CARLOS DARWIN, EL SABIO QUE NOS QUITO LA VENDA
Cecilia Ruiz de Ríos
Hace poco, un maestro me contaba que en su escuela le habían indicado,¡ a estas fechas del 2001!, que pasara "muy por encimita" por el capítulo dedicado a Carlos Darwin, el autor de El Origen de las Especies. Darwin, quien ha estado sepultado solo físicamente desde 1882, seguía causando hipos y aspavientos por haber tenido la ocurrencia de especificar que los humanos venimos del mono.
Carlos había venido al mundo un 12 de febrero de 1809 en el pueblo inglés de Shrewsbury, hijo del matrimonio formado por Robert Darwin y su esposa Susana Wedgewood. Tras la muerte de Susana-cuando Carlos tenía apenas 8 añitos- su papá y sus hermanos Erasmo, Mariana, Carolina, Catherine y Susan se desvivían por cuidarlo. Siendo su papá el campechano y jovial médico del pueblo, Carlos a menudo le acompañaba en sus visitas a pacientes y se fue apasionando por la medicina. En 1825 Carlos ingresó a la universidad de Edimburgo para seguir los pasos de su padre en la medicina. Sin embargo, Carlos leyó las teorías evolucionistas de Lamarck y su interés comenzó a fluctuar hacia la zoología, para disgusto de Robert, quien ya contaba con que Carlos sería su sucesor en medicina. Temblando de ira, el papá de Carlos le recomendó que mejor fuera clérigo ya que no daba la talla para galeno. En 1828 Carlos quiso seguir el consejo de papi y se metió a estudiar teología en Cambridge y para 1831 Carlos tenía en mano su diploma de Bachiller en Artes, único título académico que lograría en su vida. Además de estudiar teología, en sus ratos libres Carlos había estado en contacto con el botánico John Stevens Henslow y sería con este maestro que Carlos se iría abordo de la fragata inglesa Beagle hacia el hemisferio sur para levantar mapas cartográficos que sirvieran a intereses comerciales de la corona. Desde el 27 de diciembre de 1831 hasta el 2 de octubre de 1836 pasaría navegando el Beagle. Fue durante esta extensa travesía que Carlos tuvo oportunidad de poner pie en las islas Galápagos, y al arribar a este paraíso perdido Carlos pudo sostener gavilanes en su mano y entablar amistad con palomas que no huían de la presencia humana. La fascinación del joven Carlos no tuvo límites al pasar por sitios tan bellos como Tasmania(donde casi le muerde el trasero un lobo de Tasmania, destinado a la extinción poco después), las Azores, Australia, Tahití y Nueva Zelanda. Carlos anotaba febrilmente en su diario cuanto veía, tocaba e indagaba. Los otros miembros de la fragata sospechaban que se estaba volviendo loco.
Como consecuencia de las vicisitudes del viaje, la salud de Carlos se resentiría mucho posteriormente, pero de momento, al regresar a Inglaterra, se casó un 29 de enero de 1839 con su prima Emma Wedgewood, con quien le unía una ternura que databa de la infancia. Aunque Carlos gozó de lo lindo del tálamo nupcial, confesó que sus tres meses de luna de miel fueron altamente improductivos para la ciencia, ya que no dejaba de refocilarse con su hermosísima esposa varias veces al día. Sin embargo, Emma probó que no solo tenía inteligencia para el erotismo, y resultó ser una colaboradora sagaz de su marido,hábil secretaria y de un pragmatismo considerable. Cuidaba a las mil maravillas a su marido, y en 1842 logró convencer a su consorte de que comprara una casa en Down, no lejos de Londres, donde él pudo hallar las condiciones ideales para trabajar bien. El amor entre Carlos y Emma se mantuvo constante y ella le dio 10 hijos, de los cuales 7 sobrevivieron. Carlos como padre era alegre, juguetón y muy tierno, anotando en su diario desde la caída de los dientes de sus muchachos hasta sus enfermedades. Carlos, tan jovial en el entorno familiar, odiaba los compromisos sociales y las fiestas, y los evadía al máximo aduciendo estar mal de salud.
