EL DICTADOR MAS AMADO: ATATURK
Han habido dictadores cuya mano de hierro solo ha servido para estrujar al país que gobernaron. Otros han sido vistos como monstruos, pero hubo un hombre alto y chele cuyo férreo temple al gobernar sirvió para forjar una nación de los tristes despojos de un imperio: Mustafá Kemal, Ataturk, el padre de la Turquía moderna.
Hasta la fecha, muchos turistas que visitan Ankara, la capital turca, se preguntan el por qué muchos relojes de edificios públicos marcan las 9 de la mañana a cualquier hora. La razón es sencilla: a las 9 de la mañana de un 10 de noviembre de 1938 en la ciudad de Estambul, Mustafá Kemal Ataturk falleció a consecuencia de una galopante cirrosis, y su muerte fue llorada a gritos por un pueblo que hasta la vez le rinde pleitesía.
A Mustafá Kemal le tocó venir al mundo en la ciudad griega de Salónica, la cual todavía estaba en el decadente Imperio Otomano, en 1881, en el seno de una familia modesta. Fue ávido estudiante de historia y en 1905, el rubio muchacho egresa de la Escuela de Guerra de Estambul con altas calificaciones. Casi inmediatamente, se une al movimiento nacionalista llamado Vatan Ve Hurriyet, cuya tendencia patriótica asustaba a algunas autoridades que pronto vieron con malos ojos al impulsivo joven que era Mustafá. Sus mismos compañeros de promoción solían llamarle El Perfecto, dado que nunca se conformaba con ser solamente bueno sino que se sacrificaba por lograr la excelencia. Entre 1910 y 1913 Mustafá se integra a la lucha que sostiene el imperio otomano en sitios como Italia, Grecia, Serbia y Montenegro. Las autoridades, viendo al joven como una amenaza latente, lo mandan a los sitios más peligrosos con esperanza de que caiga en combate, pero este futuro dictador tiene más vidas que un gato. Posteriormente habría de ser llevado a prisión por sus actividades "subversivas" y hasta amenazado con escuadra de fusilamiento...
Durante la I Guerra Mundial, Turquía se hace aliada de Alemania y Austria, y a Mustafá le toca ir a luchar a los Dardanelos, al Cáucaso, Palestina y Alepo. Al finalizar la guerra, el imperio otomano se desmorona sin que el sultán de turno, el fofo Mehmet VI mueva un dedo para evitar el desmembramiento del mismo. Las provincias árabes fueron a parar bajo mandatos de Francia y Gran Bretaña. Así finaliza la historia del imperio otomano, el cual en el siglo XVII había abarcado tierras hasta las mismas puertas de Viena. Sultanes como Bayaceto I (apodado El Rayo), Mehmet II el Conquistador, Selim II El Adusto y el gran Solimán el Magnífico deben haberse revolcado del bochorno en sus tumbas. El 11 de octubre de 1922 se firma el armisticio y los franceses y británicos reconocen haber triunfado a través del Tratado de Mudanya. Mustafá al saber del desmembramiento del imperio llora, y en la noche en su campamento militar, mientras un lobo aúlla en el bosque, el futuro dirigente lanza un aullido de dolor que congela la sangre del pavor a los soldados. Desde entonces le llamarán El Lobo Gris a Mustafá.
El 29 de octubre de 1923 se proclama la República de Turquía con Mustafá como presidente. La nueva capital es Ankara, antes Angora (cuna de los gatos peludos del mismo nombre). En 1925 Mustafá promulga nuevos códigos (tanto civil como penal) conforme modelo occidental. Con ayuda del Partido Republicano del Pueblo, Mustafá se da a la tarea de abolir tribunales religiosos, escuelas coránicas, cofradías musulmanas y la poligamia. En 1928 manda que el idioma turco se escriba con alfabeto latino, instala el sistema métrico, remoza las ciudades turcas, y prohibe el uso del fez (gorro cónico turco) para ser reemplazado por el sombrero occidental. En 1934 las mujeres no solo logran que les den el voto, sino que ya tienen prohibido andar con el velo de la sumisión islámico puesto. A pesar de que muchas de las medidas tomadas por Mustafá como dictador del pueblo turco afectan las tradiciones más arraigadas, la gente nunca dejó de amarlo. Por doquier que andaba, Mustafá era objeto de gentilezas y adoración. La Asamblea Nacional fue quien le puso el sobriquet de Ataturk, el cual significa Padre de los Turcos.
