John Paul Jones: "Aún no he comenzado a pelear!"
Cecilia Ruiz de Ríos
Una de mis figuras favoritas de la historia gringa es el gallardísimo y valiente padre de la naviera norteamericana, John Paul Jones. Su vida tiene suficientes elementos como para una novela de 5 pañuelos de lágrimas, y falleció ignorado -igual que nuestro José Dolores Estrada o la aguerrida Rafaelita Herrera. Hoy que se conmemora un aniversario más de su deceso un 18 de julio de 1792 en medio de la agitada Revolución Francesa, no puedo menos que rendirle el charro a uno de los más audaces estrategas militarÏes de todos los tiempos.
Resulta irónico que el fundador de la fuerza naval gringa no fuera Made in USA. John Paul nació en Escocia un 6 de julio de 1747 y desde chiquito le gustaba jugar a la guerra. En la escuela sus maestros lo recordarían como hiperkinético, inquisitivo y muy dado a pleitos. Cuando cumplió trece años, su familia lo puso de aprendiz con un comerciante, y de esa forma John Paul se enamoró del mar a bordo de la fragata Friendship (Amistad, pero no es la misma que llevaba esclavos africanos bajo bandera española...)A los 21 años, John recibió su primer comando, el barco John. Tras varios años fructíferos como comerciante que viajaba hacia el Nuevo Mundo, John Paul emigró a las colonias británicas en América del Norte.Una vez ahí, añadió el apellido Jones a su nombre. Se enamoró profundamente del embrión que luego sería Estados Unidos y cuando se dieron los levantamientos en contra de Inglaterra John se unió a los rebeldes. El 7 de diciembre de 1775 él se vio nombrado primer teniente en la Naviera Continental, prestando servicio a bordo del buque Alfredo de Esek Hopkins. Como Primer Teniente en el Alfredo, a John le tocó el inmenso honor de alzar la bandera de la Gran Unión en un buque continental llamado el Ranger. Iba rumbo a Francia, y al arribar a la Bahía de Quiberon, el 14 de febrero de 1778, John lloró de emoción cuando él y el almirante francés La Motte Piquet intercambiaron cañonazos de saludo. Era la primera vez que las Barras y Estrellas, la bandera de los nacientes Estados Unidos de Norteamérica, era oficialmente reconocida como emblema nacional por un gobierno extranjero.
Una vez en Francia, no solo las chicas se rindieron ante el encanto y la gallardía de John. A inicios de 1779, el rey francés Luis XVI por una vez en su vida tomó una decisión solo y le dio a John un buque llamado Duque de Duras, una nave que ya era casi reliquia de museo. John remozó, reparó y rebautizó el traste viejo con el nombre de Bon Homme Richard (Buen Hombre Richard, el Richard como tributyo al perso-naje de Pobre Rivchard creado por su gran amigo gringo Benjamin Franklin). Al mando del Buen Hombre Richard y 4 otros barcos además de dos naves francesas, John partió el 14 de agosto de 1779 a atacar barcos ingleses.
El 23 de septiembre de 1779 su barco se topó con el HMS Serapis en el Mar del Norte cerca de Famborough Head, Inglaterra. El Richard se vio fuertemente bombardeado, quedando un poco como cúcala desarbolada y perdiendo muchas armas. Cuando el capitán Richard Pearson del Serapis le gritó a John pidiendo la rendición, John montó en cólera y le respondió su famosísima frase,"Aún no he ni comenzado a pelear!"
Fue una batalla muy sangrienta, y aunque el buque de John amenazaba con hundirse, ni él ni sus marinos se dieron por vencidos. Finalmente, el inglés bajó su bandera y el Serapis se rindió. El adorado barco de John se hundió al día siguiente y John tuvo que salir nadando aprisa para montrarse al Serapis.
Una vez que los Estados Unidos obtuvieron su independencia, John sirvió como contraalmirante al servicio de la emperatriz rusa Catalina II. Las malas lenguas afirman que la libidinosa Catalina quiso llevárselo a la cama, y los otros oficiales rusos hervían de celos al ver que un extranjero gozaba de tanto favor y era promovido. John estuvo al mando de varios buques durante el enfrentamiento entre Rusia y los otomanos turcos. Cansado y enfermo, John optó por salir de Rusia y se trasladó a París en 1790, cuando el rey que le había regalado el Richard ya estaba en aprie-tos profundos. Luis XVI, quien moriría gui-llotinado en enero de 1793, no podía auxiliar a John, quien era ignorado y vivía en la pobreza. Cuando John enfermó en julio de 1792, a los 45 años de edad, pocos le hicieron caso. Murió olvidado el 18 de julio de 1792 y fue sepultado en el Cementerio San Luis de París. Dado que este cementerio pertenecía a la familia real de Francia, cuatro años más tarde el gobierno revolucionario de Francia vendió la propiedad y la tumba de este héroe quedó olvidada.