La variedad de especies que encontró en el viaje del Beagle habrían de ser las parteras de uno de los libros más controversiales de la historia, El Origen de las Especies a través de la selección natural, el cual fue publicado en 1859 con un tiraje de 1250 ejemplares, cifra que se agotó a las 24 horas de salir humeante de la imprenta. El Origen de las especies también plasmaba conclusiones a las que Carlos había llegado en conjunto con el zoólogo Alfred Russell Wallace. A este polémico libro habría de seguirle otro igualmente controversial, El origen del Hombre y la selección con relación al sexo, publicado en 1871. Carlos se vería convertido en el hombre escarlata de la ciencia de entonces, y sería atacado por clérigos que se negaban a aceptar que era más factible que descendiéramos del mono a que Yahvé nos hubiera creado de barro.
Los ataques contra Carlos y su teoría de la evolución adquirieron visos épicos cuando se enfrentaron el obispo Samuel Wilberforce y el joven biólogo Thomas Huxley en la Universidad de Oxford. El clérigo delante de una audiencia que echaba virtualmente chispas le preguntó con insolencia al biólogo,"Usted viene del mono por línea materna o paterna?" A lo cual Huxley sin enojarse contestó,"Preferiría descender de una pareja de benignos monos por ambos lados que de un hombre que abusa de sus dotes para traer prejuicios religiosos a una discusión de asuntos de los cuales es obvio que no sabe absolutamente nada!" Los estudiantes aplaudían y silbaban, y el religioso muy cristianamente quiso irse a los puños con el joven biólogo. Huxley era uno de los fans de Carlos Darwin.
Tras esta sonora victoria, Carlos pudo saborear en sus últimos años una relativa paz, jugando con sus nietos, su colección de palomas cola de abanico y sus changos con nombres de reinas y reyes bárbaros. Carlos murió de un ataque cardíaco a los 71 años de edad en su casa de Down, un 19 de abril de 1882. Su cadáver fue enterrado en la famosísima Abadía de Westminster, cripta de reyes y notables ingleses. Y al ser sepultado al lado de otro gran sabio inglés, Sir Isaac Newton, la bailarina y escritora gitana Tadea Mirslac, quien fue una defensora de Carlos, murmuró durante una visita a la cripta,"De qué estarán hablando Isaac y Charlie en el más allá?Cuánto deben estar gozando!"
Cecilia Ruiz de Ríos
Hace poco, un maestro me contaba que en su escuela le habían indicado,¡ a estas fechas del 2001!, que pasara "muy por encimita" por el capítulo dedicado a Carlos Darwin, el autor de El Origen de las Especies. Darwin, quien ha estado sepultado solo físicamente desde 1882, seguía causando hipos y aspavientos por haber tenido la ocurrencia de especificar que los humanos venimos del mono.
Carlos había venido al mundo un 12 de febrero de 1809 en el pueblo inglés de Shrewsbury, hijo del matrimonio formado por Robert Darwin y su esposa Susana Wedgewood. Tras la muerte de Susana-cuando Carlos tenía apenas 8 añitos- su papá y sus hermanos Erasmo, Mariana, Carolina, Catherine y Susan se desvivían por cuidarlo. Siendo su papá el campechano y jovial médico del pueblo, Carlos a menudo le acompañaba en sus visitas a pacientes y se fue apasionando por la medicina. En 1825 Carlos ingresó a la universidad de Edimburgo para seguir los pasos de su padre en la medicina. Sin embargo, Carlos leyó las teorías evolucionistas de Lamarck y su interés comenzó a fluctuar hacia la zoología, para disgusto de Robert, quien ya contaba con que Carlos sería su sucesor en medicina. Temblando de ira, el papá de Carlos le recomendó que mejor fuera clérigo ya que no daba la talla para galeno. En 1828 Carlos quiso seguir el consejo de papi y se metió a estudiar teología en Cambridge y para 1831 Carlos tenía en mano su diploma de Bachiller en Artes, único título académico que lograría en su vida. Además de estudiar teología, en sus ratos libres Carlos había estado en contacto con el botánico John Stevens Henslow y sería con este maestro que Carlos se iría abordo de la fragata inglesa Beagle hacia el hemisferio sur para levantar mapas cartográficos que sirvieran a intereses comerciales de la corona. Desde el 27 de diciembre de 1831 hasta el 2 de octubre de 1836 pasaría navegando el Beagle. Fue durante esta extensa travesía que Carlos tuvo oportunidad de poner pie en las islas Galápagos, y al arribar a este paraíso perdido Carlos pudo sostener gavilanes en su mano y entablar amistad con palomas que no huían de la presencia humana. La fascinación del joven Carlos no tuvo límites al pasar por sitios tan bellos como Tasmania(donde casi le muerde el trasero un lobo de Tasmania, destinado a la extinción poco después), las Azores, Australia, Tahití y Nueva Zelanda. Carlos anotaba febrilmente en su diario cuanto veía, tocaba e indagaba. Los otros miembros de la fragata sospechaban que se estaba volviendo loco.
