OLD TIP: EL ODIOSO DEL DESPACHO OVAL
Cecilia Ruiz de Ríos
Entre los personajes odiosos que yo amo detestar está un hombre feo, tosco, y nada simpático llamado William Henry Harrison, quien por una de esas bromas pesadas que juega el destino en los comicios fue el noveno presidente de los Estados Unidos.
William Henry Harrison nació en Berkeley, Virginia, un 9 de febrero de 1773 en el seno de una familia tradicional. Su padre, Benjamín Harrison, fue uno de los firmantes de la Constitución de los Estados Unidos. Desde la cuna, su cara no le ayudaba y ni su pobre madre, Elizabeth Bassett podía decir que era buen mozo. William se autollamó "hijo de la revolución", era el cumiche de su casa, y no fue a escuela alguna porque lo tutorearon en casa. A finales de la década de los 1780 lo enviaron a estudiar a la Universidad Hampden-Sydney, donde aparentemente no hizo demasiadas luces y se fue de sus aulas sin acabar los estudios. En 1790 le dio por querer ser matasanos y aunque tenía cara de purgante, no terminó tampoco la carrera de medicina. En 1791 optó por una carrera militar. A los 18 años de edad, ya William le tenía buen odio a los indios y organizó a 80 hombres para ir a luchar contra ellos, con la miserable paga de dos dólares por mes. En agosto de 1794 se destacó por su valentía en la Batalla de Fallen Timbers, y al año siguiente estuvo entre los firmantes y testigos del Tratado de Greenville.
Un 22 de noviembre de 1775, William se casó a escondidas con Anna Symmes, la mimada hija del juez John Cleves Symmes, quien poseía muchísimas tierras en Ohio. No faltó quien dijera que William era un cazadotes que esperaba ser mantenido por su suegro, y el afligido juez no dio la bendición para el casorio de su hija alegando que William "no sabe sangrar en pellejo propio, ni rogar con humildad, ni predicar con el ejemplo. Si tan solo supiera arar me sentiría satisfecho. "El matrimonio de William con Anna fue tumultuoso y los pleitos a menudo los resolvían temporalmente en la cama, por lo que no es de asustarse que en 19 años la pareja tuvo 10 hijos... William era muy dado a dar apariencias falsas, y muchas veces, tras aparatosa reyerta, William le decía a Anna, "Amorcito, dame la manito que nos están viendo y quiero que sepan lo felices que somos." Uno de los frutos del matrimonio de William fue John Scott Harrison, quien con el correr del tiempo engendró a Benjamín Harrison, vigésimo tercer presidente gringo.
William sometió a su numerosa prole a los rigores de vivir lejos de la civilización cuando él fue asignado en diversas comisiones y puestos gubernamentales. En 1800 William fue nombrado gobernador del territorio de Indiana cuando se partió el Territorio Noroeste.
Secretamente William era antiabolicionista y nunca dejó de albergar esperanzas de que la esclavitud siguiera entronizada en los Estados Unidos. Así a como gustaba de la opresión contra los negros, William también le arrebató a los indígenas buenos mordiscos de su territorio. Entre los tratados mediantes los cuales se usurparon tierras de los indios estuvo el de Fort Wayne (1809) por el cual los indios Delaware, Miami, Potawatomi e Eels cedieron casi 3 millones de hectáreas al blanco, siendo pagadas estas tierras a razón de un máximo de 500 dólares anuales. No todos los indios fueron dóciles y algunos se rebelaron contra el despojo y ocupación de sus tierras. Los británicos azuzaron a los indios Shawnee para que lucharan contra el invasor gringo y entre los que le dieron camorra a William estuvo el bravío y hermoso Tecumseh. En 1810 William chocó cuernos con Tecumseh en 1810 en el mes de agosto y no se pudo dar reconciliación alguna.
En la madrugada del 7 de noviembre de 1811 se libró una batalla en la Quebrada de Tippecanoe cuando los 800 hombres de William fueron sorprendidos por los indios al mando del Profeta (hermano de Tecumseh). 61 muertos y más de 120 heridos fueron las bajas de los norteamericanos, pero los restantes soldados blancos se fueron a sacar la rabia destruyendo el poblado desierto donde habitó el Profeta. Luego, la confederación de tribus indígenas lidereada por el aguerrido Tecumseh luchó al lado de los británicos en la Guerra de 1812. Pero desde 1811, a William le llamaron Old Tip, abreviando el nombre de Tippecanoe. William volvió a toparse con Tecumseh en 1813, y un 5 de octubre en la batalla del Thames, el valiente indio habría de caer acribillado a balazos. William a partir de entonces se sobaba las uñas en la solapa afirmando -al igual que tantos otros soldados gringos- que su bala había sido la que hirió de muerte a Tecumseh.
