BUCEFALO: EL ROMANCE MAS TORRIDO DE LA HISTORIA
Cecilia R uiz de Ríos
Casi se me sube el nivel de azúcar a mil cuando el mentirosísimo Oliver Stone en su cinta de chicle Alexander filma que Bucéfalo fue aplastado en batalla por el elefantote del rey Poros de la India porque ésa es una de las tantas falacias cochinas propagadas por la máquina de chatarra hollywoodense. Por supuesto, el corcel más célebre de la historia hubiera cerrado su vida con broche de oro si hubiera muerto así pero lamento informar que el caballo más valioso de todos los tiempos se murió de una combinación de artritis con secuelas de sus heridas de guerra en el año 326, lejos del fragor del combate. Ni muerto dejó de adorarlo su socio Alejandro Magno de Macedonia, y juntos protagonizaron uno de los romances más tórridos y tiernos de la historia.
Uno de los flechazos más fulminantes de todos los tiempos se dio aquella mañana cuando el príncipe adolescente que era Alejandro puso sus ojos encima del enorme corcel oscuro con la estrella blanca en la frente. El borracho, tuerto y pleitisto papi de Alejandro, el rey Filipo II de Macedonia, había recibido a un mercader de caballos para hacer unas adquisiciones, y entre los corceles ofrecidos estaba Bucéfalo, quien a pesar de ser un enorme machazo le tenía pavor a su propia sombra.
El sagaz adolescente que era ya Alejandro se percató de esta particularidad del caballo, y aunque el animal tenía fama de indomable, Alejandro lo montó en dirección hacia el sol para que el equino no viera su propia sombra. Manso como un corderito, Bucéfalo (que en griego significa cabeza de buey) toleró sobre su lomo al futuro conquistador. El “coup de foudre” estaba consumado, el caballo también quedó prendado del mozalbete chele. El rey, impresionado por la audacia y destreza del hijo, inmediatamente pagó la entonces astronómica suma de 13 talentos por el noble bruto y así comenzó una de las relaciones más armoniosas entre humano y bestia.
Alejandro comprendiendo tras el asesinato de su padre en un banquete que Macedonia le quedaba muy chiquita, emprendió a lomos de su brioso Bucéfalo la conquista del mundo conocido de entonces.
Se calcula que al momento de su adquisición, Bucéfalo ya tenía más de seis años, otros afirman que su edad oscilaba entre los 7 y los diez años. Bucéfalo jamás decepcionaría a su socio, y su valentía y destreza en los campos de batalla se hicieron tan legendarios como los de Alejandro. Muchos expertos dudan que Alejandro hubiera cosechado tantos éxitos en su campaña persa si hubiera ido montado en un corcel de menor capacidad que Bucéfalo. La compenetrción y comunicación entre el rey y su equino fue perfecta, por lo cual muchos nos atrevemos a opinar que el gran amor de la vida del gran macedonio fue precisamente Bucéfalo, opacando a su amante permanente Hefestión, a sus dos esposas Roxana y Barsine Stateira, y hasta a su eunuquito-valet Bagoas que tan bien lo cuidaba. Cuando Alejandro se alistaba para invadir la India, el caballo fue secuestrado por unos chicos afganos. En lugar de acabar con la población y desatar el desastre, el macedonio prefirió ofrecer jugos recompensa para recuperar l amor de su vida. Tras pagar una suma de infarto,A le- jandro logró que le devolvieron a su “caballo cabeza de buey”, pero no lo gozó por mucho tiempo más. El equino, quien había recibido diversas heridas durante varias batallas, se vio seriamente lesionado durante la batalla de Hydaspes, En medio del calor de junio del año 326 el caballo ya estaba complicado con artritis, y tras la última batalla en la ribera oeste del Hydaspes, su salud se vio minada por una combinación de esta dolencia y las heridas sufridas recientemente. Bucéfalo murió en brazos de Alejandro, quien aullaba como lobo mal tirado, y fue sepultado con honores militares en una suntuosa tumba. A orillas del río Hydaspes, Alejandro fundaría la ciudad de Bucefalia(hoy Jhelum en Pakistán) en honor a su mejor camarada. Al momento de psar a la inmortalidad se calcula que el noble bruto tendría unos 30 años, una edad que nuestros pobres y flaquetosos caballos carretoneros tan maltratados ni sueñan con alcanzar.
