FEDERICO II DE PRUSIA:MONARCA MULTIFACETICO
Cecilia Ruiz de Rìos
Hace poco que le regalé un cassette de exquisita música clásica a un alumno mío, el muchacho se asombró mucho al saber que una de las sonatas para flauta que escuchó era producto de la pluma de un rey rubio, narigudo y amanerado: Federico II de Prusia. Un 24 de enero de 1712 vino al mundo uno de los hombres más prodigiosamente dotados de la historia universal: Federico de Prusia, conocido como Federico II el Grande.
Era hijo de un rey pacífico llamado Guillermo Federico, quien a pesar de nunca haber ido a la guerra fue un gobernante que enfatizó la necesidad de crear un ejército profesional, con pagos regulares y todo garantizado desde el uniforme hasta las armas. Guillermo Federico, quien en una ocasión recortó tanto el presupuesto de sirvientes de su palacio que hasta mandó a su reina, la madre de Federico, a que lavara su propia ropa, sentía pasión por los hombres altos, rubios y fornidos, algo que su atildado hijo habría de heredar. El viejo monarca además odiaba a judíos, franceses, jesuitas, músicos y todo tipo de intelectuales, pero irónicamente Federico habría de respetar mucho a quien tuviera astucia y sesos. El mal ejemplo de su padre, que bailaba y besaba a los gigantescos soldados alemanes del ejército, habría de dejar una huella en el carácter de Federico, quien padeció de homosexualidad latente toda su vida.
La relación entre el joven Federico y su papá no era precisamente tierna, y el viejo rey gustaba de azotar personalmente a su hijo porque estimaba que era todo un fracaso sobre dos piernas. El padre le censuraba al hijo su amor por las artes y le recomendaba que no se juntara con músicos y pintores, mucho menos filósofos porque "llevaban a la gente a la locura y la desgracia."
Federico II agarró las riendas del poder en 1740, cuando su padre falleció. Como parte del legado del viejo, Federico II heredó un ejército inmenso y se dio a la tarea de forjar una armada a como Dios manda. Su intenso amor por los caballos hizo que Federico dotara de buenos corceles a sus soldados con la recomendación que los cuidasen como a sus hijos.
Mientras Federico II estuvo en el trono, hubo 23 años de guerras. Le gustaba batallar después de un opíparo desayuno, y existen chistes en torno a su ocasional sonambulismo que a medianoche le llevaba a comer, por lo cual siempre dejaba a un cocinero "de turno" para atenderlo.
En una ocasión casi mete la mano -estando dormido y dando vueltas por la cocina- dentro de un calderón de deliciosa sopa de pescado. Federico amaba con pasión las artes, la música, la pintura, los animales y las cosas lindas de la vida. Fue finamente educado en las lides musicales por el compositor Juan Joaquín Quantz, quien le enseñó los secretos de un sonido etéreo en la flauta. Como rey, protegió siempre a su profesor Quantz y a Felipe Emmanuel Bach, hijo del eximio Juan Sebastián.
Federico desde joven había profesado una galopante admiración por el incomparable Juan Sebastián Bach, y en una ocasión en que una maleducada aristócrata chismorreaba mientras Bach tocaba el clavecín, Federico furioso le mandó a callar afirmando que "mujeres hermosas como Ud. vienen a 6 por penique pero Bach solo hay uno en el mundo." Federico II escribió 121 sonatas para flauta y clave, 4 conciertos para este mismo instrumento y marchas militares. Su fama como compositor rebasó las fronteras de su reino, y un tema suyo durante 50 años fue el himno nacional de España.
Escribió 30 volúmenes de historia de la iglesia, una obra concebida mientras estaba en la "cristiana" tarea de sitiar a Silesia. Amaba la filosofía, y cuando su gran amigo Voltaire se peleó con él, Federico II se humilló en numerosas cartas pidiendo al genio que regresara a su palacio Sans Souci, que era el refugio donde Federico II se retiraba a meditar y jugar. Como hombre de Marte, Federico II era temible.