Con esos alardes y el apodito de Viejo Tip hizo campaña presidencial después de haber sido oficial de la iglesia Episcopal de Cristo (¡Con las manos manchadas de sangre india!) en Cincinnati, haber representado a su distrito en el congreso de 1818 a 1819 y siendo senador en 1825. A estas alturas, John Quincy Adams lo consideraba como poseedor de una mente activa, pero de poca profundidad. En 1828 William fue enviado de embajador gringo a Colombia. En febrero de 1829 llegó a Santa Fe de Bogotá, pero la gloria le duró poco porque llegó a Colombia solo a caerle gordísimo a Simón Bolívar, quien era el mandamás en aquel entonces.
Bolívar aborrecía el estricto republicanismo de William, y el nuevo presidente electo de los EEUU, Andrew Jackson, lo destituyó a William antes que tuviera oportunidad de "meter las de andar" todavía más. Una vez humillado al ser destituido, William le mandó una cartita bastante untuosa a Bolívar tratando de limpiarse... Mientras Andrew Jackson estuvo en la Casa Blanca, William hizo de todo para adquirir un hueso que roer (léase obtener un cargo público) y las cosas le fueron tan mal que hasta tuvo que hacer de oficinista en 1834 en una corte de apelaciones del condado Hamilton para poder mantener a su gente. Cuando algunos políticos le propusieron que corriera para vicepresidente, este "limosnero con garrote" dijo que él o corría para presidente o no lo hacía del todo. A la larga esa soberbia le trajo buenos dividendos y fue nominado, perdiendo en su primer intento cuando el vanidoso Martín Van Buren le ganó. Pero William estaba destinado a la presidencia y en 1840 volvió a lanzarse como candidato, esta vez para triunfar. La campaña electoral de William fue poco escrupulosa, atacaba con golpes bajos a Van Buren, llamándole un dandy sin cerebro.
Como slogan de campaña hizo alusión a su batallita de Tippecanoe y se vanaglorió de haber matado a Tecumseh. Una vez ganada la presidencia, quiso saborear al máximo su momento pronunciando un discurso larguísimo y aburrido de 105 minutos en el cual se comprometió innecesariamente a no buscar reelección. Su primer día de mandamás fue de temperaturas gélidas debidas a la cola del invierno. William al aburrir a la gente con su discurso inaugural no usó sombrero y pescó la neumonía que lo llevaría a la tumba un 4 de abril de 1841, dejando el récord de haber sido el presidente más viejo a la hora de tomar las riendas y el que tuvo más efímera duración en la Casa Blanca. La leyenda afirma que el fantasma de Tecumseh, quien nunca padeció de resfriados ni nada, llegó a pasarle la factura. Hoy en día muchos lo recordamos como un hombre patán, asesino de indios, usurpador de tierras y un ávido buscador de puestos quien nunca se detuvo ante nada ni nadie.
Entre los personajes odiosos que yo amo detestar está un hombre feo, tosco, y nada simpático llamado William Henry Harrison, quien por una de esas bromas pesadas que juega el destino en los comicios fue el noveno presidente de los Estados Unidos.
William Henry Harrison nació en Berkeley, Virginia, un 9 de febrero de 1773 en el seno de una familia tradicional. Su padre, Benjamín Harrison, fue uno de los firmantes de la Constitución de los Estados Unidos. Desde la cuna, su cara no le ayudaba y ni su pobre madre, Elizabeth Bassett podía decir que era buen mozo. William se autollamó "hijo de la revolución", era el cumiche de su casa, y no fue a escuela alguna porque lo tutorearon en casa. A finales de la década de los 1780 lo enviaron a estudiar a la Universidad Hampden-Sydney, donde aparentemente no hizo demasiadas luces y se fue de sus aulas sin acabar los estudios. En 1790 le dio por querer ser matasanos y aunque tenía cara de purgante, no terminó tampoco la carrera de medicina. En 1791 optó por una carrera militar. A los 18 años de edad, ya William le tenía buen odio a los indios y organizó a 80 hombres para ir a luchar contra ellos, con la miserable paga de dos dólares por mes. En agosto de 1794 se destacó por su valentía en la Batalla de Fallen Timbers, y al año siguiente estuvo entre los firmantes y testigos del Tratado de Greenville.
Un 22 de noviembre de 1775, William se casó a escondidas con Anna Symmes, la mimada hija del juez John Cleves Symmes, quien poseía muchísimas tierras en Ohio. No faltó quien dijera que William era un cazadotes que esperaba ser mantenido por su suegro, y el afligido juez no dio la bendición para el casorio de su hija alegando que William "no sabe sangrar en pellejo propio, ni rogar con humildad, ni predicar con el ejemplo. Si tan solo supiera arar me sentiría satisfecho. "El matrimonio de William con Anna fue tumultuoso y los pleitos a menudo los resolvían temporalmente en la cama, por lo que no es de asustarse que en 19 años la pareja tuvo 10 hijos... William era muy dado a dar apariencias falsas, y muchas veces, tras aparatosa reyerta, William le decía a Anna, "Amorcito, dame la manito que nos están viendo y quiero que sepan lo felices que somos." Uno de los frutos del matrimonio de William fue John Scott Harrison, quien con el correr del tiempo engendró a Benjamín Harrison, vigésimo tercer presidente gringo.
