ABEBE BIKILA, LA FLECHA DE EBANO
Cecilia Ruiz de Ríos
Hace poco, un cronista deportivo me señaló que en mis artículos, nunca mencionaba a las grandes glorias del deporte de la historia.
Sin embargo, habiendo practicado baloncesto, fútbol americano, lanzamiento de bala y jabalina y hasta karate en mi chavalencia, siempre he envidiado a los que han tenido el don de correr. Abebe Bikila, atleta etíope que ganó dos veces seguidas el maratón en los Juegos Olímpicos, figura entre los íconos del deporte que siempre he admirado.
Abebe vino al mundo en 1932 en un poblado llamado Jato, ubicado a unos 130 kilómetros de la capital etíope de Addis Ababa. Pesó 7 libras al nacer y estaba saludable, siendo sus padres Widnesh Meberu y Ato Bikila Demssie. Abebe desde chico mostró un carácter dulce y jovial, y alternaba entre cuidar el rebaño como pastor y sus estudios. A los 12 años, terminó su tradicional educación "Qes", y era considerado buen jugador de "Gena". En 1952, poco antes de ajustar sus 20 años de edad, este espigado y atractivo negro fue admitido en la Guardia Imperial del palacio real. Una vez en el cuerpo élite de militares, participó en numerosas justas atléticas con gran éxito. En 1954, cuando ya tenía 22 años, conoció a la chica que sería el amor de su vida, Yewibdar Giorgis, con quien estaba destinado a casarse tras un cortejo relámpago. Con ella tuvo 4 hijos.
Abebe pasó un buen número de años en la Guardia Imperial antes de llegar a distinguirse como buen atleta. El momento decisivo se dio cuando él presenciaba el desfile de los atletas seleccionados para representar a Etiopía en los juegos olímpicos de Melbourne. Tomó la decisión de entrenar más para poderse ver entre los seleccionados de futuros juegos. El héroe deportivo de entonces en Etiopía se llamaba Wani Biratu. Abebe se inscribió en una carrera en la cual el ídolo participaría. Wami comenzó bien la carrera, pero al final el vencedor fue Abebe, para entonces un perfecto desconocido. Posteriormente Abebe rompería los récords de carreras de 5000 y 10 mil metros, y con estos impresionantes resultados no es de extrañarse que el esbelto atleta formara parte de los seleccionados para ir a representar a Etiopía a los juegos olímpicos de Roma en 1960.
Una vez en la Ciudad Eterna, Abebe pospuso para después de la prueba el consumo de pastas y pizzas, y la carrera que brindó en el maratón forma parte de las páginas de oro de la historia del atletismo. No sólo ganó la carrera, sino que estableció un nuevo récord mundial de 2:16.2 para el maratón, quizás la prueba más temida del atletismo. Fue el primer africano en ganar una medalla de oro en los juegos olímpicos, y muchos se sorprendieron al verle correr descalzo a pesar de que numerosas casas de aperos deportivos ofrecieron zapatos para la carrera.
Correr descalzo para Abebe significó poner muy en alto la dignidad y el heroísmo de Etiopía. "Yo quería que todos supieran que mi país siempre ha salido adelante con mucha determinación y heroísmo," dijo sonriente a los periodistas Abebe, quien durante la carrera mantuvo una sonrisa a flor de labios. Una vez que tuvo tras de sí la victoria, reza la leyenda que Abebe consumió un equivalente de unas 20 libras de pastas en el lapso de pocas horas, quizás porque toda su vida fue bueno al diente.
En 1964, Abebe se alistaba para ir a defender su oro olímpico en los juegos de Japón. En Tokyo ya sabían de su resistencia y determinación, y contaba con miles de fans en el Imperio del Sol Naciente. Pero seis semanas antes de partir a Tokyo, el destino casi deja a Abebe vestido y alborotado en sus shorts de carrera. Una galopante apendicitis lo aterrizó en una sala de operaciones después que se hicieron infructuosos intentos por controlar la crisis con medicamentos.
