IDI AMIN DADA: MONSTRUO MAYOR DISFRAZADO DE BUFON
Cecilia Ruiz de Rìos
A través de la historia, existen figuras que no solo causan repulsión, sino que han desatado risas combinadas con pavor al ver su capacidad para la destrucción. Una de ellas es la de un gorilón obeso y grotesco llamado Idi Amín Dada, un hombre que ahora convertido en vejete gordinflón pasa sus útlimos días en el exilio dorado en Arabia Saudita, país que se vio obligado a pagarle con albergue por los favores que Idi concedió a los árabes en su pugna contra los judíos. En la década del 70, cuando la estrella de Idi estaba en su fulgor, solía decir que su pueblo lo había puesto a él como presidente vitalicio, y entre sonrisas sarcásticas espetaba "Con Obras no palabras, así hablo yo."
Idi Amín Dada vino al mundo en 1928 en el seno de una familia típica de Uganda. Su gente pertenecía a una de las tribus más aguerridas y su padre, quien vivía con su núcleo familiar, era un policía de los que pegan primero y luego preguntan. Idi fue el segundo hijo, siendo el primogénito un chico llamado Ramadán. Desde niño era más hiperkinético que una gallina de Guinea, le encantaba sobresalir y dedicarse a los deportes. Fue a la escuela sin mucho entusiasmo y no sabía leer ni escribir cuando salió del colegio. A los 18 años, ya siendo un mastodonte de 1.90 metros de estatura, se sumó a los Rifles Africanos del Rey. Todavía Uganda era parte del vasto imperio británico, dado que en 1894 los ingleses habían conquistado esta parte del Africa venciendo a los temibles nubios.
A los ingleses les agradaba Idi Amín. Era el campeón peso pesado de lucha, un soldado lleno de risas y obediencia, y cuando se dio el conflicto de los Mau-Mau en Kenya, su regimiento fue allá a sofocar la rebelión anticolonialista. Ahí Idi Amín se destacó como el soldado que más prójimos mató en semejante matansinga. A los 30 años, los ingleses lo recompensaron con el huesito de ser sargento mayor como quien premia a un Dóberman fiel.
Este era el rango más alto que un africano podía ostentar en las huestes coloniales inglesas, pues a los ingleses no les interesaba que los ugandeses supieran leer ni escribir como para poderse preguntar por qué no pasaban a oficiales. En 1961 la política del imperio británico cambió, y se le ofreció la independencia a Uganda. Los británicos comprendían que su presencia en Africa era como estar sentado en un polvorín con cerillos en la chaqueta. En 1962 Uganda fue independiente, y quedó al mando un pusilánime llamado Obote. Idi estaba a cargo de las fuerzas armadas, y ya desde entonces Obote le estorbaba. Cuando Idi Amín se dedicaba a patrullar, lo hacía con deseos de matar. En una ocasión asesinó a 6 sospechosos de abigeato, y lo remitieron a auditoría militar para ser juzgado, pero Obote le sacó las castañas del fuego y lo dejó ir libre. Este craso error habría de pagarlo Obote por no acatar las enseñanzas de otro africano (Shaka Zulu, quien decía que nunca hay que dejar a un enemigo vivo pues luego acaba a traición). En 1962 Uganda era un caos.
Estaba al borde de la guerra civil en 1966, cuando los odios entre tribus ardían en pleno hervor. A los 39 años de edad, Idi Amín estaba sediento de poder ilimitado. Obote decidió usarlo para su beneficio. Obote quería quitarse de en medio a un rey poderoso de una tribu muy guerrerista y lanzó a Idi Amín a atacar el palacio del monarca. Centenares de soldados de las huestes de Idi atacaron el palacio, y aunque el rey huyó a Londres 2 mil personas fueron masacradas. Idi Amín, embriagado de sangre y gloria, propuso ganarse a sus soldados siendo el perfecto camarada de juergas de ellos. Comía con ellos, salían de farra, y los trataba como hermanos de leche. Las tropas lo idolatraban. Mientras tanto, los israelitas querían tener un bastión en Africa y desconfiaban de Obote. Optaron por negociar con Idi Amín y éste consiguió armas de los judíos. Obote trató de destituir a Idi Amín de su cargo de comandante supremo de las fuerzas armadas, pero Idi Amín, haciendo gala de su sentido del humor, se rió de él.