En 1845, el coronel gringo John H. Sherburne inició una campaña para devolver los restos de John a los Estados Unidos. Le envió una misiva al Secretario Naval George Bancroft y solicitó que el cuerpo fuera exhumado y traído a casa a bordo de un buque del Escuadrón Mediterráneo. 6 años más tarde, los arreglos preliminares se hicieron, pero los planes se cayeron debido a que unos parientes escoceses de John, quienes nunca se habían preocupado por él en vida, ahora querían sacar buena tajada oponiéndose al traslado. Para colmo, se descubrió que el héroe había sido enterrado en una tumba sin lápida.
En 1899 el embajador gringo Horace Porter comenzó una búsqueda sistemática. Sería un esfuerzo tenaz que daría fruto en abril de 1905, cuando el cuerpo de John fue encontrado por fin. Profundamente emocionado, el presidente de turno, Teddy Roosevelt, envió 4 barcos para traer de vuelta a Estados Unidos a John. Al arribo de estos barcos, estos fueron escoltados por 7 buques de guerra hasta la Bahía de Chesapeake.
El 26 de enero de 1913, los restos de John Paul Jones fueron remitidos a su última morada en una cripta de la Capilla de la Academia Naval en Annapolis, Maryland. Hoy, un cuerpo de marines montan guardia de honor cuando la cripta está accesible al público, de 9 a.m. a 4 p.m. de lunes a sábado y los domingos de 1 p.m. a 4 p.m.
La fama de hombre aguerrido y controversial no murió con John. Algunos aún cri-tican que haya sido contraalmirante de la flota rusa, mientras otros especulan en cuanto a si logró refocilarse un rato con Catalina II, quien no escatimaba elogios coloridos a la hora de hablar de él. En Francia, una familia de apellido Jones que vive en la zona de Clichy afirman ser descendientes del héroe, afirmando que John tuvo una aventura muy apasionada con Marie-Cristine Hardy. Esta muchacha fue una revolucionaria de 19 años que moriría guillotinada en 1793, poco después de haberle parido dos hijos (uno en 1791 y otro, póstumo, en noviembre de 1792) a John.
Cecilia Ruiz de Ríos
Una de mis figuras favoritas de la historia gringa es el gallardísimo y valiente padre de la naviera norteamericana, John Paul Jones. Su vida tiene suficientes elementos como para una novela de 5 pañuelos de lágrimas, y falleció ignorado -igual que nuestro José Dolores Estrada o la aguerrida Rafaelita Herrera. Hoy que se conmemora un aniversario más de su deceso un 18 de julio de 1792 en medio de la agitada Revolución Francesa, no puedo menos que rendirle el charro a uno de los más audaces estrategas militarÏes de todos los tiempos.
Resulta irónico que el fundador de la fuerza naval gringa no fuera Made in USA. John Paul nació en Escocia un 6 de julio de 1747 y desde chiquito le gustaba jugar a la guerra. En la escuela sus maestros lo recordarían como hiperkinético, inquisitivo y muy dado a pleitos. Cuando cumplió trece años, su familia lo puso de aprendiz con un comerciante, y de esa forma John Paul se enamoró del mar a bordo de la fragata Friendship (Amistad, pero no es la misma que llevaba esclavos africanos bajo bandera española...)A los 21 años, John recibió su primer comando, el barco John. Tras varios años fructíferos como comerciante que viajaba hacia el Nuevo Mundo, John Paul emigró a las colonias británicas en América del Norte.Una vez ahí, añadió el apellido Jones a su nombre. Se enamoró profundamente del embrión que luego sería Estados Unidos y cuando se dieron los levantamientos en contra de Inglaterra John se unió a los rebeldes. El 7 de diciembre de 1775 él se vio nombrado primer teniente en la Naviera Continental, prestando servicio a bordo del buque Alfredo de Esek Hopkins. Como Primer Teniente en el Alfredo, a John le tocó el inmenso honor de alzar la bandera de la Gran Unión en un buque continental llamado el Ranger. Iba rumbo a Francia, y al arribar a la Bahía de Quiberon, el 14 de febrero de 1778, John lloró de emoción cuando él y el almirante francés La Motte Piquet intercambiaron cañonazos de saludo. Era la primera vez que las Barras y Estrellas, la bandera de los nacientes Estados Unidos de Norteamérica, era oficialmente reconocida como emblema nacional por un gobierno extranjero.
