LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS
Cecilia Ruiz de Rìos
Una de las pàginas màs còmicas de la chela historia de Europa se dio entre Inglaterra y España cuando la pèrdida de la oreja de un mengalo apellidado Jenkins fue cercenada y sirviò asì de manzana de la discordia entre las dos rapaces potencias que luchaban como perros rabiosos para saquear en Nuevo Mundo. Este conflicto durò entre 1739 hasta 1748 por aquello que los humanos tenemos la mala costumbre de lograr que un simple anìs se convierta en marquezote. Algunos historiadores ven este cnflicto como la còmica antesala de la Guerra de Sucesiòn de los Austria, ya que desde 1742 una cosa se revolviò con la otra.
Resulta que en 1729 los britànicos habìan acordado no tener comercio con las colonias que España poseìa en Amèrica, y esto se plasmò en el Tratado de Sevilla. Una de las clàusulas de este tratado permitìa que los codiciosos españoles podrìan abordar los navìos ingleses para confirmar que nada de lo que llevaban provenìa de esas colonias, siempre que el abordaje de chequeo se diera en aguas territoriales españolas. El incidente feo se dio cuando a bordo de la nave inglesa Rebecca, un guardia costanero español le arrancò de un sablazo la oreja a Robert Jenkins en 1731. Apoyado por su gobierno, este hombre que hubiera sido un perfecto don Nadie si no hubiera perdido la oreja, hizo una alharaca de padre y señor nuestro. Para colmo en 1738 Jenkins llevò su oreja encurtida en un frasco de vidrio ante la Càmara de los Comunes ingleses, desatando la fiebre guerrerista de todos. Robert Walpole, entonces primer ministro de Inglaterra, no tuvo màs remedio que declararle la guerra a España un 23 de octubre de 1739. Con esto, el pujo britànico de controlar la cuenca del Atlàntico daba un paso màs.
Los ingleses no se anduvieron con chiquitas. El 21 de noviembre de 1739 capturaron la aldea exportadora de plata llamada Puerto Bello en Nueva Granada(lo que hoy es Panamà) con el afàn de deschincacar el area financiera de los españoles. Este ataque mostrò cuàn vulnerables eran las costas de las posesiones españolas. El mal apertrechado puerto fue atacado solo por 6 naves al mando del almirante Edward Vernon, y al golpe asestado fue tan grande que Puerto Bello no levantò cabeza hasta después de la construcciòn del Canal de Panamà. La victoria fue ampliamente celebrada en Gran Bretaña y en 1740 en una cena en honor a Vernon el himno Dios Salve al Rey fue estrenado ruidosamente. Este himno con el paso del tiempo llegarìa a ser el himno nacional de los ingleses. Una calle inglesa recibiò el nombre de Camino Portobello en honor a la victoria. Los españoles quedaron como cùcalas desarboladas, y para evitar que enormes flotas que llevaban tesoros salieran de solo un Puerto, pasaron a utilizar pequeñas embarcaciones que salìan de diversos sitios. Vernon quedò ebrio de triunfo y le dio por reclutar a unos 3500 colonizadores de Norteamérica para llevarlos de carne de canon a màs ataques, envalentonàndolos al prometerles que hallarìan montañas de plata y oro que los españoles no merecian. En marzo de 1740 el ahora Sir Edward “El Sapito Canoro” Vernon se puso al mando de una flota de 186 barcos y 23,600 hombres para caerle como corbata a la ciudad de Cartagena de Indias, la cual estaba defendida solamente por 3600 hombres y 6 barcos. Este fue el famoso sitio de Cartagena, y durò un mes . Vernon les recetò artillerìa pesada a los españoles, quienes estaban bajo el mando del virrey Sebastián de Eslava, y contaban con personajes como Don Melchor de Navarrete, Don Carlos Des Naux, y el aguerrido Don Blas de Lezo- Al final los ingleses no pudieron capturar la ciudad y se fueron con el rabo entre las piernas como canes sopapeados.