Mustafá estaba consciente de los enormes problemas que el siglo XX traía para su patria e hizo lo posible por modernizarla. La reconstrucción de Turquía sobre los rescoldos del imperio otomano fue una tarea gigantesca, y Mustafá trabajó sin descanso. Muchas veces se dormía sobre su escritorio a las 3 de la madrugada, pero estaba en pie de nuevo a las 6 a.m. Siempre gallardo y apuesto, rubio en una tierra donde muchos ostentan melenas azabache y piel tostada, Mustafá siempre vestía con gran elegancia, aunque los que le conocieron en tiempos de la guerra contaban que no dudaba en meterse al lado y sudar igual que los otros soldados. Mustafá no solo era buen trabajador, sino que bebió a profundidad de los placeres de la vida. Muchas mujeres perdieron el sueño y decoro por él, y la botella de licor era una de sus aficiones...tanto, que la bebida en exceso fue lo que causó su muerte por cirrosis. En sus escasísimos ratos de ocio, leía y escribía poesía erótica, coleccionaba desnudos del arte clásico y se divertía con sus numerosas mascotas. Los restos de Ataturk reposan en un imponente mausoleo en las afueras de Aubara. Hasta la vez nunca faltan flores y visitantes en su majestuosa tumba, y hay un hermoso monumento a su memoria en Estambul. Muchos relojes siguen marcando la hora de su muerte como tributo a este hombre que supo darle un futuro a Turquía como el más aguerrido y benévolo de los dictadores
Han habido dictadores cuya mano de hierro solo ha servido para estrujar al país que gobernaron. Otros han sido vistos como monstruos, pero hubo un hombre alto y chele cuyo férreo temple al gobernar sirvió para forjar una nación de los tristes despojos de un imperio: Mustafá Kemal, Ataturk, el padre de la Turquía moderna.
Hasta la fecha, muchos turistas que visitan Ankara, la capital turca, se preguntan el por qué muchos relojes de edificios públicos marcan las 9 de la mañana a cualquier hora. La razón es sencilla: a las 9 de la mañana de un 10 de noviembre de 1938 en la ciudad de Estambul, Mustafá Kemal Ataturk falleció a consecuencia de una galopante cirrosis, y su muerte fue llorada a gritos por un pueblo que hasta la vez le rinde pleitesía.
A Mustafá Kemal le tocó venir al mundo en la ciudad griega de Salónica, la cual todavía estaba en el decadente Imperio Otomano, en 1881, en el seno de una familia modesta. Fue ávido estudiante de historia y en 1905, el rubio muchacho egresa de la Escuela de Guerra de Estambul con altas calificaciones. Casi inmediatamente, se une al movimiento nacionalista llamado Vatan Ve Hurriyet, cuya tendencia patriótica asustaba a algunas autoridades que pronto vieron con malos ojos al impulsivo joven que era Mustafá. Sus mismos compañeros de promoción solían llamarle El Perfecto, dado que nunca se conformaba con ser solamente bueno sino que se sacrificaba por lograr la excelencia. Entre 1910 y 1913 Mustafá se integra a la lucha que sostiene el imperio otomano en sitios como Italia, Grecia, Serbia y Montenegro. Las autoridades, viendo al joven como una amenaza latente, lo mandan a los sitios más peligrosos con esperanza de que caiga en combate, pero este futuro dictador tiene más vidas que un gato. Posteriormente habría de ser llevado a prisión por sus actividades "subversivas" y hasta amenazado con escuadra de fusilamiento...