En 1970, Obote se vio obligado a viajar a Singapur para una cumbre internacional. Una vez allá, mandó un telegrama ordenando el arresto de Idi Amín, pero Obote no contaba con que su secretaria privada -quien era amante de Idi Amín- iba a entregar el mensaje recibido directamente a manos del aludido. Pasarían más de 9 años para que Obote volviera a poner pie en Uganda. Idi Amín dio un golpe de estado y se autoungió como dictador de Uganda. Se tomó Kampala y la gente se atrevió a tener esperanzas de que las cosas fueran mejor con Idi. El nuevo y obeso dictador hizo una gira mundial para buscar apoyo para Uganda, y desplegó su sentido del humor.
Pero al igual que el romano Calígula, primero dio miel con una mano y con la otra dio azote. Cerró el parlamento para gobernar solo, y silenció a la oposición de la mejor manera posible: con el bozal de la muerte. A quienes le hallaran armas, aunque fuera un riflito de cacería, lo mataban de inmediato. Ejecutó a todos sus opositores. En 1971 comenzó a purgar a todo mundo. Usó la misma escuela católica -donde había ido a visitar de cortesía al cura cuando comenzó su mandato- para ejecutar a sus opositores, y no le importaba que los chiquillos presenciaran las ejecuciones. Comenzaron a engordar las filas de desaparecidos.
Las víctimas eran sacadas de sus casas en la noche, llevadas a un muelle abandonado a orillas del Nilo, ultimadas de un balazo en la nuca y sus cuerpos echados a flotar al Nilo. Idi derrochaba dinero en sus tres esposas, 20 hijos y los soldados que lo seguían adorando. Buscó armas para sostenerse en el poder, y de improviso apareció en Londres para ver si los ingleses se las daban. Aunque la reina lo recibió, el primer ministro le cantó cero a lo de las armas, e Idi Amín odió a los británicos. Recordando que era islámico, Idi fue a tocar las puertas de Muammar El Khadaffi en Libia... y como Alá los cría y el diablo los junta, Idi consiguió que Libia y Arabia Saudita le apoyaran en sus sueños de destrucción. Los árabes le pidieron que rompiera relaciones con los judíos, y el dictador ugandés casi susurra "oigo y obedezco, amos". Corrió a los hebreos de Uganda, y poco después expropió todos los bienes de los ingleses e hindúes residentes en Uganda.
Le dio 3 meses a los ingleses para salir del país, y los negocios expropiados fueron manejados después por ugandeses, los cuales los llevaron a la bancarrota. Idi a los 47 años trataba de ignorar que su país iba de mal en peor. Derrochó contruyéndose un palacio a lo Isla de la Fantasía, y adquiría mujeres para azotarlas y mutilarlas. En 1975 reclutó como asesor al inglés Bob Astles, en esperanza de hacer levantar el país. Le regaló a Astles una villa aledaña a la suya. Al ver que ni la presencia del inglés ayudaba a obrar un milagro económico en Uganda, Idi Amín desató otra orgía nacional de sangre, se autoimpuso medallas ganadas en guerras que nunca existieron, y su megalomanía llegó a niveles tridimensionales.
En 1976, en julio, el incidente del aeropuerto de Entebbe en el cual palestinos retuvieron como rehenes a inocentes judíos, acabó por ensuciar la imagen mundial de Idi Amín. Los judíos desplegaron valor y audacia al rescatar a su gente y el dictador quedó completamente desprestigiado como terrorista. Luego en 1977 no le gustó que un arzobispo le criticara, y simuló un accidente automovilístico para matar al prelado junto a dos de sus ministros un 15 de febrero de 1977.
En abril de 1979 las fuerzas de la vecina Tanzania acabaron con su imperio del terror al invadir Uganda. Idi quiso resistirse, pero salió huyendo en un helicóptero que casi no podía volar por el peso de su obeso cuerpo y su cantidad de medallas. Inicialmente estuvo un rato en Libia antes de irse a un dorado exilio en Arabia Saudita desde 1980. Medio millón de personas perdieron la vida a sus manos en Uganda. Las cámaras de tortura, al ser abiertas, desplegaron la barbarie de que fue capaz un hombre que solía decir que él hablaba con obras y no con palabras.
