ROMEO: EL ZANGANETE MAS UTIL ENTRE TODOS
Cecilia Ruiz de Ríos
Al celebrarse una efemérides más del Día Mundial del Gato, resulta increíble que en Nicaragua dos de los felinos más valiosos (que fueron los yuntas-musas del gran poeta Martínez Rivas) tuvieron un triste final al morir decapitados en manos de quien juró cuidarlas “como propios”. Sin embargo, todos aquellos que han recurrido a la inseminación artificial-ya sea para conseguir el mejor torete Brahman o el heredero del apellido ilustre- deben agradecer al zanganete más útil de todos los tiempos: un entrecenizo gato Manx llamado Romeo que fue con quien experimentó el incomparable genio italiano Lázaro Spallanzani para establecer las bases de lo que sería la inseminación artificial. Humillante para los ailurófobos como el gaticida de la Poe de Martínez Rivas el tener que decirle thank you a un miau, pero así es el destino. Cést la vie, dirían los franceses.
Lázaro Spallanzani fue un útil, glotón y erudito cura italiano nacido en enero de 1729 y a él no solo se le debe la inseminación artificial en su inicio, sino también los estudios sobre el sistema auditivo de los murciélagos (base para que en el siglo XX se hiciera el oportuno radar), la vulcanología moderna y una serie de tratados sobre la digestión. Como profesor Spallanzani fue tan cotizado como teacher y científico que la ilustrada déspota austríaca Ma. Teresa de Habsburgo lo consiguió para que se encargara de la cátedra de historia natural en la universidad de Pavía en noviembre de 1769. Spallanzani no solo le cayó de maravillas a la emperatriz, sino que también a su familia, entre ellos el heredero al trono José II de Habsburgo, un hombre muy letrado. El progresista José II sentía tanta admiración por el italiano que se hizo su amigo, y para 1788, cuando una gata Manx llamada Nur Jehan (que había sido la favorita de Isabella, la primera y adorada esposa de José II )parió, el gato más hermoso de la camada fue a parar a manos del científico. Romeo Amore-que fue el nombre completo de este gato- nació un 4 de octubre de 1788 y solo tenía una borlita en lugar de cola, abundante pelaje entre cenizo con mechones rojos, y unos ojos de ámbar cristalino. Spallanzani, quien había traído una gata angora blanca llamada Nackcidil de sus viajes por Turquía, adoró a primera vista al nuevo micifuz.
Romeo desde los 7 meses de edad mostró tener una líbido prodigiosa. No solo preñó a la vieja Nackcidil, sino que hizo averías por todo el vecindario. Para entonces el científico ya estaba interesado en estudiar la inseminación artificial tras haber hecho experimentos con anfibios y reptiles. Es falso que los espermatozoides hubiesen sido descubiertos por Spallanzani, a como hace poco leí con asombro en un pasquín, pues todo el que lee un poco sabe que primero fueron vistos por el holandés Antón Van Leeuwenhoek. Spallanzani quería saber cuál era la contribución-por mínima que ésta sea- del macho a la reproducción. Posteriormente, Spallanzani haría experimentos con su alelado perro Dragón y con la ruidosa fertilidad del Romeo, quien justificó su romántico nombre una y mil veces. Para entonces, ya Lázaro Spallanzani había conocido a los linajuda Elisabeth Pavonyi, una viuda húngara con quien se dice que tuvo devaneos. La adinerada cíngara hizo buenas migas con el gato desde el primer encuentro. El micifuz solía seguir a Spallanzani al laboratorio, donde a menudo se acomodaba al lado de un matraz. Entre experimentos y correrías con gatas, se calcula que Romeo dejó regados unos 200 gatitos.
Romeo parecía estar muy al tanto de su importancia. Era arrogante, mimado, con un ronroneo más bullicioso que un taladro moderno. Prefería las ostras, paté de foie gras de Estrasburgo, camarones en crema y gachas de avena, y aunque muchos gatos odian el dulce, era fanático de unos relámpagos de chocolate que hacían en Viena y que a menudo el mismito emperador José II le llevaba en una primorosa canastita cuando el monarca visitaba a Spallanzani. Dormía rodeado de cojines de seda, y al igual que su amo (socio? O consideraba a Spallanzani su criado?) padecía de ventosidades que soltaba durante el sueño.
Romeo a menudo se veía cortejado por la legión de alumnos fanáticos de Spallanzani, y una vez un efusivo pupilo turco quiso quedar bien llevando picadillo de cordero con chile y casi mata a Romeo merced a una pavorosa currutaca.