William sometió a su numerosa prole a los rigores de vivir lejos de la civilización cuando él fue asignado en diversas comisiones y puestos gubernamentales. En 1800 William fue nombrado gobernador del territorio de Indiana cuando se partió el Territorio Noroeste.
Secretamente William era antiabolicionista y nunca dejó de albergar esperanzas de que la esclavitud siguiera entronizada en los Estados Unidos. Así a como gustaba de la opresión contra los negros, William también le arrebató a los indígenas buenos mordiscos de su territorio. Entre los tratados mediantes los cuales se usurparon tierras de los indios estuvo el de Fort Wayne (1809) por el cual los indios Delaware, Miami, Potawatomi e Eels cedieron casi 3 millones de hectáreas al blanco, siendo pagadas estas tierras a razón de un máximo de 500 dólares anuales. No todos los indios fueron dóciles y algunos se rebelaron contra el despojo y ocupación de sus tierras. Los británicos azuzaron a los indios Shawnee para que lucharan contra el invasor gringo y entre los que le dieron camorra a William estuvo el bravío y hermoso Tecumseh. En 1810 William chocó cuernos con Tecumseh en 1810 en el mes de agosto y no se pudo dar reconciliación alguna.
En la madrugada del 7 de noviembre de 1811 se libró una batalla en la Quebrada de Tippecanoe cuando los 800 hombres de William fueron sorprendidos por los indios al mando del Profeta (hermano de Tecumseh). 61 muertos y más de 120 heridos fueron las bajas de los norteamericanos, pero los restantes soldados blancos se fueron a sacar la rabia destruyendo el poblado desierto donde habitó el Profeta. Luego, la confederación de tribus indígenas lidereada por el aguerrido Tecumseh luchó al lado de los británicos en la Guerra de 1812. Pero desde 1811, a William le llamaron Old Tip, abreviando el nombre de Tippecanoe. William volvió a toparse con Tecumseh en 1813, y un 5 de octubre en la batalla del Thames, el valiente indio habría de caer acribillado a balazos. William a partir de entonces se sobaba las uñas en la solapa afirmando -al igual que tantos otros soldados gringos- que su bala había sido la que hirió de muerte a Tecumseh.
Con esos alardes y el apodito de Viejo Tip hizo campaña presidencial después de haber sido oficial de la iglesia Episcopal de Cristo (¡Con las manos manchadas de sangre india!) en Cincinnati, haber representado a su distrito en el congreso de 1818 a 1819 y siendo senador en 1825. A estas alturas, John Quincy Adams lo consideraba como poseedor de una mente activa, pero de poca profundidad. En 1828 William fue enviado de embajador gringo a Colombia. En febrero de 1829 llegó a Santa Fe de Bogotá, pero la gloria le duró poco porque llegó a Colombia solo a caerle gordísimo a Simón Bolívar, quien era el mandamás en aquel entonces.
Bolívar aborrecía el estricto republicanismo de William, y el nuevo presidente electo de los EEUU, Andrew Jackson, lo destituyó a William antes que tuviera oportunidad de "meter las de andar" todavía más. Una vez humillado al ser destituido, William le mandó una cartita bastante untuosa a Bolívar tratando de limpiarse... Mientras Andrew Jackson estuvo en la Casa Blanca, William hizo de todo para adquirir un hueso que roer (léase obtener un cargo público) y las cosas le fueron tan mal que hasta tuvo que hacer de oficinista en 1834 en una corte de apelaciones del condado Hamilton para poder mantener a su gente. Cuando algunos políticos le propusieron que corriera para vicepresidente, este "limosnero con garrote" dijo que él o corría para presidente o no lo hacía del todo. A la larga esa soberbia le trajo buenos dividendos y fue nominado, perdiendo en su primer intento cuando el vanidoso Martín Van Buren le ganó. Pero William estaba destinado a la presidencia y en 1840 volvió a lanzarse como candidato, esta vez para triunfar. La campaña electoral de William fue poco escrupulosa, atacaba con golpes bajos a Van Buren, llamándole un dandy sin cerebro.
Como slogan de campaña hizo alusión a su batallita de Tippecanoe y se vanaglorió de haber matado a Tecumseh. Una vez ganada la presidencia, quiso saborear al máximo su momento pronunciando un discurso larguísimo y aburrido de 105 minutos en el cual se comprometió innecesariamente a no buscar reelección. Su primer día de mandamás fue de temperaturas gélidas debidas a la cola del invierno. William al aburrir a la gente con su discurso inaugural no usó sombrero y pescó la neumonía que lo llevaría a la tumba un 4 de abril de 1841, dejando el récord de haber sido el presidente más viejo a la hora de tomar las riendas y el que tuvo más efímera duración en la Casa Blanca. La leyenda afirma que el fantasma de Tecumseh, quien nunca padeció de resfriados ni nada, llegó a pasarle la factura. Hoy en día muchos lo recordamos como un hombre patán, asesino de indios, usurpador de tierras y un ávido buscador de puestos quien nunca se detuvo ante nada ni nadie.
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