La leyenda de este incomparable animal alcanzó niveles monumentales con el paso del tiempo. El hecho de que el rey gustaba de enjoyar a su criatura con medallones de la Górgona y otros personajes mitológicos griegos le ganaron a Bucéfalo la fama de ser un corcel poseído por el mismito Uñudo. Bucéfalo a menudo dormía l lado de su socio en las campañas, y menudo soltaba ventosidades en la mismita cara del macedonio mientras los allegados al monarca se desternillaban de la risa. Bucéfalo, quien era muy bueno a su muela, comía peras en conserva, avena dorada y hasta remolachas en aceite de oliva. Jamás despreció un cuenco de cerveza rústica, lo cual le sirvió mucho para aguantar los embates del frío en los sitios más templados.
Bromista y travieso, a Bucéfalo le gustaba darle un empujón suave en el redondeado trasero a Bagoas, el eunuco y bailarín persa que Alejandro heredó del harén del depuesto soberano persa Darío III. La muerte de Bucéfalo afectó muchísimo a Alejandro(quien dos años antes, en el otoño de 324, había sepultado a su adorado Hefestión) y aún a Bagoas, quien llegó a sentir profundo afecto por el equino de su amante y señor.A través de l historia, grandes jefes militares y monarcas buscaron cómo repetir la relación perfecta entre Alejandro Magno y Bucéfalo, y algunos como Selim I del Imperio Otomano con su Viento del Diablo, Napoleón Bonaparte con su rechoncho Marengo y Saladino con su Ciruela llegaron cerca, pero jamás nadie vio un amor tan eterno y sin mácula como el que unió al más pavoroso conquistador de todos los tiempos con su idolatrada “montura de los dioses.”
Cecilia R uiz de Ríos
Casi se me sube el nivel de azúcar a mil cuando el mentirosísimo Oliver Stone en su cinta de chicle Alexander filma que Bucéfalo fue aplastado en batalla por el elefantote del rey Poros de la India porque ésa es una de las tantas falacias cochinas propagadas por la máquina de chatarra hollywoodense. Por supuesto, el corcel más célebre de la historia hubiera cerrado su vida con broche de oro si hubiera muerto así pero lamento informar que el caballo más valioso de todos los tiempos se murió de una combinación de artritis con secuelas de sus heridas de guerra en el año 326, lejos del fragor del combate. Ni muerto dejó de adorarlo su socio Alejandro Magno de Macedonia, y juntos protagonizaron uno de los romances más tórridos y tiernos de la historia.
Uno de los flechazos más fulminantes de todos los tiempos se dio aquella mañana cuando el príncipe adolescente que era Alejandro puso sus ojos encima del enorme corcel oscuro con la estrella blanca en la frente. El borracho, tuerto y pleitisto papi de Alejandro, el rey Filipo II de Macedonia, había recibido a un mercader de caballos para hacer unas adquisiciones, y entre los corceles ofrecidos estaba Bucéfalo, quien a pesar de ser un enorme machazo le tenía pavor a su propia sombra.
El sagaz adolescente que era ya Alejandro se percató de esta particularidad del caballo, y aunque el animal tenía fama de indomable, Alejandro lo montó en dirección hacia el sol para que el equino no viera su propia sombra. Manso como un corderito, Bucéfalo (que en griego significa cabeza de buey) toleró sobre su lomo al futuro conquistador. El “coup de foudre” estaba consumado, el caballo también quedó prendado del mozalbete chele. El rey, impresionado por la audacia y destreza del hijo, inmediatamente pagó la entonces astronómica suma de 13 talentos por el noble bruto y así comenzó una de las relaciones más armoniosas entre humano y bestia.
