Las locuras más regias de la historia
Cecilia Ruiz de Ríos
Que todos tenemos un poco de locos y generalmente poseemos el ego de un monarca no hay que dudarlo, siendo en mi caso esta aseveración lo más exacto posible. Pero cuando el soberano de una nación pierde la chaveta y comienza a sacar a bailar la camisa de fuerza que debió haberse puesto, la cosa cambia por completo. A lo largo de la historia, muchas cabezas no solo estuvieron coronadas o ungidas, sino también tocada por “las alas transparentes y cristalinas de la locura”, por citar a Solimán el Magnífico.
Cayo Germánico, más conocido en la historia del imperio romano como Calígula por su afición a usar botitas o caligae, en sus arranques de paranoia se llevó en el saco a un montón de gente, entre ellos dos hermanos, para llegar a ser emperador y quizás su único momento de sensatez lo tuvo cuando nombró a su caballo Incitatus como cónsul de Roma, ya que el corcel jamás mató, corrompió o robó a como lo hacen los políticos. Tras la muerte violenta de Calígula a manos de sus soldados, quienes comenzaron apuñaleándolo donde el vientre se alarga en los machos, el tío de Calígula-Claudio el Historiador-tomó el trono. Cuando este erudito pero deforme hombre fue apurado hacia el paraíso por su quinta esposa(hermana menor de Calígula) merced a un plato de hongos, Nerón llegó al poder para desgracia de todos, hasta de él mismo. Nerón no quiso ni que su primera esposa ni su envenenadora madre Agrippina lo mangoneara, y la primera murió decapitada por orden suya y de Poppea (la amante y futura esposa de Nerón) y la segunda fue eliminada gracias a una espada en el vientre. Ahí no terminó la orgía mortal de Nerón, quien tras casarse con Poppea le sonó una patada en el vientre gestante, acabando con madre e hijo de una sola coz. Faltaban miles de cristianos a quienes berón usó como teas humanas para iluminar el arena de sus juegos sangrientos.
El primer rey de lo que fue el embrión de la Francia que conocemos hoy en día fue Clodoveo II, y se volvió loco tras robarse como reliquia personal el brazo de un mártir. Su bisnieto fue Childerico III, a quien cariñosamente llamaban “El Idiota”, y babeaba tan copiosamente que en menos de 5 minutos pudo haber rellenado un balde con su propia saliva. Casi al concluir la Edad media, la castrante Blanca de Navarra se quejaba que su hijo Luis XI el Santo no estaba bien de la cabeza, pero este monarca hizo tanto ruido a favor del cristianismo yéndose en dos cruzadas(en la segunda se murió de una madre currutaca) que la agradecida iglesia católica hizo a un lado los desatinos de Luisito para canonizarlo. El hijo de Luis(porque eso sí, este santo de vez en cuando copulaba y no murió virgen, lo siento)Roberto de Clermont acabaría deschavetado después de ser golpeado en la cabeza con un martillo. Bajando por la escalinata del tiempo con los reyes franceses, uno de los peores fue Carlos VI, quien además de estar loco de atar, era romántico, sexy, cornudo y violento. A veces le dio por creerse de vidrio, y le daba por meter rodos de hierro entre sus ropas para evitar que lo quebraran. Le trepanaron la sesera dos veces pero quedó peor mientras su esposa Isabeau de Bavaria se refocilaba con Luis, el hermano menor del rey, teniendo numerosos bastardos.
Aunque los españoles a menudo se han reído de las vicisitudes por las que Francia ha pasado, a ellos también les tocó bailar con varias locas y locos. Los monarcas de la dinastía de los Habsburgo descendían de una de las locas más hermosas del mundo: Juana de Castilla. Hija de los hipócritas Reyes Católicos de España, la muchacha tenía a quien salir tarada, ya que Isabel de Portugal era su abuela a través de Isabel de Castilla la Católica. La ex princesa portuguesa convertida en reina de Castilla por su matrimonio con Juan había muerto loca en el castillo de Arévalo. Juana, quien siempre tuvo alucinaciones y unos celos enfermizos por su marido Felipe el Hermoso de Habsburgo, cuando éste murió a los 28 años de edad la pobre mujer terminó de perder los estribos, y se dio a un macabro paseo por toda España con el cadáver de su difunto marido. No fue hasta que Fernando de Aragón, el padre ya viudo de Juana, la pescó y la encerró en Tordesillas que la macabra pachanga de necrofilia de Juana acabó. La descendencia de esta pobre loca acabó con el rey Carlos II, quien además de loco, impotente, deforme y chiclán no pudo dejar hijos.
Hasta los flemáticos ingleses han tenido que llevarse las manos a la cabeza, perdiendo momentáneamente la compostura, asombrados ante las locuras de sus monarcas. La sangre contaminada de varios reyes ingleses les ha traído no solo gota, sino también locura. Víctima de la porfiria, el mojigato soberano Jorge III de la dinastía Hannover perdió la chaveta en el siglo XVIII, algo que fue aprovechado por las colonias inglesas para independizarse y formar los Estados Unidos de América. El pobre Jorge, quien quería ser recordado como el Rey Granjero, murió ciego, loco, sordo y meado el 29 de enero de 1820. Como si eso hubiera sido poco, la princesa inglesa Carolina Matilde se vio forzada, siendo una quinceañera, a casarse con el rey loco Christian VII de Dinamarca. Casi acaba loca ella misma cuando su regio marido se enteró que ella se las pegaba con un noble, y le tocó ver la muerte de su amante.