Apenas salió del quirófano, esbozó la misma sonrisa de santo complaciente y anunció tranquilamente que igual se iba a Tokyo con la barriga zurcida. Aún el día en que arribó a Tokyo, Abebe bajó cojeando por las escalinatas del avión mientras los nipones le aplaudían y le animaban. Los japoneses en la villa olímpica se esmeraron en mimarle, y Abebe agradeció los gestos de gentileza afirmando que su rápida recuperación la debía a los cuidos de los nipones. Entre sus compañeros de equipo iban Mamo y Demsie Wolde, de quienes se esperaba buen rendimiento. Mamo era el rival más temido de Abebe para el maratón. Sin embargo, Abebe estaba destinado para cubrirse de gloria nuevamente imponiendo un nuevo record de 2:12.11 para el maratón, siendo la primera vez que el maratón era ganado dos veces consecutivamente por el mismo atleta.
Entre los cronistas deportivos, estaba un hombre que era nuevo en este oficio: el escritor japonés Yukio Mishima. Más conocido por sus novelas, obras teatrales y costumbres homosexuales, Yukio se destacaba entre los corresponsales por su arrojo para conseguir entrevistas. Yukio, antes de la llegada de Abebe Bikila al Japón, ya había expresado la gran admiración que sentía por el gran atleta, y cuando lo tuvo ante sí para la entrevista tan ansiada, el escritor tembló de emoción.
Según las malas lenguas con la mía a cargo de la manifestación, Yukio aisló a Abebe y se lo llevó aparte, donde procedió a besarle los pies mientras el pobre africano no sabía si gritar del susto o quedarse quieto. Lo que no se pudo confirmar nunca es la leyenda de que Yukio conservó un calzoncillo (¡sin lavar!) de Abebe como recuerdo valioso, pero lo cierto es que Abebe regresó a Etiopía con una preciosa muñeca japonesa con ojos de ágata ...por cortesía del gran novelista.
Abebe entrenó con ahínco para los juegos olímpicos de 1968 en México, pero la fortuna esta vez no le sonrió. A los quince kilómetros de haber iniciado el maratón, casi se le paralizan los pulmones y tuvo que retirarse. Su paisano Mamo Wolde fue el vencedor esta vez. Abebe, quien había completado 26 maratones en primer lugar, estaba gravemente enfermo. Para colmo, en 1968, Abebe sufrió un accidente automovilístico en la ciudad de Sheno a 70 kilómetros de Addis Abbaba. Como consecuencia, se vio remitido a la silla de ruedas, paralizado de la cintura hacia abajo. Estuvo en tratamiento por 9 meses en Etiopía y en el extranjero. Pero aún privado de la capacidad de correr, Abebe siempre mostró su tesón y dignidad, y en 1970 ganó la medalla de oro en Noruega, donde participó en la carrera a campo traviesa de trineo.
A pesar de verse en silla de ruedas, Abebe nunca perdió la dulzura de su carácter, y recibía complacido a numeroso atletas y admiradores que hacían peregrinación hacia su casa para visitarle. En octubre de 1973, el gallardo morenazo murió tras una larga dolencia y Etiopía entera lloró. El cuerpo de este genial atleta fue remitido a la Iglesia de San José en medio de una inmensa muchedumbre y hasta del emperador de turno, Atse Haile Selassie, quien fue uno de sus primeros fans. Hoy en día muchos visitan este templo para dejarle flores a Abebe, el gran atleta etíope que hizo honor al apodo de La Flecha de Ebano, con el cual lo bautizó el gran escritor y a ratos cronista deportivo nipón Yukio Mishima.
Cecilia Ruiz de Ríos
Hace poco, un cronista deportivo me señaló que en mis artículos, nunca mencionaba a las grandes glorias del deporte de la historia.
Sin embargo, habiendo practicado baloncesto, fútbol americano, lanzamiento de bala y jabalina y hasta karate en mi chavalencia, siempre he envidiado a los que han tenido el don de correr. Abebe Bikila, atleta etíope que ganó dos veces seguidas el maratón en los Juegos Olímpicos, figura entre los íconos del deporte que siempre he admirado.