A través de la historia, existen figuras que no solo causan repulsión, sino que han desatado risas combinadas con pavor al ver su capacidad para la destrucción. Una de ellas es la de un gorilón obeso y grotesco llamado Idi Amín Dada, un hombre que ahora convertido en vejete gordinflón pasa sus útlimos días en el exilio dorado en Arabia Saudita, país que se vio obligado a pagarle con albergue por los favores que Idi concedió a los árabes en su pugna contra los judíos. En la década del 70, cuando la estrella de Idi estaba en su fulgor, solía decir que su pueblo lo había puesto a él como presidente vitalicio, y entre sonrisas sarcásticas espetaba "Con Obras no palabras, así hablo yo."
Idi Amín Dada vino al mundo en 1928 en el seno de una familia típica de Uganda. Su gente pertenecía a una de las tribus más aguerridas y su padre, quien vivía con su núcleo familiar, era un policía de los que pegan primero y luego preguntan. Idi fue el segundo hijo, siendo el primogénito un chico llamado Ramadán. Desde niño era más hiperkinético que una gallina de Guinea, le encantaba sobresalir y dedicarse a los deportes. Fue a la escuela sin mucho entusiasmo y no sabía leer ni escribir cuando salió del colegio. A los 18 años, ya siendo un mastodonte de 1.90 metros de estatura, se sumó a los Rifles Africanos del Rey. Todavía Uganda era parte del vasto imperio británico, dado que en 1894 los ingleses habían conquistado esta parte del Africa venciendo a los temibles nubios.
A los ingleses les agradaba Idi Amín. Era el campeón peso pesado de lucha, un soldado lleno de risas y obediencia, y cuando se dio el conflicto de los Mau-Mau en Kenya, su regimiento fue allá a sofocar la rebelión anticolonialista. Ahí Idi Amín se destacó como el soldado que más prójimos mató en semejante matansinga. A los 30 años, los ingleses lo recompensaron con el huesito de ser sargento mayor como quien premia a un Dóberman fiel.
Este era el rango más alto que un africano podía ostentar en las huestes coloniales inglesas, pues a los ingleses no les interesaba que los ugandeses supieran leer ni escribir como para poderse preguntar por qué no pasaban a oficiales. En 1961 la política del imperio británico cambió, y se le ofreció la independencia a Uganda. Los británicos comprendían que su presencia en Africa era como estar sentado en un polvorín con cerillos en la chaqueta. En 1962 Uganda fue independiente, y quedó al mando un pusilánime llamado Obote. Idi estaba a cargo de las fuerzas armadas, y ya desde entonces Obote le estorbaba. Cuando Idi Amín se dedicaba a patrullar, lo hacía con deseos de matar. En una ocasión asesinó a 6 sospechosos de abigeato, y lo remitieron a auditoría militar para ser juzgado, pero Obote le sacó las castañas del fuego y lo dejó ir libre. Este craso error habría de pagarlo Obote por no acatar las enseñanzas de otro africano (Shaka Zulu, quien decía que nunca hay que dejar a un enemigo vivo pues luego acaba a traición). En 1962 Uganda era un caos.
Estaba al borde de la guerra civil en 1966, cuando los odios entre tribus ardían en pleno hervor. A los 39 años de edad, Idi Amín estaba sediento de poder ilimitado. Obote decidió usarlo para su beneficio. Obote quería quitarse de en medio a un rey poderoso de una tribu muy guerrerista y lanzó a Idi Amín a atacar el palacio del monarca. Centenares de soldados de las huestes de Idi atacaron el palacio, y aunque el rey huyó a Londres 2 mil personas fueron masacradas. Idi Amín, embriagado de sangre y gloria, propuso ganarse a sus soldados siendo el perfecto camarada de juergas de ellos. Comía con ellos, salían de farra, y los trataba como hermanos de leche. Las tropas lo idolatraban. Mientras tanto, los israelitas querían tener un bastión en Africa y desconfiaban de Obote. Optaron por negociar con Idi Amín y éste consiguió armas de los judíos. Obote trató de destituir a Idi Amín de su cargo de comandante supremo de las fuerzas armadas, pero Idi Amín, haciendo gala de su sentido del humor, se rió de él.