Una vez en Francia, no solo las chicas se rindieron ante el encanto y la gallardía de John. A inicios de 1779, el rey francés Luis XVI por una vez en su vida tomó una decisión solo y le dio a John un buque llamado Duque de Duras, una nave que ya era casi reliquia de museo. John remozó, reparó y rebautizó el traste viejo con el nombre de Bon Homme Richard (Buen Hombre Richard, el Richard como tributyo al perso-naje de Pobre Rivchard creado por su gran amigo gringo Benjamin Franklin). Al mando del Buen Hombre Richard y 4 otros barcos además de dos naves francesas, John partió el 14 de agosto de 1779 a atacar barcos ingleses.
El 23 de septiembre de 1779 su barco se topó con el HMS Serapis en el Mar del Norte cerca de Famborough Head, Inglaterra. El Richard se vio fuertemente bombardeado, quedando un poco como cúcala desarbolada y perdiendo muchas armas. Cuando el capitán Richard Pearson del Serapis le gritó a John pidiendo la rendición, John montó en cólera y le respondió su famosísima frase,"Aún no he ni comenzado a pelear!"
Fue una batalla muy sangrienta, y aunque el buque de John amenazaba con hundirse, ni él ni sus marinos se dieron por vencidos. Finalmente, el inglés bajó su bandera y el Serapis se rindió. El adorado barco de John se hundió al día siguiente y John tuvo que salir nadando aprisa para montrarse al Serapis.
Una vez que los Estados Unidos obtuvieron su independencia, John sirvió como contraalmirante al servicio de la emperatriz rusa Catalina II. Las malas lenguas afirman que la libidinosa Catalina quiso llevárselo a la cama, y los otros oficiales rusos hervían de celos al ver que un extranjero gozaba de tanto favor y era promovido. John estuvo al mando de varios buques durante el enfrentamiento entre Rusia y los otomanos turcos. Cansado y enfermo, John optó por salir de Rusia y se trasladó a París en 1790, cuando el rey que le había regalado el Richard ya estaba en aprie-tos profundos. Luis XVI, quien moriría gui-llotinado en enero de 1793, no podía auxiliar a John, quien era ignorado y vivía en la pobreza. Cuando John enfermó en julio de 1792, a los 45 años de edad, pocos le hicieron caso. Murió olvidado el 18 de julio de 1792 y fue sepultado en el Cementerio San Luis de París. Dado que este cementerio pertenecía a la familia real de Francia, cuatro años más tarde el gobierno revolucionario de Francia vendió la propiedad y la tumba de este héroe quedó olvidada.
En 1845, el coronel gringo John H. Sherburne inició una campaña para devolver los restos de John a los Estados Unidos. Le envió una misiva al Secretario Naval George Bancroft y solicitó que el cuerpo fuera exhumado y traído a casa a bordo de un buque del Escuadrón Mediterráneo. 6 años más tarde, los arreglos preliminares se hicieron, pero los planes se cayeron debido a que unos parientes escoceses de John, quienes nunca se habían preocupado por él en vida, ahora querían sacar buena tajada oponiéndose al traslado. Para colmo, se descubrió que el héroe había sido enterrado en una tumba sin lápida.
En 1899 el embajador gringo Horace Porter comenzó una búsqueda sistemática. Sería un esfuerzo tenaz que daría fruto en abril de 1905, cuando el cuerpo de John fue encontrado por fin. Profundamente emocionado, el presidente de turno, Teddy Roosevelt, envió 4 barcos para traer de vuelta a Estados Unidos a John. Al arribo de estos barcos, estos fueron escoltados por 7 buques de guerra hasta la Bahía de Chesapeake.
El 26 de enero de 1913, los restos de John Paul Jones fueron remitidos a su última morada en una cripta de la Capilla de la Academia Naval en Annapolis, Maryland. Hoy, un cuerpo de marines montan guardia de honor cuando la cripta está accesible al público, de 9 a.m. a 4 p.m. de lunes a sábado y los domingos de 1 p.m. a 4 p.m.
La fama de hombre aguerrido y controversial no murió con John. Algunos aún cri-tican que haya sido contraalmirante de la flota rusa, mientras otros especulan en cuanto a si logró refocilarse un rato con Catalina II, quien no escatimaba elogios coloridos a la hora de hablar de él. En Francia, una familia de apellido Jones que vive en la zona de Clichy afirman ser descendientes del héroe, afirmando que John tuvo una aventura muy apasionada con Marie-Cristine Hardy. Esta muchacha fue una revolucionaria de 19 años que moriría guillotinada en 1793, poco después de haberle parido dos hijos (uno en 1791 y otro, póstumo, en noviembre de 1792) a John.
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