Bienvenidos a El Mundo según Cecilia

Ni en broma ni en serio sino que en ambas formas y gracias a la guìa de mi hija Elizabeth, aquì estoy dando a luz a mi cuarta intervenciòn en Internet, siendo mis anteriores websites www.cablenet.com.ni/historyarte , www.cablenet.com.ni/historia/histoper y www.cablenet.com.ni/rubendario .Soy Cecilia, historiadora y profesora de idiomas tan orgullosamente nicaraguense como nuestro rìo San Juan, tengo 48 años y 27 dìas al momento de comenzar este parto, y es un intento por saltarme la barrera de las censuras, derribar el muro de Berlìn de los convencionalismos gazmoños y evitar que mis aportes se vean entorpecidos por la mediocridad. Aquì encontrarèis mis artìculos sobre historia, mis relatos de terror que sacan tinta de la sangre de los campos de guerra de la Nicaragua violenta de los años80, mis pensamientos filosòficos y mi amor incondicional por los animales. Quizàs sea la màxima expresiòn del egocentrismo militante y el sadismo utilitario, pero os prometo que no estarèis indiferente a nada, que ya es algo en este mundo de tedio y aburrimiento. Pasad adelante y gozad, o a como dicen los "cops" en Estados Unidos: Relax and enjoy it!
Cecilia Ruiz de Ríos
31 de octubre de 2007,Managua


domingo, 4 de noviembre de 2007

Esos Machos tan Juntitos



ESAS AMISTADES DUDOSAS...

Cecilia Ruiz de Rìos
A lo largo de la historia, han habido relaciones entre célebres machos de la especie que se han tildado de extrañas, por no llamarles dudosas. Felipe de Borbón (Duque de Orleans y regente de Francia después de la muerte de Luis XIV) tuvo a su cardenal Dubois como cola inseparable, Ricardo Corazón de León y el sultán Saladino intercambiaron regalos y ardorosas miradas, el pintor Pablo Cézanne y el escritor Emile Zola escandalizaron a París y hasta el padre del sicoanálisis, el barbudo judío Sigmund Freud tuvo su amiguito Wilhelm Fliess...

Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra desde 1198 hasta su muerte a causa de una gangrena causada por un flechazo, fue un hombre que combinaba amaneramiento homosexual con valentía, hidalguía y una pinta de galán de telenovela. Este rubio inglesito era hijo de la libidinosa Leonor de Aquitania y su segundo marido, el rubicundo Enrique de Plantagenet (Enrique II de Inglaterra). A pesar de haberse casado infatuado con la hermosa pero poco brillante Berenguela de Navarra en una boda improvisada en Chipre y promovida por su intrigante mamacita, Ricardo perdió la cabeza por su rival en la lucha por el Santo Sepulcro, el moreno Saladino.
Todo comenzó inocentemente, cuando Ricardo, quien encabezaba la cruzada de turno de entonces, se enfermó del estómago.

El sultán, quien era un experto cocinero, incomparable caballero y gran diplomático, le mandó una cestita con dulces hechos por su propia mano, deliciosos melocotones cortados de su jardín y un precioso arreglo floral deseándole pronta recuperación. Ricardo, conmovido por el tierno y galante gesto de su rival, quiso devolver el cumplido regalándole a Saladino una hermosísima gata blanca cola chinga (oriunda de la famosa isla inglesa de Man). Saladino, amante de los animales y en particular adorador de los micifuces, llegó a hacer de Firousi-el nombre que le puso a la animalita y que significa turquesa en turco-su inseparable compañera. Nadie puede especificar a ciencia cierta si el sultán y el rey inglés pasaron más allá de furtivos abrazos en las mesas de negociación o de miradas más incendiarias que flechas envenenadas, pero cuenta la leyenda que cuando Ricardo se moría de gangrena, en su delirio llamaba a Saladino. No es de extrañarse que cuando el aguerrido sultán Saladino muriese de pulmonía el 27 de febrero de 1193 en Damasco, Ricardo hizo celebrar una serie de misas por el descanso de su alma.

