LA CELTA MAS PATRIOTICA DE TODAS: BOADICEA
Cecilia Ruiz de Ríos
Apenas puse pie en Londres, en mis tiempos de estudiante hace tantas lunas, fui rauda a contemplar el monumento de la reina celta llamada Boadicea, considerada como una de las patriotas más aguerridas de todos los tiempos. Boadicea, a quien la leyenda le asigna cuerpo de diosa, rostro de muñeca y una melena roja como fuego satinado, fue una de las guerreras más sacrificadas de la historia y muchos machos de la especie le envidian una capacidad militar como para poner verde de celos a muchos generalotes timborros y colesterólicos.
Nacida a mediados de octubre alrededor del año 100 antes de Cristo, Boadicea pertenecía a la rancia nobleza de la tribu de los Iceni, quienes fueron parte de los pobladores originales de las islas británicas. Cuando los romanos llegaron a conquistar esos lados, se encontraron con resistencia de parte de los nativos, y reza la leyenda que el padre de Boadicea fue asesinado por los primeros invasores que osaron asomar la cabeza por ahí.
Desde niña, lució una cabellera cobriza de bucles sedosos, unos ojos azules intensos, y una tez marmórea. Impetuosa y amistosa, era una líder natural. Cuando se hizo adolescente y le florecieron curvas por doquier, el rey Prasutagus la pidió en matrimonio, deslumbrado por su belleza y carácter jovial. Prasutagus se la llevó a una vida de relativo lujo a lo que hoy sería Colchester en el mapa moderno de Gran Bretaña. Aunque Boadicea al inicio no estaba enamorada de su rubio esposo, la convivencia con él resultó armoniosa y le tuvo varios retoños, entre ellos dos hijas de singular belleza. Cuando el degenerado emperador romano Nerón mandó a sus huestes a tratar de anular a los Iceni, Prasutagus decidió no ofrecer lucha y aliarse con los romanos para no sacrificar a su pueblo. Pero como el diablo mal le paga a quien demasiado bien le sirve, cuando Prasutagus murió dejando a Boadicea a cargo del reino, los romanos se pusieron agresivos.
Ya varias de las hijas de la hermosa Boadicea estaban adolescentes, y los lascivos soldados romanos no perdieron oportunidad de violar a las chicas en público, mientras Boadicea era azotada cuando como madre indignada protestó por el ultraje de sus hijas.
Boadicea, quien nunca estuvo de acuerdo con su esposo de ser tan entreguista con los romanos, no pudo resistir la afrenta de sus hijas mancilladas. Sabiendo que su tribu la apoyaba, hizo un llamado a las armas para combatir a los romanos. Otras tribus vecinas, temiendo que los romanos los agredieran a ellos de la misma forma en que ultrajaron a la familia real de los Iceni, se sumaron al llamado de la iracunda Boadicea para rebelarse contra los romanos. El primer poblado en caer ante la venganza de Boadicea fue Camulodunum(hoy Colchester).Quemó el poblado al ras y masacró a los habitantes del mismo, ya que buena parte de ellos eran romanos. Suetonio Paulino, quien a estas alturas del campeonato era el gobernador romano de Bretaña, andaba en el norte de las islas tratando de destruir a los druidas en Anglesey cuando le llegaron con el cuento de lo que estaba haciendo Boadicea. Inmediatamente tomó su ejército y se enrumbó hacia el sur.Mientras Suetonio marchaba de forma ordenada para avanzar unas 24 millas por día, Boadicea se fue a Verulamium(hoy San Albano).Era lo suficientemente astuta para evitar pasar por fortificaciones, prefiriendo usar táctica de guerra de guerrillas. La segunda legión augusta bajo el mando de Petilio Ceroalis se vio arrasada por los nativos, ya que la legión contaba solo con 2 mil hombres y los rebeldes ya eran más de 100 mil alzados. Solo la caballería logró escapar. Después de verse incendiada Verulamium por los soldados de Boadicea,Suetonio entró a Londinium(hoy Londres).Pidió a los ciudadanos que huyeran y ofreció llevarse a todos ellos consigo, ya queno tenía tropas suficientes para defender al poblado.Los refuerzos mayores de Suetonio estaban lejosde llegar, y el general romano estaba sinceramente asustado.Boadicea no intercambiaba prisioneros de guerra, se limitaba a masacrar a todos.No dudaba en quemar pueblos enteros en su ansia de liberar a los nativos del dominio romano.