Astuto, sagaz y despiadado, sus tácticas brillantes de guerra aún se estudian en prestigiosas academias militares como la Frunze de Rusia y la West Point de Estados Unidos. Batalló contra austríacos y franceses al mismo tiempo, pero en 1759 saboreó el polvo de la derrota al verse hundido por una alianza de rusos y franceses. En esos momentos su soberbia le indujo a pensar en suicidarse, sobre todo que perdió dos de sus más amados caballos en batalla, cayendo muertos en un grotesco espectáculo de tripas y sangre los nobles equinos mientras Federico II aún cabalgaba sobre ellos en el fragor del combate. Un millón de prusianos murieron en las aventuras bélicas de este señor, quien además era exquisito repostero, por lo cual los conos rellenos de crema dulce y miel hoy se llaman prusianos porque él los inventó.
Sobre el latente y discutido homosexualismo de Federico existen muchas especulaciones. Es verdad que siendo adolescente se prendó de un alto y rubio granadero de ojos negros llamado Hans, quien antes había sido favorito del padre de Federico. A lo largo de su vida adulta, siempre hubo murmuraciones en cuanto a su estrecha amistad con este o aquel soldado con el cual el monarca fuera a parrandear... En otra ocasión hasta le levantaron al rubio soberano un idilio con un cocinero francés de manitas delicadas. Por razones dinásticas, Federico II tuvo que casarse mas nunca fue un marido ejemplar que digamos. Prefería pasar su tiempo con sus equinos que con mujer alguna, o sosteniendo correspondencia con su gran amiga Catalina II La Grande de Rusia, mujer astuta y erudita cuyos orígenes eran germanos y a quien Federico elogiaba refiriéndose a ella como "una buena falda que piensa como hombre."
Federico II logró morir en paz a pesar de haber cortejado a la muerte en tantas batallas, y un 17 de agosto de 1786 murió refunfuñando que sus sucesores habrían de desbaratar y dilapidar todo cuanto a él le había costado tanto sudor, lágrimas y sangre. Siendo esta predicción cierta, no queda más remedio que añadir a la lista de numerosos talentos del gran Federico II el de vidente... Aunque lo de adivinar el futuro fuera solo en ocasión de estar a punto de estirar la pata.
Cecilia Ruiz de Rìos
Hace poco que le regalé un cassette de exquisita música clásica a un alumno mío, el muchacho se asombró mucho al saber que una de las sonatas para flauta que escuchó era producto de la pluma de un rey rubio, narigudo y amanerado: Federico II de Prusia. Un 24 de enero de 1712 vino al mundo uno de los hombres más prodigiosamente dotados de la historia universal: Federico de Prusia, conocido como Federico II el Grande.
Era hijo de un rey pacífico llamado Guillermo Federico, quien a pesar de nunca haber ido a la guerra fue un gobernante que enfatizó la necesidad de crear un ejército profesional, con pagos regulares y todo garantizado desde el uniforme hasta las armas. Guillermo Federico, quien en una ocasión recortó tanto el presupuesto de sirvientes de su palacio que hasta mandó a su reina, la madre de Federico, a que lavara su propia ropa, sentía pasión por los hombres altos, rubios y fornidos, algo que su atildado hijo habría de heredar. El viejo monarca además odiaba a judíos, franceses, jesuitas, músicos y todo tipo de intelectuales, pero irónicamente Federico habría de respetar mucho a quien tuviera astucia y sesos. El mal ejemplo de su padre, que bailaba y besaba a los gigantescos soldados alemanes del ejército, habría de dejar una huella en el carácter de Federico, quien padeció de homosexualidad latente toda su vida.
La relación entre el joven Federico y su papá no era precisamente tierna, y el viejo rey gustaba de azotar personalmente a su hijo porque estimaba que era todo un fracaso sobre dos piernas. El padre le censuraba al hijo su amor por las artes y le recomendaba que no se juntara con músicos y pintores, mucho menos filósofos porque "llevaban a la gente a la locura y la desgracia."
Federico II agarró las riendas del poder en 1740, cuando su padre falleció. Como parte del legado del viejo, Federico II heredó un ejército inmenso y se dio a la tarea de forjar una armada a como Dios manda. Su intenso amor por los caballos hizo que Federico dotara de buenos corceles a sus soldados con la recomendación que los cuidasen como a sus hijos.