Romeo sentía viva alergia por la música del envidioso y mediocre italiano Antonio Salieri, y en una ocasión en que Spallanzani lo llevó a un concierto en la mansión de unos nobles, el gato se revolcaba en el ensotanado regazo de Spallanzani dando aullidos de dolor al escuchar lo que para él era ruido. Romeo se calmó hasta que tocaron un divertimento de Wolfgang Amadeus Mozart, quien obviamente era 3 mil veces mejor que Salieri. Indudablemente, hay que reconocerle al felino su buen gusto.
Spallanzani moriría en febrero de 1799 por complicaciones de uremia, ya que tenía un tumor en la vejiga. Para colmo, tenía trastornos digestivos, diabetes y un poco de sobrepeso. Romeo y 5 de sus hijos fueron a parar a manos de la gentil húngara Elisabeth Pavonyi, quien los cuidó con mucho primor. Romeo extrañó mucho a su socio, pero todavía vivió hasta que la edad lo venció en 1805. Murió de 17 años un 6 de abril. Para entonces, Raoul András, uno de los hijos de Elisabeth Pavonyi, ya estaba estudiando en un seminario y no tuvo mejor idea que hacerle una ceremonia religiosa al gato fallecido. Esto causó que lo expulsaran del seminario cuando a saber qué alma caritativa les fue con el cuecho a los superiores de Raoul. Este fue excomulgándolo por haber celebrado una misa por un animal, dado que la iglesia católica aún considera que los animales no tienen alma.(¿)
Romeo Amore indudablemente que fue un tierno nexo viviente entre José II de Habsburgo (quien hasta le dio una medalla a Spallanzani por sus numerosos aportes a la educación) y este excéntrico pero útil científico italiano. Los estudios que el sacerdote hizo sobre la contribución del macho a la reproducción fueron desempolvados y retomados luego de su muerte para posibilitar que hoy en día se dé la inseminación artificial para júbilo de familias humanas y ganaderos por igual. Hasta la vez en Austria, existen descendientes de este regordete felino cola chinga quien se ganó su lugar en la historia al lado de otros prominentes micifuces como Gateau del bardo Guillermo de Aquitania, Taino del temible shogún Ieyasu Tokugawa, Gnat de Normandía del bardo y cronista Juan Alejandro de Normandía y hasta las desafortunadas gatitas de Carlos Martínez Rivas que tuvieron tan triste final.
Cecilia Ruiz de Ríos
Al celebrarse una efemérides más del Día Mundial del Gato, resulta increíble que en Nicaragua dos de los felinos más valiosos (que fueron los yuntas-musas del gran poeta Martínez Rivas) tuvieron un triste final al morir decapitados en manos de quien juró cuidarlas “como propios”. Sin embargo, todos aquellos que han recurrido a la inseminación artificial-ya sea para conseguir el mejor torete Brahman o el heredero del apellido ilustre- deben agradecer al zanganete más útil de todos los tiempos: un entrecenizo gato Manx llamado Romeo que fue con quien experimentó el incomparable genio italiano Lázaro Spallanzani para establecer las bases de lo que sería la inseminación artificial. Humillante para los ailurófobos como el gaticida de la Poe de Martínez Rivas el tener que decirle thank you a un miau, pero así es el destino. Cést la vie, dirían los franceses.
Lázaro Spallanzani fue un útil, glotón y erudito cura italiano nacido en enero de 1729 y a él no solo se le debe la inseminación artificial en su inicio, sino también los estudios sobre el sistema auditivo de los murciélagos (base para que en el siglo XX se hiciera el oportuno radar), la vulcanología moderna y una serie de tratados sobre la digestión. Como profesor Spallanzani fue tan cotizado como teacher y científico que la ilustrada déspota austríaca Ma. Teresa de Habsburgo lo consiguió para que se encargara de la cátedra de historia natural en la universidad de Pavía en noviembre de 1769. Spallanzani no solo le cayó de maravillas a la emperatriz, sino que también a su familia, entre ellos el heredero al trono José II de Habsburgo, un hombre muy letrado. El progresista José II sentía tanta admiración por el italiano que se hizo su amigo, y para 1788, cuando una gata Manx llamada Nur Jehan (que había sido la favorita de Isabella, la primera y adorada esposa de José II )parió, el gato más hermoso de la camada fue a parar a manos del científico. Romeo Amore-que fue el nombre completo de este gato- nació un 4 de octubre de 1788 y solo tenía una borlita en lugar de cola, abundante pelaje entre cenizo con mechones rojos, y unos ojos de ámbar cristalino. Spallanzani, quien había traído una gata angora blanca llamada Nackcidil de sus viajes por Turquía, adoró a primera vista al nuevo micifuz.
