"RANDY BILLY": EL PADRE DEL PERIODISMO AMARILLISTA
Cecilia Ruiz de Ríos
Mucho se habla en Nicaragua sobre los titulares alarmantes, las noticias casi violáceas y "los extremos a los que se llega en los noticieros"... pero la realidad es que el asunto del periodismo amarillista, con sus titulares que nos hacen exclamar ¡QUE BARBARO! no es nada de reciente creación.
Siendo otro producto MADE IN USA, el amarillismo tuvo como padre a una de las figuras más controversiales del periodismo mundial: un gringo chele, altote, alegre y astuto llamado William Randolph Hearst, a quien muchos apodaron "Randy Billy" (Insolente Billy, recordando que a los machos cabríos en algunas zonas rurales de los EEUU les llaman Billy Goats, y este magnate fue todo un sátiro también.)
Hearst vino al mundo haciendo mucho ruido un 29 de abril de 1863, y fue un malcriadísimo hijo único. Una nodriza le dio el pecho hasta los 14 meses, y su padre era nada menos que el poderoso senador estadounidense George Hearst, quien poseía una respetable fortuna gracias a unas cuantas minitas de oro, plata y cobre.
El chico rico fue admitido a estudiar en Harvard, donde no duró mucho tiempo porque una broma de mal gusto que le gastó a los teachers le costó su expulsión. Hearst regaló a cada profe una silleta con su nombre y foto, y para los ceñudos señores de tan sacrosanta universidad ese fue el colmo de la insolencia.
En 1887 Hearst convenció a su papi que le encomendara la dirección del periódico Examiner de San Francisco, el cual desde hace tiempo no daba pie con bola. En un lapso de 2 años, el joven Hearst logró aumentar la tirada del diario y hasta consiguió jugosos contratos con anunciantes fijos. Para lograr semejante proeza Hearst no escatimó argucias para que la gente se sintiera atraída por el diario.
Jugó con el morbo que yace bajo la apariencia pristina de muchos. Fue cuando recurrió a fotos de violencia, sangre y sexo, y a titulares escandalosos que dejaban a los lectores boquiabiertos. En la cima de su fama, Hearst llegó a ser el propietario de una cadena de 28 periódicos, 13 revistas, 8 radioemisoras y dos compañías fílmicas.
Era una bonita compensación por no haber conseguido que su madre, siendo un chico de 10 añitos, no pudiera comprarle nada menos que el Louvre de París.
Entre 1903 y 1907, Hearst logró ser miembro de la Cámara de Representantes del congreso norteamericano, pero no pudo ir más allá en la política pues no logró una nominación presidencial por el partido demócrata en 1904, lo cual lo tuvo fuera de color por varios días.
Hearst sabía que su pluma era mortífera, y publicaba en sus diarios editoriales incendiarios, como los que provocaron que se diera la guerra entre España y Estados Unidos cuando en titulares escabrosos se denunciaban atrocidades cometidas en Cuba por los españoles.
El reportaje sobre el desastre del acorazado Maine desató pasiones y pleitos, y a Hearst también se le culpó de azuzar a la opinión pública a tal punto que un maniático "agarró la vara" y asesinó de un tiro al presidente William McKinley en 1901. Era de esperarse una reacción así, pues Hearst en sus editoriales vertía veneno en contra del mandatario gringo y hasta justificaba el asesinato político.
Como hombre de faldas, el chele Hearst era temible. Desde muy joven tuvo una líbido digna de una Príapo, y su primer gran amor fue su madre. Phoebe Hearst solía intervenir en los amoríos de su hijo cuando veía riesgo que se enamorara de una "chica inconveniente." En 1884 Hearst andaba tan sesereque por una actriz en ciernes llamada Leonor Calhoun que hasta anunció su compromiso con ella, pero Phoebe metió sus garras para pagarle estudios teatrales a la muchacha en Europa, desbaratando así el idilio.
Otra muchacha que era camarera, en los breves tiempos que Hearst estuvo en Harvard, también fue comprada con el monedero de Mamá Phoebe para que Hearst no se casara con ella, a pesar de que el muchacho había exhibido a esta Tessie Powers por Europa y Egipto y hasta le compró una casa en Nueva York.
