O MIO O DE NADIE! FILIPO II DE MACEDONIA
Cecilia Ruiz de Ríos
Nadie puede negar que Filipo II de Macedonia, tuerto y borracho rey que no solo inspiró las famosísimas Filípicas de Demóstenes(por cierto, deberían de leerlas los políticos nuestros para que aprendan a hablar bien) sino que engendró al genial conquistador Alejandro III Magno de Macedonia, fue un hombre quien despertó pasiones netamente volcánicas. Para colmo su aparatosa muerte por asesinato en el año 336 antes de Cristo se daría cuando su joven y rubio amante Pausanias decidió que si el rey no era suyo, no sería de nadie, y lo mandó sin vaso ni pastillas rumbo a más allá del río Styx. El amor habrá tenido sus motivos en Pausanias, ya que me es inexplicable a mí cómo un rey tan fofo, patán, gritón, tuerto, beodo y para colmo ya probablemente con problemas de potencia en tiempos en que ni se soñaba con el Viagra, hubiera despertado tantos celos posesivos en un jovenzuelo guapo aunque un poco atolondrado.
Filipo II había nacido en el año 382 y por parte de su mami venía de la belicosa casa de los Lincestas. Fornido, con gran vigor y provisto de una audacia poco común, desde chico se destacó por su adicción a los juegos de guerra. En 359 habría de ocupar el trono de Macedonia, y usando sus habilidades militares y diplomáticas logró crear un estado unificado que impuso orden en Grecia. En 338 había lucido lo mejor de su arte marcial al ganar la batalla de Quironea, y entre sus planes estaba la conquista de Persia. Pero como los planes a menudo se hacen para no cumplirse, la muerte súbita no le dejarían ir a deschincacar a los persas. Seductor, ruidoso y fanfarrón, se había casado en primeras nupcias con Olimpia, una sexy pero intrigante princesa quien era hija de Neoptolemus de Epiro. Era 13 años menor que Filipo, y nadie puede decir que tenían un matrimonio estable. Tras el nacimiento de Alejandro Olympia le cerró la puerta de su alcoba en la cara a Filipo, y se dedicó al culto de sus serpientes. Filipo, buen amante de la juerga y los placeres carnales, comenzó a coleccionar esposas políticamente convenientes y amantes de ambos sexos, a llevarse mal con su heredero Alejandro (quien adoraba a su mami pero detestaba a Filipo) y a beber como si el licor se iba a acabar al día siguiente. Para colmo, queriendo producir un heredero para poder quitarle el derecho al trono a Alejandro, Filipo optó por buscarse una octava esposa lo suficientemente joven y saludable para que pudiera producir hijos lo antes posible. En el año 336 Filipo escogió a Cleopatra(no la confundan con Cleo Filopator VII de Egipto) de Macedonia, cuyo padrino era Attalo. Para entonces Filipo estaba en un tórrido romance con el rubio jovencito Pausanias, y este chavalo le dijo que temía que el padrino de la nueva esposa pudiera deponer a Filipo.
Era un secreto a voces que Attalo codiciaba el trono de Filipo. Pausanias, celoso ante la llegada de la joven esposa, pescó una riña con Filipo y éste lo asareó delante de todos, pateándolo y echándole desnudo de su lecho. Rencoroso como él solo, Pausanias se juró que iba a desquitárselas. Durante un banquete prenupcial, el atrevido Attalo brindó por la felicidad de su ahijada prometiendo que ella sí daría hijos legítimos y no bastardos al rey, lo cual enfureció a Alejandro al verse chifleteado de forma tan vulgar. Cuando Alejandro le dio un shampoo de guaro a Attalo, Filipo no quiso aparecer como mal anfitrión y sacó la espada para amenazar a su rubio hijo, pero al levantarse para agredir a Alejandro se cayó dado que estaba más bolo que un saco de monos perdido en Champaña. Fue cuando el futuro conquistador se burló de su papi diciendo,”Quiere atravesar grandes extensiones para conquistar Persia y no puede siquiera dar tres pasitos para pelear conmigo!”