Suetonio tuvo que agarrarse de lo ralo a su paciencia. Evadiendo entrar en choque con una fuerza mucho mayor a la suya, escogió un sitio donde encontrarse con Boadicea, buscando ventaja para que sus 10 mil legionarios pudieran acabar con los más de 100 mil rebeldes de la hermosa y furibunda chela.Con densos bosques para proteger a los romanos contra emboscadas, esperó que ella atacara.Los Iceni estaban tan confiados de su victoria sobre los romanos que hasta trajeron a sus familias para que observaran la batalla. Poco a poco, ya buscando la tarde, los romanos lograron afianzarse y los partidarios de Boadicea fueron perdiendo el control.Unos 80 mil hombres de Boadicea fueron asesinados por los romanos de forma cruel y metódica. Boadicea, al verse perdida, liberó a su adorada yegua rojiza y antes que la pescaran viva, ella y sus dos hijas ultrajadas bebieron veneno. Contemplando el cadáver de la bella mujer, cuentas las malas lenguas con la mía a la cabeza que Suetonio lloró de ira, musitando con amargura,”Qué desperdicio de semejante tronco de hembra!” Hay quienes afirman que la hermosa cabellera de la reina fue trenzada y cortada por un soldado romano antes de enterrar el cadáver de la heroína. Considerada como una bárbara por algunos historiadores, Boadicea pasa a la historia con su reputación intacta de patriota, ya que las crueldades y atrocidades que cometió fueron a causa de una deseo indomable de ver libre la patria que le vio nacer. Posteriormente, los romanos se afianzarían en Bretaña, pero el recuerdo de la furiosa y espléndida reina era suficiente para hacerles temblar de miedo. En Colchester hasta la vez se habla que en noches sin luna se escuchan los cascos de la yegua rojiza de Boadicea, y una estela como fuego aparece en la oscuridad cual cabellera de la inolvidable patriota.
Cecilia Ruiz de Ríos
Apenas puse pie en Londres, en mis tiempos de estudiante hace tantas lunas, fui rauda a contemplar el monumento de la reina celta llamada Boadicea, considerada como una de las patriotas más aguerridas de todos los tiempos. Boadicea, a quien la leyenda le asigna cuerpo de diosa, rostro de muñeca y una melena roja como fuego satinado, fue una de las guerreras más sacrificadas de la historia y muchos machos de la especie le envidian una capacidad militar como para poner verde de celos a muchos generalotes timborros y colesterólicos.
Nacida a mediados de octubre alrededor del año 100 antes de Cristo, Boadicea pertenecía a la rancia nobleza de la tribu de los Iceni, quienes fueron parte de los pobladores originales de las islas británicas. Cuando los romanos llegaron a conquistar esos lados, se encontraron con resistencia de parte de los nativos, y reza la leyenda que el padre de Boadicea fue asesinado por los primeros invasores que osaron asomar la cabeza por ahí.
Desde niña, lució una cabellera cobriza de bucles sedosos, unos ojos azules intensos, y una tez marmórea. Impetuosa y amistosa, era una líder natural. Cuando se hizo adolescente y le florecieron curvas por doquier, el rey Prasutagus la pidió en matrimonio, deslumbrado por su belleza y carácter jovial. Prasutagus se la llevó a una vida de relativo lujo a lo que hoy sería Colchester en el mapa moderno de Gran Bretaña. Aunque Boadicea al inicio no estaba enamorada de su rubio esposo, la convivencia con él resultó armoniosa y le tuvo varios retoños, entre ellos dos hijas de singular belleza. Cuando el degenerado emperador romano Nerón mandó a sus huestes a tratar de anular a los Iceni, Prasutagus decidió no ofrecer lucha y aliarse con los romanos para no sacrificar a su pueblo. Pero como el diablo mal le paga a quien demasiado bien le sirve, cuando Prasutagus murió dejando a Boadicea a cargo del reino, los romanos se pusieron agresivos.