Hearst sentía fascinación morbosa por coristas exhuberantes, y en 1897 cortejó a dos hermanas llamadas Millicent y Anita Wilson. El 28 de abril de 1903 el casi cuarentón Hearst se casó con Millicent, quien apenas tenía 22 años. Millicent habría de darle 5 hijos, pero Hearst se aburrió de ella a pesar de que Millicent hacía todo lo posible por padecer amnesia galopante en cuanto a su escandaloso pasado.
Después de otros asuntillos con coristas, Hearst se prendó de la actriz Marion Davies, quien era 34 años menor que él. Marion fue su adorada amante, y Hearst la promovió en varias películas en las cuales siempre salía en papeles virginales, como El Novio Fugitivo (1928), Espejismo (1928) y Blondie del Follies (1932). Sin embargo, Marion en sus relaciones con sus jóvenes co-estrellas no era tan virginal y recatada, y Hearst, a sabiendas que le ponía los cuernos a diestra y siniestra, nunca le reprochó nada siempre que todo lo hiciera a espaldas de los periodistas.
Ya era Marion la petsywetsy de Hearst cuando tuvo un affaire con Charles Chaplin, así como con Leslie Howard y Dick Powell. Las extrañas relaciones entre el magnate periodístico y la bella Marion dieron pie a que el osado Orson Welles hiciera su célebre cinta Ciudadano Kane, en la cual ponía al desnudo la vida íntima de Hearst y su infiel amante. Hearst, hecho un demonio de la ira, quiso destruir a Welles sin lograrlo, y Ciudadano Kane llegó a ser una de las máximas joyas del séptimo arte. Dado que Millicent nunca le dio el divorcio a su magnate, Hearst debió conformarse a vivir en eterno concubinato con su Marion. Hearst murió un 14 de agosto de 1951, siendo ya un robusto y alegre ochentón a pesar de estar complicado con varias dolencias. A los dos meses de su muerte, su "viuda sin anillo" huyó a Las Vegas para matrimoniarse con el capitán de marina mercante Horace Brown, con quien mantenía relaciones desde en vida de Hearst. Sin embargo, hay quienes afirman que el parecido físico entre el capitán y Hearst cuando era joven y hermoso no fue pura coincidencia. Era quizás una perversa forma de ser fiel a su memoria por parte de Marion, aunque en vida nunca le guardó las espaldas al colmarle la testa de cuernos.
Cecilia Ruiz de Ríos
Mucho se habla en Nicaragua sobre los titulares alarmantes, las noticias casi violáceas y "los extremos a los que se llega en los noticieros"... pero la realidad es que el asunto del periodismo amarillista, con sus titulares que nos hacen exclamar ¡QUE BARBARO! no es nada de reciente creación.
Siendo otro producto MADE IN USA, el amarillismo tuvo como padre a una de las figuras más controversiales del periodismo mundial: un gringo chele, altote, alegre y astuto llamado William Randolph Hearst, a quien muchos apodaron "Randy Billy" (Insolente Billy, recordando que a los machos cabríos en algunas zonas rurales de los EEUU les llaman Billy Goats, y este magnate fue todo un sátiro también.)
Hearst vino al mundo haciendo mucho ruido un 29 de abril de 1863, y fue un malcriadísimo hijo único. Una nodriza le dio el pecho hasta los 14 meses, y su padre era nada menos que el poderoso senador estadounidense George Hearst, quien poseía una respetable fortuna gracias a unas cuantas minitas de oro, plata y cobre.
El chico rico fue admitido a estudiar en Harvard, donde no duró mucho tiempo porque una broma de mal gusto que le gastó a los teachers le costó su expulsión. Hearst regaló a cada profe una silleta con su nombre y foto, y para los ceñudos señores de tan sacrosanta universidad ese fue el colmo de la insolencia.
En 1887 Hearst convenció a su papi que le encomendara la dirección del periódico Examiner de San Francisco, el cual desde hace tiempo no daba pie con bola. En un lapso de 2 años, el joven Hearst logró aumentar la tirada del diario y hasta consiguió jugosos contratos con anunciantes fijos. Para lograr semejante proeza Hearst no escatimó argucias para que la gente se sintiera atraída por el diario.
Jugó con el morbo que yace bajo la apariencia pristina de muchos. Fue cuando recurrió a fotos de violencia, sangre y sexo, y a titulares escandalosos que dejaban a los lectores boquiabiertos. En la cima de su fama, Hearst llegó a ser el propietario de una cadena de 28 periódicos, 13 revistas, 8 radioemisoras y dos compañías fílmicas.
