Los barbaros más celebres de la Historia
Cecilia Ruiz de Ríos
Como historiador, mi colega inglés Sir Winston Churchill tenía una curiosa definición de lo que es ser bárbaro:"Llamamos bárbaro a todo aquel que no comparta nuestras costumbres." Sin embargo, a lo largo de la historia nos encontramos algunos señores y señoras que fueron bárbaros en todo el sentido de la palabra, tanto en su portentosa pinta como en su falta de asco al momento de derramar sangre, preferiblemente la del prójimo.
Un atractivísimo mechudo que fue el primero en capturar Roma con todo lujo de barbarie fue nada menos que el rey godo Alarico. Lo hizo en el año 410 de la era cristiana y aunque sus tropas le perdonaron la vida no solo a casi todos los residentes romanos sino también a sus tesoros arquitectónicos(Alarico era un apasionado amante de todo lo bello, incluso su propia figura porque no podía pasar ante un charco porque se contemplaba arrobado como un narciso), no se abstuvo de saquear lo que le dio la gana. Lo divertido del asunto es que Alarico, desde 15 años antes de entrar a la Ciudad Eterna, ya había tenido una visión de que en el futuro capturaría Roma. Tras la captura de Roma, Alarico se envició del triunfo y quiso ir a dar camorra a Africa, pero las tormentas del Mediterráneo le pusieron alto a tal idea. Se supone que Alarico murió durante la travesía hacia la costa norte del Africa, pero otras leyendas afirman que fingió su muerte para salvar a su pueblo de la revancha de los romanos y los vándalos .Los descendientes de este guapo señor de trenzas fueron los visigodos, quienes luego se fueron a Iberia para sentar las bases de la futura España.
Otro célebre bárbaro es nada menos que el poderoso y temido rey de los hunos, Atila, quien a pesar de ser chaparro, era fabuloso estratega militar. Atila, de quien se rumora que se comió a dos de sus hijos, azotó el continente europeo en el siglo V de la era cristiana. Se precisó que los germanos y los romanos se unieran para por fin derrotarlo en el año 451 de la era cristiana, no sin que antes le hubiera asustado los frijoles a los romanos. Codicioso, Atila no penetró a Roma cuando el aguerrido papa Leo le salió al encuentro y le hizo una oferta que no podía rehúsar, y fue una ironía del destino que el hombre que tanta sangre ajena derramó por doquier no muriera en la guerra, sino que en la batalla de amor de su noche de bodas cuando tras consumar su matrimonio se ahogó en su propia sangre de nariz.
El rey de los vándalos, Geiserico, es otro de los bárbaros más alborotados de la historia. Duro y cruel con unas greñas imbañables, fue drástico con sus propios súbditos e implacable con los romanos, afirmando ser cristiano de una secta nada parecida a religión alguna. Del nombre de su pueblo es que se deriva la palabra vandalismo para describir a aquellos que destruyen todo.Supuestamente nacido un 11 de diciembre del 390 de la era cristiana en Galia, Geiserico fue proclamado monarca vándalo en 428, deponiendo a su propio hermano. Para 439, él y sus tropas le cayeron como zopilotera a Cartago(para entonces ya parte del imperio romano).Geiserico se autonombró mandamás de Cartago, y aunque hizo tratados con los romanos, después él mismo los desconoció y en 455 tuvo gran éxito al saquear Roma. Al morirse de viejo en 477, dejó tras de sí una de las marinas de guerra más temidas de la historia.
Una de las grandes pesadillas de los romanos fue un caudillo germano, Hermann (llamado Arminio por los romanos, que insistían en rebautizar a todo mundo como forma de dominio).Hermann había estado en las huestes del general romano Varus durante la campaña para conquistar Germania. Como infiltrado en las tropas romanas, pasó importantes datos de inteligencia militar a sus tribus, y logró que los soldados romanos fueran capturados en una trampa mortal en el Bosque Teutoberg hacia el año 9 de laera cristiana. Las tropas de Hermann se vieron en alitas de cucarachas porque los romanos eran más numerosos, pero de todas maneras los obligaron a salir en fila india de la Selva Negra y el Bosque Teutoberg. Fue tanta la masacre de los romanos que el general Varus se vio obligado a suicidarse de la verguenza, cayendo sobre su espada para quedar como pollito al pastor.
No todos los bárbaros eran machos. Una de las mujeres más bellas y valientes de la historia fue la celta Boadicea, reina de los Iceni. Esta guerrera con cara de muñeca Barbie reinó junto a su esposo Prasutagus en el primer siglo de la era cristiana en lo que hoy es Inglaterra, pero cuando su marido murió, los romanos ultrajaron a sus hijas y la sopapearon a ella. Enardecida, levantó a su pueblo en contra de los romanos en el año 61 de la era cristiana. Sus huestes celtas se adjudicaron buenas victorias al inicio, cuando Boadicea y su gente quemaron y saquearon Londres, pero cuando llegó el general romano Paulino Suetonio Boadicea fue acumulando derrotas. Al verse acorralada, Boadicea prefirió liberar a su fiel yegua y se bebió una copa de vino envenenado que un sacerdote druida le proporcionó. Su estatua en Londres hoy recuerda el coraje y gran integridad de esta escultural reina bárbara.
Los bretones tienen su propio bárbaro, Vortigern, quien en el siglo V de la era cristiana dio bastante guerra. Algunas leyendas lo ponen como un usurpador de bajas inclinaciones, habiendo llegado al poder por traición y asesinato librándose del joven rey Constans. Vortigern reinó en Bretaña con ayuda de mercenarios sajones, a quienes con el correr del tiempo, también despachó despiadadamente. Estos sajones luego lograron encerrarlo en un castillo en Gales, procediendo a quemar el castillo con Vortigern adentro.Y no podemos cerrar este capítulo sin rendirle el charro a uno de mis caudillos favoritos y bárbaro en todo el sentido de la palabra, el rubio adolescente galo Vercingétorix, a quien me enseñaron a venerar desde la infancia como el epítome de la valentía y furor independentista. Cuando al canallesco romano Julio César le dio por ir a conquistar las Galias (hoy Francia), este muchacho de la tribu de los avernios le enseñó con cuántas papas se hacía un guiso a pesar de que los invasores eran más numerosos y mejor entrenados que los galos. En el año 52 antes de Cristo, este chele mozalbete le cantó NO a los romanos, pero en la batalla de Alesia la suerte abandonó a Vercingétorix, quien tuvo que rendirse ante Julio César, quien se lo llevó como prisionero de guerra a Roma, lo mantuvo humillado durante casi seis años, le hizo incontables propuestas indecentes, y luego lo mató vilmente en público, en el año 45 antes de Cristo. Según las malas lenguas, Julio César, quien había estado infatuado con el bello caudillo, le arrancó la enorme melena rubia al cadáver para hacerse una peluca, y Abdi, el corcel de Vercingétorix, nunca apareció tras la muerte de su amo. Hoy en día este bárbaro es tan venerado en Francia que no solo hay un sitio histórico en memoria suya, sino que hay afiches, muñecos, monederos y hasta llaveros con su imagen, y Dios guarde que francés alguno oiga que se hable mal de él.
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