Abebe vino al mundo en 1932 en un poblado llamado Jato, ubicado a unos 130 kilómetros de la capital etíope de Addis Ababa. Pesó 7 libras al nacer y estaba saludable, siendo sus padres Widnesh Meberu y Ato Bikila Demssie. Abebe desde chico mostró un carácter dulce y jovial, y alternaba entre cuidar el rebaño como pastor y sus estudios. A los 12 años, terminó su tradicional educación "Qes", y era considerado buen jugador de "Gena". En 1952, poco antes de ajustar sus 20 años de edad, este espigado y atractivo negro fue admitido en la Guardia Imperial del palacio real. Una vez en el cuerpo élite de militares, participó en numerosas justas atléticas con gran éxito. En 1954, cuando ya tenía 22 años, conoció a la chica que sería el amor de su vida, Yewibdar Giorgis, con quien estaba destinado a casarse tras un cortejo relámpago. Con ella tuvo 4 hijos.
Abebe pasó un buen número de años en la Guardia Imperial antes de llegar a distinguirse como buen atleta. El momento decisivo se dio cuando él presenciaba el desfile de los atletas seleccionados para representar a Etiopía en los juegos olímpicos de Melbourne. Tomó la decisión de entrenar más para poderse ver entre los seleccionados de futuros juegos. El héroe deportivo de entonces en Etiopía se llamaba Wani Biratu. Abebe se inscribió en una carrera en la cual el ídolo participaría. Wami comenzó bien la carrera, pero al final el vencedor fue Abebe, para entonces un perfecto desconocido. Posteriormente Abebe rompería los récords de carreras de 5000 y 10 mil metros, y con estos impresionantes resultados no es de extrañarse que el esbelto atleta formara parte de los seleccionados para ir a representar a Etiopía a los juegos olímpicos de Roma en 1960.
Una vez en la Ciudad Eterna, Abebe pospuso para después de la prueba el consumo de pastas y pizzas, y la carrera que brindó en el maratón forma parte de las páginas de oro de la historia del atletismo. No sólo ganó la carrera, sino que estableció un nuevo récord mundial de 2:16.2 para el maratón, quizás la prueba más temida del atletismo. Fue el primer africano en ganar una medalla de oro en los juegos olímpicos, y muchos se sorprendieron al verle correr descalzo a pesar de que numerosas casas de aperos deportivos ofrecieron zapatos para la carrera.
Correr descalzo para Abebe significó poner muy en alto la dignidad y el heroísmo de Etiopía. "Yo quería que todos supieran que mi país siempre ha salido adelante con mucha determinación y heroísmo," dijo sonriente a los periodistas Abebe, quien durante la carrera mantuvo una sonrisa a flor de labios. Una vez que tuvo tras de sí la victoria, reza la leyenda que Abebe consumió un equivalente de unas 20 libras de pastas en el lapso de pocas horas, quizás porque toda su vida fue bueno al diente.
En 1964, Abebe se alistaba para ir a defender su oro olímpico en los juegos de Japón. En Tokyo ya sabían de su resistencia y determinación, y contaba con miles de fans en el Imperio del Sol Naciente. Pero seis semanas antes de partir a Tokyo, el destino casi deja a Abebe vestido y alborotado en sus shorts de carrera. Una galopante apendicitis lo aterrizó en una sala de operaciones después que se hicieron infructuosos intentos por controlar la crisis con medicamentos.
Apenas salió del quirófano, esbozó la misma sonrisa de santo complaciente y anunció tranquilamente que igual se iba a Tokyo con la barriga zurcida. Aún el día en que arribó a Tokyo, Abebe bajó cojeando por las escalinatas del avión mientras los nipones le aplaudían y le animaban. Los japoneses en la villa olímpica se esmeraron en mimarle, y Abebe agradeció los gestos de gentileza afirmando que su rápida recuperación la debía a los cuidos de los nipones. Entre sus compañeros de equipo iban Mamo y Demsie Wolde, de quienes se esperaba buen rendimiento. Mamo era el rival más temido de Abebe para el maratón. Sin embargo, Abebe estaba destinado para cubrirse de gloria nuevamente imponiendo un nuevo record de 2:12.11 para el maratón, siendo la primera vez que el maratón era ganado dos veces consecutivamente por el mismo atleta.