Era obvio que el hogar de este rey era decididamente disfuncional, y tras aguantarle cantaletas y arañazos a Olympia, se divorció de ella. Hizo todo lo que pudo por manchar su reputación, incluso aduciendo que Alejandro podría no ser hijo suyo. Se cree que la furiosa Olympia amistó con el resentido Pausanias(por aquello que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”) y lo instó a matar a Filipo para que lavara el honor de ambos. Filipo procedió a casarse con Cleopatra a pesar de los bochinches en casa. Celebró su boda con gran banquete y mucho ruido. Tras el banquete siguieron los juegos-entre ellos uno que incluía a Filipo poniéndose como un dios más y no un simple rey terrnal- y Filipo no estaría destinado a ver el final de tanto festejo. Al ver que sus guardaespaldas lo dejaban solo, Pausanias se lanzó contra el rey y le clavó filosa daga entre las costillas. Tras asestarle el golpe mortal, Pausanias salió corriendo para llegar a su caballo, pero tuvo la sal que una de sus sandalias se le atorara y cayó enredado en una viña. Ya en el suelo, Pausanias fue alcanzado por los guardias y lo hicieron tuquitos con sus jabalinas. Lo poco que quedó reconocible del celoso Pausanias fue sepultado por órdenes de Olympia, a quien le parecía mentira que por fin había visto la muerte de su sopapeador y ultrajante marido. Cleopatra se quedó vestida y alborotada sin poder producir un heredero que hiciera a un lado a Alejandro. Alejandro subió al trono como Alejandro III de Macedonia, pero sus conquistas y genialidad lo llevarían a que la historia le diese el nombre de Alejandro Magno el Conquistador. Sus hazañas le harían siete veces más célebre que su asesinado padre, a quien el conquistador jamás pudo amar a pesar de que el tuerto Filipo le había regalado lo que más amaría Alejandro en toda su vida: el corcel Bucéfalo.
Cecilia Ruiz de Ríos
Nadie puede negar que Filipo II de Macedonia, tuerto y borracho rey que no solo inspiró las famosísimas Filípicas de Demóstenes(por cierto, deberían de leerlas los políticos nuestros para que aprendan a hablar bien) sino que engendró al genial conquistador Alejandro III Magno de Macedonia, fue un hombre quien despertó pasiones netamente volcánicas. Para colmo su aparatosa muerte por asesinato en el año 336 antes de Cristo se daría cuando su joven y rubio amante Pausanias decidió que si el rey no era suyo, no sería de nadie, y lo mandó sin vaso ni pastillas rumbo a más allá del río Styx. El amor habrá tenido sus motivos en Pausanias, ya que me es inexplicable a mí cómo un rey tan fofo, patán, gritón, tuerto, beodo y para colmo ya probablemente con problemas de potencia en tiempos en que ni se soñaba con el Viagra, hubiera despertado tantos celos posesivos en un jovenzuelo guapo aunque un poco atolondrado.