Ya varias de las hijas de la hermosa Boadicea estaban adolescentes, y los lascivos soldados romanos no perdieron oportunidad de violar a las chicas en público, mientras Boadicea era azotada cuando como madre indignada protestó por el ultraje de sus hijas.
Boadicea, quien nunca estuvo de acuerdo con su esposo de ser tan entreguista con los romanos, no pudo resistir la afrenta de sus hijas mancilladas. Sabiendo que su tribu la apoyaba, hizo un llamado a las armas para combatir a los romanos. Otras tribus vecinas, temiendo que los romanos los agredieran a ellos de la misma forma en que ultrajaron a la familia real de los Iceni, se sumaron al llamado de la iracunda Boadicea para rebelarse contra los romanos. El primer poblado en caer ante la venganza de Boadicea fue Camulodunum(hoy Colchester).Quemó el poblado al ras y masacró a los habitantes del mismo, ya que buena parte de ellos eran romanos. Suetonio Paulino, quien a estas alturas del campeonato era el gobernador romano de Bretaña, andaba en el norte de las islas tratando de destruir a los druidas en Anglesey cuando le llegaron con el cuento de lo que estaba haciendo Boadicea. Inmediatamente tomó su ejército y se enrumbó hacia el sur.Mientras Suetonio marchaba de forma ordenada para avanzar unas 24 millas por día, Boadicea se fue a Verulamium(hoy San Albano).Era lo suficientemente astuta para evitar pasar por fortificaciones, prefiriendo usar táctica de guerra de guerrillas. La segunda legión augusta bajo el mando de Petilio Ceroalis se vio arrasada por los nativos, ya que la legión contaba solo con 2 mil hombres y los rebeldes ya eran más de 100 mil alzados. Solo la caballería logró escapar. Después de verse incendiada Verulamium por los soldados de Boadicea,Suetonio entró a Londinium(hoy Londres).Pidió a los ciudadanos que huyeran y ofreció llevarse a todos ellos consigo, ya queno tenía tropas suficientes para defender al poblado.Los refuerzos mayores de Suetonio estaban lejosde llegar, y el general romano estaba sinceramente asustado.Boadicea no intercambiaba prisioneros de guerra, se limitaba a masacrar a todos.No dudaba en quemar pueblos enteros en su ansia de liberar a los nativos del dominio romano.
Suetonio tuvo que agarrarse de lo ralo a su paciencia. Evadiendo entrar en choque con una fuerza mucho mayor a la suya, escogió un sitio donde encontrarse con Boadicea, buscando ventaja para que sus 10 mil legionarios pudieran acabar con los más de 100 mil rebeldes de la hermosa y furibunda chela.Con densos bosques para proteger a los romanos contra emboscadas, esperó que ella atacara.Los Iceni estaban tan confiados de su victoria sobre los romanos que hasta trajeron a sus familias para que observaran la batalla. Poco a poco, ya buscando la tarde, los romanos lograron afianzarse y los partidarios de Boadicea fueron perdiendo el control.Unos 80 mil hombres de Boadicea fueron asesinados por los romanos de forma cruel y metódica. Boadicea, al verse perdida, liberó a su adorada yegua rojiza y antes que la pescaran viva, ella y sus dos hijas ultrajadas bebieron veneno. Contemplando el cadáver de la bella mujer, cuentas las malas lenguas con la mía a la cabeza que Suetonio lloró de ira, musitando con amargura,”Qué desperdicio de semejante tronco de hembra!” Hay quienes afirman que la hermosa cabellera de la reina fue trenzada y cortada por un soldado romano antes de enterrar el cadáver de la heroína. Considerada como una bárbara por algunos historiadores, Boadicea pasa a la historia con su reputación intacta de patriota, ya que las crueldades y atrocidades que cometió fueron a causa de una deseo indomable de ver libre la patria que le vio nacer. Posteriormente, los romanos se afianzarían en Bretaña, pero el recuerdo de la furiosa y espléndida reina era suficiente para hacerles temblar de miedo. En Colchester hasta la vez se habla que en noches sin luna se escuchan los cascos de la yegua rojiza de Boadicea, y una estela como fuego aparece en la oscuridad cual cabellera de la inolvidable patriota.
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