En 1970, Obote se vio obligado a viajar a Singapur para una cumbre internacional. Una vez allá, mandó un telegrama ordenando el arresto de Idi Amín, pero Obote no contaba con que su secretaria privada -quien era amante de Idi Amín- iba a entregar el mensaje recibido directamente a manos del aludido. Pasarían más de 9 años para que Obote volviera a poner pie en Uganda. Idi Amín dio un golpe de estado y se autoungió como dictador de Uganda. Se tomó Kampala y la gente se atrevió a tener esperanzas de que las cosas fueran mejor con Idi. El nuevo y obeso dictador hizo una gira mundial para buscar apoyo para Uganda, y desplegó su sentido del humor.
Pero al igual que el romano Calígula, primero dio miel con una mano y con la otra dio azote. Cerró el parlamento para gobernar solo, y silenció a la oposición de la mejor manera posible: con el bozal de la muerte. A quienes le hallaran armas, aunque fuera un riflito de cacería, lo mataban de inmediato. Ejecutó a todos sus opositores. En 1971 comenzó a purgar a todo mundo. Usó la misma escuela católica -donde había ido a visitar de cortesía al cura cuando comenzó su mandato- para ejecutar a sus opositores, y no le importaba que los chiquillos presenciaran las ejecuciones. Comenzaron a engordar las filas de desaparecidos.
Las víctimas eran sacadas de sus casas en la noche, llevadas a un muelle abandonado a orillas del Nilo, ultimadas de un balazo en la nuca y sus cuerpos echados a flotar al Nilo. Idi derrochaba dinero en sus tres esposas, 20 hijos y los soldados que lo seguían adorando. Buscó armas para sostenerse en el poder, y de improviso apareció en Londres para ver si los ingleses se las daban. Aunque la reina lo recibió, el primer ministro le cantó cero a lo de las armas, e Idi Amín odió a los británicos. Recordando que era islámico, Idi fue a tocar las puertas de Muammar El Khadaffi en Libia... y como Alá los cría y el diablo los junta, Idi consiguió que Libia y Arabia Saudita le apoyaran en sus sueños de destrucción. Los árabes le pidieron que rompiera relaciones con los judíos, y el dictador ugandés casi susurra "oigo y obedezco, amos". Corrió a los hebreos de Uganda, y poco después expropió todos los bienes de los ingleses e hindúes residentes en Uganda.
Le dio 3 meses a los ingleses para salir del país, y los negocios expropiados fueron manejados después por ugandeses, los cuales los llevaron a la bancarrota. Idi a los 47 años trataba de ignorar que su país iba de mal en peor. Derrochó contruyéndose un palacio a lo Isla de la Fantasía, y adquiría mujeres para azotarlas y mutilarlas. En 1975 reclutó como asesor al inglés Bob Astles, en esperanza de hacer levantar el país. Le regaló a Astles una villa aledaña a la suya. Al ver que ni la presencia del inglés ayudaba a obrar un milagro económico en Uganda, Idi Amín desató otra orgía nacional de sangre, se autoimpuso medallas ganadas en guerras que nunca existieron, y su megalomanía llegó a niveles tridimensionales.
En 1976, en julio, el incidente del aeropuerto de Entebbe en el cual palestinos retuvieron como rehenes a inocentes judíos, acabó por ensuciar la imagen mundial de Idi Amín. Los judíos desplegaron valor y audacia al rescatar a su gente y el dictador quedó completamente desprestigiado como terrorista. Luego en 1977 no le gustó que un arzobispo le criticara, y simuló un accidente automovilístico para matar al prelado junto a dos de sus ministros un 15 de febrero de 1977.
En abril de 1979 las fuerzas de la vecina Tanzania acabaron con su imperio del terror al invadir Uganda. Idi quiso resistirse, pero salió huyendo en un helicóptero que casi no podía volar por el peso de su obeso cuerpo y su cantidad de medallas. Inicialmente estuvo un rato en Libia antes de irse a un dorado exilio en Arabia Saudita desde 1980. Medio millón de personas perdieron la vida a sus manos en Uganda. Las cámaras de tortura, al ser abiertas, desplegaron la barbarie de que fue capaz un hombre que solía decir que él hablaba con obras y no con palabras.
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