Filipo II había nacido en el año 382 y por parte de su mami venía de la belicosa casa de los Lincestas. Fornido, con gran vigor y provisto de una audacia poco común, desde chico se destacó por su adicción a los juegos de guerra. En 359 habría de ocupar el trono de Macedonia, y usando sus habilidades militares y diplomáticas logró crear un estado unificado que impuso orden en Grecia. En 338 había lucido lo mejor de su arte marcial al ganar la batalla de Quironea, y entre sus planes estaba la conquista de Persia. Pero como los planes a menudo se hacen para no cumplirse, la muerte súbita no le dejarían ir a deschincacar a los persas. Seductor, ruidoso y fanfarrón, se había casado en primeras nupcias con Olimpia, una sexy pero intrigante princesa quien era hija de Neoptolemus de Epiro. Era 13 años menor que Filipo, y nadie puede decir que tenían un matrimonio estable. Tras el nacimiento de Alejandro Olympia le cerró la puerta de su alcoba en la cara a Filipo, y se dedicó al culto de sus serpientes. Filipo, buen amante de la juerga y los placeres carnales, comenzó a coleccionar esposas políticamente convenientes y amantes de ambos sexos, a llevarse mal con su heredero Alejandro (quien adoraba a su mami pero detestaba a Filipo) y a beber como si el licor se iba a acabar al día siguiente. Para colmo, queriendo producir un heredero para poder quitarle el derecho al trono a Alejandro, Filipo optó por buscarse una octava esposa lo suficientemente joven y saludable para que pudiera producir hijos lo antes posible. En el año 336 Filipo escogió a Cleopatra(no la confundan con Cleo Filopator VII de Egipto) de Macedonia, cuyo padrino era Attalo. Para entonces Filipo estaba en un tórrido romance con el rubio jovencito Pausanias, y este chavalo le dijo que temía que el padrino de la nueva esposa pudiera deponer a Filipo.
Era un secreto a voces que Attalo codiciaba el trono de Filipo. Pausanias, celoso ante la llegada de la joven esposa, pescó una riña con Filipo y éste lo asareó delante de todos, pateándolo y echándole desnudo de su lecho. Rencoroso como él solo, Pausanias se juró que iba a desquitárselas. Durante un banquete prenupcial, el atrevido Attalo brindó por la felicidad de su ahijada prometiendo que ella sí daría hijos legítimos y no bastardos al rey, lo cual enfureció a Alejandro al verse chifleteado de forma tan vulgar. Cuando Alejandro le dio un shampoo de guaro a Attalo, Filipo no quiso aparecer como mal anfitrión y sacó la espada para amenazar a su rubio hijo, pero al levantarse para agredir a Alejandro se cayó dado que estaba más bolo que un saco de monos perdido en Champaña. Fue cuando el futuro conquistador se burló de su papi diciendo,”Quiere atravesar grandes extensiones para conquistar Persia y no puede siquiera dar tres pasitos para pelear conmigo!”
Era obvio que el hogar de este rey era decididamente disfuncional, y tras aguantarle cantaletas y arañazos a Olympia, se divorció de ella. Hizo todo lo que pudo por manchar su reputación, incluso aduciendo que Alejandro podría no ser hijo suyo. Se cree que la furiosa Olympia amistó con el resentido Pausanias(por aquello que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”) y lo instó a matar a Filipo para que lavara el honor de ambos. Filipo procedió a casarse con Cleopatra a pesar de los bochinches en casa. Celebró su boda con gran banquete y mucho ruido. Tras el banquete siguieron los juegos-entre ellos uno que incluía a Filipo poniéndose como un dios más y no un simple rey terrnal- y Filipo no estaría destinado a ver el final de tanto festejo. Al ver que sus guardaespaldas lo dejaban solo, Pausanias se lanzó contra el rey y le clavó filosa daga entre las costillas. Tras asestarle el golpe mortal, Pausanias salió corriendo para llegar a su caballo, pero tuvo la sal que una de sus sandalias se le atorara y cayó enredado en una viña. Ya en el suelo, Pausanias fue alcanzado por los guardias y lo hicieron tuquitos con sus jabalinas. Lo poco que quedó reconocible del celoso Pausanias fue sepultado por órdenes de Olympia, a quien le parecía mentira que por fin había visto la muerte de su sopapeador y ultrajante marido. Cleopatra se quedó vestida y alborotada sin poder producir un heredero que hiciera a un lado a Alejandro. Alejandro subió al trono como Alejandro III de Macedonia, pero sus conquistas y genialidad lo llevarían a que la historia le diese el nombre de Alejandro Magno el Conquistador. Sus hazañas le harían siete veces más célebre que su asesinado padre, a quien el conquistador jamás pudo amar a pesar de que el tuerto Filipo le había regalado lo que más amaría Alejandro en toda su vida: el corcel Bucéfalo.
1 comentario:
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