No solo fue Cartagena el blanco de los ataques ingleses. Hubo ataques contra poblaciones como San Agustín en la Florida, La Habana en Cuba, y partes de Panamà. A los cuacos gringos de las colonias estadounidenses les tocò cumplir como carne de cañ+on, y ademàs murieron de fiebre amarilla, malaria, disenterìa y hambruna. Entre los tontos que anduvieron ahì estuvo el medio hermano- Lawrence- de Jorge Washington(el chiclàn que fue el primer presidente de los Estados Unidos) . Este Lawrence mostrò ser un fanàtico falto de seso pues hasta rebautizò su plantación en Virginia como Vernon en honor a su jefe militar, al cual sin duda le hubiera valido un comino si el tal Lawrence se hubiera muerto. Los españoles en 1742 atacaron a la colonia gringa de Georgia en la Batalla del Pantano Sangriento. Salieron bien aporreados de ahì los castizos.
En realidad esta guerra fue un cùmulo de acciones navales indecisas y los beneficiados fueron los piratas. La guerra tocò fin porque nadie querìa ir de imbècil para servir de carne de cañòn, entonces al faltar tropas y recursos y no haber territorios ganados, los dos bandos se aburrieron de protagonizar tamaño ridìculo. Tantos muertos gringos solo ganaron que los britànicos ya les llamaran americanos y no los colonos. Para colmo la Guerra de Sucesiòn de los Austrias en Europa tenìa a todos como viendo un partido de copa mundial. Los capitales y soldados pasaron a pelear en esa guerra, y la Guerra de la Oreja –llamada la Guerra Anglo-Española- se finalizò por medio del Tratado de Aix.la-Chapelle.
Y quièn dijo que el crimen no pagaba? El mediocre que perdiò la oreja ocupò buen puesto en Jamaica, a cargo del gobierno. Desde entonces y desde antes incluso, los aventureros, sucios y llorones acaban siendo los que se comen el mejor plato polìtico.
Cecilia Ruiz de Rìos
Una de las pàginas màs còmicas de la chela historia de Europa se dio entre Inglaterra y España cuando la pèrdida de la oreja de un mengalo apellidado Jenkins fue cercenada y sirviò asì de manzana de la discordia entre las dos rapaces potencias que luchaban como perros rabiosos para saquear en Nuevo Mundo. Este conflicto durò entre 1739 hasta 1748 por aquello que los humanos tenemos la mala costumbre de lograr que un simple anìs se convierta en marquezote. Algunos historiadores ven este cnflicto como la còmica antesala de la Guerra de Sucesiòn de los Austria, ya que desde 1742 una cosa se revolviò con la otra.
Resulta que en 1729 los britànicos habìan acordado no tener comercio con las colonias que España poseìa en Amèrica, y esto se plasmò en el Tratado de Sevilla. Una de las clàusulas de este tratado permitìa que los codiciosos españoles podrìan abordar los navìos ingleses para confirmar que nada de lo que llevaban provenìa de esas colonias, siempre que el abordaje de chequeo se diera en aguas territoriales españolas. El incidente feo se dio cuando a bordo de la nave inglesa Rebecca, un guardia costanero español le arrancò de un sablazo la oreja a Robert Jenkins en 1731. Apoyado por su gobierno, este hombre que hubiera sido un perfecto don Nadie si no hubiera perdido la oreja, hizo una alharaca de padre y señor nuestro. Para colmo en 1738 Jenkins llevò su oreja encurtida en un frasco de vidrio ante la Càmara de los Comunes ingleses, desatando la fiebre guerrerista de todos. Robert Walpole, entonces primer ministro de Inglaterra, no tuvo màs remedio que declararle la guerra a España un 23 de octubre de 1739. Con esto, el pujo britànico de controlar la cuenca del Atlàntico daba un paso màs.