Alejandro comprendiendo tras el asesinato de su padre en un banquete que Macedonia le quedaba muy chiquita, emprendió a lomos de su brioso Bucéfalo la conquista del mundo conocido de entonces.
Se calcula que al momento de su adquisición, Bucéfalo ya tenía más de seis años, otros afirman que su edad oscilaba entre los 7 y los diez años. Bucéfalo jamás decepcionaría a su socio, y su valentía y destreza en los campos de batalla se hicieron tan legendarios como los de Alejandro. Muchos expertos dudan que Alejandro hubiera cosechado tantos éxitos en su campaña persa si hubiera ido montado en un corcel de menor capacidad que Bucéfalo. La compenetrción y comunicación entre el rey y su equino fue perfecta, por lo cual muchos nos atrevemos a opinar que el gran amor de la vida del gran macedonio fue precisamente Bucéfalo, opacando a su amante permanente Hefestión, a sus dos esposas Roxana y Barsine Stateira, y hasta a su eunuquito-valet Bagoas que tan bien lo cuidaba. Cuando Alejandro se alistaba para invadir la India, el caballo fue secuestrado por unos chicos afganos. En lugar de acabar con la población y desatar el desastre, el macedonio prefirió ofrecer jugos recompensa para recuperar l amor de su vida. Tras pagar una suma de infarto,A le- jandro logró que le devolvieron a su “caballo cabeza de buey”, pero no lo gozó por mucho tiempo más. El equino, quien había recibido diversas heridas durante varias batallas, se vio seriamente lesionado durante la batalla de Hydaspes, En medio del calor de junio del año 326 el caballo ya estaba complicado con artritis, y tras la última batalla en la ribera oeste del Hydaspes, su salud se vio minada por una combinación de esta dolencia y las heridas sufridas recientemente. Bucéfalo murió en brazos de Alejandro, quien aullaba como lobo mal tirado, y fue sepultado con honores militares en una suntuosa tumba. A orillas del río Hydaspes, Alejandro fundaría la ciudad de Bucefalia(hoy Jhelum en Pakistán) en honor a su mejor camarada. Al momento de psar a la inmortalidad se calcula que el noble bruto tendría unos 30 años, una edad que nuestros pobres y flaquetosos caballos carretoneros tan maltratados ni sueñan con alcanzar.
La leyenda de este incomparable animal alcanzó niveles monumentales con el paso del tiempo. El hecho de que el rey gustaba de enjoyar a su criatura con medallones de la Górgona y otros personajes mitológicos griegos le ganaron a Bucéfalo la fama de ser un corcel poseído por el mismito Uñudo. Bucéfalo a menudo dormía l lado de su socio en las campañas, y menudo soltaba ventosidades en la mismita cara del macedonio mientras los allegados al monarca se desternillaban de la risa. Bucéfalo, quien era muy bueno a su muela, comía peras en conserva, avena dorada y hasta remolachas en aceite de oliva. Jamás despreció un cuenco de cerveza rústica, lo cual le sirvió mucho para aguantar los embates del frío en los sitios más templados.
Bromista y travieso, a Bucéfalo le gustaba darle un empujón suave en el redondeado trasero a Bagoas, el eunuco y bailarín persa que Alejandro heredó del harén del depuesto soberano persa Darío III. La muerte de Bucéfalo afectó muchísimo a Alejandro(quien dos años antes, en el otoño de 324, había sepultado a su adorado Hefestión) y aún a Bagoas, quien llegó a sentir profundo afecto por el equino de su amante y señor.A través de l historia, grandes jefes militares y monarcas buscaron cómo repetir la relación perfecta entre Alejandro Magno y Bucéfalo, y algunos como Selim I del Imperio Otomano con su Viento del Diablo, Napoleón Bonaparte con su rechoncho Marengo y Saladino con su Ciruela llegaron cerca, pero jamás nadie vio un amor tan eterno y sin mácula como el que unió al más pavoroso conquistador de todos los tiempos con su idolatrada “montura de los dioses.”
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