiempos en que los teachers podían sopapear a los alumnos "lentos") en el internado debido a que no era muy aplicado como alumno. Winston no atinaba a leer de corrido, las matemáticas le daban náuseas y solo fantaseaba con los personajes de la historia.
La vida pronto compensó al rubio Winston por sus sufrimientos como mal alumno, y las mismas letras que no lograba leer bien de chico fluyeron a él cuando se hizo corresponsal de guerra en Sudáfrica. El mal alumno que soportó azotes de sus profesores, gritos de su padre y la humillación ante sus compañeros de clase llegó a ser un genio de la política, un historiador muy respetable, un periodista de pluma brillante, un buen pintor y hasta se llevó a casa un Premio Nobel.
Otro gran estadista que no fue muy brillante como alumno fue el gran sultán otomano Selim El Adusto. Hijo del sultán Bayaceto II, por cierto gran poeta y fabulista también, Selim creció en medio de las intrigas palaciegas que urdían las numerosas mujeres del sultán, y en tal clima de tensión no se concentraba muy bien en sus estudios, temiendo ser envenenado o raptado por las rivales de su madre. Los mejores tutores fueron llevados para que el joven Selim pudiera progresar, y poco a poco el muchacho se fue apasionando por la astronomía, la orfebrería (llegó a ser un hábil joyero y algunas de sus obras en oro y malaquita aún se conservan) y las matemáticas. Sin embargo, tantos años de zozobra y cautela dejaron su marca en Selim, y cuando llegó por fin a reinar, se volvió frío, calculador y pendenciero, ganándose el nombrete de El Adusto porque poco sonreía.
La dificultad del príncipe heredero para aprender matemáticas fue lo que hizo que el alborotado rey siamés Mongkut mandara a buscar institutrices inglesas y francesas. Mongkut, más ocupado con los placeres de su harén que preocupado por ayudarle personalmente a su hijo Chulalangkorn, le consiguió a una inglesita que le enseñara los trucos de los números al niño. De esta forma, nació la leyenda que originó el bello musical "El Rey y Yo" de Rodgers and Hammerstein, logrando que tanto Mongkut como su desaplicado Chulalangkorn se hicieran nombres caseros en el mundo occidental.
Lo que muchos no saben es que el principito siamés logró llegar a ser un aventajado alumno, aprendió varios idiomas y al subir al trono pudo ser un gran reformista social, un monarca con una mente muy amplia, y patrono de la ciencia y las artes. Sus detractores criticaron su apertura hacia el mundo occidental, y en efecto los cheles europeos comenzaron a intervenir en los
asuntos internos del reino de Siam.
Jean Paul Sartre, el filósofo existencialista francés que se dio el lujo de rechazar un Premio Nóbel y que vivió en amores extraños con la escritora feminista Simone de Beauvoir, de chico era el objeto de la burla de sus contemporáneos. Era un niño feo, miope, esmirriado y sin amigos. Solía esconderse tras las faldas de su madre, leía libros con gran voracidad pero su profesor de álgebra no tiene buenos recuerdos de él.
En el mundo de la danza, el nombre del ucraniano Vaslav Nijinsky está entre los colosos de ese arte. Nijinsky era hijo de dos bailarines profesionales, y sus maestros en la escuela lo consideraban "lerdo, torpe, delicado de salud y retrasado". Desde chico se interesó por la danza, llegando a ser un gran danzarín, excelente coreógrafo y redomado homosexual. Si bien Nijinsky interpretó los mejores papeles en los ballets más aplaudidos de la Belle Epoque, nunca se aficionó por la lectura y murió loco un 8 de abril de 1950. En el mundo del deporte, el nombre de Johnny Weismuller sobresale por sus numerosas medallas olímpicas en natación.
Curiosamente, Johnny, hijo de un inmigrante alemán de bajos recursos, comenzó a nadar por prescripción médica, ya que estaba considerado raquítico y de escaso desarrollo físico. La vida se encargó de compensar a Johnny, quien llegó a tener un encanto que ponía sesereque a las hembras de la especie y una musculatura que ponía verde de envidia a los machos, sobre todo cuando triunfó en el cine como Tarzán El Hombre Mono, que es a como todos recordamos a este soberbio ejemplar que fuera "raquítico y de pocas luces" en sus primeros años de vida.
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