LA EXQUISITA DIANA DE POITIERS
Cuando era una estudiante en París, me asignaron un trabajo sobre las favoritas de los monarcas franceses. Entre las legendarias queridas desfilaron Agnes Sorel, Athenais de Montespan, Mademoiselle Fontanges, Madame de Pompadour, Gabrielle d`Estreés y por supuesto Diana de Poitiers, quien para muchos fue toda una estadista tras bambalinas.
Diana de Poitiers figura como una de las favoritas reales más legendarias de Francia. Nació un 3 de septiembre de 1499 siendo hija de Jean de Poitiers, señor de Saint Vallier, y la hermosa Jeanne de Batarnay, ambos ligados a la casa real de Francia. Cuando Diana tenía apenas 6 años, su madre falleció y fue enviada a vivir a casa de Ana, Duquesa de Borbón, quien era nada menos que hija del rey Luis XI y hermana del rey Carlos VIII. Cuando ya contaba con 7 añitos, Diana leía el latín, el hebreo a los 8 y el griego a los nueve.
Diana no sólo se vio muy bien conectada en sociedad desde la infancia, sino que además de poseer gran erudición y exquisitos modales, era una fabulosa amazona y gran amante de los animales. La boda de Diana fue arreglada por su pariente la Duquesa Ana, y la dieron en matrimonio un 29 de marzo de 1515 cuando Diana apenas tenía 16 años. El esposo, Luis de Breze, era varios años mayor que la joven Diana y venía de estirpe real aunque por línea bastarda, ya que su madre, Carlota de Francia, era hija de la hermosa favorita Agnes Sorel y su regio amante el rey Carlos VII (el mequetrefe que nunca movió un dedo por salvar de la hoguera a Juana de Arco después que ésta lo hizo coronar en Reims). A pesar de la diferencia de edad, Diana y su esposo fueron muy felices, y engendraron dos bellas niñas.
Diana fue nombrada dama del tocador de la reina francesa Claudia, y en la corte hizo muy buenas migas con una chica inglesa llamada Ana Bolena, destinada a ser la controversial segunda esposa de Enrique VIII. En 1523 el marido de Diana descubrió un complot contra el rey Francisco I de Francia y le fue con el cuecho al monarca sin darse cuenta que su propio suegro estaba involucrado con los conspiradores. El papá de Diana fue a parar al tabo y lo condenaron a muerte. Fueron días infernales para Diana, quien sentía horror ante la muerte de su progenitor pero no podía contradecir a su marido en público. Sin embargo, comprendiendo la tribulación de su hermosa mujer, Luis de Breze metió mano ante los reyes para salvar a su suegro, y minutos antes de que el hacha bajara a cercenar la cabeza del padre de Diana, la orden fue revocada por el mismito rey.
Tras la guerra librada entre Francisco I y el emperador Carlos I de España y V de Alemania, el rey galo acabó tras las rejas en Madrid. En enero de 1526, tras firmarse la Paz de Madrid, Francis I fue liberado. Sin embargo, el lugar del rey tras las rejas debía ser ocupado por sus dos hijos mayores, Enrique de 7 añitos y Francisco de 9 años. Guardaron prisión injusta por su padre durante 4 años y Diana lloró al ver a los dos muchachitos llevados a España. Diana estuvo presente cuando los chicos regresaron 4 años luego. Enrique había sufrido más en la prisión, y como consecuencia era malencarado y taciturno. Poco después, ablandado por las finas atenciones de Diana, le pidió en una justa caballeresca permiso para que fuera su dama inspiradora y le concediera el honor de llevar sus colores favoritos. Diana, quien le llevaba casi 20 años al chiquillo que luego sería su amante, accedió sonriente.
En julio de 1531 Luis, el esposo de Diana, murió, pero antes de irse del mundo había aconsejado al rey Francisco I que hiciera una alianza con el Papa al sellar trato matrimonial entre el Príncipe Enrique y la feísima sobrina nieta del Pontífice, Catalina de Médicis, quien además aportaría un enorme saco de dinero como dote. La gorda y espantosa Catalina para colmo era prima segunda de Diana. Tras un duelo de 2 años en honor de su marido, Diana regresó a la corte. Enrique no la había olvidado y se hizo su protector. Al morir Francisco, hermano mayor de Enrique, este muchacho taciturno pasó a ser el heredero de su padre. Las relaciones sexuales entre ellos se iniciaron en la primavera de 1538 después de una fiesta campestre, y Enrique estaba tan infatuado de su mujer mayor que no atinaba a más que pasar suspirando con cara de imbécil. De nada sirvió que a Enrique lo casaran con el fofo costal de reales que era Catalina de Médicis. Siguió amando a Diana como el primer día.
Tras 10 años de matrimonio sin hijos, Diana le hizo comprender a su delfín que no iba a ser posible que Catalina se quedara embarazada si él no aportaba lo necesario, y Diana tuvo que llevarlo casi de las mechas a la alcoba de Catalina, quien a estas alturas ya había contribuido lo suyo tragándose el asqueroso bebedizo de fertilidad que le había confeccionado el vidente y galeno judío Miguel de Nostradamus. 10 niños nacieron en rápida sucesión y a Diana le tocó hacerse cargo de la crianza de los principitos, consiguiendo hasta niñeras y profesores para la prole de Enrique. Diana por su parte casó muy bien a sus hijas en ventajosos matrimonios con el Duque de Aumale para Luisa y el Duque de Bouillon para Francisca.