Era una bonita compensación por no haber conseguido que su madre, siendo un chico de 10 añitos, no pudiera comprarle nada menos que el Louvre de París.
Entre 1903 y 1907, Hearst logró ser miembro de la Cámara de Representantes del congreso norteamericano, pero no pudo ir más allá en la política pues no logró una nominación presidencial por el partido demócrata en 1904, lo cual lo tuvo fuera de color por varios días.
Hearst sabía que su pluma era mortífera, y publicaba en sus diarios editoriales incendiarios, como los que provocaron que se diera la guerra entre España y Estados Unidos cuando en titulares escabrosos se denunciaban atrocidades cometidas en Cuba por los españoles.
El reportaje sobre el desastre del acorazado Maine desató pasiones y pleitos, y a Hearst también se le culpó de azuzar a la opinión pública a tal punto que un maniático "agarró la vara" y asesinó de un tiro al presidente William McKinley en 1901. Era de esperarse una reacción así, pues Hearst en sus editoriales vertía veneno en contra del mandatario gringo y hasta justificaba el asesinato político.
Como hombre de faldas, el chele Hearst era temible. Desde muy joven tuvo una líbido digna de una Príapo, y su primer gran amor fue su madre. Phoebe Hearst solía intervenir en los amoríos de su hijo cuando veía riesgo que se enamorara de una "chica inconveniente." En 1884 Hearst andaba tan sesereque por una actriz en ciernes llamada Leonor Calhoun que hasta anunció su compromiso con ella, pero Phoebe metió sus garras para pagarle estudios teatrales a la muchacha en Europa, desbaratando así el idilio.
Otra muchacha que era camarera, en los breves tiempos que Hearst estuvo en Harvard, también fue comprada con el monedero de Mamá Phoebe para que Hearst no se casara con ella, a pesar de que el muchacho había exhibido a esta Tessie Powers por Europa y Egipto y hasta le compró una casa en Nueva York.
Hearst sentía fascinación morbosa por coristas exhuberantes, y en 1897 cortejó a dos hermanas llamadas Millicent y Anita Wilson. El 28 de abril de 1903 el casi cuarentón Hearst se casó con Millicent, quien apenas tenía 22 años. Millicent habría de darle 5 hijos, pero Hearst se aburrió de ella a pesar de que Millicent hacía todo lo posible por padecer amnesia galopante en cuanto a su escandaloso pasado.
Después de otros asuntillos con coristas, Hearst se prendó de la actriz Marion Davies, quien era 34 años menor que él. Marion fue su adorada amante, y Hearst la promovió en varias películas en las cuales siempre salía en papeles virginales, como El Novio Fugitivo (1928), Espejismo (1928) y Blondie del Follies (1932). Sin embargo, Marion en sus relaciones con sus jóvenes co-estrellas no era tan virginal y recatada, y Hearst, a sabiendas que le ponía los cuernos a diestra y siniestra, nunca le reprochó nada siempre que todo lo hiciera a espaldas de los periodistas.
Ya era Marion la petsywetsy de Hearst cuando tuvo un affaire con Charles Chaplin, así como con Leslie Howard y Dick Powell. Las extrañas relaciones entre el magnate periodístico y la bella Marion dieron pie a que el osado Orson Welles hiciera su célebre cinta Ciudadano Kane, en la cual ponía al desnudo la vida íntima de Hearst y su infiel amante. Hearst, hecho un demonio de la ira, quiso destruir a Welles sin lograrlo, y Ciudadano Kane llegó a ser una de las máximas joyas del séptimo arte. Dado que Millicent nunca le dio el divorcio a su magnate, Hearst debió conformarse a vivir en eterno concubinato con su Marion. Hearst murió un 14 de agosto de 1951, siendo ya un robusto y alegre ochentón a pesar de estar complicado con varias dolencias. A los dos meses de su muerte, su "viuda sin anillo" huyó a Las Vegas para matrimoniarse con el capitán de marina mercante Horace Brown, con quien mantenía relaciones desde en vida de Hearst. Sin embargo, hay quienes afirman que el parecido físico entre el capitán y Hearst cuando era joven y hermoso no fue pura coincidencia. Era quizás una perversa forma de ser fiel a su memoria por parte de Marion, aunque en vida nunca le guardó las espaldas al colmarle la testa de cuernos.
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