Mientras Federico II estuvo en el trono, hubo 23 años de guerras. Le gustaba batallar después de un opíparo desayuno, y existen chistes en torno a su ocasional sonambulismo que a medianoche le llevaba a comer, por lo cual siempre dejaba a un cocinero "de turno" para atenderlo.
En una ocasión casi mete la mano -estando dormido y dando vueltas por la cocina- dentro de un calderón de deliciosa sopa de pescado. Federico amaba con pasión las artes, la música, la pintura, los animales y las cosas lindas de la vida. Fue finamente educado en las lides musicales por el compositor Juan Joaquín Quantz, quien le enseñó los secretos de un sonido etéreo en la flauta. Como rey, protegió siempre a su profesor Quantz y a Felipe Emmanuel Bach, hijo del eximio Juan Sebastián.
Federico desde joven había profesado una galopante admiración por el incomparable Juan Sebastián Bach, y en una ocasión en que una maleducada aristócrata chismorreaba mientras Bach tocaba el clavecín, Federico furioso le mandó a callar afirmando que "mujeres hermosas como Ud. vienen a 6 por penique pero Bach solo hay uno en el mundo." Federico II escribió 121 sonatas para flauta y clave, 4 conciertos para este mismo instrumento y marchas militares. Su fama como compositor rebasó las fronteras de su reino, y un tema suyo durante 50 años fue el himno nacional de España.
Escribió 30 volúmenes de historia de la iglesia, una obra concebida mientras estaba en la "cristiana" tarea de sitiar a Silesia. Amaba la filosofía, y cuando su gran amigo Voltaire se peleó con él, Federico II se humilló en numerosas cartas pidiendo al genio que regresara a su palacio Sans Souci, que era el refugio donde Federico II se retiraba a meditar y jugar. Como hombre de Marte, Federico II era temible.
Astuto, sagaz y despiadado, sus tácticas brillantes de guerra aún se estudian en prestigiosas academias militares como la Frunze de Rusia y la West Point de Estados Unidos. Batalló contra austríacos y franceses al mismo tiempo, pero en 1759 saboreó el polvo de la derrota al verse hundido por una alianza de rusos y franceses. En esos momentos su soberbia le indujo a pensar en suicidarse, sobre todo que perdió dos de sus más amados caballos en batalla, cayendo muertos en un grotesco espectáculo de tripas y sangre los nobles equinos mientras Federico II aún cabalgaba sobre ellos en el fragor del combate. Un millón de prusianos murieron en las aventuras bélicas de este señor, quien además era exquisito repostero, por lo cual los conos rellenos de crema dulce y miel hoy se llaman prusianos porque él los inventó.
Sobre el latente y discutido homosexualismo de Federico existen muchas especulaciones. Es verdad que siendo adolescente se prendó de un alto y rubio granadero de ojos negros llamado Hans, quien antes había sido favorito del padre de Federico. A lo largo de su vida adulta, siempre hubo murmuraciones en cuanto a su estrecha amistad con este o aquel soldado con el cual el monarca fuera a parrandear... En otra ocasión hasta le levantaron al rubio soberano un idilio con un cocinero francés de manitas delicadas. Por razones dinásticas, Federico II tuvo que casarse mas nunca fue un marido ejemplar que digamos. Prefería pasar su tiempo con sus equinos que con mujer alguna, o sosteniendo correspondencia con su gran amiga Catalina II La Grande de Rusia, mujer astuta y erudita cuyos orígenes eran germanos y a quien Federico elogiaba refiriéndose a ella como "una buena falda que piensa como hombre."
Federico II logró morir en paz a pesar de haber cortejado a la muerte en tantas batallas, y un 17 de agosto de 1786 murió refunfuñando que sus sucesores habrían de desbaratar y dilapidar todo cuanto a él le había costado tanto sudor, lágrimas y sangre. Siendo esta predicción cierta, no queda más remedio que añadir a la lista de numerosos talentos del gran Federico II el de vidente... Aunque lo de adivinar el futuro fuera solo en ocasión de estar a punto de estirar la pata.
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