Durante la I Guerra Mundial, Turquía se hace aliada de Alemania y Austria, y a Mustafá le toca ir a luchar a los Dardanelos, al Cáucaso, Palestina y Alepo. Al finalizar la guerra, el imperio otomano se desmorona sin que el sultán de turno, el fofo Mehmet VI mueva un dedo para evitar el desmembramiento del mismo. Las provincias árabes fueron a parar bajo mandatos de Francia y Gran Bretaña. Así finaliza la historia del imperio otomano, el cual en el siglo XVII había abarcado tierras hasta las mismas puertas de Viena. Sultanes como Bayaceto I (apodado El Rayo), Mehmet II el Conquistador, Selim II El Adusto y el gran Solimán el Magnífico deben haberse revolcado del bochorno en sus tumbas. El 11 de octubre de 1922 se firma el armisticio y los franceses y británicos reconocen haber triunfado a través del Tratado de Mudanya. Mustafá al saber del desmembramiento del imperio llora, y en la noche en su campamento militar, mientras un lobo aúlla en el bosque, el futuro dirigente lanza un aullido de dolor que congela la sangre del pavor a los soldados. Desde entonces le llamarán El Lobo Gris a Mustafá.
El 29 de octubre de 1923 se proclama la República de Turquía con Mustafá como presidente. La nueva capital es Ankara, antes Angora (cuna de los gatos peludos del mismo nombre). En 1925 Mustafá promulga nuevos códigos (tanto civil como penal) conforme modelo occidental. Con ayuda del Partido Republicano del Pueblo, Mustafá se da a la tarea de abolir tribunales religiosos, escuelas coránicas, cofradías musulmanas y la poligamia. En 1928 manda que el idioma turco se escriba con alfabeto latino, instala el sistema métrico, remoza las ciudades turcas, y prohibe el uso del fez (gorro cónico turco) para ser reemplazado por el sombrero occidental. En 1934 las mujeres no solo logran que les den el voto, sino que ya tienen prohibido andar con el velo de la sumisión islámico puesto. A pesar de que muchas de las medidas tomadas por Mustafá como dictador del pueblo turco afectan las tradiciones más arraigadas, la gente nunca dejó de amarlo. Por doquier que andaba, Mustafá era objeto de gentilezas y adoración. La Asamblea Nacional fue quien le puso el sobriquet de Ataturk, el cual significa Padre de los Turcos.
Mustafá estaba consciente de los enormes problemas que el siglo XX traía para su patria e hizo lo posible por modernizarla. La reconstrucción de Turquía sobre los rescoldos del imperio otomano fue una tarea gigantesca, y Mustafá trabajó sin descanso. Muchas veces se dormía sobre su escritorio a las 3 de la madrugada, pero estaba en pie de nuevo a las 6 a.m. Siempre gallardo y apuesto, rubio en una tierra donde muchos ostentan melenas azabache y piel tostada, Mustafá siempre vestía con gran elegancia, aunque los que le conocieron en tiempos de la guerra contaban que no dudaba en meterse al lado y sudar igual que los otros soldados. Mustafá no solo era buen trabajador, sino que bebió a profundidad de los placeres de la vida. Muchas mujeres perdieron el sueño y decoro por él, y la botella de licor era una de sus aficiones...tanto, que la bebida en exceso fue lo que causó su muerte por cirrosis. En sus escasísimos ratos de ocio, leía y escribía poesía erótica, coleccionaba desnudos del arte clásico y se divertía con sus numerosas mascotas. Los restos de Ataturk reposan en un imponente mausoleo en las afueras de Aubara. Hasta la vez nunca faltan flores y visitantes en su majestuosa tumba, y hay un hermoso monumento a su memoria en Estambul. Muchos relojes siguen marcando la hora de su muerte como tributo a este hombre que supo darle un futuro a Turquía como el más aguerrido y benévolo de los dictadores
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