Al morirse en 1547 el rey Francisco I de Francia, Diana pasa a ocupar gran importancia en la corte pues su amante al pasar a rey no la ignora, sino que le despliega grandes muestras de amor y respeto. Diana no sólo sería su querida, sino su consejera en asuntos de estado. Enrique II le regaló el castillo de Chenonceaux y luego la hizo Duquesa de Valentinois. Carlos I de España y V de Alemania miraba al rey Enrique II como un pusilánime mangoneado por una vieja salaz. Lo insultaba cada vez que podía. Diana incluso aconsejó a su amante que hiciera tratado con las ciudades independientes de Metz, Toulousse y Verdun, y esta argucia permitió que cuando Carlos I quisiera anexarse estas ciudades, las encontrara bien fortificadas y no pudiera comérselas.
Diana indudablemente fue el gran amor de Enrique II, y le llegó a perdonar infidelidades menores como cuando ella estuvo enferma y él se le alborotó con María Fleming, la institutriz de María Estuardo. La influencia de Diana abarcó a las hijas de su amante, intrigando para que Claudia se casara con el Duque de Lorena y Elisabeth con el odioso Felipe II de España.
Muchos le echan la culpa de la muerte de Enrique II a Diana de Poitiers, alegando que fue ella quien le dijo que no le hiciera caso a la profecía del astrólogo de la corte, Nostradamus. El vidente le había vaticinado al rey que moriría en un torneo caballeresco, y ésto se cumplió a medidados de 1559 cuando la lanza del Conde de Montgomery penetró a través del yelmo dorado del rey para sacarle el ojo e incrustrarse en su cerebro. Un 10 de junio moría Enrique II mientras Diana lloraba a moco tendido.
Una vez muerto Enrique II, Catalina de Médicis se lió a golpes con Diana para exigir retorno de las joyas de la corona que el finado había depositado en sus manos hace años, y posteriormente la furiosa viuda le confiscó a Diana el castillo de Chenonceaux, obligándola a retirarse a Anet, donde murió a los 66 años de edad con silueta intacta y sin una arruga en la cara un 25 de abril de 1566. ilustración: Diana de Poitiers en el rol de Diana Cazadora, con sus damas.
Cuando era una estudiante en París, me asignaron un trabajo sobre las favoritas de los monarcas franceses. Entre las legendarias queridas desfilaron Agnes Sorel, Athenais de Montespan, Mademoiselle Fontanges, Madame de Pompadour, Gabrielle d`Estreés y por supuesto Diana de Poitiers, quien para muchos fue toda una estadista tras bambalinas.
Diana de Poitiers figura como una de las favoritas reales más legendarias de Francia. Nació un 3 de septiembre de 1499 siendo hija de Jean de Poitiers, señor de Saint Vallier, y la hermosa Jeanne de Batarnay, ambos ligados a la casa real de Francia. Cuando Diana tenía apenas 6 años, su madre falleció y fue enviada a vivir a casa de Ana, Duquesa de Borbón, quien era nada menos que hija del rey Luis XI y hermana del rey Carlos VIII. Cuando ya contaba con 7 añitos, Diana leía el latín, el hebreo a los 8 y el griego a los nueve.
Diana no sólo se vio muy bien conectada en sociedad desde la infancia, sino que además de poseer gran erudición y exquisitos modales, era una fabulosa amazona y gran amante de los animales. La boda de Diana fue arreglada por su pariente la Duquesa Ana, y la dieron en matrimonio un 29 de marzo de 1515 cuando Diana apenas tenía 16 años. El esposo, Luis de Breze, era varios años mayor que la joven Diana y venía de estirpe real aunque por línea bastarda, ya que su madre, Carlota de Francia, era hija de la hermosa favorita Agnes Sorel y su regio amante el rey Carlos VII (el mequetrefe que nunca movió un dedo por salvar de la hoguera a Juana de Arco después que ésta lo hizo coronar en Reims). A pesar de la diferencia de edad, Diana y su esposo fueron muy felices, y engendraron dos bellas niñas.
Diana fue nombrada dama del tocador de la reina francesa Claudia, y en la corte hizo muy buenas migas con una chica inglesa llamada Ana Bolena, destinada a ser la controversial segunda esposa de Enrique VIII. En 1523 el marido de Diana descubrió un complot contra el rey Francisco I de Francia y le fue con el cuecho al monarca sin darse cuenta que su propio suegro estaba involucrado con los conspiradores. El papá de Diana fue a parar al tabo y lo condenaron a muerte. Fueron días infernales para Diana, quien sentía horror ante la muerte de su progenitor pero no podía contradecir a su marido en público. Sin embargo, comprendiendo la tribulación de su hermosa mujer, Luis de Breze metió mano ante los reyes para salvar a su suegro, y minutos antes de que el hacha bajara a cercenar la cabeza del padre de Diana, la orden fue revocada por el mismito rey.