Entre los cronistas deportivos, estaba un hombre que era nuevo en este oficio: el escritor japonés Yukio Mishima. Más conocido por sus novelas, obras teatrales y costumbres homosexuales, Yukio se destacaba entre los corresponsales por su arrojo para conseguir entrevistas. Yukio, antes de la llegada de Abebe Bikila al Japón, ya había expresado la gran admiración que sentía por el gran atleta, y cuando lo tuvo ante sí para la entrevista tan ansiada, el escritor tembló de emoción.
Según las malas lenguas con la mía a cargo de la manifestación, Yukio aisló a Abebe y se lo llevó aparte, donde procedió a besarle los pies mientras el pobre africano no sabía si gritar del susto o quedarse quieto. Lo que no se pudo confirmar nunca es la leyenda de que Yukio conservó un calzoncillo (¡sin lavar!) de Abebe como recuerdo valioso, pero lo cierto es que Abebe regresó a Etiopía con una preciosa muñeca japonesa con ojos de ágata ...por cortesía del gran novelista.
Abebe entrenó con ahínco para los juegos olímpicos de 1968 en México, pero la fortuna esta vez no le sonrió. A los quince kilómetros de haber iniciado el maratón, casi se le paralizan los pulmones y tuvo que retirarse. Su paisano Mamo Wolde fue el vencedor esta vez. Abebe, quien había completado 26 maratones en primer lugar, estaba gravemente enfermo. Para colmo, en 1968, Abebe sufrió un accidente automovilístico en la ciudad de Sheno a 70 kilómetros de Addis Abbaba. Como consecuencia, se vio remitido a la silla de ruedas, paralizado de la cintura hacia abajo. Estuvo en tratamiento por 9 meses en Etiopía y en el extranjero. Pero aún privado de la capacidad de correr, Abebe siempre mostró su tesón y dignidad, y en 1970 ganó la medalla de oro en Noruega, donde participó en la carrera a campo traviesa de trineo.
A pesar de verse en silla de ruedas, Abebe nunca perdió la dulzura de su carácter, y recibía complacido a numeroso atletas y admiradores que hacían peregrinación hacia su casa para visitarle. En octubre de 1973, el gallardo morenazo murió tras una larga dolencia y Etiopía entera lloró. El cuerpo de este genial atleta fue remitido a la Iglesia de San José en medio de una inmensa muchedumbre y hasta del emperador de turno, Atse Haile Selassie, quien fue uno de sus primeros fans. Hoy en día muchos visitan este templo para dejarle flores a Abebe, el gran atleta etíope que hizo honor al apodo de La Flecha de Ebano, con el cual lo bautizó el gran escritor y a ratos cronista deportivo nipón Yukio Mishima.
1 comentario:
Querida Cecilia:
Te escribo desde Asturias, España
Estoy terminado de escribir un libro: "Historias de la maratón, los 100 km. y otras largas distancias", que va a ser muy bonito.
Entre sus contenidos están las referencias a las primeras maratones olímpicas, que ya sabes que tienen unas historias enternecedoras.
He visto tu extraordinario artñiculo sobre Bikila y quería pedirte si me lo podrías ceder para el libro, citándote exprésamente como historiadora y profesiora y publicando la bonita foto que tienes en el blog.
Te enviaría el libro y aquí me tendrías, a la recíproca, para lo que necesitases.
Decirte que colaboran numerosas personalidades de todo el mundo
En espera de tus gratas noticias, recibe un a abrazo desde España
José M. García-Millariega
Ultradistance Runner (100 km [28], 24 y 48 horas)
Organizador de las 24 Horas de La Fresneda Running Race
Maestro, Graduado Social, Licenciado en Ciencias del Trabajo, Diplomado en Periodismo por México, DF
Asturias, Spain
asturfidipides@yahoo.es
Phone_____676397613
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