Felipe de Borbón, Duque de Orleans, sobrino de Luis XIV e hijo del homosexual Philippe de Borbón, fue un hombre que siempre dio abundante en que hablar. Dado que su papá era maricón descarado, muchos esperaban que el bello Felipe lo fuera también, y por eso su amistad con un religioso de apellido Dubois echó las lenguas a funcionar en París. Lo divertido del asunto es que Dubois se había ganado la simpatía del voluble Duque de Orleans sirviéndole de alcahuete, y el pobre Philippe, ya siendo regente, quiso comprar su silencio y complicidad pagando una suma astronómica por la birreta cardenalicia de Dubois, quien acabó más feliz que un chocoyo en libertad cuando por fin pudo lucir el escarlata encendido de los príncipes de la iglesia católica.

El lío fue que su nombramiento como cardenal le costó al cada vez más ralo erario de Francia una suma de casi 4 millones de libras, y el populacho nunca llegó a respetarlo al Dubois diciendo que pasaba de alcahuete a santurrón.

Otra amistad turbulenta fue la del pintor Paul Cézanne y el novelista francés Emile Zola, autor de Nana y el escrito J^Accuse!. Cézanne y Zola eran oriundos del caluroso sur de Francia, y en la primera juventud fueron buenos amigos. Cézanne evocaba las largas tardes de estío cuando ambos, desnudos como jóvenes faunos, devoraban enormes racimos de uvas verdes a la orilla de un río o estanque.

Cuando Cézanne y Zola se volvieron a ver, fue en París, donde ambos andaban ya luchando cómo darse a conocer. El reencuentro fue aparatoso, besos, abrazos, lágrimas... y rodaron por el suelo bien arrumacados. Cézanne y Zola solían irse de farra juntos, se emborrachaban y amanecían cantando a la orilla del Sena. Cézanne le presentó a Zola una ex amante suya, una costurera que con el correr de los años se casó con Zola. Todo iba bien entre ellos, hasta que a Zola se le ocurrió la macabra idea de utilizar a su amigo pintor como personaje de una novela. Cézanne le reprochó amargamente la indiscreción y la amistad se rompió, dejando tras de sí un regusto salobre.
Resulta curioso que Sigmund Freud, padre del sicoanálisis y para unos cuantos el hombre que más le hizo daño a la siquis humana, fue otro célebre que protagonizó una relación bastante dudosa con otro hombre. Wilhelm Fliess era un otorrinolaringólogo berlinés con quien el judío vienés estableció una estrecha amistad.

La atracción existió desde el primer encuentro, y Freud y Fliess se escribían enormes cartas más largas que testamento de millonario, y en los congresos médicos y seminarios se buscaban mutuamente. Se reunían cada vez que podían. Freud en una carta escribió,"Estoy esperando que llegue nuestro congreso...como si tuviera que saciar mi hambre y mi sed. Me siento triste hasta que usted viene y puedo exponerle todas mis inquietudes, encender mi vacilante vela en su segura llama y volver a encontrarme bien..."Fliess por su parte era físicamente afectuoso y trataba de convencer a Freud que dejara de fumar los 20 cigarrillos que consumía cotidianamente. En uno de los congresos, Freud se precipitó al piso víctima de un desmayo, siendo socorrido por Fliess. Luego Freud habría de comentar :" Hay una especie de inquieto sentimiento homosexual en la raíz de todo este asunto." Por fin le ponía cascabel al gato Freud! En 1903 Freud y Fliess pusieron fin a su amistad debido a la reacción exagerada de Freud en cuanto a la teoría de Fliess en torno al universal impulso bisexual. Con el correr del tiempo Freud habría de darle cierto crédito a la teoría de su casi amante, pero nunca volvió a buscar al hombre que al evocarlo en las noches, lo hacía sentir un nudo en la garganta.

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