Los Estados Unidos por su parte tuvo brevemente la presencia de un emperador loco.Se trata del tristemente célebre Emperador Norton, quien en 1859 se proclamó a sí mismo Emperador de Estados Unidos y Protector de México para risotadas de los aztecas entre tequilas y tacos. Todas sus “proclamaciones de Estado” fueron publicadas en un puñado de periódicos de San Francisco y hasta osó mandarle cartas de “tú-atú” a la empurrada reina inglesa Victoria y al barbudo Abraham Lincoln.
Rusia se dio el lujo de tener dos zares a quienes hasta la vez no faltan quienes les acusen de locura criminal. En el siglo XVI, el primero en llamarse zar fue Iván IV el Grozny(El Terrible). Como presintiendo que iba a tener competencia en José Stalin en el siglo XX, Iván se aseguró a cometer los peores crímenes masivos, planificados mientras hervía en fiebre sifilítica combinada con fanatismo religioso. Iván en realidad perdió la chaveta cuando su primera esposa Anastasia”La Vaquilla” Romanova-a quien amaba tiernamente- murió en circunstancias rarísimas. A pesar de sus rarencias criminales, a Iván se le reconoce el haber expandido mucho el imperio ruso con nuevos territorios que él añadió.
El otro zar deschavetado fue un enorme y atractivo hombretón de 7 pies de estatura, Pedro I Romanov el Grande. Hiperkinético, musculoso, muy trabajador y sexualmente inagotable, este hombre creía firmemente que al occidentalizar a su atrasado reino iba directito hacia el progreso. Copió las formas de gobierno occidentales, inventos y costumbres, y entre ellas le dio por ponerle multas a quienes no quisieran rebanarse la barba o quitarse los enormes cotonos que usaban como atuendo cotidiano. Aficionado a la medicina, el formidable Pedro se autonombró dentista de la corte y comenzó a sacar muelas a diestra y siniestra. Comía acompañado de osos Kodiak y enanos. Casóse por amor en segundas nupcias con Martha, una ex prostituta Livonia con quien ya había tenido varios hijos, y acabó dando la orden para que mataran a su heredero Alexis acusándole de conspiración en su contra.
Cecilia Ruiz de Ríos
Que todos tenemos un poco de locos y generalmente poseemos el ego de un monarca no hay que dudarlo, siendo en mi caso esta aseveración lo más exacto posible. Pero cuando el soberano de una nación pierde la chaveta y comienza a sacar a bailar la camisa de fuerza que debió haberse puesto, la cosa cambia por completo. A lo largo de la historia, muchas cabezas no solo estuvieron coronadas o ungidas, sino también tocada por “las alas transparentes y cristalinas de la locura”, por citar a Solimán el Magnífico.
Cayo Germánico, más conocido en la historia del imperio romano como Calígula por su afición a usar botitas o caligae, en sus arranques de paranoia se llevó en el saco a un montón de gente, entre ellos dos hermanos, para llegar a ser emperador y quizás su único momento de sensatez lo tuvo cuando nombró a su caballo Incitatus como cónsul de Roma, ya que el corcel jamás mató, corrompió o robó a como lo hacen los políticos. Tras la muerte violenta de Calígula a manos de sus soldados, quienes comenzaron apuñaleándolo donde el vientre se alarga en los machos, el tío de Calígula-Claudio el Historiador-tomó el trono. Cuando este erudito pero deforme hombre fue apurado hacia el paraíso por su quinta esposa(hermana menor de Calígula) merced a un plato de hongos, Nerón llegó al poder para desgracia de todos, hasta de él mismo. Nerón no quiso ni que su primera esposa ni su envenenadora madre Agrippina lo mangoneara, y la primera murió decapitada por orden suya y de Poppea (la amante y futura esposa de Nerón) y la segunda fue eliminada gracias a una espada en el vientre. Ahí no terminó la orgía mortal de Nerón, quien tras casarse con Poppea le sonó una patada en el vientre gestante, acabando con madre e hijo de una sola coz. Faltaban miles de cristianos a quienes berón usó como teas humanas para iluminar el arena de sus juegos sangrientos.