Romeo desde los 7 meses de edad mostró tener una líbido prodigiosa. No solo preñó a la vieja Nackcidil, sino que hizo averías por todo el vecindario. Para entonces el científico ya estaba interesado en estudiar la inseminación artificial tras haber hecho experimentos con anfibios y reptiles. Es falso que los espermatozoides hubiesen sido descubiertos por Spallanzani, a como hace poco leí con asombro en un pasquín, pues todo el que lee un poco sabe que primero fueron vistos por el holandés Antón Van Leeuwenhoek. Spallanzani quería saber cuál era la contribución-por mínima que ésta sea- del macho a la reproducción. Posteriormente, Spallanzani haría experimentos con su alelado perro Dragón y con la ruidosa fertilidad del Romeo, quien justificó su romántico nombre una y mil veces. Para entonces, ya Lázaro Spallanzani había conocido a los linajuda Elisabeth Pavonyi, una viuda húngara con quien se dice que tuvo devaneos. La adinerada cíngara hizo buenas migas con el gato desde el primer encuentro. El micifuz solía seguir a Spallanzani al laboratorio, donde a menudo se acomodaba al lado de un matraz. Entre experimentos y correrías con gatas, se calcula que Romeo dejó regados unos 200 gatitos.
Romeo parecía estar muy al tanto de su importancia. Era arrogante, mimado, con un ronroneo más bullicioso que un taladro moderno. Prefería las ostras, paté de foie gras de Estrasburgo, camarones en crema y gachas de avena, y aunque muchos gatos odian el dulce, era fanático de unos relámpagos de chocolate que hacían en Viena y que a menudo el mismito emperador José II le llevaba en una primorosa canastita cuando el monarca visitaba a Spallanzani. Dormía rodeado de cojines de seda, y al igual que su amo (socio? O consideraba a Spallanzani su criado?) padecía de ventosidades que soltaba durante el sueño.
Romeo a menudo se veía cortejado por la legión de alumnos fanáticos de Spallanzani, y una vez un efusivo pupilo turco quiso quedar bien llevando picadillo de cordero con chile y casi mata a Romeo merced a una pavorosa currutaca.
Romeo sentía viva alergia por la música del envidioso y mediocre italiano Antonio Salieri, y en una ocasión en que Spallanzani lo llevó a un concierto en la mansión de unos nobles, el gato se revolcaba en el ensotanado regazo de Spallanzani dando aullidos de dolor al escuchar lo que para él era ruido. Romeo se calmó hasta que tocaron un divertimento de Wolfgang Amadeus Mozart, quien obviamente era 3 mil veces mejor que Salieri. Indudablemente, hay que reconocerle al felino su buen gusto.
Spallanzani moriría en febrero de 1799 por complicaciones de uremia, ya que tenía un tumor en la vejiga. Para colmo, tenía trastornos digestivos, diabetes y un poco de sobrepeso. Romeo y 5 de sus hijos fueron a parar a manos de la gentil húngara Elisabeth Pavonyi, quien los cuidó con mucho primor. Romeo extrañó mucho a su socio, pero todavía vivió hasta que la edad lo venció en 1805. Murió de 17 años un 6 de abril. Para entonces, Raoul András, uno de los hijos de Elisabeth Pavonyi, ya estaba estudiando en un seminario y no tuvo mejor idea que hacerle una ceremonia religiosa al gato fallecido. Esto causó que lo expulsaran del seminario cuando a saber qué alma caritativa les fue con el cuecho a los superiores de Raoul. Este fue excomulgándolo por haber celebrado una misa por un animal, dado que la iglesia católica aún considera que los animales no tienen alma.(¿)
Romeo Amore indudablemente que fue un tierno nexo viviente entre José II de Habsburgo (quien hasta le dio una medalla a Spallanzani por sus numerosos aportes a la educación) y este excéntrico pero útil científico italiano. Los estudios que el sacerdote hizo sobre la contribución del macho a la reproducción fueron desempolvados y retomados luego de su muerte para posibilitar que hoy en día se dé la inseminación artificial para júbilo de familias humanas y ganaderos por igual. Hasta la vez en Austria, existen descendientes de este regordete felino cola chinga quien se ganó su lugar en la historia al lado de otros prominentes micifuces como Gateau del bardo Guillermo de Aquitania, Taino del temible shogún Ieyasu Tokugawa, Gnat de Normandía del bardo y cronista Juan Alejandro de Normandía y hasta las desafortunadas gatitas de Carlos Martínez Rivas que tuvieron tan triste final.
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