Los ingleses no se anduvieron con chiquitas. El 21 de noviembre de 1739 capturaron la aldea exportadora de plata llamada Puerto Bello en Nueva Granada(lo que hoy es Panamà) con el afàn de deschincacar el area financiera de los españoles. Este ataque mostrò cuàn vulnerables eran las costas de las posesiones españolas. El mal apertrechado puerto fue atacado solo por 6 naves al mando del almirante Edward Vernon, y al golpe asestado fue tan grande que Puerto Bello no levantò cabeza hasta después de la construcciòn del Canal de Panamà. La victoria fue ampliamente celebrada en Gran Bretaña y en 1740 en una cena en honor a Vernon el himno Dios Salve al Rey fue estrenado ruidosamente. Este himno con el paso del tiempo llegarìa a ser el himno nacional de los ingleses. Una calle inglesa recibiò el nombre de Camino Portobello en honor a la victoria. Los españoles quedaron como cùcalas desarboladas, y para evitar que enormes flotas que llevaban tesoros salieran de solo un Puerto, pasaron a utilizar pequeñas embarcaciones que salìan de diversos sitios. Vernon quedò ebrio de triunfo y le dio por reclutar a unos 3500 colonizadores de Norteamérica para llevarlos de carne de canon a màs ataques, envalentonàndolos al prometerles que hallarìan montañas de plata y oro que los españoles no merecian. En marzo de 1740 el ahora Sir Edward “El Sapito Canoro” Vernon se puso al mando de una flota de 186 barcos y 23,600 hombres para caerle como corbata a la ciudad de Cartagena de Indias, la cual estaba defendida solamente por 3600 hombres y 6 barcos. Este fue el famoso sitio de Cartagena, y durò un mes . Vernon les recetò artillerìa pesada a los españoles, quienes estaban bajo el mando del virrey Sebastián de Eslava, y contaban con personajes como Don Melchor de Navarrete, Don Carlos Des Naux, y el aguerrido Don Blas de Lezo- Al final los ingleses no pudieron capturar la ciudad y se fueron con el rabo entre las piernas como canes sopapeados.
No solo fue Cartagena el blanco de los ataques ingleses. Hubo ataques contra poblaciones como San Agustín en la Florida, La Habana en Cuba, y partes de Panamà. A los cuacos gringos de las colonias estadounidenses les tocò cumplir como carne de cañ+on, y ademàs murieron de fiebre amarilla, malaria, disenterìa y hambruna. Entre los tontos que anduvieron ahì estuvo el medio hermano- Lawrence- de Jorge Washington(el chiclàn que fue el primer presidente de los Estados Unidos) . Este Lawrence mostrò ser un fanàtico falto de seso pues hasta rebautizò su plantación en Virginia como Vernon en honor a su jefe militar, al cual sin duda le hubiera valido un comino si el tal Lawrence se hubiera muerto. Los españoles en 1742 atacaron a la colonia gringa de Georgia en la Batalla del Pantano Sangriento. Salieron bien aporreados de ahì los castizos.
En realidad esta guerra fue un cùmulo de acciones navales indecisas y los beneficiados fueron los piratas. La guerra tocò fin porque nadie querìa ir de imbècil para servir de carne de cañòn, entonces al faltar tropas y recursos y no haber territorios ganados, los dos bandos se aburrieron de protagonizar tamaño ridìculo. Tantos muertos gringos solo ganaron que los britànicos ya les llamaran americanos y no los colonos. Para colmo la Guerra de Sucesiòn de los Austrias en Europa tenìa a todos como viendo un partido de copa mundial. Los capitales y soldados pasaron a pelear en esa guerra, y la Guerra de la Oreja –llamada la Guerra Anglo-Española- se finalizò por medio del Tratado de Aix.la-Chapelle.
Y quièn dijo que el crimen no pagaba? El mediocre que perdiò la oreja ocupò buen puesto en Jamaica, a cargo del gobierno. Desde entonces y desde antes incluso, los aventureros, sucios y llorones acaban siendo los que se comen el mejor plato polìtico.
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