El primer rey de lo que fue el embrión de la Francia que conocemos hoy en día fue Clodoveo II, y se volvió loco tras robarse como reliquia personal el brazo de un mártir. Su bisnieto fue Childerico III, a quien cariñosamente llamaban “El Idiota”, y babeaba tan copiosamente que en menos de 5 minutos pudo haber rellenado un balde con su propia saliva. Casi al concluir la Edad media, la castrante Blanca de Navarra se quejaba que su hijo Luis XI el Santo no estaba bien de la cabeza, pero este monarca hizo tanto ruido a favor del cristianismo yéndose en dos cruzadas(en la segunda se murió de una madre currutaca) que la agradecida iglesia católica hizo a un lado los desatinos de Luisito para canonizarlo. El hijo de Luis(porque eso sí, este santo de vez en cuando copulaba y no murió virgen, lo siento)Roberto de Clermont acabaría deschavetado después de ser golpeado en la cabeza con un martillo. Bajando por la escalinata del tiempo con los reyes franceses, uno de los peores fue Carlos VI, quien además de estar loco de atar, era romántico, sexy, cornudo y violento. A veces le dio por creerse de vidrio, y le daba por meter rodos de hierro entre sus ropas para evitar que lo quebraran. Le trepanaron la sesera dos veces pero quedó peor mientras su esposa Isabeau de Bavaria se refocilaba con Luis, el hermano menor del rey, teniendo numerosos bastardos.
Aunque los españoles a menudo se han reído de las vicisitudes por las que Francia ha pasado, a ellos también les tocó bailar con varias locas y locos. Los monarcas de la dinastía de los Habsburgo descendían de una de las locas más hermosas del mundo: Juana de Castilla. Hija de los hipócritas Reyes Católicos de España, la muchacha tenía a quien salir tarada, ya que Isabel de Portugal era su abuela a través de Isabel de Castilla la Católica. La ex princesa portuguesa convertida en reina de Castilla por su matrimonio con Juan había muerto loca en el castillo de Arévalo. Juana, quien siempre tuvo alucinaciones y unos celos enfermizos por su marido Felipe el Hermoso de Habsburgo, cuando éste murió a los 28 años de edad la pobre mujer terminó de perder los estribos, y se dio a un macabro paseo por toda España con el cadáver de su difunto marido. No fue hasta que Fernando de Aragón, el padre ya viudo de Juana, la pescó y la encerró en Tordesillas que la macabra pachanga de necrofilia de Juana acabó. La descendencia de esta pobre loca acabó con el rey Carlos II, quien además de loco, impotente, deforme y chiclán no pudo dejar hijos.
Hasta los flemáticos ingleses han tenido que llevarse las manos a la cabeza, perdiendo momentáneamente la compostura, asombrados ante las locuras de sus monarcas. La sangre contaminada de varios reyes ingleses les ha traído no solo gota, sino también locura. Víctima de la porfiria, el mojigato soberano Jorge III de la dinastía Hannover perdió la chaveta en el siglo XVIII, algo que fue aprovechado por las colonias inglesas para independizarse y formar los Estados Unidos de América. El pobre Jorge, quien quería ser recordado como el Rey Granjero, murió ciego, loco, sordo y meado el 29 de enero de 1820. Como si eso hubiera sido poco, la princesa inglesa Carolina Matilde se vio forzada, siendo una quinceañera, a casarse con el rey loco Christian VII de Dinamarca. Casi acaba loca ella misma cuando su regio marido se enteró que ella se las pegaba con un noble, y le tocó ver la muerte de su amante.
Los Estados Unidos por su parte tuvo brevemente la presencia de un emperador loco.Se trata del tristemente célebre Emperador Norton, quien en 1859 se proclamó a sí mismo Emperador de Estados Unidos y Protector de México para risotadas de los aztecas entre tequilas y tacos. Todas sus “proclamaciones de Estado” fueron publicadas en un puñado de periódicos de San Francisco y hasta osó mandarle cartas de “tú-atú” a la empurrada reina inglesa Victoria y al barbudo Abraham Lincoln.
Rusia se dio el lujo de tener dos zares a quienes hasta la vez no faltan quienes les acusen de locura criminal. En el siglo XVI, el primero en llamarse zar fue Iván IV el Grozny(El Terrible). Como presintiendo que iba a tener competencia en José Stalin en el siglo XX, Iván se aseguró a cometer los peores crímenes masivos, planificados mientras hervía en fiebre sifilítica combinada con fanatismo religioso. Iván en realidad perdió la chaveta cuando su primera esposa Anastasia”La Vaquilla” Romanova-a quien amaba tiernamente- murió en circunstancias rarísimas. A pesar de sus rarencias criminales, a Iván se le reconoce el haber expandido mucho el imperio ruso con nuevos territorios que él añadió.
El otro zar deschavetado fue un enorme y atractivo hombretón de 7 pies de estatura, Pedro I Romanov el Grande. Hiperkinético, musculoso, muy trabajador y sexualmente inagotable, este hombre creía firmemente que al occidentalizar a su atrasado reino iba directito hacia el progreso. Copió las formas de gobierno occidentales, inventos y costumbres, y entre ellas le dio por ponerle multas a quienes no quisieran rebanarse la barba o quitarse los enormes cotonos que usaban como atuendo cotidiano. Aficionado a la medicina, el formidable Pedro se autonombró dentista de la corte y comenzó a sacar muelas a diestra y siniestra. Comía acompañado de osos Kodiak y enanos. Casóse por amor en segundas nupcias con Martha, una ex prostituta Livonia con quien ya había tenido varios hijos, y acabó dando la orden para que mataran a su heredero Alexis acusándole de conspiración en su contra.
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