Como consecuencia de las vicisitudes del viaje, la salud de Carlos se resentiría mucho posteriormente, pero de momento, al regresar a Inglaterra, se casó un 29 de enero de 1839 con su prima Emma Wedgewood, con quien le unía una ternura que databa de la infancia. Aunque Carlos gozó de lo lindo del tálamo nupcial, confesó que sus tres meses de luna de miel fueron altamente improductivos para la ciencia, ya que no dejaba de refocilarse con su hermosísima esposa varias veces al día. Sin embargo, Emma probó que no solo tenía inteligencia para el erotismo, y resultó ser una colaboradora sagaz de su marido,hábil secretaria y de un pragmatismo considerable. Cuidaba a las mil maravillas a su marido, y en 1842 logró convencer a su consorte de que comprara una casa en Down, no lejos de Londres, donde él pudo hallar las condiciones ideales para trabajar bien. El amor entre Carlos y Emma se mantuvo constante y ella le dio 10 hijos, de los cuales 7 sobrevivieron. Carlos como padre era alegre, juguetón y muy tierno, anotando en su diario desde la caída de los dientes de sus muchachos hasta sus enfermedades. Carlos, tan jovial en el entorno familiar, odiaba los compromisos sociales y las fiestas, y los evadía al máximo aduciendo estar mal de salud.
La variedad de especies que encontró en el viaje del Beagle habrían de ser las parteras de uno de los libros más controversiales de la historia, El Origen de las Especies a través de la selección natural, el cual fue publicado en 1859 con un tiraje de 1250 ejemplares, cifra que se agotó a las 24 horas de salir humeante de la imprenta. El Origen de las especies también plasmaba conclusiones a las que Carlos había llegado en conjunto con el zoólogo Alfred Russell Wallace. A este polémico libro habría de seguirle otro igualmente controversial, El origen del Hombre y la selección con relación al sexo, publicado en 1871. Carlos se vería convertido en el hombre escarlata de la ciencia de entonces, y sería atacado por clérigos que se negaban a aceptar que era más factible que descendiéramos del mono a que Yahvé nos hubiera creado de barro.
Los ataques contra Carlos y su teoría de la evolución adquirieron visos épicos cuando se enfrentaron el obispo Samuel Wilberforce y el joven biólogo Thomas Huxley en la Universidad de Oxford. El clérigo delante de una audiencia que echaba virtualmente chispas le preguntó con insolencia al biólogo,"Usted viene del mono por línea materna o paterna?" A lo cual Huxley sin enojarse contestó,"Preferiría descender de una pareja de benignos monos por ambos lados que de un hombre que abusa de sus dotes para traer prejuicios religiosos a una discusión de asuntos de los cuales es obvio que no sabe absolutamente nada!" Los estudiantes aplaudían y silbaban, y el religioso muy cristianamente quiso irse a los puños con el joven biólogo. Huxley era uno de los fans de Carlos Darwin.
Tras esta sonora victoria, Carlos pudo saborear en sus últimos años una relativa paz, jugando con sus nietos, su colección de palomas cola de abanico y sus changos con nombres de reinas y reyes bárbaros. Carlos murió de un ataque cardíaco a los 71 años de edad en su casa de Down, un 19 de abril de 1882. Su cadáver fue enterrado en la famosísima Abadía de Westminster, cripta de reyes y notables ingleses. Y al ser sepultado al lado de otro gran sabio inglés, Sir Isaac Newton, la bailarina y escritora gitana Tadea Mirslac, quien fue una defensora de Carlos, murmuró durante una visita a la cripta,"De qué estarán hablando Isaac y Charlie en el más allá?Cuánto deben estar gozando!"
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