Tras la guerra librada entre Francisco I y el emperador Carlos I de España y V de Alemania, el rey galo acabó tras las rejas en Madrid. En enero de 1526, tras firmarse la Paz de Madrid, Francis I fue liberado. Sin embargo, el lugar del rey tras las rejas debía ser ocupado por sus dos hijos mayores, Enrique de 7 añitos y Francisco de 9 años. Guardaron prisión injusta por su padre durante 4 años y Diana lloró al ver a los dos muchachitos llevados a España. Diana estuvo presente cuando los chicos regresaron 4 años luego. Enrique había sufrido más en la prisión, y como consecuencia era malencarado y taciturno. Poco después, ablandado por las finas atenciones de Diana, le pidió en una justa caballeresca permiso para que fuera su dama inspiradora y le concediera el honor de llevar sus colores favoritos. Diana, quien le llevaba casi 20 años al chiquillo que luego sería su amante, accedió sonriente.
En julio de 1531 Luis, el esposo de Diana, murió, pero antes de irse del mundo había aconsejado al rey Francisco I que hiciera una alianza con el Papa al sellar trato matrimonial entre el Príncipe Enrique y la feísima sobrina nieta del Pontífice, Catalina de Médicis, quien además aportaría un enorme saco de dinero como dote. La gorda y espantosa Catalina para colmo era prima segunda de Diana. Tras un duelo de 2 años en honor de su marido, Diana regresó a la corte. Enrique no la había olvidado y se hizo su protector. Al morir Francisco, hermano mayor de Enrique, este muchacho taciturno pasó a ser el heredero de su padre. Las relaciones sexuales entre ellos se iniciaron en la primavera de 1538 después de una fiesta campestre, y Enrique estaba tan infatuado de su mujer mayor que no atinaba a más que pasar suspirando con cara de imbécil. De nada sirvió que a Enrique lo casaran con el fofo costal de reales que era Catalina de Médicis. Siguió amando a Diana como el primer día.
Tras 10 años de matrimonio sin hijos, Diana le hizo comprender a su delfín que no iba a ser posible que Catalina se quedara embarazada si él no aportaba lo necesario, y Diana tuvo que llevarlo casi de las mechas a la alcoba de Catalina, quien a estas alturas ya había contribuido lo suyo tragándose el asqueroso bebedizo de fertilidad que le había confeccionado el vidente y galeno judío Miguel de Nostradamus. 10 niños nacieron en rápida sucesión y a Diana le tocó hacerse cargo de la crianza de los principitos, consiguiendo hasta niñeras y profesores para la prole de Enrique. Diana por su parte casó muy bien a sus hijas en ventajosos matrimonios con el Duque de Aumale para Luisa y el Duque de Bouillon para Francisca.
Al morirse en 1547 el rey Francisco I de Francia, Diana pasa a ocupar gran importancia en la corte pues su amante al pasar a rey no la ignora, sino que le despliega grandes muestras de amor y respeto. Diana no sólo sería su querida, sino su consejera en asuntos de estado. Enrique II le regaló el castillo de Chenonceaux y luego la hizo Duquesa de Valentinois. Carlos I de España y V de Alemania miraba al rey Enrique II como un pusilánime mangoneado por una vieja salaz. Lo insultaba cada vez que podía. Diana incluso aconsejó a su amante que hiciera tratado con las ciudades independientes de Metz, Toulousse y Verdun, y esta argucia permitió que cuando Carlos I quisiera anexarse estas ciudades, las encontrara bien fortificadas y no pudiera comérselas.
Diana indudablemente fue el gran amor de Enrique II, y le llegó a perdonar infidelidades menores como cuando ella estuvo enferma y él se le alborotó con María Fleming, la institutriz de María Estuardo. La influencia de Diana abarcó a las hijas de su amante, intrigando para que Claudia se casara con el Duque de Lorena y Elisabeth con el odioso Felipe II de España.
Muchos le echan la culpa de la muerte de Enrique II a Diana de Poitiers, alegando que fue ella quien le dijo que no le hiciera caso a la profecía del astrólogo de la corte, Nostradamus. El vidente le había vaticinado al rey que moriría en un torneo caballeresco, y ésto se cumplió a medidados de 1559 cuando la lanza del Conde de Montgomery penetró a través del yelmo dorado del rey para sacarle el ojo e incrustrarse en su cerebro. Un 10 de junio moría Enrique II mientras Diana lloraba a moco tendido.
Una vez muerto Enrique II, Catalina de Médicis se lió a golpes con Diana para exigir retorno de las joyas de la corona que el finado había depositado en sus manos hace años, y posteriormente la furiosa viuda le confiscó a Diana el castillo de Chenonceaux, obligándola a retirarse a Anet, donde murió a los 66 años de edad con silueta intacta y sin una arruga en la cara un 25 de abril de 1566. ilustración: Diana de Poitiers en el rol de Diana Cazadora, con sus damas.
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